1850, isla de Bornholm (Dinamarca). Tras la muerte de su esposa, el anciano Lasse Karlsson y su hijo, Pelle Karlsson, se ven obligados a emigrar desde Suecia en busca de trabajo. A pesar de su afición al alcohol, Lasse y Pelle son contratados en la granja del sr. Kongstrup (Axel Strøbye) y su mujer, (Astrid Villaume). Kongstrup, que nunca ha tenido un hijo con su esposa, mantiene un largo historial de infidelidades e hijos bastardos, entre los cuales se encuentra Rud (Troels Asmussen), un niño tullido que será el mejor amigo de Pelle.

La vida de los trabajadores, explotados en condiciones que rozan la semiesclavitud, es miserable. Pelle se hace amigo de Rud y de Erik (Björn Granath), otro emigrante sueco que sueña con “ser libre, escapar a América y conquistar el mundo” y que en múltiples ocasiones debe enfrentarse al capataz de la granja (Erik Paaske).

En la escuela, Pelle sufrirá constantes humillaciones por parte de los otros niños, debido a su condición de inmigrante y a las relaciones de su padre con la sra. Olsen (Karen Wegener), una mujer que se cree viuda, ya que su marido nunca regresó de un viaje por mar. Lasse intentará librar a Pelle de la miseria, intentando un casamiento con la sra. Olsen primero, y, más tarde, entregándoselo a la sra. Kongstrup.

CRÍTICA

Muy buena coproducción Dinamarca - Suecia. El guión (Bille August) está basado en la obra “Niñez”, la primera de las novelas que forman la tetralogía “Pelle el conquistador”, de Martin Andersen Nexø.

Las historias paralelas o secundarias enriquecen la trama y son igualmente dramáticas: un bebé nacido de la relación ilegítima de la campesina Anna (Kristina Törnqvist) con Niels Køller (Lars Simonsen), el hijo del clérigo Ole Køller (Buster Larsen); la relación del sr. Kongstrup con la señorita Sine (Sofie Gråbøl), sobrina de la sra. Kongstrup; etc.

La interpretación es brillante, destacando Max von Sydow por encima de todos. Por poner alguna pega, la historia se podía haber contado igualmente con un metraje más pequeño (dura 2 horas y 20 minutos). Impagable.

Richard Nixon pasó a la Historia de los EEUU por ser el único presidente en dimitir. Su mandato (1969–1974) estuvo marcado por el contexto de la Guerra Fría, la guerra de Vietnam y las amenazas nucleares contra distintos objetivos de la órbita comunista, pero la causa de su dimisión fue el escándalo Watergate, un gigantesco complot de espionaje y de sabotaje político.

Gracias a la intervención del nuevo presidente, Gerald Ford, Nixon no fue acusado formalmente durante el juicio, aunque fue señalado como “copartícipe”. Tras su dimisión, Nixon pasó 3 años en silencio sin conceder entrevistas.

En 1977, el showman y comunicador británico David Frost, hace una arriesgada apuesta personal y consigue una entrevista con el expresidente, invirtiendo parte de su patrimonio con la esperanza de conseguir patrocinadores. Pero Frost encontrará dos grandes obstáculos: primero, no consigue el ansiado apoyo económico; y, segundo, su oponente es un gran estratega que utilizará todas sus armas para no tocar el caso Watergate.

Ambos equipos comienzan a trabajar en la estrategia de las entrevistas, que serán grabadas para la televisión independiente de Frost. El equipo de Nixon pretende conservar la imagen pública del expresidente, y está encabezado por su jefe de gabinete, Jack Brennan (Kevin Bacon). El equipo de Frost pretende que Nixon hable sobre lo que no declaró en el juicio, y está formado por el productor John Birt (Matthew Macfadyen), los escritores, periodistas y expertos en el caso Watergate James Reston Jr. (Sam Rockwell) y Robert Zelnick (Oliver Platt) y su novia, Caroline Cushing (Rebecca Hall).

CONCLUSIÓN

Coproducción EEUU, Reino Unido y Francia de gran calidad sobre el mundo de la política y el periodismo. Perro viejo, elocuente y aficionado al alcohol, Nixon parece subestimar a su contrincante, un Frost sofisticado, impoluto y exitoso gentleman británico. Durante gran parte de la película, Nixon es el prototipo de todopoderoso presidente de los EEUU, gorila guardián del mundo.

Se presenta un duelo del poder contra la sociedad, de la política (el Estado) contra el periodismo. En las primeras tres entrevistas, Nixon domina el debate gracias a su oratoria presidencialista. Sin embargo, el peso de la conciencia parece hacerle flaquear, por lo que todo queda decidido para la cuarta y última entrevista.

El guión [adaptación de Peter Morgan de una de sus obras de teatro, “Frost/Nixon”] es muy bueno y los diálogos brillantes. Frank Langella y Michael Sheen merecen un Oscar compartido por su espectacular interpretación. El resto de papeles también están muy conseguidos [Irving “Swifty” Lazar (Toby Jones)].

Richard Nixon cobró 600.000 dólares, más una parte de las ganacias, por las entrevistas concedidas a David Frost. Se grabaron alrededor de 29 horas de entrevistas durante cuatro semanas. Frost apostó fuerte en este negocio, financiando, gestionando y distribuyendo por libre su emisión y creando lo que el propio Ron Howard calificó como "the first fourth network" (la primera cuarta cadena).

Bajo el auspicio de Eleanor Roosevelt (Joan Blackham), que actúa como narradora de la historia, la joven Pavlichenko forma parte de la delegación soviética que visita los EEUU en busca de fondos de guerra. Pavlichenko inicia una relación de amistad con la ex-primera dama estadounidense.

Pavlichenko destaca en el campo de entrenamiento de francotiradores antes de ser destinada al frente. Tras la pérdida de Odesa (Ucrania), se ve obligada a replegarse en la defensa de Sebastopol, derribando objetivos tácticos para conservar la península de Crimea.

Lyudmila se enamora de dos oficiales. Primero siente interés por el capitán Makarov (Oleg Vasilkov), cuya caída en combate vengará como mejor sabe hacer, disparando, y más tarde mantiene una relación con el capitán Leonid Kitsenko (Evgenij Tsyganov). Por otra parte, el doctor Chopak (Nikita Tarasov) se sacrifica por un amor no correspondido en un contexto muy complicado.

CONCLUSIÓN

Producción ucraniana correcta sin más. El desarrollo es blandito y a mí personalmente no me transmite sensaciones.El principal defecto de la película es la relación de Pavlichenko con Eleanor Roosevelt, que, si bien es cierto que profundiza mínimamente en el perfil psicológico de la rusa, ralentiza el ritmo de la historia con flashbacks que no aportan demasiado (al menos desde un punto de vista geopolítico).

Las relaciones sentimentales no terminan de emocionarme, aunque desconozco si se tratan de hechos autobiográficos. Sea como sea, ¡qué mala suerte enamorarse dos veces en esas difíciles circunstancias!. Tampoco la relación de su mejor amiga Masha (Polina Pakhomova) con uno de los pilotos, Grisa, aporta demasiado. La fotografía (Robert Fraisse) es muy interesante durante el primer tercio de la película.

A pesar de todo, buena noticia encontrar este tipo de películas sobre la II GM. Habrá que seguir la pista al cine ucraniano y a Sergey Mokritskiy, que seguro contará con más y mejores oportunidades.

Hermosa Inés Bilbatúa (Natalie Portman). Me conmovió el lazo materno del personaje, que ya me había impactado en alguna obra como Las uvas de la ira (John Steinbeck). Javier Bardem, sin ser santo de mi devoción, está a la altura de su personaje: el inquisidor Lorenzo Casamares. Un correcto Stellan Skarsgård encarna a Goya. La película trata sobre la convulsa situación política de la España del siglo XIX, desfilando personajes históricos con un papel secundario, tales como Carlos IV (Randy Quaid) y su esposa, María Luisa de Parma (Blanca Portillo); Napoleón (Craig Stevenson) y su hermano José Bonaparte (Julian Wadham); el duque de Wellington (Cayetano Martínez de Irujo) y el inquisidor principal de la trama: el padre Gregorio (Michael Lonsdale). En un contexto histórico tan cambiante no existen caprichos del destino, sino menor o mayor capacidad de adaptación, sangre, opresión, locura, desesperación. Trata también el arte de la pintura de uno de los mayores artistas que ha dado España: Francisco de Goya y Lucientes. Ambientación muy correcta. Me gusta especialmente la música de Ángel José Nieto. En resumen, me parece una película fácil de seguir, interesante y con un final maravilloso.

La Tierra, 2154. Jake Sully (Sam Worthington) es un ex-soldado en silla de ruedas. Cuando su hermano gemelo es asesinado, Jake recibe una oferta de la compañía RDA para formar parte del Programa Avatar en el planteta Pandora.

RDA es una empresa minera que tiene como objetivo de explotar el unobtanium, un metal superconductor muy cotizado en la Tierra, y su equipo está capitaneado por la dra. Grace Augustine (Sigourney Weaver), exobióloga y directora del programa; el ejecutivo Parker Selfridge (Giovanni Ribisi) y el coronel Miles Quaritch (Stephen Lang), un sanguinario jefe de seguridad que está al mando de las operaciones militares. Jack se incorpora como piloto a control remoto de los “avatares”, unos seres creados a partir del ADN humano combinado con el ADN de los na’vi, los pobladores locales.

El coronel Quaritch decide que Jack es el espía perfecto y puede proporcionarle la información necesaria para derrotar a los nativos, pero todo cambia cuando Jack se enamora de Neytiri (Zoe Saldana), la hija de los jefes del clan omaticaya, uno de los clanes na’vi que habitan el bosque.

CONCLUSIÓN

Se dice que Avatar fue un proyecto que duró 15 años y costó unos 300 millones de dólares, algo difícil de creer viendo el resultado. El argumento es horrible y naufraga más que el Titanic.

El drama principal no está bien definido. Depende del original o del idioma de doblaje en que veamos la película, se entiende que el “unobtanium” puede ser, o un supermetal muy valioso, o un metal fundamental para la vida en la Tierra; es decir, no deja claro si se trata de una misión codiciosa o fundamental para la supervivencia y el devenir de la Tierra.

Que una empresa extractiva arriesgue parte de su capital para construir “escuelas”, ya sean para na’vis o para na’bos, es un disparate ridículo. Una empresa como RDA no es una ONG. No la interesa la multiculturalidad, ni la interculturalidad, ni la antropología, ni la justicia social o la lucha de clase. Una empresa privada con un equipo de distinguidos científicos e intelectuales cuya seguridad está al cargo de un Rambo de serie B rodeado de mugrientos mercenarios “blackwaters”.

Los personajes principales son absurdos y las interpretaciones vulgares. Los secundarios, que apoyan la rebelión de los “protas”, desarrollan una serie de acciones que uno ya no sabe si reír o llorar [los doctores Norm Spellman (Joel David Moore) y Max Patel (Dileep Rao); y Trudy Chacón (Michelle Rodríguez), la piloto de combate].

No se entiende la inocencia del pueblo na’vi ni la de la doctora Augustine (teniendo en cuenta que los contactos anteriores entre ambas civilizaciones se han resuelto con derramamiento de sangre). Jack y Augustine pueden aparecer con sendos chándals Adidas y Nike y una pelota de baloncesto que los na’vi seguirían sin sospechar. Ver a los “avatares na’vi”, vestidos con ropas occidentales y con sus caras humanas en “formato avatar” es una de las cosas más ridículas que he visto en el mundo de la ciencia ficción.

Jack es el típico “Elegido” enviado por los Dioses, pero no se cuenta ni porqué ni para qué. Hay un breve momento donde el jefe na’vi Eytukan habla de un “Salvador”, pero poco más. Por eso no entiendo la condescendencia de los na’vi respecto a la traición de Jack.

Tantos y tan graves defectos en una cinta de 2 horas y 40 minutos de duración me parece algo grave. Da a entender que se ha fabricado un producto comercial, vulgar y hecho con desgana para un público no aficionado a la ciencia ficción. Para colmo, la ambientación lograda a base de informática tampoco me termina de llenar.

Hubiera deseado ver alguna señal, algo a destacar, no sé… un detalle que me sacara de la modorra. Por ejemplo (ya que los na’vi se conectan a todo a través de la coleta, como Pablo Iglesias), que a la hora de irse al huerto utilizaran por una vez las colas... pero parece que la tienen de adorno (como el guión de Cameron). En fin, como dirían los na’vi… “Es difícil llenar un vaso que ya está lleno".