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Estados Unidos Estados Unidos · Over the rainbow, Kansas
Críticas de Wild In Love
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Críticas 150
Críticas ordenadas por utilidad
10
22 de marzo de 2008
104 de 119 usuarios han encontrado esta crítica útil
Erase una vez un banquero que lejos de lucir una triunfal sonrisa parece arrastrar una eterna amargura. Está casado con una dama contestataria que antes que arrodillarse a ponerle las zapatillas cuando entra por la puerta prefiere escaparse a defender causas perdidas. El amargado banquero tiene dos hijos que ante semejante familia desestructurada necesitan una niñera que los lleve al parque a volar cometas. Resulta que la niñera es una especie de bruja con ideas cercanas al comunismo radical que tiene un novio hippie y vagabundo que vive en la calle tocando un tambor o pintando en las aceras. La niñera, el vagabundo y los niños, aburridos del mundo real toman juntos L.S.D y viajan a universos paralelos donde hay pingüinos camareros y lisérgicas cazas del zorro. Entremedias conocemos a pintorescos personajes como un viejo marinero que celebra cada nueva hora del día disparando una bola de cañón o un tipo que toma té con gotas de peyote mientras se parte de risa en el techo de su habitación. También sale un pirata con una pata de palo que se llama Smith (aunque desconocemos el nombre de la otra pata) y una mendiga muy viejecita que da de comer a las palomas y que será pieza clave en la conspiración urdida por la niñera para quebrar el banco de Inglaterra. Todos se lo pasan realmente bien (menos el banquero) haciendo cosas extrañas y antisistema y cantan canciones muy acordes a su estado de ánimo que parecen escritas por Grateful Dead, montando en una ocasión una fiesta nocturna en una azotea luciendo sus mejores galas, es decir, todos llenos de porquería y poniéndose a bailar saltando entre chimeneas logrando el único baile de la historia del cine al que merece la pena prestar atención.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Wild In Love
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9
8 de junio de 2008
99 de 112 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía doce años. La vi desde la lejanía apurando el sendero que desembocaba en la playa. Caminó sobre la arenilla sorteando las olas del mar y extendió la toalla muy cerca de mí. Se llamaba Ana y era dueña de los ojos más bellos que había visto nunca. Se fundía con la hermosura del horizonte a un lado y de la alameda al otro. Y yo también me fundí al instante dentro de sus ojos. Creo que estuve enamorado en silencio de ella cuatro años, tal vez cinco. Compartimos muchas veces aquella playa que era pura poesía y nos hicimos amigos. En un pueblo del norte, el pueblo de mis abuelos, tierra verde y cantábrica. Lo mejor de mi vida entonces, lo único tal vez, sucedía en verano. Cuando volvía allí, a nuestra playa, a nuestro primer baile en una verbena mágica, a aquellas noches de luna adolescente apurando un chupito de tequila en una terraza cenicienta.

No recuerdo donde, sólo sé que estaba helado de miedo, frágil, a punto de romperme en mil pedazos cuando mi boca me liberó por fin:

- Ana, estoy enamorado de ti.
-¿Desde cuando?
- Desde que bajaste por primera vez a la playa.

Sucedió que poco tiempo después, Ana y yo nos comíamos a besos en la zona reservada de una cafetería de la capital, en una cita secreta, otoñal, casi furtiva, lejos de nuestro pueblo de verano. Yo creí morir durante aquellos besos porque eran diferentes a otros anteriores, besos de garrafa, besos de despecho, besos muertos. Sólo allí, dentro de su boca, descubrí el extasis de los besos por amor.

Pero Ana se fue. Veloz. Probó otra boca que era mejor que la mía y se mudó a un corazón al que ya nunca abandonaría. El mío en un mero acto reflejo se destrozó.

En aquel tiempo, de resaca perpetua y falsa bohemia se cruzó esta película en mi vida. Solitario, en un cine, una tarde cualquiera. Y sé que lloré mucho aquella noche mientras buscaba a Ana abrazado a mi almohada. Lágrimas asesinas de mi corazón muerto.

Descendido, en el infierno, de allí donde el mundo se quiebra y un abismo se cierra sobre tu alma hubo de sacarme otra mujer. Y nuestra primera película juntos, sólo podría haber sido esta. Lloré otra vez, claro que sí, mientras aquel ángel salvador dormía a la vera de mi costado. Todavía sigue aquí, recomponiendo mi corazón. Aquel corazón que fue engullido una vez por un huracán. Por el huracán que se escondía bajo la calma aparente de los ojos más bellos, los ojos de Ana.

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Wild In Love
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10
22 de marzo de 2008
96 de 112 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esto no es una película, es el más desgarrador puñetazo en la cara que recibirás en tu vida. Recuerdo cuando era niño y veía todas las pelis de terror que podía fueran clásicas o actuales porque el terror solo tiene sentido cuando uno es niño y puede sentir el miedo. A los 10 años, más o menos, se cruzó en mi vida esta película por vía televisiva y sin entender muy bien de que iba todo aquello abandoné por una temporada a Drácula y sus amigos porque sí, el miedo era eso y solamente eso. Eran estos dos tipos engullidos una y otra vez por un monstruo implacable que se escondía en las botellas. Era él bajo la lluvia destrozando macetas mientras gritaba enloquecido. Era ella, tan bella como frágil, agarrada a una botella de ginebra.

Cuando uno llega a la adolescencia la desmedida obsesión por el sexo opuesto hace que se cometan muchas tonterías. Mi caso era bastante común. Desamor = ansias de beber. Curiosamente de aquellos años solo recuerdo los pocos besos que me tocaron pero de las infinitas borracheras prefiero no recordar nada de nada. La ecuación es simple: días de vino muchos; días de rosas muy, muy pocos. Y recuerdo de nuevo haberme cruzado con esta agresión al alma al que algunos llaman película. Pero esta vez me pareció haber visto la más hermosa y desgarradora historia de amor que ha parido el celuloide. Era está claro un trío, un trío trágico con multitud de ramificaciones. Él y el monstruo de la botella, ella y el monstruo de la botella, él y ella, ella y él, él y ella y el monstruo todos revueltos. Obviamente como peli de terror sigue funcionando y lo más curioso es ¡que daba más miedo aún que a los 10 años¡. Mientras malgastaba mi vida y mi paga semanal cada fin de semana en los bares de mi ciudad no dejaba de preguntarme si aquellos dos tipos querían decirme algo.

A veces la vida es bonita y ocurren cosas. Un día llegó una chica y allí se quedó y entonces el alcohol fue desapareciendo pero nunca del todo. Pero un día junto a ella me puse a ver otra vez este documental sobre el abismo humano (no, esto una peli no es) y entonces lo comprendí todo. Obviamente ellos me parecía que estaban más enamorados que la vez anterior y (obviamente) volví a pasar mas miedo que siendo adolescente pero lo grande de verdad es que entendí lo que los dos tipos querían decirme: "tienes que matar al monstruo, tienes que matar al monstruo ...". La cosa no resultaba fácil de entender porque yo desde niño quería que el monstruo de las películas no se muriera nunca pero claro esto era diferente pues el monstruo existía de verdad y no vivía dentro de un mundo de fotogramas. Y sí, queridos amigos no volví a probar una gota de alcohol en mi vida.

Gracias Jack Lemmon, Gracias Lee Remick.

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Wild In Love
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10
22 de marzo de 2008
99 de 131 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los niños que crecimos en los 80 conocimos algo que los niños de hoy han abandonado al sucumbir a la adicción de las consolas, artefactos tan letales como egoístas. Los niños de los 80 conocimos el valor de la amistad. Todas las tardes al salir del cole, llenábamos las calles y los parques y hacíamos de nuestro pueblo, de nuestro barrio, de nuestra ciudad un efímero y maravilloso País de Nunca Jamás donde reinaban cosas tan sencillas como las canicas, la peonza, o las piernas de alguna niña en minifalda que saltaba a la comba. Pero además de todo esto fue una parte muy importante de nuestro crecimiento una serie de películas inolvidables que nos acompañaron durante esos años. Aquellos sábados por la tarde cuando nuestro habitual campo de juegos se quedaba vacío porque todos estábamos en el cine. Todas las pandillas (enormes pandillas de 15, 20, 30 amigos...), la chica que te gustaba, el hermano mayor que ya había besado y se sentaba en la última fila con su primer amor. Cuando se apagaban las luces no había nada mejor que dejarse llevar y soñar con Gizmo, la mascota que siempre quisimos tener, con Indiana y su látigo infalible, con pandillas, tan iguales a la nuestra, que vivían la más extraordinaria de las aventuras entre bandidos, tesoros escondidos y piratas, con seres del espacio que nos harían reír y llorar, con un joven Sherlock Holmes que era en realidad un espejo de todos nosotros, con ...

Y es que estas líneas al fin y al cabo podrían servir tanto para hablar de los Gremlins como de Indiana. O de E.T y de Los Goonies. O del Secreto de La Pirámide. O de Regreso al Futuro. O de Golpe en la Pequeña China. O de Cortocircuito. O de ... ....

Dicen que bajo la nostalgia se esconde la tristeza. Tal vez, pero esto no es nostalgia, solo son recuerdos. Recuerdos de una época maravillosa, gracias a aquellas piernas que se enredaban en la comba pero también gracias al cine.

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Wild In Love
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9
20 de octubre de 2009
80 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
La descomposición del ser humano y la juventud en incesante búsqueda se entrelazan en este desolador relato de autodestrucción, pesimismo y miseria. De un lado de la balanza tenemos a un hombre con el corazón y el alma en estado terminal, y del otro a una joven insegura e inexperta que se deja caer en sus brazos sin preguntas ni compromiso, en un terreno neutro, vacío de dudas y sentimientos, comenzando un desgarre en caída libre que desemboca en un harakiri emocional donde solo cabe la muerte tras el ocaso, o la metamorfosis tras la catarsis.

Puede que Marlon Brando realice aquí la actuación de su vida cuando transforma a un hombre fracasado, cansado y viejo, en un ogro que antes de emprender el camino a la tumba, decide zamparse por una vez a una presa a la que intuye más desorientada e indefensa que si mismo. Él, que sólo fue un títere en manos de todos, busca la redención imposible a través del juguete moldeable que se ha encontrado, una María Schneider que se siente tan fascinada como asqueada bajo las garras de la bestia.

Obviamente la inevitable obsesión de Brando por su experimento, camina paralela a la creciente repulsión que comienza a sentir su conejillo de indias. Tras el choque inicial de identidades opuestas, él se agarra, no sólo a lo único que le queda, si no también a la continuación de la única acción valiente (por salirse de la norma) que ha realizado a lo largo de su existencia. Ella solo quiere desaparecer, mantenerse lo más lejos posible del territorio que le marcó aquel hombre, por el que tal vez sintió alguna vez algo noble pero al que ahora ve como alguien despreciable y ajeno.

Y después de decirse sus nombres solo queda el abismo. Abismo de rendición y tristeza. Conscientes ambos de que nunca más serán capaces de volver a amar llega el suicidio, terrenal para él que ya había jugado (y perdido) todas las partidas, existencial para ella, marcada para siempre, aceptando desarmada un futuro que odia. Puede que tal vez fuera su primer encontronazo sexual lo único feliz de sus vidas. Al menos en aquellos minutos, de sexo animal, no sintieron dolor, solo placer y libertad, antes de que comenzaran a caminar, tan juntos como separados, hasta el límite sin retorno de su propio precipicio.

https://corazonesenelprecipicio.blogspot.com
Wild In Love
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