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España España · Granada
Críticas de Kikivall
Críticas 1,987
Críticas ordenadas por utilidad
7
28 de marzo de 2024
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He visto hace apenas unos días esta maravillosa película sobre la decadencia del estilo de vida del lejano oeste, cuando los vaqueros, los Salooms, el trabajo al galope y en libertad o la escasez de trabajo, periclitaron a aquellos héroes del colt y el caballo en poco menos que nada.

Película de 1970 dirigida por William A. Fraker, está basada en la novela del escritor norteamericano Jack Schäfer de título homónimo. La historia sigue a Monte Walsh, interpretado por Lee Marvin, un vaquero que enfrenta el fin de la era del Salvaje Oeste con valentía no exenta de nostalgia.

La llegada del alambre de púas y los ferrocarriles hacen que el oficio tradicional del vaquero sea cada vez menos necesario. Monte, junto con sus amigos, debe enfrentarse a un mundo cambiante que se mueve por el “capital”, o sea el dinero. Lejos el romanticismo del vaquero de condición natural.

Es de destacar la actuación de Lee Marvin y la dirección sensible de Fraker, que captura con detalle los últimos días de una era desaparecida. D igual modo, están sensacionales un magnífico Jack Palance, la bella Jeanne Moreau o Bob Hopkins.

La película resulta melancólica y lírica, con una narrativa que enfatiza la lealtad a un estilo de vida que palidece y tiende a desaparecer. La interpretación de Marvin es soberbia, así como la capacidad del filme para retratar con tristeza y admiración a los “dinosaurios” del oeste.

Por otro lado, es digno de elogio esta cinta por su humor, su ternura, cierta violencia y gran melancolía, un western singular que ofrece mucho más que la actuación conjunta de Marvin y Palance. Cabe también reconocer este filme por la impresionante fotografía de David M. Walsh y la sensacional banda sonora de John Barry.

En resumen, “Monte Walsh” es una obra enjundiosa por su enfoque contemplativo y suave, pero sin dejar de lado la dosis de violencia esencial al género del western, o el amor que asoma con la pareja Marvin-Moreau amándose en el otoño de sus vidas. Es una obra que refleja la resiliencia humana y el cambio a través de una historia emotiva y convincente.
Kikivall
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7
27 de marzo de 2024
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La historia se centra en un capitán del ejército estadounidense, interpretado sensacionalmente por Christian Bale, quien debe escoltar a un jefe Cheyenne moribundo (muy bien W. Studi) y su familia a través de un peligroso viaje desde Nuevo México hasta Montana, en 1892.

Western con reminiscencias clásicas, destacando los grandes espacios abiertos y la temática de casacas azules e indios, con un trasfondo de odio y aceptación.

El director Scott Cooper es digno de elogio por su capacidad de crear encuadres y panorámicas que recuerdan al western clásico, así como por la historia, que aborda temas de odio y aceptación entre culturas, incluida la de una joven mujer cuya familia ha sido matada por los indios (magnífica Rosamund Pike).

De otro lado el filme comienza con promesa, pero la película cae en el error de la equidistancia, tratando a todos los personajes, excepto a los protagonistas, como “malos”. Digamos que hay una tendencia a bascular contra los salvajes indios que tantas tropelías cometen.

Cuenta la película con una estética impecable y una tensión bien retratada, lo que la hace interesante para el espectador. Magnífica música de Max Richter y una fotografía esplendente y que sabe captar paisajes maravillosos del lejano oeste, de Masanobu Takayanagi.

En resumen, “Hostiles” es una película meritoria como homenaje al género western y las pelis de indios, casacas azules y forajidos. Las actuaciones de su elenco son muy buenas, aunque se tambalea algo con su narrativa y por el enfoque un poco confuso sobre los temas tratados. La película invita a la reflexión sobre la violencia y la conquista del Oeste norteamericano, y presenta una visión cruda y sin filtros de la época. Recomendable de todo punto.
Kikivall
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7
27 de marzo de 2024
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Stéphane Castang desarrolla confiadamente su primer largometraje, colocando su historia en un mundo normal e incluso anodino, en el que empiezan a suceder cosas extrañas y apocalípticas.

En la historia, Vincent Borel (Leklou) es un hombre joven regordete, un apacible diseñador gráfico de Lyon que vive tranquilo, va al trabajo en bicicleta, y se lleva bien con sus compañeros y vecinos. Un joven como tantos, separado y sin mayores exigencias familiares. Es pacífico y nada hace pensar que vaya a ser protagonista de intimidación, ataques y odio en su rededor.

Pero de repente, la gente siente el raro impulso y la necesidad de agredirle, se diría de matarle, sin que se sepa el por qué. Un día, en la oficina, sufre una ataque imprevisto y no provocado por parte de un becario que intenta golpearlo en la cabeza con un ordenador portátil. Le sigue un nuevo ataque de un colega que lo apuñala brutalmente con un bolígrafo.

Una especie de microbio o virus hace que le ataquen a él en particular cuando le miran a la cara. Su anodina existencia se descontrola y, conforme la violencia crece, no tiene más remedio que huir sin saber bien adónde.

Esta cinta podría considerarse una metáfora de la violencia que inunda y que es inherente a esta sociedad de la prisa, del tumulto, de estrés. Un mundo en el que abundan insultos, ejecuciones o linchamientos, sobre todo a través de las ondas de Internet y telefonía móvil.

Con un guion muy particular de Mathieu Naert, esta peli habla de la soledad, pues bajo el aparente manto de la conectividad instantánea por móvil u otros, la realidad es que vivimos una sociedad en la que la soledad constituye una seria y amenazante pandemia.

La obra de Castang es, entre otras, una alegoría de cómo se genera violencia en lugares aparentemente apacibles o civilizados. Pero donde también, a pesar de la bruma agresiva que preside nuestro mundo (thanatos), está la presencia del amor (eros). Tenemos el romance en el encuentro casual de Vincent con la camarera y alma perdida Margaux (Pons), aunque la intimidad es peligrosa también. Ambos personajes alternan episodios de violencia y amor, pasión y ternura.

El contacto visual desencadena nuevos ataques; los amigos se convierten en potenciales enemigos; los familiares no son garantía de seguridad. Una mirada equivocada puede transformar a los hijos del vecino en pequeños demonios embrutecidos. Un encuentro amistoso se vuelve desagradable y termina en un feroz combate cuerpo a cuerpo. Sólo le acompaña un amigo incondicional: un perro de nombre Sultán.

El debutante Castang hace una mezcla de géneros cinematográficos en esta historia de amor-odio-muerte-vida, que habla de incomunicación y delirio, pero también puede tener una lectura como símbolo de la persecución que se produce en las redes sociales.

Tiene del mismo modo una equivalencia con esos filmes en que los zombis atacan sin piedad y sin descanso, donde hay saña y crimen crudo de unos contra otros y todos contra todos, que consigue provocar angustia.

Hay más de catorce peleas en la película, una violencia cotidiana y creíble. No una violencia hollywoodiense, sino gente normal que se agrede y golpea. Una violencia absurda e inútil con momentos de comicidad.

De igual manera hay episodios de lucha muy cruda, como la disputa a muerte entre Vincent y un contrincante en una fosa séptica, una escena muy intensa donde al ímpetu, se une la suciedad, la fetidez, dos hombres golpeándose y queriéndose ahogar en la pura hediondez negra de cuanta porquería es imaginable.

Pero, como decía, también el libreto de Mathieu Naert intercala una hermosa historia de amor en un mundo tan cruel y esquizoide, lo cual es una buena forma de plantear de manera convincente un relato realista y feroz a la vez. El amor como remedio, como lenitivo, como resorte para sobrevivir en un mundo que s va cuesta abajo.

El reparto es convincente, destacando un Karim Leklou que encarna con solvencia el papel protagonista, un pobre y sufridor hombre que sin venir a cuento se ha convertido en una especie de chivo expiatorio al que todos agreden. Acompaña como camarera amante y peligrosa también, Vimala Pons, que está muy bien; y acompaña un reparto eficiente y conjuntado.

Los tonos elegidos por el director junto con su director de fotografía Manuel Decosse, son muy adecuados, con un leve tinte de humor negro y la comprensible angustia del protagonista, que no obstante va perdiendo su brío, originalidad y tensión conforme avanza el metraje.

Castang y Naert construyen de manera inteligente una obra de seres agrediendo sin coto, hombres y mujeres conducidos por un impulso destructor, lo que puede recordar a Hitchcock en Los pájaros o películas de zombis como las que realizó George A. Romero.

Película que tiene ritmo y sacudidas. Castang mantiene un impulso enérgico con el espectador. La música de John Kaced se hace eco de las partituras de John Carpenter, lo que agudiza la inquietud. Pero están también los momentos de reflexión sobre las duras realidades de este nuevo mundo y lo que tal vez está por venir.

Publicado en revista ENCADENADOS: https://encadenados.org/criticas/vincent-debe-morir-2/
Kikivall
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7
26 de marzo de 2024
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Dirigida por Robert D. Webb, y un guion de J. Petrarca y A. Spelling (adaptación de una novela de Louis L’Amour), la trama gira en torno al conflicto entre rancheros y madereros por el uso de unas tierras. Los rancheros intentan evitar que los madereros talen los árboles, ya que esto podría provocar que el lodo anegue sus tierras durante la época de lluvias.

Destaca la película por abordar temas ecologistas, lo cual arranca en interés por aquellos entonces en que no se hablaba mucho de estos temas.

Es sabido que era la decadencia del protagonista Alan Ladd, quien era un actor muy popular en Hollywood. Pero es evidente que su cara está hinchada, sus movimientos son lentos y su actuación se ve afectada por problemas personales, incluyendo el alcohol y los barbitúricos que lamentablemente acabarían con su vida años después. Esto se ve en que las escenas de lucha en las que participa son evidentemente dobladas.

A pesar de ser una obra en color y contar con la presencia de Ladd, tiene características de un filme serie B, con escenas de peleas poco convincentes incluso para la época. Las escenas amorosas son igualmente cándidas, si bien con su encanto.

Aunque la película es narrada sin mucha imaginación, resulta entretenida y eficaz. Los paisajes y la fotografía son bonitos (fotografía de John F. Seitz), y los actores secundarios, como el musculado Gilbert Roland o la bonita Jeanne Crain, ofrecen actuaciones destacadas.

Buena música de David Buttolph que envuelve un western que, aunque menor, se disfruta por su falta de pretensiones y su capacidad para entretener.

En resumen, “Los Taladores” es una película que, a pesar de sus limitaciones, puede ser recomendada a los aficionados del género western por ser distraída y por su temprana conciencia ecológica.
Kikivall
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6
25 de marzo de 2024
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Conocida también por su título original “Posse”, es un western que se destaca por su enfoque crítico y reflexivo sobre la ambición y la fama.

Dirigida y protagonizada por Kirk Douglas, la película presenta a un sheriff que busca notoriedad y una carrera política, asegurándose de que sus capturas sean documentadas por fotógrafos. Sin embargo, su encuentro con un ladrón astuto, interpretado por Bruce Dern, le enseña que la fama es efímera y volátil.

La crítica ha elogiado y con razón la película por su contribución significativa al género del western, especialmente en una época (años setenta) en la cual el género estaba en declive.

Merece destacable la habilidad de Douglas para presentar una narrativa clásica con nuevos enfoques, evitando caer en simplificaciones o clichés. La película se debe valorar por su planificación precisa, su excelente fotografía de exteriores y un reparto sólido donde destacan Douglas, Dern, Bo Hopkins, James Stacy, David Canary, Alfonso Arau o Katherine Woddville.

En un análisis más detallado, podemos observar que el filme explora la delgada línea entre la honradez y la corrupción. El sheriff, en su ambición desmedida, se muestra dispuesto a sacrificar su moralidad por el poder, mientras que el ladrón, aunque criminal, no es retratado como un asesino y parece tener un código de honor más justo en comparación con el sheriff. Este juego de paralelismos entre los dos personajes principales añade una capa de complejidad a la película, invitando al espectador a cuestionar las verdaderas motivaciones detrás de las acciones de cada uno.

La película es un western tardío que mezcla la herencia narrativa clásica con planteamientos modernos, sin caer en lo burdo o en efectismos fáciles. Excelente música de Maurice Jarre (nada menos) y una sensacional fotografía de Fred J. Koenekamp, con hermosas vistas y angulares de lujo.

Animo y aconsejo visionar este western, pues creo que es una película más importante de lo que se le reconocido habitualmente.
Kikivall
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