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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3,333
Críticas ordenadas por utilidad
6
18 de octubre de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En, "Carnets de un escritor" (1944), W. Somerset Maugham, escribía: “El valor del arte reside, no en la belleza, sino en su acción directa. Si el arte no es más que un placer no tiene gran trascendencia. Es como las esculturas de los capiteles de las columnas que soportan un majestuoso arco: Deleitan la vista con su gracia y su diseño, pero, no producen ningún efecto funcional. Si no nos anima a la acción directa, el arte no es más que el opio de la inteligencia”.

Sabias palabras a las que, Maugham, respetó y validó en sus más grandes novelas: “El filo de la navaja”, “La luna y seis peniques”, “Servidumbre humana”, “El velo pintado”… Su literatura nos remueve desde muy adentro, sacude criterios que dábamos por muy ciertos, y descorre esas vendas que nos llevan a ver tan superficialmente la existencia; y este proceso nos induce al cambio, porque, cuando la existencia se ve de otra manera es inevitable que actuemos en una forma distinta… y así, el arte logra su cometido y el mundo evoluciona para bien de todos.

Escrita en 1925, “El Velo Pintado”, ya había sido llevada al cine, en 1934, con Greta Garbo y Herbert Marshall, bajo la acertada dirección de Richard Boleslawski, dando lugar a un filme profundamente romántico con unos personajes muy bellamente construidos; y como suele ocurrir con las inmortales novelas del escritor franco-inglés, cada tanto hay un director (o productor) que se impacta con alguna de ellas y siente que quiere hacerla a su manera (más fiel o menos fiel) para conocimiento, y consentimiento, de las nuevas generaciones.

John Curran (“Praise”, “We don´t live here anymore”), se animó también con, <<EL VELO PINTADO>>, y el resultado es una versión muy cuidada en sus aspectos formales (ambientación, fotografía, vestuario, música…), pero que no logra transmitir la interioridad y la emocionalidad que sí consigue el polaco-americano, Boleslawski, y que, por supuesto, abunda en la obra de W. Somerset Maugham.

Sus protagonistas, Edward Norton y Naomi Watts -sin duda dos buenos actores-, tampoco los siento acertados en sus respectivos roles, pues, siendo objetivos, Norton no tiene un pelo de galán y, Naomi, tiene un profundo aspecto de niña buena donde no cabe esa fuerte pasión infiel que identifica los primeros tiempos de su personaje. Ni siquiera, Schrieber, me resulta convincente, pues tiene más aspecto de cura que de seductor.

De otro lado, la larga extensión del filme da lugar, en este caso, a varios puntos muertos y el drama baja y sube haciendo difícil que nos compenetremos de manera definitiva. Curran, sostiene la trama con sus aciertos visuales; estuvo muy bien la metafórica escena en el teatro con la cantante china; los diálogos resaltan en diversas ocasiones; y con un esforzado desarrollo de la que es, sin duda, una muy bella historia, logra dejar en claro que es el íntimo conocimiento el que puede, definitivamente, conducir al verdadero amor.

Hay diversos finales en cada una de las películas. Deberías verlas ambas… y vale la pena leer el libro para saber cuál de estos caminos prefirió el autor.
Luis Guillermo Cardona
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7
12 de octubre de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bautizada como, Marie Martha Mathilde Triepcke, en 1888, esta pintora danesa había entablado amistad con el pintor más reconocido internacionalmente entre los noruegos de su época. Peder Severin Krøyer, quedó encantado con la belleza de Marie… y cuando volvió a encontrarla, en París, ese mismo año, tuvieron un apasionado romance y se casaron, al año siguiente, en Alemania. Ambos estuvieron asociados al grupo de pintores de Skagen, una costa en el extremo norte de Jutlandia, Dinamarca, que les atraía particularmente por su belleza paisajística y su luz muy especial... y desde que contrajeron matrimonio, muchos de los cuadros que pintó P. S. Krøyer, incluían a su esposa, Marie, como modelo.

Ella le llamaba, Søren (¿en alusión a Kierkegaard?), tuvieron una linda hija llamada Vibeke… y lo que fuera un amor profundo, se convierte en un drama intenso cuando la sífilis comienza a afectar el equilibrio mental del renombrado pintor y la ceguera se agrava cada día más. Después de soportar, por años, escasos días de calma entre una y otra recaída en que se sentía violentada y amenazada por su esposo, llega el momento en que, Marie, conoce al compositor sueco, Hugo Alfvén… y se inicia, así, un tormentoso triángulo amoroso que el director, Bille August, recrea con notable fuerza dramática y con una gran belleza visual.

Sin repercusión alguna, la historia de P. S. Krøyer ya había sido adaptada, en 1987, por el sueco, Kjell Grede, en un filme titulado, “Hip, Hip, Hurrah!”, y extrañamente, el filme de Bille August, también ha quedado un tanto relegado pese a sus connotadas virtudes, pues, además de tener una plausible puesta en escena, ofrece una historia dramática mesurada, pero, muy significativa.

<<MARIE KROYER>>, comienza con la pareja ya casada: Søren instruyendo a Marie en el manejo de la luz para sus óleos, y en un ambiente donde pareciera respirarse mucha paz y abundante cultura, en la grata compañía de su hija Vibs, como ellos la llaman… Pero, luego vemos que el pintor ya no consigue cumplir con sus deberes maritales y una sensación de frustración comienza a pesar en el ambiente. En su última exposición, aparece entonces la figura de Hugo Alfvén… y no tardará en empezar para Marie una vida de altibajos, donde sentirá palpitar el amor, pero también la amargura de inesperadas decepciones.

Con un guion firmado por Peter Asmussen, quien adaptó la novela, “Balladen om Marie: En Biografi om Marie Krøyer”, escrita por Anastassia Arnold, el drama se desenvuelve con notable mesura, sin caer, ni un solo momento, en las trampas del sensacionalismo; la fotografía, la música y la iluminación, se ajustan de manera precisa con el estado emocional que pesa en los protagonistas; y el director danés consigue hacernos sentir el clima que reflejan las obras del artista. En la parte actoral, Birgitte Hjort Sørensen y Søren Sætter-Lassen, dan convincente vida a aquella pareja de artistas que pasa por su pequeño infierno… y al final, uno siente que ha presenciado un drama capaz de moverle unas cuantas fibras.
Luis Guillermo Cardona
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9
3 de octubre de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Norman Pitkin sueña con ser un gran policía de Scotland Yard como lo fuera su padre, y para lograrlo, está dispuesto a vencer todos los retos que se pongan en su camino. Pero hay un obstáculo que Pitkin no logra vencer: es demasiado bajo de estatura y no cumple, en centímetros, la exigencia de la institución. Le queda pues al obstinado joven, ponerse el uniforme de su padre que le queda “un tanto holgado”… y jugar a ser policía contra el riesgo de ser descubierto como un impostor.

Pitkin se siente muy a gusto llevando a las damas hasta la dirección que buscan, haciendo de árbitro de los niños que juegan en la calle para protegerlos… hasta que llega un momento de “mala suerte” que ratifica el dicho de que “no hay mal que por bien no venga”, y para Norman será la ocasión de oro para demostrar (¿será que puede?) que lo que tiene de chiquito en estatura, lo tiene de grande en eficacia.

Norman Wisdom tiene, en “EL TIGRE DE SCOTLAND YARD”, uno de sus más logrados momentos cinematográficos, con un doble papel que se convertirá en cuatro (véanla y lo entenderán) entrando en una serie de equívocos absolutamente divertidos. El filme desborda ingenio, estupendos gags, enrevesados e hilarantes diálogos, y Wisdom demuestra que es un actor de primera línea que se merece mucha mejor suerte en la historia cinematográfica.

El director Robert Asher, se reúne por tercera vez con su gran comediante Norman Wisdom, y juntos logran una aventura de ritmo trepidante donde se trata de desenmascarar a un truhán italiano que se hace pasar por un afeminado peluquero de señoras, teniendo instalados micrófonos debajo de las sillas para oír todo lo que pueda convenirle relacionado con joyas y todo lo que brille.

Hay secuencias memorables como el suspenso en el Metro o como aquella en que Norman usa unas prótesis para lucir alto de estatura en el examen de ingreso. Desternillante también la aglutinación de la policía al escuchar el reiterado silbato que Pitkin suena animando un partido de fútbol entre chiquilluelos... Y su representación del peluquero Giulio Napolitani ¡inmejorable! tanto cuando es él como cuando Pitkin intenta ser él.

El filme tiene espacio para el enamoramiento, para la “seducción” y otras arandelas, con ¡otra chica! que intenta ahogarse lanzándose al agua. Hay lugar para refrescantes mofas a la autoridad representada por Scotland Yard… y como comedia, resulta redonda del principio hasta el final.

Norman Wisdom es un actor polifacético, un gran comediante y es otro nombre que, desde hace rato, me resulta entrañable.

Título para Latinoamérica: "CAOS EN SCOTLAND YARD"
Luis Guillermo Cardona
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7
25 de junio de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera enmienda de la constitución nacional de los Estados Unidos de Norteamérica reza así:
"El congreso no hará ley alguna con respecto a la adopción de una religión o prohibiendo el libre ejercicio de dichas actividades; o que coarte la libertad de expresión o de la prensa, o el derecho del pueblo para reunirse pacíficamente, y para solicitar al gobierno la reparación de agravios".

Esta enmienda, es la que da solidez y legitimidad a aquella estatua -ubicada en La Isla de la Libertad al sur de Manhattan, desde 1886- que, en la mano izquierda, sostiene un libro de jurisprudencia y con la derecha levanta una antorcha como símbolo de la libertad de la que, con tanto orgullo, se ufana el pueblo estadounidense. Pero, ¡cuán mancillada ha sido la cacareada libertad! ¡Cuántas veces el rostro de piedra de aquella guapa “mujer”, anhelada por todos los países del mundo, ha tenido que dar vuelta a la cara para no ver los oprobios, los atropellos y las violaciones que se cometen a diario contra hombres y mujeres que tan solo han deseado vivir libres y en paz!

Miren ahora: hasta un propio agente de la CIA, Bernard Snowden, cansado de ver como su gobierno, a través de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional), vulnera la intimidad del mundo entero, ha decidido defender este derecho y ha ventilado a la luz pública la manera violatoria como su gobierno infiltra los computadores de buena parte del planeta, para saber lo que dice y piensa media humanidad. “No quiero un mundo en el que se graba todo lo que digo y hago”, dijo Snowden (El País 25-06-13). Han cogido a uno o dos delincuentes por este medio y ya esto les justifica tener a todo el mundo al descubierto.

Son razones como éstas las que, cada tanto, llevan a uno y a otro director de cine estadounidense –cuyo corazón sangra de vergüenza-, a seguir abogando por una libertad cierta y transparente, y no revestida de hipocresía y de discursos demagógicos. Un buen guión de Michael Sloane, sirve esta vez a Frank Darabont, para volver a llamar la atención sobre el presente, recordando un hecho oscuro del pasado.

La historia se ambienta en los años '40 y '50 del siglo XX, en un pueblecito conocido como Lawson, a donde llegará un escritor de Hollywood quien, tras ver rechazado el guión comprometido que era su mayor esperanza de hacer un filme relevante, sufre un accidente en su auto y pierde la memoria, hecho que le significará, durante algún tiempo, poder olvidarse de 'la caza de brujas' que ha llenado de sombras a la industria cinematográfica, y al tiempo, encontrar a un nuevo padre, a una nueva mujer, y a una comunidad que lo acogerá como a un héroe.

El filme desborda nostalgia, y anhelos, por una tierra libre y compartida; por una sociedad ligada con fines comunes y dispuesta a hacer posibles los sueños de cada uno. Una comunidad donde el amor sea el motivo, y la felicidad la meta de todos... y a veces, como en este caso, sirve un hombre “resucitado” de entre los muertos de una de las tantas guerras, para que traiga una nueva esperanza a un pueblo que se estaba apagando cuando cada uno decidió vivir para él solo y ya no para los demás.

En ese sensible rol de un hombre débil con el carácter oculto -que nos remite, inevitablemente, al filme de Jean Renoir, “This Land is Mine" (1943), por esta y otras coincidencias-, Jim Carrey, da la perfecta medida por su historial de payaso llevado ahora a la seriedad, logrando plasmar a un ser humano creíble que, ante aquel grupo de gente generosa, quizás sienta brotar de su alma las fuerzas que jamás tuvo.

Una cuidada fotografía y una esplendorosa ambientación, recrean con ensueño y vivos colores, aquellos años colmados de cine y de romance, de vida familiar y de anhelos encontrados, haciéndonos sentir que la vida de ahora -individualista, virtual e intolerante- ya no es vida.

<<THE MAJESTIC>>, no logra ser un momento tan cumbre como sus dos filmes anteriores, pero, de nuevo, Frank Darabont, nos hace ver a un hombre sensible, comprometido con la vida y con la libertad... y no por esto es un comunista.
Luis Guillermo Cardona
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8
3 de mayo de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cruel venganza jamás podrá ser un hecho plausible y, mucho menos un desenlace triunfal, por la sencilla razón de que pone de igual a igual, a aquel que se cobra lo que le hicieron, ante aquel que hizo las veces de victimario. Pero, aunque no puede aplaudirse, en muchos casos podemos llegar a entender a quienes asumen tales retaliaciones… y cuando la comprensión penetra en nuestra alma, se vuelve imposible juzgar o condenar a hombre alguno.

Quizás, uno de los principales motivos para la venganza despiadada, es que le hayan quitado a un hombre aquello que para él significaba la razón de su vida: su esposa, su hijo, su hogar… o incluso aquel ser que servía de aliento y con el que había recuperado el interés por la existencia. Al creer que lo ha perdido todo, cualquier hombre puede sentir que ya no le importa la vida de nadie, ni siquiera la suya propia, y el último acto desesperado bien puede ser el de cobrar venganza sin que haya cálculo alguno en los medios para llevarla a cabo.

Al no entender nada de ésto, los delincuentes jamás miden las posibles consecuencias de sus actos, y es entonces, cuando la ley del ojo por ojo entra en su camino… en el momento en que menos lo pensaban.

Para, John W. Creasy -un veterano de guerra que ha conocido el sufrimiento con todos sus matices y que ahora conserva la bala que le falló cuando quiso acabar con los sufrimientos de esta vida-, haber encontrado a Lupita Ramos, la niña a la que sirve de conductor y guardaespaldas, le ha significado recuperar el sentido de la vida, la esperanza en el mañana, y la complacencia de sentirse padre o amigo. Para Pita, Creasy es el hombre que le ofrece lo que no ha podido su padre: comprensión, diálogo, dedicación, interés por sus cosas… Pero ésta luminosa relación se verá destruida por el secuestro de la pequeña, y un enmarañado complot tendrá que ser develado por aquel guerrero que… ¡ahora siente que lo ha perdido todo!

Tres o cuatro filmes había visto de Tony Scott, el director que, el 19 de agosto de 2012, decidió acabar con su vida lanzándose desde el puente Vincent Thomas en los Ángeles, California; y debo decir que no había conseguido dejarme la más mínima huella. <<EL FUEGO DE LA VENGANZA>>, llegó a mis manos prestada por un amigo, y me animé a verla con la curiosidad de la trágica noticia y porque la protagoniza, Denzel Washington, un actor por el que siento un alto aprecio.

Ahora creo que he visto una buena película (remake de, “Man on fire”, de Elie Chouraqui), muy bien ejecutada en lo técnico y en lo argumental; con suficientes elementos en el guion de, Brian Helgeland (basado en la novela homónima que, A.J. Quinnell, publicara en 1980), para que podamos entender –no aplaudir- la brutalidad que asume aquel ángel vengador con los captores de la niña, y sobre todo, con una magnífica primera parte donde la relación luce pulcra, emotiva y edificante en el mejor de los sentidos.

Denzel Washington y Dakota Fanning, memorables; y Radha Mitchell (Lisa), con una fascinante y soberbia presencia que podría convertirla en la nueva diva de Hollywood. Queda que aprenda a elegir las películas por su potencial artístico y menos por el dinero que le ofrezcan.

Título para Latinoamérica: <<HOMBRE EN LLAMAS>>
Luis Guillermo Cardona
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