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Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2,188
Críticas ordenadas por utilidad
4
30 de marzo de 2021
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Un nuevo comienzo, una nueva forma de contar las cosas para, por encima de todo, pues eso es lo más importante, satisfacer al fan.
Ese cuyo único deseo es ver a su superhéroe favorito siendo protagonista de mil frenéticas aventuras, sin solución de continuidad...y, pues, ya está.

Efectivamente, ¿si no a qué venía el propósito de esa bendición para el mundo del cine que es el "remake" (o el "reboot", o como puñetas quieran llamarlo los intelectuales)? Pues iba a recaer, una vez más, sobre el universo Marvel, porque a pesar de doblar casi su presupuesto invertido, la adaptación del cómic del mítico personaje de Stan Lee y Jack Kirby que tuvo lugar en 2.003 a cargo de Ang Lee, fue una supuesta decepción para los fans. Por eso Avi Arad, Gale Anne Hurd y otros ejecutivos de Marvel tan inteligentes como ellos, acordaron mandar a paseo el trabajo del taiwanés e intentar volver a relanzar una posible franquicia.
Volvió el guionista Zak Penn, con sus ideas originales antes de ser desechadas, y se unió al parisino Louis Leterrier, un señor que no ha hecho NADA que valga la pena llamar "cine" y quien se mostró reacio a la oferta por las comparaciones que surgirían con el film previo; pero el enfoque era otro, las ideas eran otras, y todo el equipo tenía una cara diferente. Así que tomando ahora de principal inspiración no tanto los cómics como la conocida serie de los '70 con Lou Ferrigno y Bill Bixby (a quienes se le rinden tributo aquí), el director quiso contar con Mark Ruffalo (el actual Hulk), pero Hurd se decidió por Edward Norton, quien además reescribiría el libreto a su gusto.

Sin duda un actor más hábil para este tipo de papeles sobre la extrema dualidad y el lado oscuro del alma (¿no recordaron "El Club de la Lucha" viendo la película?) que nuestro poco valorado amigo Eric Bana. Refuerza la idea de que es la serie una fuente importante con esos créditos principales; la historia podría interpretarse como continuación de la obra de 2.003, con Bruce alejado de Betty y huido a Sudamérica, pero no es así. Se supone que esto sigue a raíz del fallido experimento con rayos gamma para convertir al protagonista en algo llamado "súper soldado"...y así toda la historia que imaginó Lee sobre los genes heredados del padre se pierde irremisiblemente.
Partiendo del hecho de que se nos presenta la persecución de un fugitivo, Leterrier es desde luego una buena elección. Lee, cineasta muy ligado al drama, profundizó como nunca se hizo y como jamás se volvería a hacer, en la psique y emociones de un personaje de cómic, en su miedo interior, en su tormentoso pasado, en su conflicto espiritual; el francés, que sólo ha hecho cine de acción, se centra en eso precisamente. Un heredero digno del "estilo Michael Bay": ritmo, velocidad, intensidad, cámaras mareantes y el habitual uso de efectos digitales...pero sin diálogos que se recuerden, ni momentos interesantes, ni buena dirección de actores ni nada que implique un mínimo esfuerzo con esa cosa tan temida por Hollywood y el espectador casual de multisalas llamada "argumento".

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

A la sombra de un decente (y ya está) Norton, William Hurt sustituyen a Sam Elliott en su versión más irritante y odiosa del general Ross; Ty Burrel, conocido por "Modern Family", está ahí pues para no estar. Mientras, Lou Ferrigno vuelve de guardia de seguridad con unas líneas que son oro puro y el pobre Stan Lee protagoniza una escena impagable que, pensando en cómo se había degenerado su precioso universo Marvel por culpa del cine, de seguro quiso que se hiciera realidad.
Y a la preciosa y misteriosa Jennifer Connelly la viene a reemplazar ni más ni menos que esa insoportable, estomagante y extremadamente sosa Liv Tyler, a quien no aguanto ver ni un minuto en pantalla. Por agradar al público incluso hay un epílogo, muy divertido, que empieza a dar señales de las próximas aventuras que tenían planeadas los de Marvel; pero al final a la gente esta nueva versión le gustó y no le gustó, y con un presupuesto mayor que la original de 2.003 recaudó más o menos lo mismo...

Además, Leterrier y Norton se las vieron y desearon con los ejecutivos al no poder estrenar su montaje, mucho más extenso...pues el público que va a ver estos films no está capacitado para aguantar más de dos horas de metraje, claro. ¿Qué quiere el populacho?, ¿densidad argumental?
Pues no. Quiere carreras, explosiones, disparos, romances ligeros, humor y alucinantes efectos visuales. ¡Y vive Dios que esta película ofrece todo eso!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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8
30 de marzo de 2021
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Hace años, lo que se creyó era un desafortunado suicidio ha resultado revelarse como un horripilante asesinato a sangre fría.
Esta es la historia de los tres hombres que lo presenciaron y a los múltiples peligros que hubieron de enfrentarse para proteger su silencio y sus vidas...

Entre la larga nómina de realizadores que rápidamente cogieron los mandos en el seno de Nikkatsu a finales de los '50, entre esas grandes promesas donde se incluían nombres como Imamura, Suzuki, Kurahara o Noguchi, destacaría más que nadie el sr. Toshio Masuda, entrenado en tiempos de guerra como piloto kamikaze (cuyo deber no cumplió finalmente por sus ideas antimilitaristas) y aventajado aprendiz de Ichikawa, Naruse y Umetsugu Inoue que de asistente y guionista pasaría a la dirección con un pequeño encargo, "A Journey of Body and Soul", aunque debido a su éxito se trasladó a los cines comerciales.
Pero ésa sólo sería la primera piedra que cimentaría su camino al estrellato; realmente Masuda fue el más importante y lucrativo director que pisó Nikkatsu en la época de los últimos '50 y los siguientes '60, si bien ha quedado olvidado para la gran mayoría. Su fama se debe primordialmente al gran éxito que supuso su tercera producción, cuyo guión adaptó él mismo a partir de un libro de Shintaro Ishihara (polifacético individuo que no sólo se labró una respetada carrera como guionista, dramaturgo y cineasta ocasional, sino además ejerciendo de político, líder del partido conservador de Japón y futuro gobernador de Tokyo).

Al director le concedieron un presupuesto holgado y lo juntaron con la estrella de la compañía en aquel momento, Yujiro Ishihara (hermano pequeño de Shintaro), en la que sería la primera de sus muchas colaboraciones. "Rusty Knife" empieza con la detención de Katsumata, un gángster que oculta sus actividades ilegales tras su empresa de transporte de camiones; Masuda sale entonces al exterior y radiografía la sociedad como hicieron Dassin, Kazan o Wise. Toda la amargura y desencanto social tan propio del cine negro se transcribe a su relato, del mismo modo que la estética y la forma.
Su Japón es un país que ha olvidado las heridas de la guerra y ahora se encuentra devorado por el hambre del capitalismo, el mismo que ha llevado a los delincuentes a alzarse como reyes del crimen; la justicia no existe, sólo la ley de los fuertes. Masuda es uno de los primeros cineastas en convertir a los otrora honorables y rectos yakuzas del "jidai-geki" en seres repulsivos y violentos, en parásitos sociales a imagen y semejanza de los mafiosos del "noir" estadounidense. La tormenta viene a desatarse a través de dos cartas: una en concepto de chantaje y la otra de confesión.

El chantaje es relativo al clan de Katsumata y al asesinato disfrazado de suicidio del concejal Nishida años atrás; la confesión la firma el mismo hombre. Un conveniente "flashback" nos pone en situación: los tres guardaespaldas del concejal presenciaron el asesinato pero nunca delataron a los culpables; ahora ese pasado manchado con sangre emerge de forma brutal. La investigación de la policía y el fiscal Karita nos lleva a conocer a este trío: Shimabara, recientemente asesinado por su obstinada codicia (en una impactante secuencia a bordo de un tren que podría haber sido filmada por John Huston), Yukihiko y Makoto.
Y entonces, pese a las pesquisas policiales y las viles acciones de los yakuza, el guión se centra de repente en estos dos últimos individuos; a través de ellos Masuda demuestra su cuidadoso y tan personal trato de personajes, su oscura introspección psicológica y emocional que va más allá de las caricaturas realizadas por sus colegas de profesión. Parecería un giro abrupto de guión en manos de otro, pero de forma natural él introduce en la historia el carácter de este dúo y sus vicisitudes, abriendo con ello dos importantes subtramas que subyacen a la propia trama principal.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Elementos cuya conjunción iba a resultar en bombazo comercial; las tan increíbles cifras en taquilla aseguraron a Masuda convertirse en el director estrella de Nikkatsu, y a partir de entonces no se separaría del lucrativo dúo Ishihara y Kitahara (matrimonio en la vida real). Como otras de su estirpe, "Rusty Knife" sólo es hoy conocida por los fans del cine japonés clásico, y desde luego su legado debería permanecer vigente para un sector más amplio.
Fue una de las obras que, recogiendo el testigo americano y europeo, inauguró un nuevo tipo de cine negro y de acción en Japón en un contexto social importante y subvirtiendo los códigos y personajes más conocidos del género; es sin duda una pequeña y muy influyente joya a rescatar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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4
30 de marzo de 2021
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La pobreza, la distancia familiar, la delincuencia, el rechazo y muchas más cosas condicionan a la juventud a seguir el camino equivocado. Por supuesto no siempre es culpa de la sociedad; otras veces se nace contra el Mundo porque sí.
Y el joven Nobuo es el mejor ejemplo...

Gracias a las reediciones de lujo en DVD y la manía de los cinéfilos, la obra clásica de Seijun Suzuki se ha visto dividida en dos grandes grupos: sus "thrillers" policíacos y películas de cine negro, con las que conseguiría ser más recordado, y sus melodramas protagonizados por adolescentes al margen de la ley y la sociedad. Y es que, como cualquiera que quisiera ascender en el seno de Nikkatsu a finales de los '50, el futuro director de "Youth of the Beast" debía acometer los encargos que le mandaban (y lo mismo con Imamura, Kurahara o, en menor medida, Masuda).
"The Boy who Came Back" fue una de las primeras (de las muchas) que realizaría para este subgénero juvenil, de cuyo libreto se ocupan Tatsuto Okada y Nobuyoshi Terada (quien también escribiría "Naked Age"). También, como era típico del mismo, esos títulos servían de vehículo para impulsar las carreras de las jóvenes estrellas; en este caso el protagonista es un Akira Kobayashi de 20 años que se mete en la piel de Nobuo Kasahara, muchacho recién salido del reformatorio que sólo es un quebradero de cabeza para su pobre madre.

Modelo del rebelde de la época, con el desarrollo de la trama y el metraje (el cual se estanca muchas veces y parece ocupar el doble de su duración original) iremos viendo cómo el mundo que rodea a este joven inadaptado se esfuerza en aplastar aún más su confianza, su fe en sí mismo. La mirada de este Suzuki es amarga pero no áspera del todo; no se le quiere dar trabajo al rebelde, se le mira con recelo, se le intenta evitar en bares y pubs, provoca las risas de los demás. Mientras, el seno familiar carece de verdadera calidez, con un padre muerto en la guerra y una madre aparentemente fría y distante.
Y es que la generación anterior, como siempre sucede en estas películas, es la culpable de todo. Al otro lado un mundo oscuro lleno de jóvenes delincuentes que juegan a ser gángsters del cine americano (ese Kajita con su traje ridículo y sus inútiles secuaces) y que no representan sino el impedimento para que Nobuo siga el camino de la honestidad y la honradez, esto es: el funesto pasado, siempre volviendo. Y como no podía faltar en una historia así, habrá un personaje dispuesto a hacer cambiar a nuestro protagonista: en este caso Keiko, guía turístico vital y alegre recientemente enrolada en una agencia para ayudar a la reinserción de jóvenes en riesgo.

El drama de Nicholas Ray transcrito a la sociedad de posguerra nipona con ecos de los clásicos "Juventud Salvaje", "Los Chicos Terribles" y sobre todo "Crimen en las Calles", estrenada tan solo dos años antes; las similitudes entre situaciones y personajes son muy pronunciados (Frankie por Nobuo, Wagner por Keiko), pero Suzuki no transmite la dureza de Don Siegel ni posee (al menos aún no) su misma habilidad como narrador. La mujer, en este caso, inicia una especie de relación afectivo-materno-masoquista donde, si él actúa con violencia, ella responde con dulce sumisión.
De hecho esto se repite tantas veces y de una forma tan incómoda que llega a crispar los nervios hasta el punto de querer entrar en la propia película y atizar uno mismo a Keiko para hacerla entrar de una vez en razón; a ella y por supuesto a Nobuo, que nos revela a un Kobayashi irritante, detestable, nervioso y dando pie a preguntarnos cómo demonios pudo convertirse en estrella. Pero ella se esfuerza (porque así es el papel) para extraer la parte bondadosa y razonable del alma corrompida del chico; y aunque nadie crea en él ella sí, hasta el final (no importa si entre medias se lleva un par de guantazos...).

Esta fuerza impulsora y apoyo emocional que encarna la mujer está convenientemente (demasiado convenientemente) apoyado por una familia amable y comprensiva, justo de lo que carece su protegido. Aunque lo único que puede salvar su alma es, como ya nos vamos imaginando, una enamorada, que aparece de forma intermitente durante un buen trecho de historia (es preciso avisar de cómo el metraje parece alargarse y hacerse eterno) para ser el resorte de la venganza y la tragedia en los últimos cuartos del film, donde recupera algo de ritmo y Suzuki imprime tonos mucho más violentos y oscuros.
Pero esto es lo de menos, porque tal producto está pensado para el público de la época...y a este público no le gustaría ver un final triste, ¿verdad? Tras los pasos del estrangulable Kobayashi, su habitual compañera de reparto Ruriko Asaoka (que merecía mucha más atención), una Sachiko Hidari (futura Tome de "The Insect Woman") que casi parece repetir, en carácter y espíritu de sacrificio, a su enfermera Gin de "Danryu", un Hideaki Nitani que pasa como una maleta por la historia y aún más interesante: un jovencísimo Jo Shishido pre-operación de pómulos en uno de sus tempranos papeles de secundario.

Donde mejor deja ver el director su ingenio es en las secuencias de baile dentro de los pubs y en la violenta pelea en el callejón bajo la lluvia (ejemplo de su destreza para combinar su puesta en escena y elementos como el diseño artístico y la iluminación, que cristalizaría mejor en futuras obras...), pero su sello aún no está presente.
Además de fallar en sus concesiones al melodrama más estereotipado y empalagoso, "The Boy who came Back" no aprovecha bien sus personajes secundarios (el sr. Yamada, Kajita o la madre de Nobuo), mucho más interesantes que los protagonistas, en especial que Kobayashi y su álter-ego. Dentro de este tipo de historias, "Akutaro" sigue siendo lo mejor que rodó Suzuki.
Chris Jiménez
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1
30 de marzo de 2021
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Todo amante del "exploitation" que arriesga su vida buscando cine filipino de bajo presupuesto sabe que su rey se llama Cirio H. Santiago; también el mayor cultivador de ciencia-ficción post-apocalíptica tras el estreno de la secuela de "Mad Max".

Pero así como en Italia o EE.UU. surgieron imitaciones hasta de debajo de las piedras, no sólo el responsable de "Ruedas de Fuego", "Silk" o "Stryker" se iba a encargar de eso; por las mismas fechas y en las mismas tierras Wilfredo de la Cruz se descolgó con la espeluznantemente cómica "Mad Warrior" y Roberto Suárez con "Warriors of the Apocalypse". Éste pasaría de sufrir una infancia y adolescencia realmente pobres en las calles de Manila a trabajar primero de repartidor para una compañía de distribución de películas a hacerse más tarde asistente y manager de distribución en territorios internacionales, siendo uno de los primeros que comercializara títulos asiáticos doblados al inglés.
Podría haber vivido de esto para toda la vida pero el hombre quiso dedicarse a cineasta; poco a poco, y junto a Santiago, se hizo con su "prestigio" como uno de los más lucrativos directores del "exploitation" filipino. Y a mí es que no me cabe en la cabeza cómo; quizás él mismo, a lo Roger Corman o Fred O. Ray, hiciera las películas y las distribuyera por su cuenta. Ya en los últimos años de su carrera como realizador, se juntó con el guionista americano Ken Metcalfe, también muy asiduo del cine "B" y "Z", y filmó este pedazo de metraje de 96 minutos que quien quiera puede darle el calificativo de "película".

"Warriors of the Apocalypse" empieza como pueden empezar todos los "rip-offs" del film de George Miller. Aquí no había presupuesto para vehículos o no parecían necesarios y los protagonistas van a pie; un grupo de aguerridos que parecen recién salidos del casting de un videoclip de "heavy metal" y sobre los cuales se puede afirmar que sin duda son los guerreros más "cool" que han pisado suelo post-nuclear (Ernie Estrella y Asset Bernabe se merecen un aplauso por el vestuario). Este inicio cargado de una violencia un tanto incómoda termina con la banda de Trapper enfrentándose a unos sádicos cualquiera siendo ayudados por un misterioso individuo llamado Anuk.
A partir de este encuentro y tras las algo decentes escenas de acción, todo pega un giro radical, y lo que era copia de "Mad Max" pasa a ser una aventura contra enemigos imposibles; el mal presagio de lo que nos vamos a encontrar lo encarnan un grupo de indígenas enanos (los filipinos nunca se quitan esta manía...) bendecidos con el don de la inmortalidad. Este tramo de lucha en la jungla y de apariciones de extraños seres diminutos dura la friolera de 20 minutos o más, sin que en concreto suceda otra cosa.

Cuando descubrimos (¡por fin!) que Trapper y sus acólitos han sido traicionados por Anuk la lógica desciende a sus propios infiernos, porque los desiertos y las junglas dejan paso al escenario principal que será una especie de templo ancestral habitado por una serie de féminas bastante ardientes (¡!) y el grupo de los enanos diminutos (¡¡!!), todos bajo el liderazgo de un sacerdote y una reina con poderes psíquicos o lo quiera que sea (¡¡¡!!!). Y aquí es cuando la trama se estanca; los aberrantes ritos, las costumbres fanático-religiosas y una sensación de poder femenino que va más allá de mi paciencia asfixian esta atmósfera viscosa, terrosa y ciertamente paranoica.
Se supone que hay una intriga circulando entre el receloso sacerdote, la marimandona jefa y el guardaespaldas Anuk, que a veces está de mal humor o bien es amigo de todo el mundo, sobre el secreto de la inmortalidad y la abundancia que posee esta tribu perdida, pero ni Metcalfe (que por cierto da vida al sacerdote) ni Suarez nos quieren dar ningún tipo de explicación; sólo llenan con preguntas y más sinsentidos el de por sí confuso argumento. Durante este eternísimo "impasse" narrativo uno tiene tiempo de caer en que la premisa es robada de la mítica novela de aventuras "She", del genio Henry R. Haggard, que ya fuera adaptada al contexto futurista por Avi Nesher unos años antes (con iguales resultados...).

Por algo la reina, que interpreta una insípida Deborah Moore, se llama Sheela (...pero seguro que Ursula Andress en la conocida adaptación de 1.965 no tenía un trono tan bien equipado como el de ella para crear el caos). Mientras Franco Guerrero transmite repulsión con solo mirarle a la cara, tenemos a esa impertérrita versión de garrafón de Burt Reynolds llamada Michael James, al que le va creciendo o menguando la barba sin orden ni concierto durante todo el metraje, encabezando un reparto muy mejorable, habitual de las producciones filipinas. Sólo Mike Cohen, porque el hombre le pone ganas, se merece mi respeto.
El espectacular clímax, donde se da el enfrentamiento y la huida, posee unos efectos especiales harto vergonzosos a cargo de Danny Torrente, pero Suarez demuestra que la acción no se le da tan mal. Y al final no sabes muy bien qué se te ha querido contar y quedas esperando a que ocurra algo más; se insinúan muchas cosas, pero todo queda en agua de borrajas...lo peor que puede pasarle a un producto así no es que sea disparatado o ilógico, sino que resulte aburrido, y "Warriors of the Apocalypse" va más allá del nivel de aburrimiento que se puede soportar.

¡Ni siquiera hay desnudos!
Una auténtica rareza incluso dentro del género al que pertenece; incluso "Mad Warrior" era más divertida.
Chris Jiménez
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3
30 de marzo de 2021
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Queda poco para que concluyan las aventuras de nuestros queridos colegas de Shinjuku, los nacidos muy tarde en una sociedad muy antigua, gris y corrupta.
Ahora se prepara una gran aventura como despedida. La traca final, con sus tiros y explosiones.

A pesar de generar un enorme éxito en su época y de llenar los bolsillos a los ejecutivos de Nikkatsu, vista con el tiempo, la saga creada en los '70 se ve lastrada por su gran incoherencia y por el error que arrastraron muchas otras series de aquellos tiempos, sobre todo las de factoría comercial en el cine japonés de explotación: ir presentando historias independientes sin solución de continuidad. "Stray Cat Rock" es uno de los mejores ejemplos; en el mismo año ya se habían estrenado cuatro entregas, sinónimo de la buena respuesta por parte del público. Sin embargo la estrella de la compañía, Meiko Kaji, está pensando en largarse con su música (de manera literal) a otra parte por la creciente ola de títulos fuertemente eróticos que éstos producen.
La saga habrá de acabar para siempre y llega el momento, pero no gracias a Yasuharu Hasebe, que se ha ocupado de la entrega inicial, la 3.ª y la 4.ª, sino de Toshiya Fujita, asignado a dirigir la 2.ª ("Wild Jumbo"), haciendo otra vez equipo con el guionista que estuvo desde el principio, Hideichi Nagahara...cuya colaboración conjunta fue la más mediocre y caóticamente narrativa con diferencia. Pues como toda historia tiene su principio, la de "Boso Shudan '71" comienza nada más alzarse el Sol en Shinjuku, pero las cosas amenazan con torcerse al empeñarse el director en recuperar a los personajes de "Wild Jumbo".

Esto es: volvemos a estar como antes, sin una verdadera pandilla de delincuentes y moteras femeninas; lo que tenemos aquí es una banda de "hippies", muy contraculturales y ociosos, cuya miembro de oro, la preciosa Furiko, se ve en problemas cuando su novio Ryumei (o Takaki, no se sabe) termina asesinando al motorista de una violenta pandilla que viene a apresarle. Como una de las normas es reivindicar la valentía femenina, la joven carga con la culpa y es apresada mientras al otro se le pierde la pista. Pareciera que tras esa trepidante fuga de prisión unos meses después vaya la trama a centrarse en los esfuerzos de esta Furiko por encontrar a su media naranja...
No obstante Fujita y Nagahara prefieren hacer un alto de más de un cuarto de hora para contarnos las supuestamente excitantes aventuras de unos parias en la ciudad, olvidando las peleas callejeras y las traiciones típicas de la saga. Aunque esto sea vital para entender lo que viene después, está tan horrorosamente expuesto y contado que resulta soporífero "ad infinitum". En especial una subtrama con un niño pequeño, hijo (o no, no se sabe, y da igual...) de uno de los "hippies", cuyos instantes causan la peor de las vergüenzas ajenas. Habrá entonces un viaje de esta chusma tan simpática al pueblo donde se supone ha ido Furiko, a estas alturas totalmente convertida en un personaje secundario.

Y empieza la historia: Ryumei (o Takaki, no se sabe) es hijo de Araki, alcalde del lugar, hombre de negocios y noble de cara a la sociedad que a espaldas de ella actúa cual yakuza repelente, un padre que no quiere ver a su hijo, su heredero, mezclado con las lacras de la sociedad. Sobresale, y más que nunca, un ataque directo al hígado de la generación de posguerra y el obstinado conservadurismo nacional. Ese pueblo costero en el que aterrizan los amigos de Furiko es el Japón dormido que ellos están dispuestos a despertar, aunque nunca empleando la violencia; en este caso la violencia viene del lado opuesto, y por eso se cierra bien el círculo de "Stray Cat Rock", iniciada con los jóvenes rebelándose ante la sociedad, poco a poco corrompiéndose con la maldad de sus antecesores y por último siendo víctimas de sus repugnantes ataques.
A todo esto Fujita se cree Hasebe y desarrolla una trama de chantaje, traición, secuestro y lucha visceral, dejando que ahora los de la pandilla sean víctimas forzadas a pelear; pero él, además de no poseer la habilidad de narrador de su colega, se ve provisto del desconcertante libreto de Nagahara, que propone idas, venidas, decisiones erróneas, cambios de parecer, de lugar, y llenándolo todo de situaciones que son puro relleno sin venir a cuento (¡¿pero a qué venía lo de la banda esa de "rock"?!). La estructua es igual de caótica y floja que "Wild Jumbo", y como en ésta, el director prepara el terreno para un clímax espectacular.

Pues tras el hastío, la incongruencia y una vuelta de tuerca que ni yo vi venir, Fujita, amante de los "westerns" como Hasebe, se redime y nos regala toda una lección de entretenimiento donde tiene cabida tanto la áspera violencia como la diversión más ilógica, con una mina abandonada haciendo de escenario de una encarnizada batalla "leoniana" entre los consumidores de ácido y el pueblo comandado por Araki; ni Obayashi habría imaginado un clímax tan insanamente divertido, con la dinamita como arma juvenil para reventar las cadenas de una sociedad esclava de su injusticia, hipocresía y oportunismo.
No se sabe lo que ocurre porque el festival de explosiones lo inunda todo...aunque hay que preguntarse si este último tramo puede compensar todos los errores anteriores (yo no lo tengo muy claro...). Kaji (sin su atractivo "look" anterior) se mudará a Toei y ello no gusta a Nikkatsu, quizás por eso lo insípido de su papel; Tatsuya Fuji es ahora un idiota encantador, Takeo Chii está entre decente e irritante, como Yoshio Inaba, al frente del elenco habitual de la saga. El héroe es sin duda ese joven y carismático Yoshio Harada que no podrá seguir demostrándolo porque todo toca a su fin, y de manera absurda, dejando rotundamente a las secuelas palideciendo ante la 1.ª parte.

Acaba una de las más exitosas series de la productora, quienes no pudieron salvarse ni probando con el farragoso negocio de las "pinku eiga"; por tanto "Stray Cat Rock" es su última labor notable.
Chris Jiménez
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