Estamos en la 21º largometraje del legendario neoyorquino, unos años antes de cruzar el ecuador de su carrera.

Woody Allen son de esos directores de peso pesados experimentados del panorama norteamericano al que pertenecen Scorsese, Spielberg, Eastwood y Ford Coppola. Esta vez el realizador, como también hizo en Match Point, hace una peculiar adaptación de una novela clásica de la literatura.

Alice, se sumerge en un mundo irreal, o quizás real, de sus propias inquietudes y fantasías desatadas de su personalidad arraigada. Como es de esperar, el film contiene gran parte de los ingredientes de la filmografía del director, es decir, inseguridades, inestabilidad emocional, desestima, infidelidad, crisis matrimonial, reencuentros amorosos, humor irónico en unos diálogos ágiles, psicoanalistas, religión, cuestiones existenciales, desequilibrio de artistas y escritores, cultura, música jazz, fotografía impecable, dirección de actores magistral, sarcasmo por parte de un sector de la clase alta, sexualidad freudiana, desenlace de la historia precipitada y algo descuidada... Entre esos elementos llama la atención el tratamiento del catolicismo, en el que curiosamente, la estupenda Mia Farrow encarnando el personaje de la protagonista, se confiesa con un sacerdote, podríamos decir un psicoanalista, que como el propio Allen dice, su consulta es gratuita además. Maravillosa resulta la actuación de esta actriz en la seducción a unos de los personajes y ese cambio de registro en su rostro y los susurros al oído (recomiendo verla en versión original para apreciarlo mejor). Me parece muy inteligente la ubicación de los personajes antes citados y la posición de la cámara en la escena en la que hablan de no verse por un tiempo. Merece la pena fijarse en esos elementos que forman parte del guión y dan un mayor resorte a la historia, como el tratamiento del vestuario, especialmente el de Alice, algunos aspectos de ambientación como son el uso de la lluvia, el cromatismo que crea en algunas escenas el que por entonces era su habitual director de fotografía Di Palma, o las sutilezas de algunos diálogos con doble sentido.

Allen puede gustarte o no, cansarte o entusiasmarte con su contrastada filmografía, pero al que no se le puede negar su talento y estilo propio, que como mínimo, resulta interesante en la mayoría de sus propuestas cinematográficas.

Me parece una película de una enorme sensibilidad y ternura que el director plasma magistralmente con detalles de guion, selección de casting, dirección actoral, edición de sonido, juego con las lentes y la distancia focal, las localizaciones... Pero a mi juicio tiene dos problemas que le hace perder un mayor calado y autenticidad a la trama. Seguir leyendo en el apartado spoiler.

Esta cuarta entrega de la versión fílmica de la serie televisiva Misión: Imposible es probablemente la mejor de todas. Tras los filmes de Brian De Palma, John Woo y J.J. Abrams, con taquillas de 458, 546 y 398 millones de dólares respectivamente, el oscarizado animador de Pixar Brad Bird realza la acción trepidante propia de la saga, la airea con el eficaz humor del inglés Simon Pegg, fundamentalmente con alguna frase chispeante al final de cada secuencia y logra una película inquietante de principio a fin. El director de Ratatouille, rueda con soltura las espectaculares escenas de acción especialmente en las desarrolladas en Dubái y la compartida con el secretario del FMI, donde Tom Cruise (no he visto a un actor que sepa correr como él en el cine), también productor de la cinta, se pone en riesgo en el Burj Khalifam, el edificio más alto del mundo y en otras escenas sin necesidad de dobles, todo ello, rodado en formato IMAX de alta definición, que configura un acabado visual y sonoro deslumbrante.

En realidad la trama que narra el film pasa a un segundo lugar donde la compenetración de los cuatro personajes que forman el grupo, las localizaciones, el cuidado en las escenas de acción que hipnotizan al espectador, se ponen al servicio de conseguir el objetivo para el público de ver las casi más de 2 horas de metraje para desconectar y dejarse seducir por un film entretenido, siempre y cuando el espectador abandone el mundo real en el que vive y no se pare a discutir cada una de las acciones inverosímiles que se desarrollan en las situaciones límites. En definitiva, un film que subraye el género de acción con algunos elementos complementarios para la saga.

Lo primero que podría decirse es que es una película destinada a satisfacer a cinéfilos, por el mundo del Hollywood de los años 20-30 que retrata, pero que no convencerá del todo a muchos amantes del cine. Me explico, el director ha querido reflejar un mundo feroz, no del todo conocido, que se repite cíclicamente en el tiempo. Ha querido hacer una película coral para reflejar aquella sociedad y tocar varios palos a la vez, y ahí, radica el gran defecto de su propuesta. “Quien mucho abarca poco aprieta” o “lo bueno, si es breve, dos veces bueno”. Dos frases que podrían resumir la que podría haber sido un gran filme. En vez de centrarse en un solo personaje, ha querido abarcar cuatro historias diferentes, dejando a todas ellas algo diluidas y sin terminar de profundizar.

Hay muchos que no han comulgado con sus numerosos excesos que narra la historia, yo, sin posicionarme del todo en esta postura, sí que la veo algo desproporcionada, sin llegar al nivel de “El lobo de Wall Street” de Martin Scorsese, que me saturó por completo. Es cierto que tiene una puesta en escena y un diseño de producción que es una delicia. Tiene secuencias realmente buenas y unos planos secuencias de mucha intensidad. La música y el sonido es de muy alta calidad y la actuación de Brad Pitt y Margot Robbie son para disfrutarlas, vaya dos intérpretes. Las más de 3 horas de duración se quedan descompensadas con un primer acto bastante bueno, pero que se desinflan en su segundo y tercer acto, llevándote por unos senderos difusos y turbios. El director ha querido reflejar ese descenso del personaje principal a los infiernos con una secuencia con tintes de terror, que no termina de funcionar.

En fin, una película que podría haber sido una gran obra, pero que se queda en una suma de secuencias sin una clara línea argumental y una envoltura apabullante con algún momento brillante.

La productora A24 hace un cine siempre para tener en cuenta. Me encanta su valentía y calidad de sus propuestas en general, pero en esta cinta algo se ha quedado en el camino. Las actuaciones de los protagonista son sensacionales, es sin duda lo mejor del film. El niño derrocha naturalidad y tiene una mirada que lo dice todo, pero muchas de las conversaciones que tiene con su tío no me las creo. Esto no es problema de su actuación, sino de unos diálogos en el que están escrito por un adulto en boca de un niño. Las preguntas que hace no me encajan en un niño de esas edades, por muy listo y diferente que sea. Empieza muy bien la trama y promete, pero se va desinflando el interés de la historia que sólo se remonta en alguna ocasión aislada y en el tramo final de la cinta. El blanco y negro cumple su función, pero le hace perder frescura en el tono documental de la cinta. La música termina siendo reiterativa y la grandeza de la selección de piezas escogidas están desequilibradas con la intensidad dramática. Sí, la crítica la alaga, pero para mí se queda a medio camino de sus altas pretensiones. En resumen, es una historia interesante, que merece la pena ser vista, pero que podrá decepcionar si espera encontrarte con una de las grandes propuestas del año.