Hay algunas personas que centran la maestría de Chaplin en introducir historias de amor (como en luces de la ciudad) o crítica social (como en esta tiempos modernos) e incluso política (como en el gran dictador) en sus películas; yo soy de la opinión que estas facetas de sus films son lo menos lustroso de los mismos, y que la verdadera genialidad de Chaplin, su inimitable calidad artística se centra en la capacidad para crear secuencias graciosas, en la capacidad para hacer reir, en la grandiosidad de que su mera presencia en pantalla baste para generar una sonrisa. La escena mas antologicamente recordada de "tiempos modernos" es la de charlot tragado por el engranaje de la maquinaria; sin embargo mi favorita es el baile final, cuando improvisa el texto cantado, que después de vista innumerables veces consigue volver a hacerme reir con solo rememorarla.

Es difícil creer que un hombre que hizo esta obra de arte fuera capaz de hacer años más tarde algo tan incoherente como "Munholland drive";obviada esta referencia a Lynch,decir que "El hombre elefante" es una película atemporal que bien pudiera haber sido rodada en 1980, en 1970 o en en año 2000; el hecho de que narre una historia real y de manera bastante fidedigna tanto en los hechos como en la personalidad de Merrick que debía ser tan amable y cortes como se nos muestra, en la Inglaterra de finales del s.XIX también juega a su favor; el estilo narrativo y visual (un acierto el blanco y negro), clásico y hermoso, la interpretación de Hopkins (en el único film suyo famoso junto con "Motín a bordo" antes de encarnar a Annibal Lecter) y, por supuesto, la de Jonh Hurt recien salido de la nave Nostromo compone un relato maravilloso en el que se cuenta el sufrimiento de un hombre convertido en mosntruo por los demás, odiado y admirado como una rareza por el simple hecho de existir. Ya se deja entrever esa tendencia a lo ónirico por paret del director en las escenas iniciales de la madre atacada por elefantes y en la escena última, innecesaria por confusa, en la debemos deducir que se produce la muerte del protagonista, como realmente ocurrió mientras dormia aplastado por el propio peso de su cabeza.

Hay mucha gente, de la que el metro y los trenes de cercanías se nutren desde primera hora de la mañana, que componen su círculo cultural a base de libros que son denominados con ese anglicismo tan lacerante que es Best seller con títulos tan manoseados como El codigo Da Vinci, El ocho o El alquimista; ya que sus autores tienen el derecho de enfarragar la literatura y enriquecerse a costa de las horas muertas perdidas en los transbordos rutinarios de las grandes ciudades al menos usemos nosotros el derecho de afirmar sin tapujos la clase de escoria con la que han sido escritos sus libros. Esa gente, sin duda, es la que aupa en la lista de la taquilla de la semana a creaciones como esta, que son la representación en pantalla de lo que son los superventas en literatura; excelsas campañas de marketing, actores de renombre, guiones con las dosis adecuadas de amor, humor, acción, violencia y cierto enredo avalan y garantizan su éxito.

Tenemos lo que nos merecemos, nos dicen ale hop y nosotros saltamos.

Es una película tan extraña, tan surrealista y tan incoherente que te hace dudar de si estás viendo una obra maestra, porque no te parece posible que Hoffman, Watts, Law o Wahlberg puedan haber participado en algo tan demecial sin haber sido drogados cual M.A. Barracus para subirle a un avión...pero no, ni autoengañandote, ni suponiendo que sepas tan poco de cine que no seas capaz de apreciar la transgesión innovadora del film se puede decir de éste que es poco más que patético.

Probablemente no exista nada más diverso que el impacto que crea una película en cada persona que la contempla; a unos les puede agradar, a otros les puede contrariar y a los de más allá les puede dar, simplente, asco; ¿qué canón, qué vara de medir se puede usar como medida imparcial para resolver este atasco de impresiones? ¿cúal es el ideal social y cultural que puede ratificar a aquellos que aseguran proteger el dogma de la razón? Es inevitable, aunque pueda causar desconsuelo, llegar a la deducción última de que esta solución cuasi-platónica al entuerto no existe; no se puede negar la vigencia de un sentimiento, no se puede erosionar su validez por encima de la de otro, por muy cualificada que sea esta. Vagamos en un océano de mentes y la media, en este caso, no puede ser normativa, sólo puede cumplir una función orientativa.
La delgada linea roja no es un film verídico, no es una aproximación del estilo realista de Salvar al soldado Ryan, corre perpendicularmente en su concepción humana y visual; La delgada linea roja nos muestra la impasibilidad de la naturaleza ante la destrucción humana, la visión inusual de hombres que se matan como moscas que chocan contra una ventana, el absurdo de contemplar otros pueblos ajenos e ignorantes de la guerra viviendo en su paraíso mientras cerca se dirime el futuro del planeta. La guerra en un fondo, casi una excusa, donde mostrar la belleza posible, la potencialidad de lo que pudo ¿podrá? ser la especie humana.