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Seychelles Seychelles · Coldwater
Críticas de TPA
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Críticas 57
Críticas ordenadas por utilidad
4
28 de septiembre de 2010
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Cura ahorcado!
¡Vidente enterrada!
¡Vidente desenterrada!
¡Periodista intrigado!
¡Lugar llamado Danwitch!
Y a partir de aquí... ¡gusanos, conjuntivitis, taladros, vómitos abundantes, ratas voladoras, nucas aireándose, muertos teletransoprtándose y tumbas con entrada y salida de emergencia!

Pues eso. Hay quien dice que es GRAN CINE FANTÁSTICO. No seré yo. Puede ser gracioso, sí. Puede ser morboso, asqueroso, incluso grotesco, sí. ¿Pero tiene alguna intención más que eso? ¿No es el argumento una simple excusa para mostrar lo que sabe que querrán sus videntes? ¿Tiene eso algún tipo de mérito? Y es que la voluntad artística, que sí que podemos encontrar en otros filmes del estilo, en este caso es nula. Y la estética, que sí que existe y que sí podría resultar interesante, es casi accidental, debido a los cánones de la época y los escasos recursos del filme.

Sin embargo no es toda la película igual de prescindible, y puede que por eso haya acabado decepcionándome más de lo que esperé. El comienzo; el planteamiento, es, desde mi punto de vista, el lado positivo del metraje. Hasta pasados unos veinte minutos el guión es suficientemente ingenioso, y los personajes suficientemente redondos como para que esperes tragarte unos buenos sesenta minutos más de sus andanzas por la ciudad Z, no obstante dicha ciudad no solo pudre a sus habitantes sino que pudre además el resto de la película.
TPA
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8
4 de mayo de 2012
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
De una historia que viene dada se decide tan solo cómo se transmitirá. El enfoque y su derivado discurso devienen el eje cuando en la pantalla leemos la famosa sentencia, de finalidades a menudo lucrativas, «basado en hechos reales», que refugia a las películas en su presunción de realidad induciendo a la vez al morbo de lo testimonial, casi siempre relacionado con crímenes o experiencias extremas. Esta coartada, altamente efectiva, tiende al sensacionalismo excusándose en su base supuestamente real, y maneja impresiones sin que estas se puedan amparar en el alegato de lo ficticio. No así en Intocable, extraordinario film francés que se parapeta en lo real para formular una propuesta de infinito positivismo con fundamento, desacreditando a los sistemáticos detractores de los mensajes optimistas y ofreciendo al mismo tiempo una comedia ingeniosa y desenfadada.

Toda tentación lacrimógena es aquí cohibida por su carácter vital, y aunque no exenta de matices y de su inherente carga dramática, el espectador permanece risueño durante todo el metraje, que aprovecha su principio verídico en favor de la comicidad, sin contradecirse. La película nos cuenta la historia real del encuentro entre un multimillonario tetrapléjico francés y un inmigrante argelino de origen humilde que se convierte no sólo en su asistente sino en su mejor amigo, a pesar de las evidentes diferencias que a priori hay entre ellos. Esquiva el relato con destreza cualquier deje de paternalismo; nadie se compadece de nadie porque Intocable es un duelo de desdichados, gente con más bazas en su contra que a su favor que se niega a provocar muecas de misericordia.

(Sigue en spoiler SIN SPOILER)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TPA
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2
16 de junio de 2009
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La matanza de Texas y Las colinas tienen ojos han creado escuela. Y sin duda han habido alumnos más aventajados que otros. La casa de los 1000 cadáveres, por ejemplo, se podría considerar un alumno, por lo menos destacado. Wolf Creek, es otro de los alumnos que, algo es algo, tiene la gracia de tener una buena fotografía.

Así pues, y como en todas las clases, también hay malos alumnos. La casa de la cera, La casa (Cold Creek Manor), o Área de descanso serían unos buenos ejemplos.
Y finalmente, también tenemos el alumno pésimo. Este alumno se llama Destino al infierno, que lo único que hace es aprovechar el potencial y la facilidad que supone grabar imágenes de tortura como único aliciente. Explota el morbo sin ninguna gracia, y nada más. Los personajes son llanos, poco trabajados, los diálogos monotemáticos y la banda sonora nunca cumple su función con éxito.

En definitiva, pues, es una película que sinceramente, no vale la pena.
TPA
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8
3 de enero de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy pocos peros pueden ponérsele al cine de Paul Thomas Anderson; sus cimientos son puro acero y su construcción de lo mejor en arquitectura vanguardista, tan sólida como singular, preparada para aguantar el paso del tiempo sin perder ni un ápice de su consistencia en tanto que obra de cine, arte en definitiva. Reconoce el mismo director en una reciente entrevista que hay harta improvisación de los actores en sus films, pero hasta eso se adivina calculado, expresamente consentido. Todo lo demás, desde el montaje hasta la fotografía, desde el guion hasta la banda sonora, es un brillante cóctel de savoir faire academicista –en el mejor sentido de la palabra– y osadía artística, una fábrica de clásicos modernos que sigue en plena forma. The Master así lo confirma, film que de nuevo escribe y dirige Anderson y que cuenta esta vez, además, con tres impagables pilares en su reparto: Joaquin Phoenix, Philip Seymour Hoffman y Amy Adams, los tres espléndidos.

Lo que nos cuenta The Master, el nacimiento de cultos pseudocientíficos, casi familiares, al acabar la Segunda Guerra Mundial, nos puede recordar en clave actual a la última incursión cinematográfica de Kevin Smith, Red State (2011), o a la historia de los Phelps que nos describía Jordi Évole en su Salvados, evidentemente a otra dimensión. Anderson habla en este caso de la Cienciología –aunque nunca se cite explícitamente–, describiendo los primeros pasos hacia la consolidación de una institución que a día de hoy aglutina poder y seguidores pero que cincuenta años atrás apenas sostenía su líder, aquí un Hoffman impecable. Habla así de la concepción de ésta como también lo hace, muy importante, del contexto. No se entendería la historia de la misma forma si su escenario no estuviera tan delicadamente confeccionado, sin obviedades pero perfectamente real; estética cincuentera, clima convulso de post-guerra… Es por eso que Anderson toma como protagonista a un veterano algo perturbado –Phoenix– y lo traslada, casi por casualidad, hasta el carismático líder de La Causa, Lancaster Dodd. La combinación es explosiva, tanto en su construida ficción como en el resultante duelo interpretativo, lleno de un histrionismo contenido que a ambos les viene como anillo al dedo, rebosantes de disimulado gozo. No obstante, buena parte de la culpa de ese exacto marco también la tiene Jack Fisk, director de producción que repite tras la genial Pozos de ambición (2007), así como las influencias directas de films como Let There Be Light (1946), documental de John Huston sobre los traumas militares en los que Anderson se inspira para describir el personaje de Phoenix, Freddie Quell.

Repite, de la misma forma, Jonny Greenwood con una banda sonora que pierde peso pero no calidad respecto a su precedente colaboración con Anderson, renunciando a las influencias kubrickianas de Pozos de ambición y tornándose más calma y envolvente, aunque nunca impersonal. Nada que objetar, en todo caso, de esta mayúscula obra que, como el cine de los Coen o David Fincher, exhala calidad por todos lados; da la sensación que todo es premeditación, cada minuto, cada segundo es a propósito, sin fisuras ni fugas de ningún tipo. Sólo peligra su éxito por su propia complejidad, y es que lo que relata es a fin de cuentas extraño, frígido como sus personajes, susceptible a la misma incompatibilidad social que pretende mostrarnos.

[Tupeli.es]
TPA
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4
27 de octubre de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paul Schrader tiene una filmografía tan interesante como irregular, y Adam resucitado es una muestra más de ello, película llena de atrevimiento y búsqueda de lo trascendental que puede gustar o no, pero esquiva a toda costa el abismo de la indiferencia. El otrora guionista de Taxi Driver o Toro Salvaje (Martin Scorsese, 1976 i 1980) se pone una vez más detrás de las cámaras para dirigir un atípico drama que compagina la tragedia de los campos de concentración nazis con una historia más actual, secuelas y cicatrices de aquel episodio traumático. En él, Jeff Goldblum encarna a un director circense en la Alemania de los años cuarenta que, junto con su familia, es apresado por los nazis. Éste será, entonces, el encargado de entretener a un general nazi (Willem Dafoe) en una humillante y demencial situación de la que dependerá su vida.

Mira por el retrovisor Schrader para relatar unos hechos mil veces contados desde una óptica que de tan original es casi inverosímil, y que habla de desdicha y redención con una peculiar retórica. No caben en Adam resucitado el comportamiento racional y el pensamiento lógico, todo es desagradable, anormal y pérfido, y pretende transmitir horror con lenguaje propio obviando sus aptitudes dramáticas y relegándolas a la Historia per se, algo a lo que por desgracia, culpa de la continua reiteración, es fácil que deje frío. El director prefiere aquí inclinarse hacia lo retorcido, proyectando situaciones que extrañan más que conmueven, escudándose en la idea del trauma como algo grotesco y olivándose de traumatizar también al espectador, al que sólo así podría justificar la sarta de imágenes a menudo ridículas que expone. Hombres y niños can, fuegos fatuos, Adanes y demás simbología religiosa pretende, por otro lado, dotar de profundidad y sentido metafórico a la obra, pero no; nada de eso maquilla una película que aspira más que consigue y transmite mucho menos de lo que quisiera, sólo histrionismo y la certeza de siempre: el nazismo ha sido lo más cerca que ha estado la humanidad del infierno en la Tierra. Fuera de eso todo es más ruido que nueves y la entregada actuación de un Jeff Goldblum irreprochable.

Así es que Adam resucitado prosigue la estela de Un lugar donde quedarse (Paolo Sorrentino, 2010) –aun siendo anterior a ésta– para desmarcarse del habitual retrato del nazismo o postnazismo, tan crudo y tan racional, adentrándose en los pantanosos terrenos de lo onírico, surreal, o simplemente irreverente, y perdiéndose en ellos, atrapado e incapaz de emocionar.

[Tupeli.es]
TPA
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