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Argentina Argentina · Colastiné
Críticas de Adela Hache
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Críticas 42
Críticas ordenadas por utilidad
7
8 de febrero de 2012
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escrita, dirigida y protagonizada por George Clooney, la película pone su eje en las intrigas que pululan desde el centro de una campaña electoral para alcanzar la presidencia en EE.UU.; aunque queda muy claro que las resonancias son universales y atemporales. Precisamente, el título original alude a los Idus de Marzo de la antigua Roma, que a partir del asesinato de Julio César se convirtieron en una emblemática alusión a las traiciones en política para llegar al objetivo.

Con intensidad vertiginosa, se cuenta una historia figurada, situada en un tiempo presente con elementos clásicos y conocidos pero suficientes como para desnudar el rostro miserable del camino hacia el poder, siendo imposible no relacionar la trama con la más candente actualidad.

La película expone la hiperactiva trama de asesores en torno a dos candidatos presidenciales antagónicos: uno demócrata, Morris (interpretado por Clooney) y otro por el partido republicano.

Resulta interesante, aunque en todo momento se manejen nombres ficticios, el hecho de que los brillantes discursos, las apariciones televisivas del gobernador que encarna Clooney, recuerdan sobremanera a la campaña del actual presidente norteamericano.

El film expone una descripción realista de debilidades vergonzantes, aunque sin apelar al maniqueísmo entre víctimas o verdugos. Todo es negro y parejo, con humor ausente, aunque el film destila una de sus derivaciones más sombrías: el cinismo irónico.

La película tiene una perspectiva crítica, satírica y despiadada pero el modo en que tanto demócratas como republicanos son expuestos en todas sus debilidades y bajezas evita cualquier enfoque interesadamente partidista. Como pocas, la película no deja un solo personaje con el que tener empatía ni compasión: es cínicamente nihilista. Cada conversación, cada silencio, cada gesto, componen un mundo falso, otros rostros debajo de las máscaras.

Con sus puntos de giro y sus tres actos, la narración es totalmente clásica y muy ágil, prefiriendo las elipsis en honor a la brevedad antes que detalles. Tiene un cuidado tratamiento cromático que acentúa las sombras y acerca la película a la estética del policial duro.

Aunque el film no posee la capacidad de denuncia que se presupone para un actor comprometido con varias causas políticas y humanitarias como Clooney, igualmente adquiere la estatura de una fábula moral sostenida con la solidez de las actuaciones con secuencias de un carácter narrativo brutal, en las que no se dice ni una sola palabra: pequeñas escenas que engrandecen la trama.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Adela Hache
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8
26 de julio de 2010
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los años treinta, el poeta argentino Leonidas Barletta, vinculado al movimiento literario de Boedo, tituló a su primer libro "Canciones Agrias", seguramente en contraposición a la superabundancia de almíbar empalagoso y sobre todo irreal que circulaba en una sociedad pauperizada y crítica, desgarrada por profundos cambios socioculturales y desaguisados políticos. Con una sensibilidad social parecida, Trapero gusta en nuestros días (no tan distantes en lo que a tragedia concierne), contar historias agrias pero profundamente sentimentales, donde se involucran los sentidos y los sentimientos de una forma visceral.
Mezcla de denuncia, asfixia, instinto de sobrevivencia y ganas de avistar otro destino negado, nos llega su última película que propone una historia de amor en el marco de un mundo sórdido, atravesado por la corrupción y el trabajo desgastante y mal remunerado, donde se golpean puertas que solamente se cierran, en un círculo que ahoga.
Aunque "Carancho" se sufre como un mazazo en los huesos, una vez embarcados no podemos parar hasta terminar de verla. Al tomar distancia de las sensaciones experimentadas es posible apreciar su profunda sinceridad, que supone un aporte desde el cine como ficción a la lucidez de la conciencia. Pero eso solamente no sería suficiente sin la forma elegida por Trapero para contarla. Porque allí nada
queda fuera de la previsión: desde el ritmo de planos difíciles y sonidos discordantes hasta el sólido trabajo actoral de la pareja protagónica, cada parte funciona para el todo y es esa totalidad de la película la que nos convence y nos conmueve.
Adela Hache
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5
1 de junio de 2010
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como ya es regla en la industria cinematográfica, cuando una película tiene éxito no tarda demasiado tiempo en aparecer la "secuela" o continuación. Este es el caso de "La familia de mi novia" que en el 2000 recaudó millones de dólares en todo el mundo. Luego de cuatro años y con el mismo director de aquella taquillera experiencia, Jay Roach, retoma en "Meet the Fockers" -tal el título original- la historia de la pareja de Greg y su prometida Pam. La joven tiene una familia muy controladora, ya que su padre (Jack Byrnes, interpretado por Robert De Niro) es un agente retirado de la CIA, identidad encubierta bajo la apacible actividad de horticultor.
Como a pesar de todas las objeciones familiares y demás obstáculos, los planes de boda de los jóvenes son inminentes, ha llegado el momento de conocer a los padres del novio. Y aquí está el conflicto principal, porque se trata de juntar al agua con el aceite, ya que los padres de Greg (encarnados nada menos que por Dustin Hoffman y Barbra Streisand), son una delirante pareja de hippies tardíos muy alejados de la respetable imagen de abogado y médica que de ellos tiene el rígido Jack. Los futuros consuegros deben conocerse y pasar un fin de semana juntos, y con ese objetivo parten en un coche-casa con carrocería reforzada a visitar la isla donde viven los Focker. El filme narra las 48 horas de ese encuentro, donde en desopilantes situaciones saldrán a la luz unos cuantos secretos guardados "como esqueletos en el closet", según grafica el inquisidor Mr. Byrnes, en un pronóstico del cual tampoco él no se verá excluido, aunque sus cámaras y micrófonos ocultos, junto con otros métodos aún más coercitivos no aportarán soluciones sino hilarantes confusiones.

La producción de este filme cuenta con una atractiva fotografía, una música adecuada, más de un guionista para sostener la historia, pero su punto fuerte reside en la constelación de actores reunidos en el elenco. Estos aportan su consumado oficio para componer actuaciones convincentes aunque muy alejadas de los tonos dramáticos de Perdidos en la noche, The Mission o El príncipe de las mareas; en los que Hoffman, De Niro y Streisand, respectivamente, ponían a la luz otras facetas de su versatilidad para componer personajes más densos y profundos. Una fórmula efectiva que puede sintetizarse en: muchas estrellas, muchas carcajadas pero... pocas luces que al menos implosionan como chispas en torno del pequeño nieto que Jack cuida y educa con particulares métodos, y los alucinantes gags entre el circunspecto gato de Byrnes y el erotizado perrito de los Fockers que se llevan las risas más justificadas en esta película rodada en la administración Bush.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Adela Hache
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6
20 de agosto de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La eterna fascinación del cine por el Holocausto reaparece una vez más en la cuidada transposición del best seller “La ladrona de libros”, donde predomina un tono cercano al cuento de hadas para contraponer la inocencia infantil ante el horror de la Alemania nazi. Se ha colocado al frente del elenco a la joven y desconocida Sophie Nélisse (quien ya había intervenido con anterioridad en “Profesor Lazhar”), en el papel de Liesel Meminger, una niña analfabeta de 9 años, con poco de ladrona y mucho de encanto, que no se profundiza en los libros que atesora pero tampoco se justifica demasiado el desmesurado interés que siente por ellos. El relato se orienta desde el punto de vista de la infancia de la pequeña huérfana enviada a vivir con padres adoptivos y que pronto desarrollará una fascinación por los libros y las palabras que sostendrán la luz de la vida, a medida que se intensifica el horror de la guerra.
En todo momento, se prioriza la historia familiar, de amor y amistad. Allí caben menciones especiales para los eximios actores Geoffrey Rush y Emily Watson en la entrañable caracterización de los padres adoptivos de la niña. La fotografía y la banda sonora transitan por un nivel de excelencia al igual que el vestuario, el diseño y la ambientación, tal como podría esperarse de Brian Percival, un director con notable dominio en la recreación histórica, proveniente del mundo de la televisión.

La película resulta una buena elección para quienes gusten de las historias de superación protagonizadas por héroes honrados y sencillos que devuelven la esperanza en el género humano, aunque el relato sea demasiado convencional, en el sentido de previsible y poco sorpresivo.
Responde a un guión poco arriesgado que, al ofrecer al público lo que sabe con antelación que funcionará, apuesta siempre sobre seguro. Existen muchos personajes desaprovechados, como el del joven judío perseguido que entabla una relación especial con la niña. Tampoco resulta una buena elección la inclusión de una desagradable voz en off que con su omnisciencia presenta y cierra la historia, invadiendo una narración que ganaría mucho sin su intervención.
Luego de la aparente crudeza de algunos momentos, en el trasfondo de la terrible historia se nos presentan unos cantos a la alegría de vivir que no hacen sino dejar un regusto muy agradable pero excesiva azúcar, conformando un cuento “a lo Disney” que no pasa del elogio de las buenas intenciones. El principal objetivo es transmitir con oficio una historia edificante que sólo refleje indirectamente la realidad, manteniéndose alejada de cualquier incomodidad. La película insiste en su ejercicio de caligrafía académica donde peca de exceso de pulcritud, porque aunque a la heroína la llaman cariñosamente “Cochina”, apenas se despeina y está siempre impecable o el episodio del libro que cae en el agua congelada y el perfecto niño rubio logra rescatarlo sin problemas. De esta forma, la búsqueda de la virtud lleva a otros defectos.

Entretenida, con pasajes agradables y memorables, se trata de una película hecha para gustar, donde todo está milimétricamente calculado y generalmente funciona mediante un guión complaciente que el director maneja hábilmente sin dar nunca un paso más allá. Así, “La ladrona de libros” es un buen film pero está lejos de ser una magnífica película.
Adela Hache
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5
14 de abril de 2014
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre el registro documental y un realismo que se vuelve expresionista, con alteraciones y visiones oníricas, la película abarca un extenso fragmento temporal de la historia argentina, desde los años cincuenta y sus cambios industriales posteriores, hasta las medidas económicas en épocas de plata dulce.

El film sigue el periplo emocional y material de Tito (o Cabeza, como le dicen sus amigos) desde su infancia pobre y violenta, en el Tucumán de los años cincuenta, hasta que el protagonista se vuelve un próspero comerciante por vías nonc santas. Lo seguimos por el trabajo en el infierno de los ingenios procesadores de la caña de azúcar, hasta una promiscua pensión en Buenos Aires, donde duerme con los zapatos puestos por miedo a que se los roben. Progresivamente se vuelve un obsesivo del trabajo: empieza limpiando baños, sigue vendiendo alfajores al menudeo, hasta que alcanza un mediano bienestar que tampoco le alcanza: como una sed abrasadora, su ambición crece junto con ilícitas asociaciones más complejas. El periblo continúa entre metáforas obvias, lugares comunes, escenas improvisadas y otras construidas con rigurosidad y maestría.

Desbordada, desigual, cambiante, pasional, contundente son la andanada de adjetivos que podrían atribuirse a esta película atípica y arbitraria.
Luciano Cáceres asume el enorme esfuerzo del protagonismo y su personaje es convincente pero no conmovedor, algo que sí logra el debutante Santino Gallo, cuando lo encarna en los años infantiles.La moraleja de que el patito feo en el fondo es un cisne y se transformó en un mostruo por las circunstancias no alcanza para justificar al triunfador tramposo, al que le cabe un remate discepoliano a su medida “Somos la mueca de lo que soñamos ser”.

El film es una especie de culebrón histórico, con personajes que entran y salen. Al respecto, resultan muy efectivos y profesionales el desempeño de Luis Luque, Lito Cruz, Favio Posca, Paloma Contreras, Pompeyo Audivert y Leticia Bredici como esa mujer florero, vistosa pero inútil, totalmente manipulable por la enfermiza personalidad del protagónico.
Incluso con sus desaciertos, la sinceridad y convicción con la que está construida hacen de “Gato negro” una película similar a su protagonista, con la misma ambición narrativa operando en el desarrollo de la historia que siempre pelea con su propia omnipotencia.
Adela Hache
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