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España España · Sevilla
Críticas de Seldon
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Críticas 245
Críticas ordenadas por utilidad
7
2 de octubre de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada vez es más normal que los directores españoles se atrevan con el cine de género, como por ejemplo el thriller. Así que el que haya una película española como Tarde para la ira ya no es –afortunadamente- una noticia ni una cosa rara o excepcional.

Probablemente por eso precisamente el nivel de exigencia o de calidad sea mayor. Antes bastaba con hacer una película de las que se decía “no parece una película española” y ya estaba gran parte ganado. Solo por el simple hecho de atreverse a intentarlo ya merecía elogios. Ahora no. Puestos a que te comparen con –por ejemplo- el cine americano, ya no basta con hacerlo. Hay que hacerlo además bien.

Tarde para la ira pasa con creces el corte. Y eso a pesar de que es una película de un primerizo, un debut, porque es la primera película como director del –hasta ahora- actor Raúl Arévalo. Y además el tipo no ha tenido la tentación de incluirse él mismo en el reparto como un actor más. Ha confiado en otros. Claro que el hecho de incluir a Antonio de la Torre ayuda bastante: este tío es bueno, puede que no lo haga todo bien ni que todos sus papeles estén a la misma altura, pero en general una película donde él actúe ya tiene bastantes puntos ganados.

Confieso que no iba con expectativas demasiado altas cuando empecé a ver la película. Aunque la verdad es que la escena inicial, esa especie de prólogo del atraco, me gustó, y sobre todo la idea de rodarla así, cruda, descarnada, sin casi diálogos... Y sobre todo de dejarla así, sin más explicaciones que la ligaran al resto... ya iría pillando el espectador que tiene que ver con el resto de la película.

Pero luego, al verdad es que empezó a aburrirme un poco. Casi toda la primera media hora, todo el planteamiento de la película y la presentación de los personajes. Creía que iba a ver el típico drama realista y sórdido, personajes de barrio, bares cutres, el tipo apocado y callado al que le gusta la camarera, aunque no se atreve “a entrarle”... Y los problemas que vendrían cuando por fin se decidiese, con su ex (o no tan ex, al fin y al cabo) que desde luego no parece que sea un tío tan tranquilo y apocado como él.

Además, aunque no es que yo entienda técnicamente mucho (bueno, ni mucho ni poco, para que nos vamos a engañar), pero me parecía que ni la película se veía del todo bien (como si no estuviera rodada en “alta definición”) y me molestaban bastante tantos primeros planos. A lo mejor ambas cosas son totalmente intencionadas y eso es precisamente lo que se pretendía, pero el caso es que a mi me estaba logrando incomodar bastante.

Pero no. La cosa no iba por ahí, por lo del drama social de personajes de barrio. Nada más lejos de la realidad. Hacia la primera media hora hay un giro de guión que lo cambia todo (cuando el personaje de Antonio de la Torre, en su casa, se pone a ver un video de... bueno, no contemos más para no hacer spoilers).

Genial este giro. Lo cambia todo. A partir de aquí la película se convierte en una historia de venganza. Cruda, seca, descarnada... y violenta. Pero de una violencia seca, un poco al estilo de Peckinpah, nada que ver con la violencia tipo Tarantino. Y los personajes cambian... ni los tipos duros y violentos resultan ser al final tan duros y tan violentos, ni el apocado y mosquita muerta resulta ser al final tan poquita cosa.
Con todo, confieso que a mi particularmente hay cosas que me hubiesen gustado más de otra forma. No contadas de forma tan seca, tan cortante,... Por ejemplo el final de la película. Pero bueno, esto son gustos personales, también entiendo que otros los guste más así. La verdad es que la película merece la pena verse. Está muy bien, de hecho bastante mejor que la mayoría de las que hay en cartelera, y desde luego es un comienzo prometedor, y si Raúl Arévalo sigue por ese camino, creo que va a tener una carrera interesante como director.

Más en:http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com/2016/10/tarde-para-la-ira-mia-sera-la-venganza.html
Seldon
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4
1 de septiembre de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A los que hayáis visto la película de Los Simpson os sonará el argumento de esta serie: en la película, tras una de las meteduras de pata de Homer todo Springfield acaba bajo una gigantesca cúpula de cristal, dejando a todos sus habitantes encerrados dentro.

Pues esta es la misma idea: Chester’s Mill es el típico pueblecito de Maine que sale en la mayoría de las novelas de Stephen King: un lugar rural y tranquilo, donde sus gentes conviven más o menos armoniosamente, pero que guarda más secretos, rencillas y tensiones de los que se observan a primera vista. Hasta que un día, de repente, sin que nadie sepa muy bien porqué, una gigantesca barrera transparente cae sobre el pueblo y los deja a todos encerrados dentro. Tan de repente que corta limpiamente por la mitad todo lo que se encuentra en su camino: casas, puentes, carreteras,... o incluso animales (la escena de la vaca en el episodio piloto está francamente bien hecha).

Pronto los habitantes del pueblo descubren que lo que pensaban que es una barrera es en realidad circular y una gigantesca cúpula, de kilómetros de alto, y que probablemente se extienda bajo tierra. Nadie sabe de que está hecha la cúpula es invisible, no deja pasar ningún cuerpo sólido, ni el sonido, ni la electricidad, ni –aparentemente- el agua, las ondas de radio o de telefonía móvil, etc. Por lo que los habitantes de la ciudad saben, es indestructible, y tampoco saben (ni ellos ni el espectador) quién o qué la colocado, ni por qué, ni si desaparecerá tan repentinamente como apareció.

O sea, que están encerrados. Obligados a convivir con sus vecinos, y a sobrevivir con sus propios recursos: no hay más electricidad que la que puedan producir con generadores, ni más agua que la que hay en el interior de la cúpula, ni más comida que la que ya haya dentro o puedan producir, ni medicinas,... o sea, escasez de recursos. Y además no pueden comunicarse con el exterior, ni les pueden suministrar ayuda.

Y esta es la idea central: ¿cómo reaccionan los habitantes de un pueblo aparentemente tranquilo cuando no tengan más remedio que aguantarse día tras día, sin más ley que la que ellos mismos sean capaces de mantener o imponer dentro de la cúpula, y con unos recursos básicos y de primera necesidad que previsiblemente terminarán escaseando e irán acabándose poco a poco?

Como veis, el escenario está muy bien planteado para ver como se plantean y resuelven las tensiones entre todos ellos. Al menos bien planteado, otra cosa es como lo llevan a la práctica.

Lo primero, dejar claro que no he leído el libro, así que no puedo comparar ni juzgar si es una buena o mala adaptación (como la mayoría de las de Stephen King), pero eso además me permite juzgar la serie sólo por lo que es. Y la verdad es que promete mucho, pero con el transcurrir de los capítulos no acaba de concretar todo lo bien que debiera, hay personajes muy buenos, pero otros son un poco flojos, y quizás lo que menos me guste es el carácter tan episódico que le dan a algunas cosas.

<<sigo en spoiler sin revelar nada>>
Puedes leer la reseña completa en: http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com/2013/09/la-cupula-estrellas-rosas-cayendo.htm
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Seldon
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7
14 de septiembre de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde que en 1887 Arthur Conan Doyle creara el personaje de Sherlock Holmes este ha sido adaptado en numerosas ocasiones, con muy desiguales resultados. De hecho el libro Guiness de los records certificó que era el personaje de ficción más adaptado. Incluso ha aparecido como personaje en otras historias nuevas, que nada tenían que ver con adaptaciones de los relatos originales y además su personaje ha inspirado más o menos lejanamente a otros muchos. Por ejemplo, si ir más lejos el Dr. House no es más que un trasunto de Holmes
En 2010, la BBC decidió hacer una nueva adaptación para TV del personaje, pero esta vez, en vez de hacer una serie de época, decidieron trasladar los personajes y sus historias del Londres de finales del siglo XIX al Londres de principios del siglo XXI.
El resultado huye de una adaptación demasiado acartonada y reverencial con el original, y es fresco, descarado, ágil, irreverente y la mayor parte del tiempo brillante... pero, contra todo pronóstico, se las apaña para ser sorprendentemente fiel al espíritu del personaje, en el fondo aunque no en la forma, a diferencia de otras adaptaciones modernas que aunque lo sitúan en la época victoriana traicionan completamente su espíritu (por ejemplo las decepcionantes Sherlock Holmes y Sherlock Holmes: Juego de Sombras de Guy Ritchie, que no son más que películas de acción.
Eso lo consigue porque el carácter de los personajes se traslada a una época moderna, pero sigue siendo el mismo que en el original. Por ejemplo, el Doctor Watson original era un médico veterano herido en la segunda guerra anglo-afgana que acaba compartiendo casa con Sherlock y dándolo a conocer al público al escribir sus historias. El de la serie es un soldado, también médico, que acaba de volver de Afganistán y que para poder permitirse un alquiler en el centro de Londres acaba compartiendo piso con Sherlock y lo da a conocer escribiendo sus aventuras en un blog. Análogamente el Holmes de Conan Doyle siempre estaba experimentando y utilizando como herramienta en su trabajo todo lo que la ciencia de su época ponía a su alcance. El Holmes de esta serie manda SMS, utiliza el GPS y no se separa de su smartphone para conectarse a internet y buscar información.
Además incorpora todos los elementos esenciales del “canon” que nos gustan a los fans del personaje: el inspector Lestrade, su casera la señora Hudson, su flemático hermano Mycroft, su archienemigo James Moriarty, etc. Algunos "detalles" de forma natural (ambos peronajes tocan el violín) otros incluso como broma, por ejemplo la distintiva gorra de Sherlock Holmes, que por cierto jamás apareció en ninguno de los relatos de Conan Doyle, siendo obra del ilustrador del periódico donde se publicaban.
Lógicamente todo ello es adaptado a los tiempos modernos. Aquí Sherlock ya no es un drogadicto que necesita consumir morfina o cocaína para mantener su cerebro ocupado mientras no está trabajando en ningún caso, sino que es adicto al tabaco, y por lo tanto necesita parches de nicotina. Eso sí, sigue siendo poco hábil socialmente hablando, arrogante, hiriente y mordaz:
Y por supuesto muy observador, con una memoria prodigiosa y extremadamente inteligente, como corresponde al personaje. Una rara combinación, como el mismo se define:
“No soy un psicópata, soy un sociópata con muchas habilidades”.
Como en las historias de Doyle hay una ambigüedad calculada con respecto a la sexualidad del personaje, no dejando aclarando nunca si no le interesan las mujeres o si simplemente no le interesa el sexo en absoluto. Sólo en una de las historias de Holmes (Un escándalo en Bohemia) aparece un personaje femenino, Irene Adler, que parece hacer mella y dejar huella en él: lo mismo ocurre en la serie. De hecho Doyle acabó haciendo que Watson se prometiera con una mujer, se casara con ella y dejara de vivir con su compañero: ya se sabe, dos solteros viviendo juntos en la Inglaterra victoriana... en la serie también se nos deja claro que a Watson si que le interesan las mujeres.
Frente a Holmes está, como siempre su fiel escudero Watson, que le sirve de inspiración, lo conecta con el mundo real, lo da a conocer al público y le suaviza algo el carácter, aunque muchas veces no comprende su frialdad racional y carente de sentimientos:
El estilo y la técnica de la serie es muy ágil, rápido, con planos cortos, diálogos rápidos, especialmente cuando habla Holmes, y visualmente muy impactante: sobre la pantalla se sobreimpresionan mensajes de texto que los personajes reciben, lo que están consultando en Internet, o incluso se señala al espectador con palabras sobre los objetos o las personas las pistas que Sherlock está viendo, para de esa manera ahorrarse tener que explicarlo con diálogos.
Hay muchas elipsis, y algunos casos ínfimos que se resuelven con dos líneas de diálogo pero que luego tienen que ver con el caso principal que constituye la trama del episodio. Los argumentos son enrevesados y bastante inverosímiles en algunos casos, lo que puede llegar a ser un poco irritante.
El formato de la serie también es poco habitual: los episodios duran muchísimo, algunas veces quizás incluso demasiado, y no meter tanta trama en un mismo episodio la mejoraría. Muy lejos de los tres cuartos de hora por episodio que son el formato habitual, y de los 60 minutos en el caso de las series con episodios largos, aquí los episodios duran hora y media cada uno.
De hecho más que una serie parece que se trata de varias películas para televisión, porque la primera temporada en 2010 constó sólo de 3 episodios y la segunda, en 2012, también tuvo sólo 3 episodios.
Más en http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com.es/2012/09/shelock-holmes-version-20.html
Seldon
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8
20 de julio de 2011
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al igual que otros grandes genios de la época gloriosa del cine, como Hitchcock o Wilder, Fitz Lang no era norteamericano, sino europeo emigrado/exiliado, aunque contribuyó a hacer del cine lo que es hoy gracias al trabajo que desarrolló en América. Pero a diferencia de los otros, que aunque empezaron su carrera en Europa sus obras maestras las rodaron en América (y salvo alguna excepción se puede decir que su peor obra americana es mejor que su mejor obra europea), Fritz Lang tiene una carrera en Europa con películas verdaderamente notables, algunas incluso muy anteriores, provenientes de su etapa muda.

M, el vampiro de Düsseldorf es una de estas películas. Es sorprendente incluso hoy día que esta película se haya rodado en 1931: parece mucho más moderna. Vale, de acuerdo, no podría pasar por una película actual (para empezar por el blanco y negro) pero perfectamente podría pasar por una película rodada 20 años después, a principios de los 50, por lo moderna que resulta. Aún así conserva ciertos elementos expresionistas marca de la casa: ciertos encuadres oscuros y en picado (desde arriba) de las calles nocturnas, el asesino que se nos presenta sólo como una sombra, una silueta, etc.

Como otras películas de Fritz Lang introdujo muchas innovaciones que luego otros fueron desarrollando, imitando o simplemente copiando: Creo que es la primera vez en la historia del cine que aparece un serial killer, encima su cara no se muestra al público desde el principio y para colmo no se ve ningún asesinato en pantalla (mucho hay escrito sobre lo buena que es la primera secuencia).
Probablemente también sea la primera vez que aparecen elementos típicos del cine policiaco como las secuencias de la investigación: el análisis de las huellas dactilares, o la escena en la que con un compás se trazan círculos concéntricos en un mapa para “ampliar el radio de búsqueda”.
El montaje paralelo no era la primera vez que se usaba, pero en esta película la verdad es que está también muy bien utilizado, contando la “carrera” que tienen los policías y los hampones por encontrar a Peter Lorre.
Pero quizás lo mejor sea que hace una utilización del sonido no como una curiosidad de barraca de feria, sino sacándole partido, como una herramienta más: en otras películas sonoras de la época, con el cine sonoro recién inventado, el sonido se nota como algo “añadido”, pero en el fondo es como si estuviéramos viendo una película muda.
Aquí no es así; por ejemplo una escena empieza con el jefe de policía explicándole al ministro los progresos de la investigación por teléfono pero en seguida, mientras la conversación telefónica continúa en off, se nos van mostrando escenas de la investigación, como por ejemplo a los policías preguntando en distintas pastelerías: teniendo en cuenta que el cine era sonoro desde hacía menos de dos años, no está mal.

(siguen en spoiler por falta de espacio)
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Seldon
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8
11 de junio de 2011
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reservoir Dogs no es una película perfecta, ni siquiera es la mejor película de Tarantino (puesto que en mi opinión está todavía ocupado por Pulp Fiction), pero es una película muy interesante, una buena película, y un excelente debut al ser la primera del amigo Quentin.
Ni él mismo ha ocultado nunca que bebe, toma prestado o simplemente copia elementos de otras películas que a él le gustan, y que no tienen por que ser clásicos ni mucho menos, pero lo que obtiene tras mezclarlo es algo distinto y novedoso: por ejemplo Kill Hill debe mucho a un film japonés de serie B llamado Lady Snowblood, y la técnica de llamar a los atracadores con colores ya aparecía en Pelhan 123, de 1974.

Todo lo que vendría y sería después, todo lo que acabaría conformando el estilo de Tarantino está ya aquí, o bien desarrollado o bien esbozado:

- La forma de narrar, que es más importante que lo que se narra en si: la película entera gira en torno a un acontecimiento, su preparación y sus consecuencias, (ver spoilers) sin embargo no vemos ni un fotograma del mismo en pantalla, nada. Además, como posteriormente ocurriría en Pulp Fiction, la narración no es lineal, con saltos adelante y atrás (no realmente flashbacks) en el tiempo: esto aparte de ser un recurso estilístico es francamente necesario: la historia en si, la trama es bastante simple y probablemente contada cronológicamente hubiera perdido bastante y quedado una película flojita.
- Los diálogos Tarantinianos. Se caracterizan por dicen mucho pero no contar nada: son rápidos, ingeniosos, brillantes, pero aportan poco a la historia. El ejemplo más típico es el diálogo del “cuarto de libra con queso” en Pulp Ficction y en esta película es el diálogo sobre Like a Virgin de Madonna y las propinas a las camareras (sin embargo, aquí si aportan algo, dan algunos indicios, ver spoilers)
- La música, ecléctica, nunca original, rescatada de entre viejos discos y éxitos menores de los años 70, de los que probablemente nadie, salvo el propio Tarantino se acordaba, pero que forman un collage que encaja como un guante con la película (en una entrevista Tarantino decía que mientras escribía el guión dedicaba muchas horas a rebuscar entre sus discos para elegir la mejor música para cada escena).
- La violencia, más estructural que otra cosa: las películas de Tarantino tiene mucha violencia verbal (acompañado de lenguaje barriobajero plagado de tacos) pero la violencia física no suele ser mostrada explícitamente: es más violenta cualquier película de Stallone.
- El sentido del humor, negro, más provocado por el diálogo que por las situaciones.

Además creo que esta película ha dejado marcada la escena de los créditos, en la que se va presentando uno a uno a cámara lenta a estos “perros de perrera” mientras avanzan vestidos con traje negro y corbata.
En fin, una película notable.
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Seldon
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