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Argentina Argentina · mendoza
Críticas de nahuelzonda
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Críticas 42
Críticas ordenadas por utilidad
10
9 de agosto de 2016
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decía R.D. Laing: “ El individuo puede experimentar su propio ser como real, vivo, entero; como diferenciado del resto del mundo, en circunstancias ordinarias, tan claramente que su identidad y su autonomía no se pongan nunca en tela de juicio (…) Sin embargo, puede no ser éste el caso. El individuo, en las circunstancias ordinarias del vivir, puede sentirse más irreal que real; en sentido literal, más muerto que vivo…”

Avanzamos los pilotos anónimos por caminos yermos y estériles, en perpetuo movimiento, tratando de no ser reales, de no mantenernos vivos. La carrera absurda mitigará nuestra desesperación, ese terror y ese tedio que sentimos. En un lugar de nadie nos veremos pasar enjaulados. Como brasas intermitentes apagaremos las ultimas luces de la bonanza y la validez. Nos fundiremos sobre el celuloide sin aquellos sonidos comunicantes que nos daban categoría de acontecimiento y nos incendiaremos bajo el tedio de ese sol extranjero que ya no nos pertenece. Transitando la infinita celda de lo extemporáneo, la carretera de Moebius verá como crecemos sin padres, sin hogar, sin esposa, sin banderas, sin hijos, sin entrega y sin apetitos.

“No me interesa lo que tengas para decirme, no es mi problema y jamás lo será”.

Viajamos solos.

"Carretera asfaltada en dos direcciones" de Monte Hellman es una inmensa película que se imprime como marca indeleble, que disecciona el espíritu del hombre moderno y arroja los dados de la pregunta existencial que nos interroga sobre la identidad evidente, sobre la cruzada diaria que iniciamos para asegurarnos la permanencia de las cosas, la sustancialidad de los otros y las eternas certezas.

Vuelvo a escuchar el eco sordo de la pregunta de Beckett que rebota, imperecedera, en el vacío:

“¿Siempre encontramos algo, verdad, que nos deje la impresión de que existimos?”
nahuelzonda
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10
5 de noviembre de 2018
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer a las 22.30 hs. ocurrió el asombro, como siempre sucede, de improviso y casi sin notificación. Vi la mejor película que he visto en años. Tan buena que me asombra no haberme puesto a disposición de ella antes. Ya la conocía igualmente, pero opté por postergarla. Craso error. No solo es una de las mejores películas que he visto en años. Creo que es una de las mejores que se han hecho. Obviamente, que un obsesivo cinéfilo diga esto puede atribuirse a un desborde excesivo de emotividad y pasado el oleaje subjetivo, debería asumir y moderar su desmedido entusiasmo. Pero no, es una maravilla absoluta y ha sido imitada hasta el hartazgo: De ahí se parieron incontables gemas: Inspiró a Sam Peckinpah y a su "Pandilla Salvaje", sin dudas. Le dio a Spielberg la idea medular de su primera película: "Duel" y hasta "Mad Max, Fury Road" es un prolongado y hermoso homenaje.

Se llama "El salario del miedo", la hizo en 1953 H.G. Clouzot, un genio no reconocido del cine, y en Torrent se consigue la versión sin censura de 147 minutos. Los yanquis le cortaron 43 minutos en su fecha de estreno. Si, 43. La mutilaron. Así de peligrosa era. Ahora la volvieron a ensamblar y está en Blu Ray. Es una obra tan maravillosa, tan vasta, profunda, nihilista, potente, desoladora, divertida, emotiva, tan rodada con maestría. Tiene, probablemente, algunas de las secuencias de suspenso más memorables que yo recuerde. No es exageración, es júbilo, revelación, visión profunda. La peregrina manifestación de un sentimiento que levita a pocos centímetros de mi cotidiano tedio y que creía haber perdido: el entusiasmo, la algarabía, la dicha pasajera, pero no por eso menos rotunda, no por eso menos célebre.

Ocurrió el asombro, pero barnizado con nostalgia, ese sentimiento anhelante de urgente recuperación. La nostalgia por el CINE. Así. Con mayúsculas.

Que no, Netflix. Que no, cine actual. Que no.
nahuelzonda
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8
29 de octubre de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jean y Catherine se aman, se odian, se clavan hirientes dagas por la espalda:

"Catherine.

Hoy me dispongo a atravesar lo nuestro, y a dejar de erigir monumentos en tu nombre.
(También a revolcarme sobre lo sucio y a no suplicarte).
Detesto las cansadas letanías de tu sexo, ese animal asfixiado que, sin vigor, se te va muriendo.
(Desafortunados dedos de insecto, que han ido arañando lo que alguna vez fue tierno).

¡Que fatigoso nuestro aniquilamiento!

Desesperadas y absurdas, no se consideran ni se respetan las pupilas cenicientas, que van ganando nada de nada con el amor con perecer y con quedarse a quererse.

(Para lastimarte, no me hace falta más que estar vivo)."

Gran película.
nahuelzonda
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9
22 de octubre de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dijo Luis Buñuel que si se le permitiera, el cine sería el ojo de la libertad. Pero nos tranquilizó diciéndonos que podíamos dormir tranquilos, que la mirada del cine estaba dosificada por el conformismo del público y por los intereses comerciales de los productores. Pero que el día en que el ojo viera y nos permitiera ver, el mundo estallaría en llamas.

Hubo un periodo donde el cine vio, donde el cine-quimera nos brindó el privilegio de la visión: Las décadas del 60 y del 70. Fue el esplendor de asistir al nacimiento del cine como instrumento activo de la verdad poética, del lirismo furioso, combativo y descarnado. Fue la desesperación asumida. El cántaro se había desbordado: Florecieron las vanguardias, recrudeció el cine político y militante, el código de la censura norteamericana comenzó a relajar las mordazas, se flexibilizó el canon industrial del tanque hollywoodense y se resintieron las rancias letanías conservadoras; las cosas comenzaron a llamarse por su nombre: se dijo genocidio y racismo, descontento social y violencia institucionalizada. El sexo en todas sus variantes se plasmó en rutilante tecnicolor y los héroes se cansaron de serlo. No hubo final feliz. Ni tampoco principio.

El sueño del cine siempre había estado vedado y resguardado por los centinelas de la moral imperante, cancerberos reaccionarios que operaron siempre mediante la omisión, la modificación, el reagrupamiento de los materiales y la siempre efectiva prohibición. Los censores del sueño fílmico son y han sido siempre los causantes de la desfiguración. Pero en este período, el cine se volvió un juego peligroso para los estándares, un material inflamable de rigor expresivo y densidad ideológica. Comenzó una guerra de luz y de sombras que subvirtió la realidad material y la devolvió al mundo de los sueños prohibidos y los deseos ocultos. La fuerza impulsora de la época nos recondujo al sustrato de lo vivo, de lo embrionario, de lo primigenio, al origen de nuestra dinámica más profunda. El ansia visionaria de estos creadores fue como una tinta invisible que brotó del alma desnuda, un punto de fuga que apuntó hacia el infinito. Nunca más el cine nos bendijo con un periodo tan lúcido de estridencia y arrebato creativo. Ni antes ni después alcanzó esas cimas.
Es por eso que…urgente reivindicación para:

LA NOCHE DE LA IGUANA

¿Por qué volver sobre ella?

Por Richard Burton, su demonio vestido de azul, los vidrios rotos y los pies sangrantes. Por Deborah Kerr, ángel peregrino y amante pasajera de los caídos en desgracia. Por Ava Gardner y su luna de papel furtiva, su piel de iguana y sus oscuros mancebos. Porque todo lo que nos acerca Tennessee Williams siempre tardará años en cicatrizarnos:

“Con que calma la rama del olivo
observa como el cielo palidece.
Sin llanto, sin plegaria, sin traicionar su desespero.
Una crónica que ha perdido su brillo, un pacto con nieblas doradas.
Y al final, el tallo partido…”

Una de las mejores películas sobre la obra de Williams y una de las más grandes de su director, John Huston.
nahuelzonda
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9
8 de agosto de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La crítica es la parte ajena a la obra de arte, la impresión subjetiva que desprecia y que demanda. La burla consciente que nace de la parálisis creativa y de la frustración.
Por eso.
Esto no es una crítica, es una reacción, un primer impulso no meditado, una respuesta interna plagada de emoción, pero contenida en palabras y gestos gramaticales.

No había tenido la oportunidad de asomarme, como si sucedió hace días atrás, a la obra de Lewis Carroll. Tal vez sería más sincero decir que a una porción de su obra, tal vez la porción más sabrosa de todas. No tengo idea de sus otros aportes literarios, y solo conozco minúsculas reseñas sobre sus fuentes de inspiración. Sé que ha escrito otros libros y que es una personalidad literata admirada y venerada en muchos rincones del globo. Pero no es mi intención hacer una reseña de sus publicaciones ni elaborar un árbol genealógico absurdo de las incontables adaptaciones que tiene su obra. Acá, solo hablaré de las impresiones subjetivas que despertó sobre mí la imaginería de su mundo interno plasmado. Por otra parte, también sería infame decir que he leído algo de sus libros, de hecho no leí ninguno, ni siquiera el libro de la obra acá analizada. Lo que si conozco es una pequeña, pero fiel, adaptación hecha por esa inmensa fábrica de sueños animados que es Walt Disney, estrenada en el año 1951.

Este ensayo intenta consignar una serie de cualidades excepcionales, que a mi manera de ver, están contenidas en la obra “Alicia en el país de las maravillas”.

Alicia es una niña consentida, posiblemente la hija de algún aristócrata de turno. Es caprichosa si, pero repleta de vida y curiosidad. Ella no quiere aprender historia, le parece algo aburrido y soso. Su institutriz la reprende y la increpa diciéndole que los mejores libros son aquellos que no tienen dibujos. Alicia no está de acuerdo, ella llenaría el mundo de dibujos.

Creo que Lewis Carroll conocía muy bien la dinámica de la vida interior que comienza a desplegarse en todo niño, y que se pierde sistemáticamente en todo adulto. Ese mundo, que finalmente se cierra para Alicia, es una dimensión olvidada por todos, grandes y chicos, los primeros por conveniencia y rutina y los segundos porque son constreñidos para hacerse ajenos a el. Ese país de maravillas no es exclusivo de los niños, solo que estos tienen menos filtros y su percepción todavía no ha sido atrofiada por la cultura. Ese “otro lado”, oscuro, intangible, en gran parte desconocido, ese pliegue oculto tras los velos de la conformidad cotidiana, ese universo encantado que todos llevamos dentro, vacío de cartógrafos que lo definan y de fronteras que lo limiten, esa porción de nuestra humanidad que nos esforzamos constantemente por dejar de lado, es el territorio al que decide acceder Alicia.

Al precipitarse en el túnel, un viaje increíble y atemorizante la lleva hasta el cáliz de su intimidad más profunda. Esa porción infinita que se hace real y posible en tal descenso, es su rica vida interior, el alma rezagada que comienza ahora a desplegarse. Alicia descubre con asombro que este universo salvaje y excitante late a un ritmo diferente. El problema es que esta parte suya es desconocida. De esta manera no encuentra reposo ni solaz allí, no hay guías confiables, ni caminos trazados, todo es nuevo y sospechoso, sus habitantes son hostiles y hablan un lenguaje extraño, nadie la comprende ni intenta comprenderla. La mesa está servida para ella, pero nadie la invitó a sentarse. Pagará cara su osadía, y su anhelo por ese otro mundo se transformará en su perdición.

Todos somos Alicia. En ese país sin mapas todos somos peregrinos.

A medida que crecemos, somos paulatinamente arrojados a un mundo hecho a medida que nos despoja de nuestra vitalidad más íntima. Nuestras inclinaciones naturales se subordinan a la mediocridad social y a las formas pusilánimes de la ética. Nunca escuché a nadie que me dijera que las flores están vivas y que pueden oírnos, o que la noche y el día pueden coexistir en nuestro interior, o que los caminos inciertos valen la pena y que la locura puede ser reconfortante. Nadie nos dijo nunca jamás que nuestras entrañas esconden razones y que la maravilla es una experiencia posible en el hombre. Para la Liebre de Marzo siempre es primavera y para el Sombrerero Loco el banquete no se ajusta al calendario. Para ellos la fiesta es hoy. Ellos celebran la vida a cada instante.

Pero nosotros no sabemos permanecer en nuestro propio asombro, nos somos ajenos, queremos salir pronto, buscamos lo conocido. Estas tierras inciertas y sus extraños habitantes nos invitan a perder la cabeza, a reír, a gozar, a no calcular, a perder el control y a dejarnos llevar, confiando en el misterio, que es la primera forma de lo nuevo.

Nunca aprendimos a caminar nuestro propio suelo, no nos educaron para habitarnos.

Abraham Maslow dice:

Las escuelas deberían ayudar a los niños a mirar dentro de si (…) Es con respecto a los impulsos mas profundos en la especie humana, allí donde los instintos casi han desaparecido, donde son sumamente débiles, sutiles y delicados, donde es necesario adentrarse para descubrirlos, (…) empezar a oír en nuestro interior esas voces impulsivas tenues y delicadas, las señales de nuestra naturaleza.

Estoy seguro que Lewis Carroll sabía que el hombre está desesperado por encontrar las señales de su naturaleza perdida, que “espíritu” es mucho mas que una forma de hablar, que el caos es una manifestación necesaria del diario vivir, que la naturaleza misma habita en nosotros, que la lógica es la parte mas aburrida de todas las respuestas, y que ser ajeno a nuestra propia interioridad es la razón fundante de nuestra desconfianza ontológica con la vida.

Alicia fue juzgada y exiliada de si misma.
Nosotros elijamos ser soberanos y habitantes legítimos.
nahuelzonda
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