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España España · ALCALÁ DE HENARES
Críticas de Inaki Lancelot
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Críticas 156
Críticas ordenadas por utilidad
7
21 de noviembre de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director argentino Santiago Mitre nos ofrece en su segunda película, «La patota» en su título original, un planteamiento nunca complaciente ni trivial.

Desde un posicionamiento político muy definido, se cuestiona las verdades asumidas y los tics que arrastra la progresía, para decantarse por la libertad individual por encima de cualquier obcecación ideológica.

La obra está protagonizada por Dolores Fonzi y Esteban Lamothe, a quien ya dirigió en su ópera prima «El estudiante», donde escarbaba en el origen de la corrupción política.

Paulina, el personaje principal, pertenece a una familia de buena posición económica y culta, lo que le permite enfocar su formación con seguridad y elegir su futuro profesional. Sorprendentemente, y dolorosamente para su atribulado progenitor, deja una prometedora (en lo económico) carrera judicial para ser maestra rural en Posadas, al norte del país, ya en el límite con Paraguay..

El choque entre su vocación por la enseñanza y el afán de su padre por quitarle tales ideas de la cabeza, constituye un primer cuestionamiento sumamente interesante. Así como la denuncia del elitismo que supura quien se tiene por tolerante e igualitario.

Es entonces cuando la protagonista se desplaza a la provincia de Misiones y comprobamos tanto la capacidad de acogida y la generosidad de unos lugareños como el escaso aprecio por la educación de otros. Combinadas ambas cuestiones con un clima de violencia sobre la mujer que irá ganando presencia hasta conformarse en el tema principal de la película, junto al valor de la maternidad.

Así, mientras se alude a la explotación forestal en la cuenca del Paraná, a la imposibilidad de una justicia plena entre la pobreza, a la vindicación de los Derechos Humanos, de camino hacia el desenlace surgen preguntas como si pueden establecerse grados en el carácter de una víctima, de modo que unas lo sean más que otras.

A la postre, el tema final es la distancia entre la justicia y la legalidad. La necesidad del aparato judicial por nombrar culpables a los que aplicar castigo e incluso cierto mesianismo a la hora de aplicar las leyes.

Mitre ha sabido crear una obra que cuestiona al espectador, que crea controversia y muestra la debilidad del individuo ante los convencionalismos y falsedades asumidas colectivamente. Una cinta que sorprende y emociona. Detalla unos hechos que causan estupor y rebusca en las respuestas personales la salida verdadera.

Controvertida y sorprendente. Estimulante, reflexiva. Sagazmente crítica. Personal. Una película diferente que llega desde Argentina y es vigente en cualquier lugar del mundo.
Inaki Lancelot
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7
12 de mayo de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si siempre se asocia al personal del cine con la ostentación es, entre otras razones, porque las actrices más famosas visten trajes de firma en las galas promocionales. Y siguiendo una lógica algo pedestre, se llega a conclusiones absolutamente equivocadas acerca de la calidad de vida de todos los que intervienen en la realización de una película.

Así que es buen momento este para que «Las altas presiones» ceda el protagonismo a un trabajador tras la tramoya. En concreto, un localizador que se entretiene en rebuscar con meses de antelación en los rincones geográficos hasta encontrar el decorado natural adecuado para acompañar al argumento. Alguien contratado por una semana en condiciones bien alejadas del lujo y el glamour. Un personaje encarnado por el magnífico actor Andrés Gertrúdix, siempre capaz de crear personajes únicos y diferentes, al tiempo que reales. Acompañado por las bellísimas Itsaso Arana y Diana Gómez.

La cuestión es que a sus primeras canas y desencuentro afectivo, se suma su inseguro trabajo. El cual le conduce a ambientar la despoblación industrial en Galicia. Y así como es difícil no asociar la España de los 70’ con tantas edificaciones no culminadas, cuyos cimientos adornaron el paisaje hasta su diferida demolición. Así vemos reflejada la destrucción industrial de principios del XXI, contemplando esqueletos de naves que fabricaron loza y hoteles que hospedaron tiempos boyantes.

Frente a este ambiente interior algo opresivo y decadente, la visión de la energía juvenil que desprenden quienes aún no peinan canas, es una mella más en el ánimo de un protagonista sumido en plena crisis de madurez.

Este artículo podría titularse “La primera cana de un localizador”, o la introescapada, por sus referencias al cine francés y el contraste entre lo juvenil y un mundo viejo, en este caso interior. O los desenamoramientos, por la importancia de estos en el argumento.

Pero, finalmente, se trata de reflejar preocupaciones personales en el mundo actual. De transmitirlas sin obviedad. Dejar que trasluzcan los sentimientos que no se verbalizan. Será como viajar no para ver monumentos sino para empaparse de tipos de vida. Experimentar en la sala de cine sentimientos ajenos, absorberlos y descubrir lo que tienen de propios. Si se da este paso, «Las altas presiones» cala. Y muy hondo.
Inaki Lancelot
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5
7 de octubre de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si utopía es la esperanza de un mundo futuro idealmente bueno, distopía es el temor a una sociedad aberrantemente mala. Me veo en la obligación de introducir así el artículo, pues el término distopía no figura en el diccionario de la RAE, aunque a día de hoy su uso como sinónimo de antiutopía esté totalmente implantado.

La distopía más conocida fue la creada en aquel «Mundo feliz» del que Huxley, creo recordar, no explicaba el origen. Un hueco por el que entran películas como «Mi vida ahora».

Los jóvenes de esta cinta británica despiertan de una vida bucólica (no idílica pero sí muy libre) en una pesadilla fruto de la guerra o el terrorismo nuclear. Y es interesantísimo el tratamiento de la obligada obediencia cuando son malos tiempos.

Se genera en la parte central del metraje gran incertidumbre sobre lo que realmente está pasando y sobre si la información pública es creíble o un simple pasaporte totalitario. Es un momento en que el sudor frío envuelve al espectador por sus posibles analogías con la época que vivimos y un indeseado devenir inmediato.

Estos asuntos se tratan en la subtrama, mientras que la parte más superficial de la trama aborda una serie de aventuras atractivas con un suspense interesante.

Sólo la parte final del relato falla, en mi opinión, por decantarse por un final feliz innecesario. Un desenlace que no encaja con la lógica seguida en el argumento.
Inaki Lancelot
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9
12 de septiembre de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Los tres entierros de Melquíades Estrada” nos transporta a un lugar en el que no habíamos estado antes. Y si habíamos estado, fue hace mucho tiempo y no lo recordamos bien. Sin embargo, ahora podemos re-conocerlo a través de la vista, el sonido y el olor.

Su aridez nos conmueve y atrae con un magnetismo que debe de responder a un estado de cierta enajenación. Es muy extraño caminar con alegría hacia un paisaje tan yermo y silencioso en el que el viento silba como en un auditorio en el que fuera protagonista único. Huele la savia de la vegetación azotada por un sol inclemente que amarillea la visión.

Los hombres también sufren la fuerza solar y oscurecen su tez mientras cruzan un río grande perseguidos por policías de frontera, buscando un futuro mejor al otro lado, en el Texas natal de Tommy Lee Jones, el policía incansable en su afán de cumplir su trabajo y capaz de dar una oportunidad al fugitivo Doctor Kimble. Qué fantástica paradoja, el adalid de buen americano mostrando la indistinción de la naturaleza para con las fronteras, la injusticia del mundo que se definió libre. Recreándonos con su visión la libertad mental experimentada en las tierras periféricas.

Tommy Lee Jones dirige, y por primera vez, una historia personal en la que se recrea en el amor a su tierra, poblada por una amalgama imperfecta de hombres que proceden del norte y del sur y en la que la injusticia existe, aunque él no la comparta. Y donde la cultura mexicana se infiltró o fue infiltrada.

Nos transmite un relato western de tipos duros, de caracteres fuertes y bien definidos, hechizados en su propia personalidad, con su propio código de conducta, donde la amistad y la fidelidad son casi lo primero.

Toma el guión de Guillermo Arriaga, para que la historia no fluya lineal, sino apasionante, para que muertos y vivos convivan como en un relato de Juan Rulfo, también en tierra seca. Para que el punto de vista se fragmente y no haya verdad única asumida.

Crea unos personajes siempre fieles a su personalidad, hasta las últimas consecuencias. Últimas, sí. Porque este relato de frontera, este crepuscular encuentro habla de la vida a través de la muerte, la del personaje del título, la del anciano secundario de aparición inolvidable, la muerte que da sentido a la trayectoria de todos.
Inaki Lancelot
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5
31 de agosto de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A sus 75 años, Ken Loach es el director europeo de cine social más reconocido en España. Sus, hasta el momento, veintiún largos de ficción y su treintena de telefilms serán tesoros en manos de aquellos estudiosos de generaciones futuras que deseen profundizar en la realidad actual más allá de la verdad oficial.

Sistemática y paradójicamente, sus cintas reciben la crítica de adoptar una posición maniquea. Sin embargo, en la última, «Route Irish», el personaje principal, bajo cuyo punto de vista se desarrolla la trama, es un malo auténtico a quien difícilmente se justifica. A quien, sin embargo, se comprende.

El objetivo del film es la denuncia de los desmanes de la guerra, en la que los indeseables y los perversos no se encuentran sometidos a otra ley que la de la fuerza, la debilidad del ciudadano de base ante los juegos de poder que deciden la deriva de los hechos.

La guerra de Irak, como la construcción de obra civil en España, ha enriquecido tanto a siniestros personajes como expoliado las arcas comunes. En el centro del bocadillo quedan la población del país asiático y aquellos soldados occidentales y de otros continentes atraídos por salarios nunca alcanzables en su entorno habitual. El pan lo forman contratistas globales de una guerra privatizada en la que se mueven grandes cifras para la seguridad y la reconstrucción del orden en urbes previamente devastadas a conciencia.

A la trama se incorpora un relato de amistad que constituye una de las líneas del guión más interesantes por lo inhabitual en el cine actual. Un argumento que fue profusamente tratado en tiempos, por ejemplo de Paul Newman y Robert Redford.

El film está bien interpretado, transcurre a ritmo muy atractivo, transmite sentimientos y mantiene la llama de la denuncia. Sólo se ve lastrado por un final absolutamente inverosímil. Hasta llegar a este último punto, todo fue tremendamente creíble, horriblemente cierto.
Inaki Lancelot
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