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España España · Madrid
Críticas de Naran
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Críticas 136
Críticas ordenadas por utilidad
9
14 de marzo de 2008
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
William Keane es un hombre que acude todos los días a la terminal de autobuses del puerto de Nueva York buscando desesperadamente a su hija de 6 años, que lleva desaparecida ya varias semanas…
William Keane es un hombre atormentado con un extraño mundo interior debido a su esquizofrenia. Desde la agobiante estación de autobuses Port Authority, en Nueva York, consuela la trágica desaparición de su hija ayudando a niñas que necesitan sentirse protegidas. Kira es una de esas niñas. Pero, ¿y si sus intereses no fueran solo paternales?, ¿y si su hija no hubiera desaparecido?, ¿y si nunca existió? En medio de un laberinto de dudas, Keane lucha contra todos sus fantasmas, reales o imaginarios.
“Keane” (2005), tercera película del realizador Lodge H. Kerrigan, estrenada con bastante retraso en España, es una de esas pequeñas películas que pasan desapercibidas en cartelera. Con una premisa inicial similar a “Plan de vuelo: desaparecida” (2005), a Kerrigan le sale un estupendo retrato de la locura. Como “Clean, Shaven” y “Claire Dolan”, la trama está trazada de tal manera que mantiene todo el tiempo un punto de vista cercano al protagonista, pero sin nunca entrar en su subjetividad.
Con una puesta en escena que la crítica compara con los hermanos Dardenne, Kerrigan prescinde de la música, rueda cámara en mano y apuesta por la iluminación más naturalista para transmitirnos el mundo de Keane. Tremendamente asfixiante, “Keane” sabe reflejar una soledad que cualquiera puede sentir en una gran ciudad, donde se puede estar rodeado de gente y encontrarse totalmente solo. Por si fuera poco, y para subrayar el tono melancólico, Kerrigan nos muestra una Nueva York deshumanizada donde la calidez se ha dejado a un lado. El cotidiano mendigo que vive prácticamente en el metro, ésa es la escoria de la sociedad.
Sin embargo, y pese a la excelente dirección, la cinta no sería nada sin la magnífica interpretación de un espléndido Damian Lewis. Su encarnación del enajenado protagonista refleja a la perfección la permanente angustia de un hombre acosado por multitud de demonios interiores, tratando de mantener la cordura y darse cuenta de su propia pérdida de razón; y sugiriéndonos identificación y repulsa. A su lado, Abigail “Mis Sunshine” Breslin, consigue dotar de absoluta veracidad al personaje de esa pequeña en la que Keane encuentra compañía.
Keane no es Rain Man. Ni Forrest Gump. Ni el Rey Pescador. Keane no es el loco simpático, incomprendido o peligroso. Tan sólo el misterio de lo diferente, y el temor instintivo, irracional, humano... a esa diferencia.
Naran
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8
7 de diciembre de 2007
20 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un golpe a la mandíbula. Luego otro en el estómago. Luego otro. Unas patadas en el costado. Un mazazo en la cabeza. Al final acabas destrozada.
Mientras que Trainspotting -otra sobre drogas- me pareció una curiosa rayada hecha por unos cuantos amiguetes, esta película de Darren Aronofsky -responsable de la matanza- se limita a aplastarte. Hora y media de cine intenso, sin concesiones, con tendencia a producir desasosiego hasta en los estómagos más curtidos, entre los que el mío, efectivamente, no se encuentra.
Harry vive con su atormentada madre Sara, y mientras él sueña con una vida mejor, ella está permanentemente a dieta para el día que pueda cumplir su mayor ilusión; aparecer en su concurso televisivo preferido. La ambición de Harry y su novia Marion es hacerse ricos vendiendo droga con su amigo Tyrone, y utilizar las ganancias para abrir un negocio propio, pero nunca llega el dinero suficiente para iniciar su plan. A pesas de todo, Harry y Marion no se resignan a vivir una existencia que consideran despreciable, por lo que harán lo impensable para conseguir la vida que anhelan.
Después de Pi, y el contrario que en ésta, Aronofsky toma como punto de partida material ajeno, la novela homónima de Hubert Selby Jr. La contundencia literaria de la historia permite a Aronofsky explotar la adicción en general -a las drogas, a los sueños, a una vida mejor-, verdadero hilo conductor de la película. Darren Aronofsky deposita todo el peso narrativo en un montaje novedoso y en recursos fílmicos no demasiado comunes (división de la pantalla, alteraciones del ritmo dentro de un mismo plano...) que resultan desagradables, pero funcionan a la hora de mostrar el descenso a los infiernos, sin posibilidad de escape, de un grupo de personajes sin otra voluntad que la que dictan sus adicciones.
El director culmina su obra con un final que es una serie de fuertes golpes traducidos en diez minutos agobiantes, inteligentemente acompañados (y algo suavizados, por lo menos) por la música de cuerda de Kronos Quartet, que ejerce de perfecto contrapunto para el trabajo tecnológico de Clint Mansell para el resto de la película. Los actores, perfectos, así como el equilibrio entre la experiencia de la veterana Ellen Burstyn y la juventud de Jared Leto, Jennifer Connelly y Marlon Wayans (el más sorprendente).
No hay salida: la historia está llevada hasta sus últimas consecuencias y hasta la sordidez más absoluta. Apabullante. Una pesadilla: la nevera moviéndose hacia Ellen Burstyn y hacia el espectador. Una migraña. Si nos sobreponemos a la esquizofrenia que sugiere, veremos una película particular, frenética, sorprendente, y llena de angustia y vacío.
Naran
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5
13 de enero de 2008
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bonito argumento, buenos actores, director de prestigio... Y sin embargo, la película, aparte de cierto entretenimiento (poco) no ofrece mucho más. De tono netamente cómico, Casanova fue calificada por la productora Leslie Holleran (que ya hizo con Lasse Hallström la encantadora Las normas de la casa de la sidra, la ñoña Chocolat y la gris Atando cabos) como "La encantadoramente romántica comedia moderna, aguda y sofisticada de la vieja leyenda de Giacomo Casanova". La crítica la vapuleó, considerándola una película muy superficial, y muy por debajo de la altura del personaje. De hecho, fue recibida en el Festival de Venecia con silbidos.
Desgraciadamente, sí se trata de una comedia, y además, de chascarrillo/vodevil, aderezada con ciertas notas dramáticas, resoluciones ridículas y, cómo no, la consabida historia de amor (con cierto final sorpresa). Ah, y el final feliz que todo el mundo espera. Todo lo demás, vestuario, música, decorados... todo precioso y colorista.
La película tiene este hilo argumental: El protagonista, ya anciano, rememora sus ajetreadas aventuras. Casanova, es joven, atractivo y con gran fama de libertino. Para evitar ser encarcelado (tras haber sido pillado in fraganti con una novicia), Casanova acepta el consejo que le da el gobernador veneciano, admirador y protector: sentar la cabeza, casarse, someterse a las reglas de la sociedad. Pronto hace su elección, pero Casanova conoce por casualidad a Francesca y se enamora perdidamente de ella, que no le corresponde y ya está comprometida. Enterado de los planes de su amada imposible e impasible, Casanova se hace pasar por su prometido y engaña al obispo Pucci, que ha sido enviado por el Vaticano para arrestarlo y juzgarlo por conducta licenciosa.
A partir de ahí, aventuras varias y escenitas absurdas. Por ejemplo, el trillado recurso de disfrazar a Francesca de hombre (fatal, por cierto), montar un indulto con cuentos papales de por medio... Curiosos los devaneos amorosos: Casanova se mantiene fiel a su amada mientras los demás cambian de preferencias sentimentales como si nada. Todo como consecuencia de un guión sencillito y sin complicaciones firmado a cuatro bandas (Tom Stoppard, Michael Cristofer, Jeffrey Hatcher y Kimberly Simi). La dirección de Hallström no es mala, pero no tiene alma.
Sobre los actores, o mejor, sobre las actrices. Sienna Miller está bellísima en un papel tópico y mil veces repetido, y Lena Olin aporta todo su oficio su particular viuda. Heath Ledger, picaresco pero no excesivamente creíble, Oliver Platt, mera caricatura, y por supuesto, un Jeremy Irons, que en vez de demostrar lo buen actor que es, se pone a sobreactuar a base de aspavientos.
En fin, película entretenida, idónea para los que disfrutan con historias simples, bonitas y mil veces repetidas, o para románticos incurables, aquellos poco exigentes fans de Romeo + Julieta/Tristán + Isolda y demás combinaciones mágicas.
Naran
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6
18 de marzo de 2008
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el viaje anual de pesca, en un aislado lugar en el campo, Stewart, Carl, Rocco y Billy encuentran el cuerpo de una chica en el río. Es tarde ya para que volver a la carretera e informar del trágico hallazgo. A la mañana siguiente en vez de emprender la larga caminata de regreso, deciden pasar el día pescando. La decisión de quedarse pescando es un poco extraña, como si el propio lugar ejerciera algún tipo de influencia sobre ellos. Cuando finalmente vuelven a casa e informan del suceso el infierno se desata.
En “Tanta agua tan cerca de casa”, Raymond Carver narraba el extraño comportamiento de una esposa cuyo marido encuentra, durante unas jornadas de pesca junto a un grupo de amigos, el cadáver de una joven El hecho, sobredimensionado por los medios de comunicación, provocará que la mujer quiera saber algo más sobre la chica asesinada. Ray Lawrence toma el argumento de una intriga muy a los hermanos Coen para crear otro tipo de historia, sobre el racismo, sobre las personas, sobre la (in) humanidad.
Tras un comienzo de una atmósfera verdaderamente inquietante, nos vamos sumergiendo en una trama enormemente densa y sucia, de pausado desarrollo; una historia llena de personajes de doble cara, en un entorno puramente cotidiano, el de un pueblo, Jindabyne. Ah, pero es que el hecho de ser una película "lenta" es un arma de doble filo. La estructura temporal y los diálogos intimistas no siempre garantizan una buena película coral. Para el espectador que no venga prevenido, se le hará pesada y aburrida, por el excesivo laconismo, por ese final seco y sin sentido, por el sabor de boca que deja, por el hastío.
El ser humano y sus contradicciones. Unos hombres encuentran un cadáver y no avisan del hecho hasta dos días después cuando terminan su jornada de pesca. ¿Qué habríamos hecho nosotros? ¿Tan terrible es esa justificación de "ya nada puede ayudarla"? Los hechos nos son mostrados sin concesiones, pero las interpretaciones corren a nuestro cargo, ya que ni los personajes son capaces de afrontar sus propias actitudes.
Todo es excesivo en Jindabyne. La sensación de realidad que acecha, como si de un cuadro se tratara. Las interpretaciones de Gabriel Byrne y Laura Linney, siempre a punto de estallar, la fotografía de David Williamson o la banda sonora de Paul Kelly y Dan Luscombe.
Jindabyne es una película llena de fantasmas. Sobre una mierda de vida, con perdón. Creíble o increíble, es un ejercicio de búsqueda de pistas sobre los pequeños trazos que nos da Lawrence para encontrar las claves de la historia. Y una vez encontradas, ¿qué queda? Entre la realidad y el sueño, el alivio y la inevitable inquietud... una historia llena de fantasmas humanos. Sin explicación.
Naran
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9
14 de marzo de 2008
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Suecia, siglo XIV. La peste negra asola Europa. El caballero sueco Antonius Blovk y su leal escudero regresan a su país, tras diez años de inútiles combates en las Cruzadas por Tierra Santa. Vuelve como un hombre atormentado y lleno de dudas, y la Muerte se presenta reclamándolo. Con la esperanza de obtener algunos conocimientos antes de morir, el caballero reta a la Muerte a una partida de ajedrez. El hombre busca respuestas a las preguntas claves de la vida, la muerte y la existencia de Dios durante una partida de ajedrez.
¿Qué es El séptimo sello?Una actualización de los autos sacramentales del siglo XVII (Bergman dirigió las representaciones de alguno de éstos). Reflexión sobre las dudas existenciales en el marco de la terrible Edad Media -con la peste, los mil peligros, la violencia, el hambre-. El cristianismo exacerbado, el temor a la muerte, la vida en la miseria. Un amargo viaje directo a muchos de los conceptos que sostenemos.
Es un pájaro que aparece en pantalla, mientras una voz en off recita el Apocalipsis. El hombre se comunica con Dios. Dos hombres, yacen en la playa. No sabemos si duermen, sueñan, o están muertos. Su quietud se contradice con el movimiento que les rodea. Inmóviles como las rocas sobre las que yacen, mientras los caballos beben.
Una narración serena, imágenes que deslumbran y un argumento que nos atrapa en una espiral que va desarrollando su misión, he allí el misterio... Una temática tan seria con elementos humorísticos, de acción. Diálogos que no son de este mundo. La luz, la ambientación, los enfoques. El autor que supo encuadrar toda esta historia es Gunnar Fischer. Cada instante es eterno, y emotivo. Como una continua sensación de búsqueda. El golpe puede ser doloroso. Es real.
También, la fama inmediata para Max Von Sydow y un prólogo a la de Gunnar Björnstrand, Bibi Andersson y Gunnel Lindblom.
Una partida de ajedrez. Está grabada en nuestra retina. Una partida de ajedrez que no puede terminar en tablas... Una muerte distraída que cree ganar al caballero, mientras que éste juega otra partida paralela de la que la muerte está ausente. Como si no supiéramos que la muerte está siempre ahí. La vemos, nos habla, forma parte de la vida. Siempre gana... por mucho que nos empeñemos en lo contrario. Una muerte traicionera. Una muerte egocéntrica y asquerosamente segura de sí misma. El destino está en sus manos, y nadie puede escapar de él. Puedes perder la fe en la otra vida... ten cuidado... también en ésta.
Naran
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