No podía ser de otra manera, me senté a ver el King Kong de 1933 con la sensación de que era un niño que pronto vería en acción un juguete esperado por muchos años. Sin embargo, no me imaginaba siquiera lo que me depararían los siguientes 90 minutos. Reí sin prejuicios (como sólo lo hacen los niños), me emocioné y me fascine con esta maravilla de película que es sin duda un claro ejemplo de porque le llamaron alguna vez a Hollywood la casa de las ilusiones.

Fantásticos los efectos especiales, encantador el gorila, no muy buenas las actuaciones (pero qué se le va a hacer). No cabe duda, será por mucho tiempo una de mis favoritas.

No es la primera película que vi del cine mudo (ya había pasado memorables horas viendo a Buster Keaton) pero sí es la que he visto a más gente disfrutar. Para que puedan comprenderme en este concepto les explicaré que a mi me encanta invitar a las personas a ver películas y en este acto que me hace tan feliz, hay una película que ha sido bien valorada tanto por niños (funciones en una escuela rural) como por adultos (funciones a domicilio) y esa película es precisamente El Chico. Chaplin es considerado uno de los genios de la historia del cine y bastaria tan solo con haber visto esta cinta (o dvd en el sentido actual de la palabra) para entender tal reconocimiento; La película nos emociona y nos hace reír de buena gana, nos demuestra a los más jovenes que el cine antiguo no tiene que ser necesariamente aburrido. El Chico no solo es un llamado de atención para los que creen que el cine en blanco y negro es aburrido, es una bellísima forma de adentrarse al cine mudo.

Hace tiempo que una película no me emocionaba. Puede que sea la música de The Beatles (que por cierto, me estremece), puede ser que algunas personas necesitemos de vez en cuando mirar nuestros sueños pasados; constatar que creer en ciertas cosas no fue una perdida de tiempo, rebelarse contra un sistema que nos aplasta en la mediocridad y amar de manera ridícula pues no existe otra manera de amar.

La película como historia no es buena, las actuaciones apenas convencen; es un musical y como tal cumple; son agradables la mayoría de los arreglos (te gusten The Beatles o no). Vale la pena darle una mirada y desempolvar los oídos de tanta contaminación acústica que gravita en el aire. Es Hollywood, no le pidamos más de lo que puede dar.

Los muchachos de Liverpool no eran actores, eran músicos (¡¡y qué músicos…fueron de lo mejor en su área!!) no obstante, qué agradable es ver esta película.
Sentía un poco de pudor de evaluar las películas de mi banda favorita, pues temía no ser objetivo; pero las cosas como son: me encanta la música de The Beatles y me encanta el buen cine. No mezclo las cosas. Esta película me parece buena porque cumple con su fin que es entretener y si a eso le sumamos un bonus que es oír excelente música; nos nos queda más que disfrutar la mejor película de The Beatles.

Llamamos terror a lo que nos estremece, a todo aquello que nos inquieta y en términos psicológicos a todo aquello que desconocemos. Esta película siempre me ha causado la misma sensación de estremecimiento, inquietud y temor a lo desconocido. No he visto hasta hoy otra película que me angustie como esta, tal vez sea por el sufrimiento de una inocente, tal vez sea porque algo de nuestra fragilidad humana ante lo desconocido se ve dañada cuando vemos películas como la que ahora comento. Es sin duda para mí, la película más aterradora de todos los tiempos, una experiencia invaluable para los amantes del verdadero cine.