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Estados Unidos Estados Unidos · Over the rainbow, Kansas
Críticas de Wild In Love
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Críticas 150
Críticas ordenadas por utilidad
9
23 de diciembre de 2009
39 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque cuando se estrenó esta película yo estaba inmerso en las vicisitudes propias de la entrada de la adolescencia persiguiendo besos, enamorándome cada dos por tres y ahogando en calimochos cada revés sufrido por mi inexperto corazón seguía acudiendo al cine semanalmente y desde luego no tenía pensado perderme una cinta que mezclaba personajes reales con dibujos animados, independientemente de que parte de mi pandilla se desvinculara de ella por el mero hecho de que ya se consideraban demasiado mayores para ir a ver un film que estaba protagonizado por un conejo.

¡Y que bien me lo pasé! Desde el endiablado corto inicial con Roger Rabbit y el Bebe Herman como maestros de ceremonias, hasta la escena final con todos esos dibus que me habían acompañado desde la infancia cerrando la función aquello fue una experiencia sin igual. Es difícil destacar unas cosas por encima de otras. Esto es cine de verdad, se nota el cariño en cada detalle, las ganas de hacer las cosas bien, de ofrecer algo que guste. Los personajes son carismáticos, la mezcla entre ambos mundos es increíble, la trama es puro cine negro, es divertidísima, tierna, está repleta de guiños cinéfilos y no da tregua a tu retina porque siempre está pasando algo que llama tu atención.

Sin que se trate de un mero ejercicio nostálgico creo que esta manera de hacer cine se fue desvaneciendo poco a poco con la entrada de la década de los 90 y apenas quedan rastros de él en la actualidad. Entonces existieron una serie de directores (Spielberg, Zemeckis, Landis, Donner, Dante...) que supieron llegar al niño que se resistía a querer dejar de serlo, construyendo un cine intermedio entre la infancia y la edad adulta que no solo consiguió atrapar el momento si no que se mantiene fresco a día de hoy.

Por eso las aventuras de Roger Rabbit han seguido a mi lado desde entonces y continúan divirtiéndome como en aquel primer visionado. No sé, todo permanece ahí: Dumbo acercándose a una ventana, Betty Boop vendiendo cigarrillos, El Pato Donald y el Pato Lucas con su número pianístico, Roger Rabbit enamorado hasta las cejas, Jessica Rabbit subiendo la temperatura de todos los que la rodean, Benny el taxi, el juez Doom, las comadrejas... una receta tan elaborada y minuciosa que sólo puede dar como resultado una delicia cinematográfica donde están de más los prejuicios y la supuestas limitaciones de edad.

Acérquense a ella, hay cosas que nunca caducan solamente cambia nuestra percepción a la hora de recordarlas, como el primer beso. Otras sí lo hacen. ¿Dónde se habrá quedado por ejemplo mi primer calimocho?.

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Wild In Love
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10
22 de diciembre de 2009
42 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fondo en rojo
Fondo en azul
Fondo en rojo.

Y entonces aparece Alex, ese primer plano de su rostro que te hiela la respiración y su voz en off, mientras la cámara se va alejando para ir mostrando al Moloko Bar en todo su esplendor y decadencia. Comienza La Naranja Mecánica el juego perverso más inquietante, y descorazonador de la historia del cine, amoral y destructivo pero a la vez tan atrayente que no podrás dejar de mirar mientras Kubrick se regodea con una dirección de otro mundo, consiguiendo exprimir de la pura monstruosidad una belleza visual que no hace si no aumentar el desconcierto ante la dureza y la explicitud de las imágenes que desfilan sin tregua ante tus ojos.

La primera vez tenía 15 años. Un nuevo Videoclub había abierto en mi barrio y disponía de todas las obras de Kubrick, algunas de ellas ya las había visto, La Naranja, no. Y como había escuchado de aquí y de allá que era cuanto menos impactante esperé a una tarde en la que me quedaba solo en casa y corrí raudo a alquilarla con el nerviosismo añadido de saber que estaba haciendo algo prohibido.

Fondo en rojo. Créditos. Suena “Singing In the Rain”. Fin.

La experiencia fue como un martillo y me provocó algo parecido a un método Ludovico, a pesar de no apartar la mirada ni una sola vez, mi distanciamiento hacia lo maligno se multiplicó desde aquel día casi hasta el infinito, casi como un manual de muchas de las cosas por las que había que luchar para que nunca se posaran en mi interior.

Tuve suerte de entender a Kubrick de esa manera.

Unos años después y tras muchas películas juntos le puse La Naranja Mecánica a mi pareja pero sus ojos solo la soportaron media hora.

“Quítala por favor, es horrible”.

Debí haber intuido que esa sería su reacción, cuando yo aún estaba construyendo el revés de mi alma, ella ya tenía un muro infranqueable en él.

Me sentí afortunado porque hubiera entendido a Kubrick de esa manera.

Y La Naranja Mecánica regresó a los cines recientemente. Estuve allí. La presencié meramente como arte, mientras pausadamente iba comprobando en el revés de mi alma que no había nada de Alex en mi, y tampoco de muchos de los peculiares personajes que pueblan la película y que son tanto o más peligrosos que él.

Al salir del cine palpé mi alma. Volví a considerarme un tipo con suerte.

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Wild In Love
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8
10 de abril de 2009
39 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de prestar sus servicios a Coppola y a Cimino Alan Parker le servía en bandeja al gran Mickey Rourke otro papel a su medida. Harry Angel, el detective privado que sobrevive a base de asuntos de alcoba recibe un encargo de un misterioso y adinerado cliente para que encuentre a un tipo con el que tiene un negocio pendiente. Así empieza el corazón de ángel y hasta ahí podemos desvelar aspectos de la trama.

Esta película tiene un montón de elementos para ser disfrutada. Para los que nos gusta el cine negro aquí tenemos una excelente muestra del mismo pero lo verdaderamente bueno es que en todo momento lo que vemos en la pantalla nos produce una sensación de inquietud, siempre parece que hay algo más, entre un clima opresivo y fantasmagórico, malsano en ocasiones, y bajo la eterna mirada de un colosal Robert de Niro que nos muestra tanto como nos esconde. Todo desemboca en un estupendo final que si no lo has adivinado con las pistas que se van repartiendo a lo largo del metraje te dejará fascinado, si por el contrario has sido listo la película se puede seguir igualmente porque es puro entretenimiento donde no faltan crímenes, grandes diálogos, interpretaciones de altura y sí también por que no uno de los mejores polvos que nos dio el cine de los 80.

La película sirve además para dejar claro que gran actor era Rourke, bordando uno de sus mejores papeles en la que fue su década dorada antes de que empezara su caída libre. Disfrutarlo aquí con sus rasgos físicos no muy alejados de los de Paul Newman deambulando por Nueva Orleans a la búsqueda de lo que parece ser un espectro, rodeado de muerte, sangre y misticismo, hace que parezca irreal el deterioro anímico y personal que lo ha convertido en otra persona. La resurrección para el cine que ha vivido desde Sin City hasta The Wrestler confirma que ha de ser considerado, aún a pesar de haber probado el abismo, uno de los mejores actores de su tiempo.

Al fin y al cabo la vida de Mickey Rourke tiene muchos paralelismos con esta película.

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Wild In Love
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10
13 de abril de 2008
61 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nuestras diferentes etapas educativas están marcadas por las divisiones. Siempre queremos pertenecer a algo: tribus urbanas, tendencias musicales, deportes, malos hábitos... Creamos universos independientes y tendemos a excluir a los que no son de nuestro grupo. Con los años a menudo se intensifican y cerramos aún más el círculo pero los verdaderos rasgos de nuestra personalidad ya suelen estar presentes mucho antes, en nuestra educación primeriza.

Iba a un colegio público, mixto, donde los niños y las niñas estábamos desperdigados en clases separadas. Yo veía este criterio como una medida altamente represiva y muy poco edificante porque sentía que podía aprender más de la sonrisa de una de aquellas niñas que de 200 clases de matemáticas. Sin embargo supe valorarlas como el necesario trayecto temporal que desembocaba en la maravillosa media hora del recreo.

El patio del recreo, a las doce del mediodía se llenaba de cenicientas infantiles con sus alegres coletas y sus mandilones de lunares, y mientras los otros niños se dedicaban a perseguir un balón, yo me quedaba en una esquina, observándolas, junto con Marco y Pedro, con quien pronto entablé amistad. Poco a poco fuimos conociendo el sector del patio que habitaban nombres tan bellos como Emma, Marta o Virginia. Y sucedió que me enamoré de una de ellas (Emma) con siete u ocho años. A Marco y Pedro les pasó, evidentemente, lo mismo.

La vida nunca volvió a ser igual para ninguno de nosotros y solíamos juntarnos por las tardes en casa de Marco para escribirle a Emma desesperadas cartas de amor. Eran cartas cortas en las que poníamos cada letra de un color distinto utilizando nuestro estuche de 24 rotuladores, y así llenábamos hojas y hojas con un "TE QUIERO EMMA" multicolor rematado con un corazón grande y rojo a menudo deformado por nuestro infantil pulso de enamorados.

Timidamente comenzamos a dejarle notas de amor a Emma. Nos colábamos en su clase y las escondíamos entre sus libros o se las pegábamos en la parte de abajo del pupitre. Y entonces solía quedarse sola, en una esquina, en el patio del recreo buscando a sus pretendientes entre algún aspirante a futbolista y sin reparar en nosotros, siempre tan abstraídos y excluyentes.

Recuerdo muy bien las cartas a Emma. Y recuerdo también cuando por aquel tiempo echaron la Fiera de mi niña por televisión.Me enamoré de Kathie, de su alocado personaje, de sus ansias de vivir. Y pensaba a menudo que Emma de mayor sería como ella. Y tal vez tendríamos, como no, un leopardo por mascota. O un dinosaurio. Yo y Emma, matándonos de risa.

Hoy en día Emma es una arquitecta de gran prestigio y está casada, pero yo aún guardo una caja de 24 rotuladores en la mesita y la Fiera de mi niña suele iluminar mi televisor de vez en cuando. Algunas cosas cambian, yo no. Lo que todavía me falta es el leopardo (o el dinosaurio) pero es sólo cuestión de tiempo.

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Wild In Love
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9
11 de marzo de 2009
31 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia de Joe Buck se repite constantemente de época a época de ciudad en ciudad. El viajero que se adentra en la gran Babilonia para hacer realidad un sueño que no sólo nunca será tal si no que se desvanecerá entre dolor y miseria. Joe Buck es aquella chica que se muda a L.A para conquistar Hollywood y termina vendiendo su cuerpo en una esquina. Es la estrella de Rock que agonizará en un callejón envenenado por una última dosis de heroína. Es el escritor alcoholizado que vomita en una buhardilla mientras los folios en blanco atormentan su cabeza. Joe Buck es tan sólo eso pero aún no lo sabe.

Se abre Cowboy de Medianoche con esa imagen radiante de Joe pisando por primera vez las calles de New York y parece que nosotros los espectadores ya le llevamos ventaja sobre cual será su destino. No habrá felicidad ni dinero fácil sólo será un aprendizaje de como sobrevivir en un territorio hostil donde nada se regala, ni siquiera ese sexo que Joe Buck ansía vender como modo de vida.

La mitificación del sueño de Joe Buck se irá cayendo a pedazos a medida que va conociendo y enfrentándose a la única parte de la ciudad que le enseñará su alma: El New York enfermizo de los perdedores repleto de timadores, chiflados, putas, drogadictos, chaperos y demás sombras de vida que irán rodeando al viejo vaquero desposeyéndolo de la imagen idílica que el tenía en su cabeza. Como contrapunto a su incapacidad para sortear los peligros que se esconden detrás de cada esquina sólo la amistad con Rizzo, un buscavidas inválido conocedor de todas las trampas, le salvará de morir en las calles.

Al igual que Joe necesita de la visión de Rizzo, éste necesita de las piernas de Joe y será esta dependencia mutua lo que unirá a ambos en su devenir imposible bajo el delirio de la cara más oculta de New York, verdadera protagonista de la película que destila en su putrefacción un embrujo de tormento y nihilismo que provoca a la vez rechazo y admiración, una jungla fascinante de la que resulta muy difícil no sólo poder si no también querer escapar.

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Wild In Love
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