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Críticas de Chris Jiménez
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Críticas 2,191
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
24 de abril de 2024
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Guerra en las calles, sucia y desagradable. Gángsters de poca monta envenenan a la sociedad con su tráfico de drogas.
En este Japón moderno parece ser la moda, y sólo alguien lo suficientemente enfadado y lo suficientemente loco puede detenerles...

Menos mal que es nuestro amigo Koji Tsuruta quien se encarga del asunto en una de esas clásicas aventuras por el viscoso submundo de Japón. La dirige Teruo Ishii, una muy temprano para aquellos que sólo conozcan su etapa más psicotrópica y descarnada; cuando se mudó de Shintoho a Toei a comienzos de los '60 poco iba a imaginar que su primera obra de contrato en la compañía, "A Flower, a Storm and a Gang", iba a generar tal éxito de público. La presente "Gang vs. Gang" es la 3.ª entrega de la llamada saga "Gyangu", que se extendería hasta finales de década, y en esta ocasión repite Tsuruta en su papel habitual de delincuente.
Habitual es también el inicio de la película, donde, igual que en el 80% del cine yakuza, uno sale de prisión sólo para convertirse rápidamente en el blanco de alguien. Aquí el personaje de Mizuhara es tiroteado nada más poner un pie fuera, pero logra escapar; el director comienza de esta manera cruda y violenta, dejando su sello, mientras se atiene a las formas propias del "noir", con escenarios en claroscuro y "jazz" constante de fondo. El protagonista es un chiflado elegante con dos cojones y de vuelta de todo, e incluso se atreve a disparar a su antiguo jefe cuando se entera de que sus compañeros han querido matarle a él.

Un síntoma del film será este, la falta de coherencia y lo gratuito de las situaciones y motivaciones de los personajes; cuesta creer lo que pasa en pantalla cuando Mizuhara atenta contra el oyabun y todos en la sala se quedan como estatuas en lugar de abalanzarse sobre él. Más traiciones en la familia se suceden, y en realidad esta podría ser la clásica historia del yakuza renegado que, perseguido por los suyos, se alza cual caballero suicida desafiando su poder...pero no, el guión, del propio Ishii, propone un desvío interesante y aún menos creíble que todo lo visto.
Mizuhara se une a un extraño grupo con una configuración tal que pareciera sacado de un cómic de Osamu Tezuka: un anciano que dice ser médico (o algo así), una chica muy risueña que va de "femme fatale" y un tipo duro se dedican a reventar el negocio del tráfico de droga en la ciudad. Quiénes son realmente, desde cuándo hacen eso, qué relación tienen y otras cosas quedan enterradas en el misterio; si el protagonista accede a colaborar con ellos es sólo para vengarse de su clan y por dinero, lo que no dice mucho, de hecho la trama prefiere dejar al margen complicadas introspecciones psicológicas e ir al meollo del asunto.

Se nos lanza entonces de cabeza a los rincones más sucios del paisaje urbano; una buena parte de la trama se basa en las correrías de este pintoresco cuarteto haciendo frente a drogadictos y traficantes en pubs, prostíbulos, locales de baile, salones recreativos, todo tipo de ambientes siempre oscurecidos por una atmósfera perpetua de sombras. Ishii parece estar al tanto de la mala situación que vive su país por culpa del tráfico, en especial de heroína, llegada del Sureste asiático; en ese mismo 1.962, con un registro de más de 2.000 casos de drogadicción, en Japón se crea una unidad especial de anti-vicio para frenar esta plaga.
La película no es para nada una ficción documental, pero sí ofrece un retrato crudo, cercano y realista de los estragos que debía estar causando la droga en aquel momento; el director fue muy audaz mostrando en pantalla a personajes, hombres y mujeres, inyectándose heroína con toda frialdad e indiferencia. Y si la conducta del protagonista y sus nuevos amigos no se aleja de la de aquellos a quienes combaten, se les justifica ya que están haciendo algo bueno para la sociedad (así lo dice esa chavala descarada que interpreta Yoshiko Mita).

Tetsuro Tanba vuelve con Namikawa a su conocido papel de villano perverso en una historia que se basa en encuentros, diálogos duros y secuencias rodadas en escenarios reales y entre transeúntes, sin muchas complejidades en el argumento (Mizuhara va de lugar en lugar gracias a la información que le dan una serie de personajes...).
Donde "Gang vs. Gang" realmente despega es en un 3.er acto donde el trío protagonista a bordo de un camión (la chica no está, que lista) es perseguido por el clan Namikawa entre los caminos solitarios, los bosques y los barrancos de Hakone; Ishii lleva la acción a altas cotas de violencia, en la mejor tradición del cine criminal (esta frenética parte recuerda a "The Long Haul")...aunque el tono se le vaya de las manos y acabe descolgándose por lo fantástico (terminaré mi reflexión en la Zona Spoiler).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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5
22 de abril de 2024
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Andrew Marlowe hubo de sentir un nudo en el estómago al verse ante el Boeing 747 de Japan Air Lines modificado para parecerse al Air Force One presidencial y nada menos que su héroe Harrison Ford descendiendo de él.
Poniéndome en su piel, sí, menuda experiencia para un joven guionista de unos treinta años...

Yo como espectador, ajeno a esta emoción tras la cámara, no he sentido precisamente lo mismo, y eso que "Air Force One" es de aquellas películas que, de alguna manera, todos encontramos en la estantería de los VHS de nuestros padres. Ese primer visionado de adolescente retenido en la memoria seguía siendo más satisfactorio que uno nuevo y con la mirada de un adulto que ya ha visto mucho cine; pero incluso en el dolor ocular y auditivo que me estaba proporcionando esta patraña de 80 millones de dólares experimenté una vez más ese placer por lo absurdo, lo casposo y lo mugriento...
No sé si se hubiera consumado dicho placer de haber sido Kevin Costner quien interpretara al presidente en lugar del ilustre y queridísimo Harrison Ford (gracias a Dios el otro estaba ocupado con la epopeya de "Mensajero del Futuro"); ya sólo el verle en su primera y triunfal escena de la conferencia en Moscú donde se niega categóricamente a la negociación con terroristas dan ganas de conseguirse la nacionalidad norteamericana. Tal vez Wolfgang Petersen tuvo problemas en ese aspecto y la película fue lo que le permitió vivir en los EE.UU. sin necesidad de visados ni esas tonterías; a Roland Emmerich (otro alemán) le pasó lo mismo y de ahí la existencia de la gilipollez de "Independence Day".

Una especie de rencor a Bill Clinton debía estar pudriendo los corazones de los norteamericanos en aquel momento, quienes le veían asumir el cargo por segunda vez, y por eso surgían otras figuras presidenciales mejores en el mundo del cine. La encarnada por Ford, de apellido Marshall, ya inspira confianza; todo un defensor de la justicia, un "outsider" incluso dentro de sus propios círculos, y cómo no un marido y un padre perfecto. Pero tras intercambiar unas cuantas líneas de pacotilla con su estúpida hija para hacerme creer en lo humano del personaje, el avión es secuestrado.
El guión es muy, muy original al planter la trama en unos minutos: unos radicales defensores de un general dictador de Kazajistán que se habían disfrazado de periodistas quieren que se libere a dicho elemento de prisión o freirán a tiros a un rehén cada media hora. Punto. Tan original que si cambiamos a rusos por árabes tenemos la misma premisa de "Decisión Crítica", estrenada el año anterior; pero, claro, a bordo no se encuentra el presidente cobarde de "1.997: Rescate en New York", sino Harrison Ford, alias Indiana Jones, alias Han Solo, o la pesadilla de los malos. La batalla se inicia en el avión, pero no hay absolutamente nada en ella que me incite a la sorpresa.

Petersen dirige de manera competente la intriga y la justa violencia para un film comercial, sin movimientos mareantes a lo Michael Bay, tenemos a Gary Oldman de villano inquietante aunque a veces se pase de rosca, a la siempre enorme Glenn Close expresando bien su agobio como vicepresidenta, y el encanto de Ford hace el resto. El gran problema es que su personaje sólo es la amalgama de otros personajes genéricos del cine de acción de la época; en este James Marshall se unen John McClane, el Seagal de "Alerta Máxima" y el Van Damme de "Muerte Súbita" con el disfraz que Bill Pullman ya tuvo en "Independence Day".
O más bien un Indiana Jones que se presentó a las elecciones. Esa debe ser la razón de la continua y pesadísima alabanza que todos le brindan, desde su esposa y su hija a casi todos los miembros de su gabinete; por el contrario Oldman es un desviado comunista-fascista, anti-capitalista y pro-soviético, menudo cacao hay aquí. Es decir, el presidente tenía la batalla ganada desde que se subió al avión, porque nadie, ni un niño pequeño, puede creerse que este gran tipo no ganará al final ni que no morirán todos los malos; la película es transparente igual que su protagonista.

Acepto todo el absurdo y el disparate que Petersen me lanza a la cara con tanta visceralidad, pero no hay emoción en la historia porque no hay oportunidad para la sorpresa; todo sería distinto si Marlowe se hubiera esmerado en crear a un presidente más complejo, con un pasado oscuro, tal vez vinculado al villano, o si le hubiera hecho mantener interesantes juegos de inteligencia con los terroristas como hacían McClane y Hans Gruber...pero no, Ford se convierte en un héroe, plano, ínclito y brillante, con un pasado lleno de condecoraciones (muy propio de los papeles de Seagal), buena fuerza física y que tanto sabe manejar armas como pilotar.
A un norteamericano le bastará con eso para olvidarse del mujeriego y mentiroso Clinton; a mí, sin embargo, me crujen las tripas con cada frase y situación cliché y atisbo de espíritu megapatriótico que el guión va sacándose de las narices (el súmmum de ello: ¡los cables para soltar combustible son el rojo, azul y blanco de la bandera!), todo conducido hacia un clímax delirante y rocambolesco casi robado de "Eraser", con Ford galopando sobre un cable entre las nubes que contiene los peores efectos digitales que podían verse en aquella época.

Aun así cientos de millones de dólares se acumularon en la taquilla, incluso Marlowe mantuvo conversaciones con los productores para una secuela.
Gracias a todos los santos que nunca sucedió, porque si bien al final "Air Force One" pasa por ser un viaje divertido eso ya hubiera sido demasiado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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6
22 de abril de 2024
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A lo largo de la campiña británica un hombre corre desesperadamente, le espera la cita más importante de su vida pero esa meta parece cada vez más lejana.
Entonces, cansado, hastiado, sentado al borde de la carretera entre la hierba de los prados de Shropshire reflexiona "Puedo aguantar la desesperación...es la esperanza lo que no soporto".

Podría aplicarse al propio maestro del humor que le interpreta, John Cleese, justo cuando pensaba sobre qué podría haber fallado en el engranaje de esa comedia que hoy en día está ya prácticamente enterrada en el olvido, al menos para todo aquel que no haya nacido en Gran Bretaña y tenga ya más de 40 años (la verdad es que el espectro de audiencia reduce mucho las posibilidades). "Clockwise" nació de la propia incapacidad de Michael Frayn para llegar a tiempo a cualquier parte, y éste, uno de los autores y dramaturgos más respetados del país, nunca había probado suerte en el mundo del cine hasta que su intento de guión "Man of the Minute" se puso en circulación...
Del productor teatral Michael Codron fue a parar a un Cleese deseoso de convertirse en el protagonista absoluto de una obra con clase. Parecía la oportunidad soñada, y quiso hacer parte de ese honor a Christopher Morahan, otro veterano de la escena y la televisión al que se le debe recordar por ese clásico del drama histórico llamado "The Jewel in the Crown"; no es que hubiera poco talento reunido en esta producción repartida entre Yorkshire, West Midlands y Birmingham...entonces, ¿por qué siempre hallamos a un Cleese cabizbajo cuando emerge este título en alguna entrevista?

Y es que uno lo ve en el papel de Stimpson y ya sabe que lo tiene en el bolsillo, ese estricto director de instituto tan obsesionado con la hora, con la puntualidad, tan obscenamente obcecado en sí mismo y el tiempo consumido que es incapaz de mantenerse en el mismo plano de realidad que el resto de seres humanos; estos minutos iniciales transcurren a un ritmo lento pero sólido, y son vitales para entender al detestable personaje, su egocentrismo y egolatría disfrazada de responsabilidad. El embrollo empieza no sólo con un despiste por su parte, sino por culpa de la dificultad de los ingleses para comunicarse, un recurrente en la película.
Cuando el revisor de la estación en la que se encuentra para tomar un tren a una reunión de profesores en Norwich le indica mal el andén la situación arrastra a Stimpson a una progresiva escalada de abatimiento, y el actor se toma muy en serio lo de interiorizar su frenesí desesperado. Así que la historia se construye durante la marcha, por carretera, por caminos, por prados, por bosques; Cleese y una preciosa Sharon Maiden como la vecina del protagonista, que, ilusa ella, ha accedido a llevarle en el coche de su padre hasta Norwich. Lo que tal vez no logre captar la atención del espectador es sin duda su tono, su estilo...

Y no hay mejor adjetivo para definir a "Clockwise" que el de "inevitablemente británica". Aquí tenemos a un hombre maduro cabezota e irritante y una chica encantadora y carismática; la mujer del primero, los padres de la segunda y la policía van tras ellos, la trama evoluciona según los accidentes y los encuentros fortuitos que sufre la atípica pareja...sin embargo el guión está despojado del artificio, el ruido y el disparate que caracterizarían a una producción como esta de ser norteamericana. No hay una conjunción de catástrofes, a lo sumo una sucesión de incómodos y desgraciados infortunios.
El humor de Frayn es sutil y socarrón, y Morahan dirige sin exageraciones innecesarias, así que el absurdo de los Monty Python al que desde siempre ha estado ligado Cleese no se atisba en ningún sitio. El film despega levemente con algunos instantes simpáticos donde se puede atisbar auténtico ingenio, pero no ofrece un entretenimiento alocado; el director mantiene los pies en la tierra todo el rato sin dejarse llevar por ello. Tampoco los personajes, y esto es lo peor del asunto, se desarrollan como debieran; los secundarios son simples "sideshows" de Stimpson, y éste está construido de un modo tan incomprensiblemente obtuso, tan críptico, que ese esfuerzo por evolucionar nunca se consuma en pantalla...

Parte de la gran culpa la tiene el clímax en la conferencia que se lleva mencionando desde el principio. La recompensa por tanta humillación personal y tanto acoso de los elementos deberían devolver al profesor la dignidad y el honor ante sus detractores y perseguidores...y por desgracia no sucede. No existe aquí el llamado "grand finale", todo se derrumba en la frialdad, la indiferencia, y se nos deja esperando algo que no llegará...
Cleese, que actuó a las órdenes de Frayn en contra de su instinto, señalaría a lo largo de los años su certeza de que la película no iba a funcionar para el público, menos en EE.UU., y el principal problema era ése: la ausencia de espíritu y un broche de oro adecuado. Pero hay otros tantos, por ejemplo: ¿por qué demonios actores secundarios tan brillantes están tan desperdiciados (y, más que ninguno, Penelope Wilton)?
Chris Jiménez
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9
21 de abril de 2024
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22:30. 1 de Agosto. El llamado "crisantemo blanco" ilumina el cielo de Nagaoka, su brillo tarda en desaparecer y la oscuridad lo envuelve todo antes del segundo disparo.
Estos segundos entre la oscuridad y la luz son vitales para los habitantes de la ciudad que asisten a este ya histórico festival...

Esa noche de 2.009 Nobuhiko Obayashi está junto a su esposa Kyoko maravillado con el impresionante espectáculo. "¿Por qué serán tan especiales estos fuegos artificiales?...", piensa, "...¿por qué las pausas entre cohete y cohete, por qué la fecha del festival, son tan distintas del resto de festivales en Japón?". El alcalde, Tamio Mori, sentado cerca de él, le pregunta "¿Puedes ver el alma que hay detrás de esto?". Y como una explosión, siente algo arder dentro de su propia alma; al día siguiente se dispone a investigar sobre el tema y lo que encuentra va más allá de su suposición.
Encuentra un evento, una ciudad y unos habitantes con una enorme y conmovedora historia, y decide que debe mostrárselo a todo el mundo. Este será el comienzo de su tan aplaudida saga anti-bélica, "Nagaoka Hana-bi Monogatari", donde se regresa al horrible acontecimiento que originó el festival (si bien ya existía décadas antes), y es que parece ser que sólo Hiroshima y Nagasaki figuran en el pensamiento colectivo occidental como las únicas ciudades destruidas por las bombas norteamericanas...sin embargo, unos días antes, todo Japón ya estaba siendo incendiado hasta los cimientos. Sobre Nagaoka cayeron 160.000 bombas y murieron más de 1.400 habitantes en un margen de tan solo 100 minutos...

Y hoy en día muchos de los que sobrevivieron a aquel infierno son incapaces de contemplar dicho festival, ya que los cohetes se lanzan a la misma hora que fueron destruidos sus hogares. ¿Pero por qué Nagaoka?, ¿el azar o tal vez debido a que el responsable de los ataques de Pearl Harbor, el comandante Isoroku Yamamoto, era nativo de allí? En este mundo aparte, nos introducimos de una forma muy peculiar: a través de los ojos de una extranjera, la periodista Reiko, a quien el director usa para guiar al espectador...pero yo no sabría decir si es una maniobra inteligente, adecuada o demasiado cliché.
Y es que todo lo referente al motivo de su viaje parece una excusa, una patraña mal escrita que despista y ofrece falsas promesas: el ex-novio de la mujer, Kenichi, resulta ser profesor de un instituto de la ciudad, y le pide por carta visitarle para asistir al legendario festival. Hasta aquí el motivo. Lo realmente importante es lo que se desarrolla y cómo: Obayashi, que lleva años sorprendiendo con su estilo imaginativo, nunca se ha revelado tan fresco, audaz, tan libre visual, formal, narrativa y temáticamente. La razón es que filma con cámaras digitales por primera vez, y esta libertad que desde siempre le ha caracterizado se dispara hasta lo indescriptible.

La trama en sí se detiene, se precipita al pasado, vuelve al presente, se mezcla con la fantasía y domina la intención documental del mismo modo que en, por ejemplo, "Riyu", ya que se construye poco a poco con los testimonios de numerosos personajes, pero en este caso hablamos de personas reales, de los propios ciudadanos que, interpretados por brillantes actores, comparten sus recuerdos, sus miedos, sus traumas. Sus vidas se desnudan. La exposición de Obayashi, siempre desde el punto de vista de Reiko (aunque Shiho Fujimura aporta muy poco ya que es una mera espectadora de los hechos), es absoluta.
El corazón y el alma de Nagaoka se desnudan, y no sólo se nos narran los tristes eventos de 1.945, sino que, en boca de personajes concretos, viajamos hasta los tiempos feudales de la ciudad, sus ancestrales orígenes, mientras el guión conecta sabiamente todos los desastres que ha padecido la nación, haciendo hincapié en algo particular: la similitud que tuvo la guerra para la generación de entonces y el terremoto de 2.011 para la generación actual. Motivo importante en su saga anti-bélica: unir a ambas generaciones a través de la pérdida, pero también del esfuerzo por reconstruir y concienciarse para que el día de mañana no sucedan más catástrofes.

Los otros dos motivos del film, que precisamente se vio interrumpido por culpa del susodicho terremoto, son: la famosa frase que se va repitiendo a lo largo de la historia cual mantra, del artista Kiyoshi Yamashita (quien homenajeó a Nagaoka en varias de sus pinturas), y la obra de teatro conmemorativa que ha escrito la precoz y algo peculiar estudiante Hana (Minami Inomata), en la que, cual reflejo de la producción de Obayashi, participan todos los habitantes. Éste, por su parte, va tan lejos que incluso nos mete en las mismísimas tripas de uranio de las bombas que cayeron sobre la ciudad...
En realidad Reiko, a la que nunca veremos reencontrarse con Kenichi (de ahí que el punto de partida sea una estupidez), es un álter-ego del cineasta, que no pudo sino sentirse abrumado y sorprendido al ir descubriendo poco a poco la leyenda tan rica, llena de tristeza, y a la vez de esperanza, de Nagaoka. Cuando llega el momento de la esperada obra de teatro y de los fuegos artificiales ya lo hemos aprendido todo, nos hemos hundido en las raíces de esta ciudad, hemos investigado en las vidas de muchas personas, somos parte de ellas; Obayashi quiere que su público, y sobre todo el joven, comprenda la guerra para asegurarse un buen futuro.

Tras esta gran experiencia, regada con la preciosa música de Jo Hisaishi, también aprenderemos el significado tras el clásico signo de "paz" que los japoneses hacen cuando se toman una foto y lo malo que resulta ser igual que el signo de la "victoria", y que los fuegos artificiales no son sólo cohetes en el cielo.
Cuando los cohetes de Nagaoka se disparan se hace por un padre, una madre, un marido, un hijo, un amigo que cayó en aquel momento terrible. El sonido es especialmente atronador y poderoso, igual que el mensaje que con tanto esmero ha transmitido el director...
Chris Jiménez
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5
19 de abril de 2024
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Más bien el Londres de mis pesadillas, porque Woody Allen es como es, y sé cómo es, y vuelve a colmarlo todo de sus situaciones tan negativas con tanto esmero que es imposible pensar en el lugar donde éstas se desarrollan.
Una vez más la entropía, la ambición y la crisis campan a sus anchas...

Después de un regreso absolutamente triunfal a su ciudad natal con “Si la Cosa Funciona”, se va de nuevo a ese lugar donde se bebe mucho té y se conduce al revés, impulsado por la imagen de una astróloga aconsejando a una mujer anciana sobre su vida; una imagen basada en la fe, en la necesidad de la fe, que convierte una idea en toda una película, la primera sin el legendario productor Charles Joffe, la primera del cineasta con esa impresionante Naomi Watts, y la cuarta rodada en Londres, un sueño convertido en manía que tampoco supone un gran cambio para su mundo. Allen siempre se ha ido con su mundo a cuestas a todas partes, ya lo sabemos.
Yo también sé, o al menos intuyo, desde que me presenta a sus personajes, hacia qué cauces van a desembocar; “Conocerás al Hombre de tus Sueños” empieza de una manera peculiar, con Gemma Jones y Pauline Collins, lo mejor, joyas de actrices, que deslumbran una en su frágil Helena y la otra en su lenguaraz Cristal. Por desgracia está pululando alrededor una voz, que no es de ninguno de los personajes de la historia, que resulta cansina hasta el vómito y que narra sin parar lo que ellos hacen, piensan, harán o están haciendo o pensando. Horroroso. He de poner la televisión en “mudo”.

Superado esto el guión se centra primero en Helena y su marido Alfie (Anthony Hopkins a las órdenes de Allen, un sueño hecho realidad), en su reciente ruptura tras décadas de matrimonio...pero entonces se desvía hacia el matrimonio de su hija Sally y Roy (Josh Brolin, siempre cumplidor), que parece va a ser el pilar del argumento. Patinazo nada más comenzar; esta pareja es la de todas sus películas, el escritor frustrado y la frívola neurótica, la pareja que Michael Murphy y Anne Byrne ya interpretaban en “Manhattan” hace 31 años. No sólo eso, sino que a los padres de Sally se les da unas subtramas absolutamente abominables...
Helena queda como una “zombie” repelente con todo el asunto de la estafadora médium a la que visita; Jones se mete a conciencia en el papel hasta que deseas convertirte en Roy y estrangularla sin piedad. Peor es lo de Alfie, al que se le empareja con otro arquetipo “alleniano”: la zorra imbécil; ella, Charmaine, está un poco entre la Linda de “Poderosa Afrodita” y la Lori de “Un Final “Made in Hollywood” ”, y Alfie quiere hacer con ella lo mismo que Alvy hizo con Annie y lo mismo que Boris hizo con Melody: “snobizarla”, amoldarla a su rutina, a su prematura vejez. Pero funcionó mejor con el sardónico Larry David y no soporto a Hopkins intentando imitar a Allen en sus gestos y manera de hablar.

Alrededor, lo de siempre, ese maldito universo perfectamente amueblado de crisis de pareja, crisis de creatividad, crisis de identidad, crisis de crisis, ambiciones imposibles, anhelos, mentiras, obsesiones, fobias, peleas, con la ópera a un lado, la música clásica al otro, los restaurantes caros, las galerías de arte, las conversaciones en el parque sobre artistas de los que no tengo ni idea, la gentuza de clase media-alta que tiene que inventarse neurosis para tener algo de ritmo en sus aburridas vidas. Lo que no tiene ritmo es la película y lo necesita. Brolin tal vez es el mejor personaje, al menos el más oscuro.
Porque el intento de infidelidad de Sally con su jefe (de esas pocas veces que he aguantado a Antonio Banderas) me importa incluso menos que las continuas gilipolleces que suelta Helena. Roy recuerda a Yale, pero también al Chris de “Match Point”, es una mezcla de ambos, viaja entre lo patético, lo profundo y lo terrorífico, y su historia de intento de robo de la novela de un amigo y de flechazo con su sexy vecina Dia es lo que mejor sostiene esta patraña. Esto y el rasgo distintivo que posee Allen para, a pesar de todo, mantenerte enganchado a su historia: pillarnos desprevenidos con grandes sorpresas que dan un giro a todo y seguir desarrollándola a partir de ahí.

Es su don, su “modus operandi”, le funciona y se acepta. Ojalá no hubiera narrador porque por culpa suya las sorpresas aquí no causan tanto efecto (aunque a mí me da igual, porque cada vez que hablaba él yo volvía a poner el “mudo”...); y la sorpresa, donde mejor funciona es sin duda en la trama de Roy. Con él Allen nos vuelve a hacer caminar por senderos de pura inmoralidad y cinismo recalcitrante, por los de “Match Point”, que acercan la película al melodrama agrio, y así debería ser, en lugar de su empeño por mantenerse en el terreno de la comedia.
Porque al menos yo no veo humor por ningún lado. El estilo es elegante pero amargo, turbulento pero frío, no hay pasión ni motivo, no es una “screwball comedy” ni un duro drama, no es “Manhattan” si eso pretende. Todos los conflictos que suceden podrían tener lugar en Manhattan o en la Polinesia francesa que el escenario no altera ni el ritmo ni las vibraciones, y en esto “Match Point” supo acertar mejor; y arrastrándolo todo al clásico clímax de su cine donde se cruzan y chocan finalmente los personajes y sus rencores, Allen tiene las narices de dejar casi todas las tramas abiertas y sin resolverse...¿por qué hacer esto?

¿Qué pasa con Henry cuando Roy se entera del accidente?, ¿qué pasa con Sally y su negocio?, ¿y con ella y su jefe?, ¿y con la infidelidad de Charmaine?, ¿y con la médium?, ¿porque la película empieza y termina con Helena pero se olvida de los demás personajes?
Todo estuvo bien rematado en “Si la Cosa Funciona”, pero no en “Conocerás al Hombre de tus Sueños”, cuyo mayor fallo es encontrarse entre dos obras superiores. Por cierto, hay que poner mucho de nuestra parte para creerse las conversaciones entre Roy y Dia, porque rayan lo surrealista...
Chris Jiménez
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