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Críticas de yesterday
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Críticas 244
Críticas ordenadas por utilidad
9
26 de junio de 2011
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
“No hay caballo que no pueda ser montado, ni vaquero que no pueda ser derribado”. Esta frase se convierte en el leitmotiv de ‘Hombres errantes’, película dirigida en 1952 por Nicholas Ray y que tiene muchos paralelismos con la convulsa vida de este director, que acabó cayendo en adicciones y perdiendo hasta la cordura ‘The Lusty Men’, ese es su título original, narra la historia de Jeff McCloud (Robert Mitchum), un ex campeón de rodeo, que decide alejarse de ese mundo y volver a sus orígenes. Tenía fama y dinero, pero lo desperdició influenciado por un entorno que te da tanto como te quita. Lo que ganas de día jugándote la vida, lo malgastas por la noche en alcohol, juego y mujeres, en un circulo vicioso del que el personaje de Mitchum intenta huir.

Una vez de regreso a su ciudad natal, McCloud se encuentra con un matrimonio feliz cuyo único deseo en la vida es trabajar y ahorrar lo suficiente para comprarse un rancho. La aparición de un ex campeón como McCloud despierta el ‘gusanillo’ en Wes Merrit (Arthur Kennedy), que harto de trabajar a cambio de una miseria decide probar suerte en el rodeo pese a la oposición de su esposa. Susan Hayward se mete en la piel de esa abnegada mujer, transmitiendo carisma y una fuerza arrolladora cada vez que aparece en pantalla. Sus diálogos con Mitchum y sus encontronazos con algunas ‘busconas’ son antológicos. Desconocía a esta actriz, ganadora de un Oscar en 1958 por ‘Quiero vivir’, cuyo nombre no olvidaré a partir de ahora.

Los personajes se definen a si mismos como unos fracasados y es que el mundo del rodeo parece la patria de los perdedores. Un microcosmos en el que conviven viejas glorias casi inválidas, mujeres que envejecen segundo a segundo temiendo quedarse viudas y maridos que hacen de la ambición y la irracionalidad su único modo de vida. También hay espacio para el amor, un afecto que va creciendo a medida que avanza la película y que ata al personaje de Mitchum a ese mundo al que había prometido no volver. Finalmente el sacrificio y la generosidad serán la mejor manera de declarar dicho amor.

Nicholas Ray, capaz de filmar obras maestras como ‘En un lugar solitario’ y películas fallidas como ’55 días en Pekín’, da una muestra de su talento en ‘Hombres errantes’. Aunque parte del mérito también hay que atribuírselo a Robert Parrish, que rodó algunas escenas cuando Ray cayó enfermo. El director estadounidense fue un renovador y aquí lo demuestra en las escenas del rodeo, cercanas al cine documental y que transmiten con absoluta veracidad la peligrosidad de dichas competiciones. La película tiene muchos puntos en común con ‘Million Dollar Baby’, así a todo aquel que le guste la película de Eastwood sabe que tiene en ‘Hombres Errantes’ una apuesta segura.
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8
30 de septiembre de 2010
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una adaptación perfecta de la obra de Antonio Tabucchi, eso es lo que es esta película. No falta nada, ni sobra nada de la novela. Además consiguieron lo más difícil, encontrar a Pereira. En esta obra el gran Marcello Mastroianni es Pereira, tal y como te lo imaginabas cuando leías la novela. Sus limonadas, sus conversaciones con el retrato de su mujer, sus ‘encontronazos’ con la portera, sus debates con el cura, sus dudas sobre si despertar y luchar o seguir dormido y acomodado en la ignorancia.

En plena dictadura de Salazar, las noticias sobre lo que ocurre fuera de Portugal son mínimas. Ni siquiera hay información sobre la guerra civil que sufre el país vecino tras el golpe de estado de Franco. Sólo Manuel, el camarero del bar que frecuenta Pereira se convierte en una fuente fiable. La prensa no informa, sino que más bien desinforma siguiendo las directrices marcadas por el poder, muy preocupado en ‘acallar’ las protestas de sus ciudadanos, a través de una represión policial cada vez más evidente.
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9
23 de septiembre de 2011
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una escena de 'Vidas Rebeldes', uno de los protagonistas cuenta como podemos seguir viendo el brillo de una estrella aunque ésta haya muerto hace cientos de años. Algo parecido ocurre con esta película, que nos permite seguir viendo el brillo de una estrella, en este caso del celuloide, muchos años después de su muerte. Hablo de Marilyn Monroe. La 'tentación rubia' está espléndida en esta obra maestra de John Huston, y no solo físicamente, que también, sino interpretativamente. Alrededor de la estrella orbitan una serie de satélites encarnados por Clark Gable, Montgomery Clift y Eli Wallach. Tres hombres que hablan, sienten y aman a Marilyn. ¿Quién no?

Estos personajes son 'The Misfits' (Los Inadaptados), a los que habría que sumar a una secundaria de lujo, Thelma Ritter. Monroe es una recién divorciada en busca de afecto; Gable, un cazador de caballos salvajes que quiere mantener su libertad; Clift, un joven que sobrevive a duras penas jugándose la vida en los rodeos; y Wallach, un amargado viudo que necesita una nueva mujer. Todos ellos están perdidos, sin un horizonte vital al que dirigirse y con graves traumas a cuestas. Es una película de tono crepuscular, y no solo por ser la última de Marilyn Monroe y Clark Gable, sino por la sensación de fin de una época que transmite.

Volviendo a Norma Jean, la minusvalorada actriz está más sensual (y sexual) de lo habitual, lo que provocó que la censura sacara la tijera (los numerosos cambios en el doblaje lo atestiguan), privando a los españoles de la época de una Marilyn en todo su esplendor. Mención especial para la escena de una solitaria Marilyn bailando borracha a la luz de la luna con un halo fantasmagórico y premonitorio a su alrededor y para otra en la que una exuberante Marilyn demuestra su capacidad para volver locos a decenas de hombres con algo tan inocente como una bola atada a una pala. Todo esto bajo la atenta mirada de Arthur Miller, su por entonces marido y además guionista de la película.
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9
31 de agosto de 2010
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el comienzo de la película, en el que no vemos lo que pasa porque el tren donde transcurre la acción está en un túnel, hasta ese final al borde del acantilado, el personaje de Cary Grant da mala espina. Y no se libra ni con el final que le impusieron los productores a Hitchcock (en spoiler). En esa primera escena del tren ya vemos a dos grandes actores frente a frente. Ambos están enormes, aunque la que se llevó el reconocimiento y el Oscar fue Joan Fontaine. Se lo debían por no habérselo dado el año anterior por “Rebeca”, en el que fue a parar a manos de Ginger Rogers por una película que pasados los años nadie recuerda; en fin cosas de la Academia de Hollywood. Cary Grant hace un papel atípico en su filmografía, es el ‘malo’ de la película y la verdad es que lo borda, porque siempre te hace dudar sobre si realmente lo es o no.

Esta obra tiene bastantes similitudes con otra obra maestra de Hitchcock, “La Sombra de una Duda”, aunque en esa película la duda se acababa resolviendo, mientras que en “Sospecha” esa duda se mantiene hasta después de acabada la película y eso se lo debemos a los productores que cambiaron el final. Por una vez y aunque fuera sin querer, mejoraron una película. El cambio venía impuesto porque Cary Grant, el galán de Hollywood, no podía quedar como el malo de la película, pero ese cambio la hace aún mejor, porque Hitchcock, muy listo, se encarga de obedecer a los productores, pero firmando un final más ambiguo, cuya resolución queda en manos de los espectadores.(en spoiler).
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7
28 de diciembre de 2011
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aki Kaurismäki es uno de esos directores europeos que hacen de los festivales de cine su hábitat natural. El finlandés no es el único que sobrevive gracias a esa especie de reserva natural en que se han convertido estos certámenes. En la misma categoría podríamos incluir a cineastas como los hermanos Dardenne, Fatih Akin, Michael Haneke, Ken Loach, Thomas Vintenberg, Robert Guédiguian, Goran Paskaljevic o Lukas Moodysson. Incomprensiblemente, ninguno de estos directores consigue conectar con un público mayoritario.

Los prejuicios hacia el cine en función de su bandera, del extraño nombre de los intérpretes o de su escasa publicidad son, como todos los prejuicios, propios de gente ignorante. Es una pena que por estos motivos una película como Le Havre pase sin pena ni gloria por la cartelera española, mientras producciones norteamericanas de usar y tirar se llenan los bolsillos. Una virtud del cine europeo es su humanidad, con argumentos que te enseñan a ser mejor persona sin necesidad de adoctrinamientos.

'Le Havre' sumerge al espectador en el drama de la inmigración ilegal. Idrissa, un adolescente procedente de Gabón, llega al puerto de la ciudad francesa que da título al film con el único objetivo de alcanzar Londres, donde le espera su familia. En plena huida de la policía se topa se con Marcel, un veterano escritor que abrirá las puertas de su casa al recién llegado mientras su mujer se recupera de una enfermedad en el hospital. “Otro dramón”, pensarán algunos… Pues ni de eso podemos acusar a 'Le Havre', ya que Aki Kaurismäki convierte esta terrible historia en un cuento de hadas, en el que hasta los milagros son posibles.
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