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Críticas de Sibila de Delfos
Críticas 4,480
Críticas ordenadas por utilidad
10
10 de junio de 2007
36 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífica producción animada de la Disney que da una auténtica lección de cómo se debe hacer una película infantil pero digerible para los adultos. Aunque la fórmula se perfeccionó definitivamente en El jorobado de Notre Dame, aquí ya se ve un equilibrio casi perfecto entre los aspectos más pueriles y los más dramáticos de la cinta. Además, proporciona secuencias magistrales que merecen estar para siempre en los anales del cine (la del cementerio de elefantes, la estampida, el final o el prólogo), y el sentido del humor es único. Y ya si tan soberbias imágenes van acompañadas por la magnífica música del maestro Hans Zimmer y las simpáticas canciones de Elton John y Tim Rice, pues el resultado es una auténtica e inolvidable obra maestra.

Lo mejor: Su endiablado ritmo y el nivel de perfección alcanzado en la animación (ver el prólogo, uno de los mejores arranques de la historia del cine y una obra maestra del hiperrealismo de Disney).
Lo peor: Nada para los niños, aunque está bien claro que la política hizo acto de presencia, pues Scar es, por así decirlo, "moro", mientras que Simba y Mufasa son "blancos". ¿Casualidad? Consulten los libros de Historia y verán que no.
Sibila de Delfos
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8
13 de enero de 2019
35 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sex Education es una estupenda noticia para la televisión (¡Gracias, Netflix! Una vez más).
Es fresca, es divertida, es atrevida, es irreverente, es original y sobre todo es entretenida. Resulta un soplo de aire fresco y además está muy bien escrita y tiene unos personajes muy bien perfilados y desarrollados (con una excepción, que comentaremos después). Es admirable el retrato que se hace de los adolescentes, siempre obsesionados con el sexo por efectos cómicos, pero tratados con mucho respeto también por la cabeza pensante tras la serie, Laurie Nunn. Especialmente impresionantes son Maeve y Eric, interpretados a la perfección por unos soberbios Emma Mackey y Ncuti Gatwa (atención al capítulo de su cumpleaños), dos personajes ya para la historia de la comedia televisiva británica, o por supuesto el timorato Otis Milburn que compone un fantástico Asa Butterfield (¿alguna vez se le pondrá cara de adulto? Tiene 21 años y aparenta 14 o 15, lo cual es perfecto para este personaje). Tiene momentos, además, realmente divertidos y en general se trata de una serie que se devora muy rápidamente y que engancha desde el primer episodio.
¿Problemas? Algunos. Gillian Anderson es una gran actriz, pero aquí no está aprovechada. Parece mentira tener que decir esto, pero el personaje de Jean no tiene realmente demasiada importancia. Se acaba la temporada y apenas sabemos quién es esta mujer, qué siente, qué piensa, que oculta tras esa máscara pública. Apenas sabemos nada más aparte de que es la madre de Otis, tiene muchos amantes y se dedica a la terapia sexual y de pareja. Es un personaje claramente desaprovechado, extrañamente. Además, va de más a menos, con 5 primeros episodios francamente buenos y los tres últimos claramente inferiores, al querer introducir más drama, cuando lo que funciona en esta ficción es la comedia pura y dura.
Con todo, una más que notable serie de necesaria irreverencia y atrevimiento en los tiempos que corren.

Lo mejor: Su frescura y originalidad, y la interpretación de Butterfield, Mackey y Gatwa.
Lo peor: El personaje de Jean está desaprovechado, y va de más a menos.
Sibila de Delfos
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8
20 de octubre de 2015
34 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Techo y comida es el retrato de la España de hoy, de esa España escondida tras las cifras macroeconómicas de crecimiento de las que tanto gusta presumir el Gobierno. Una supuesta recuperación que no llega a barrios como el de Jerez de la Frontera donde vive Rocío, la luchadora madre soltera y en paro que protagoniza esta historia del debutante Juan Miguel Castillo.
La película no oculta lo que es en ningún momento: cine social de denuncia nada disimulada, una oda a todos aquellos oprimidos que se parten el espinazo por un mendrugo de pan y una feroz crítica a la injusticia de la sociedad. No se la debería acusar de obvia o demagoga. Ese es su objetivo y eso es lo que hace, sin ninguna sutileza (atención al comienzo de los créditos finales, con ese sonido de taladradora y esas cifras de auténtica vergüenza para cualquier país), sin máscara, sin doblez ni contemplaciones. Techo y comida es el retrato fiel y doloroso de cualquiera de las millones situaciones como las de Rocío que se viven en nuestro país, con los servicios sociales a veces impotentes, la brutal crudeza de la ley, el drama del deshaucio, los malabares para salir adelante y la vecina bondadosa que salva muchas veces a Rocío y su hijo Adrián de la inanición pura y dura. Su contundencia es absoluta y su efectividad también. Además, no por ello renuncia a la belleza y la poesía de ciertos momentos, pues Rocío puede ser casi una prima hermana en otro tiempo de los "santos inocentes" de Delibes, pero también está llena de fuerza y sobre todo amor por Adrián.
Quizás lo más criticable de Techo y comida es que en realidad es más un documental ficcionado que una auténtica película de ficción. Ficción entre comillas, claro está, porque más real no puede ser (por desgracia), pero es prácticamente un documental. Ninguno de los personajes tiene vida por sí mismo ni parece haber una intención por parte de Juan Miguel del Castillo de ir más allá de la mera descripción de la realidad. Podría ser un reportaje de investigación de cualquier programa televisivo. Ese tono casi periodístico hace que la cinta respire cierta frialdad en su ejecución, presentando las desgracias una detrás de otra sin dar casi tiempo al espectador a digerirlas o a ver cómo las digiere la protagonista. Tampoco ayuda la cierta exageración dramática de algunos momentos, que no hacía ninguna falta dentro del absoluto drama que es la vida de la protagonista (ver la escena en que madre e hijo discuten, aunque dicha escena es catalizadora de uno de los mejores y más emotivos momentos de la película, al que nos referirmos brevemente al final).
Por suerte, para corregir ese pequeño defecto ya está Natalia de Molina. La jienense, convertida en una de las actrices más punteras del panorama nacional después de su Goya por Vivir es fácil con los ojos cerrados (David Trueba, 2013) y su aportación a una serie de éxito como Bajo Sospecha, es el alma de la película. Todo pasa por ella, por ese aspecto derrotado (gran trabajo de maquillaje y peluquería, que la hace parecer mucho más mayor y maltratada por la vida), por sus expresivos ojos, por su expresión corporal tan estudiada (cabeza gacha, manos en los bolsillos, pocas palabras, andar casi encorvado), por su voz a veces casi inaudible y otras veces rota por el llanto, la ira o la desesperación. Hay que ser muy buena para pasar de algo tan festivo e irreverente como su personaje en la reciente Cómo sobrevivir a una despedida (Manuela Moreno, 2015) a un rol tan complicado y duro como el de Rocío. La actriz es todo corazón, todo entrega, y aporta una verosimilitud tan auténtica al personaje que no queda otra que sufrir con ella. El resultado es de premio, como el que ha ganado en el Festival de Málaga de este año y como los que van a seguir seguro, Goya incluido, salvo que Penélope Cruz en MaMa se interponga en su camino. Poco ha habido hasta ahora que se pueda comparar al esfuerzo de Molina.
Una película que no oculta sus credenciales de denuncia y que pretende hacernos reflexionar sobre la España que de forma tan brutal queda retratada en la imagen más significativa de la película, que no es otra que la del pan y el circo, la España que se olvida de alzar la voz mientras haya algo con lo que distraer su conciencia, la España que celebra eufórica un gol de la Selección mientras una familia hace aguas a solo unos metros.
Y lo consigue.

Lo mejor: Natalia de Molina, colosal (sin olvidar al pequeño Jaime López o la siempre excelente Mariana Cordero), y la desoladora denuncia social que realiza, sin disfraces ni medias tintas.
Lo peor: Es un poco excesiva en algunos momentos y le falta desarrollo en los personajes.
Sibila de Delfos
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7
29 de febrero de 2020
33 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Violet y Finch es un regalo. Especialmente en el adocenado y normalmente poco interesante mundo de las películas románticas con adolescentes como protagonistas.
Porque ahí está la clave: Violet y Finch, los personajes, puede que sean adolescentes, pero Violet y Finch, la película, está contada de forma seria y adulta, y ahí radica su éxito y su calidad. Existe una excepcional sensibilidad en su narración, especialmente cuando la escena tiene a los dos protagonistas en pantalla sin nadie más alrededor (atención a cuando Violet confiesa sus secretos a Finch mientras mira por la ventana del coche, o cuando la pareja comparte su primer beso), y la emotividad no resulta forzada, como tampoco el romanticismo. Nada de bobos diálogos adolescentes o clichés innecesarios. Violet y Finch se comportan y hablan como adultos pese a su corta edad, y el espectador lo agradece, emocionándose con una historia de dos almas en problemas que se encuentran y hayan consuelo y acompañamiento (y amor, por supuesto) en su discurrir por una existencia que les es adversa.
Sin embargo, queda la sensación de que la película desaprovecha el potencial que tiene para haber sido más dramática. No cuesta imaginar que podría haberse convertido en heredera espiritual de, por ejemplo, Rebeldes, y no porque tenga nada que ver en su historia con los inadaptados adolescentes greasers de la cinta de Coppola sobre la novela de Susan Hinton, sino porque a esta Violet y Finch le falta esa angustia y ese dramatismo que sí tenían otras películas de adolescentes con problemas que descubren el amor como fuerza salvadora. Podría haberse convertido en una película fundacional para las nuevas generaciones, pero desaprovecha la oportunidad porque le falta más dramatismo, a pesar de que lo intente al final con la conclusión.
Sin embargo, nada de esto empaña sus buenos resultados, y además la química entre Elle Fanning y Justice Smith es fabulosa, y no cuesta nada identificarse con sus personajes gracias al talento de ambos. Fanning, especialmente, está brillante, pero esto no es algo nuevo. Desde que el mundo la descubrió en Super 8, ha venido demostrando película a película que es una de las mejores actrices de su generación. Y si no, ahí están películas donde siempre es de lo mejor de las mismas, como Alcanzando tu sueño, ¿Estamos solos?, Somewhere, La seducción o Mary Shelley.
En definitiva, una cinta notable, aunque algo desaprovechada.

Lo mejor: Su sensibilidad, su romanticismo tan bien llevado y su pareja protagonista.
Lo peor: Desde el punto de vista dramático, daba para más.
Sibila de Delfos
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7
18 de agosto de 2008
33 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo confesar que Chicas malas ha resultado ser toda una sorpresa para mí. Lejos de las estúpidas comedietas de instituto que tanto gustan al público americando, la película es (o mejor dicho, parece) una ácida y despiadada parodia de todos aquellos comportamientos adolescentes que vemos en el cine habitualmente. Así, la "abeja reina" Regina George y sus dos secuaces se nos presentan ridículas desde el principio. Sin embargo, la supuesta censura de su comportamiento y la burla de la auténtica estructura social que han creado en el instituto se vuelve en el tercio final de la película un dechado de buenas intenciones, arrepentimientos y expiación de culpas. Así pues, la mala baba que se había mostrado queda invalidada.
Pero grascias a Dios, esa primera parte gloriosa de sátira sobrepasa a la segunda, y las cuatro actries protagonistas simplemente lo bordan (dentro de sus límites, claro). Rachel McAdams se muestra carismática y arrebatadora, como su personaje; Lacey Chabert, en el personaje más triste de todos, clava el "peloteo" indecente del suyo; Amanda Seyfried, espléndida en Mamma Mia!, hace aquí de guapa sin cerebro; y Lindsay Lohan está tan simpática como siempre. Lástima que se pasase otros dos añosencerrada en este tipo de cine, y sobre todo, lástima que decidiera entregarse a la vida autodestructiva que viene llevando. Una auténtica pena, pues a mí siempre me ha parecido que tiene talento para hacer muchas cosas (como demostró en Bobby).

Lo mejor: Lohan, McAdams, Chabert, Seyfried y la capacidad paródica del guión.
Lo peor: El innecesario giro final al mensaje tradicionalista.
Sibila de Delfos
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