Disparatada, esperpéntica y surrealista película que me hizo pasar un buen rato y me arrancó alguna carcajada. Solo recomendada a personas con un sentido del humor muy amplio. Buenas coreografías y efectos especiales que te dejan boquiabierto.

Hay en las películas de Eastwood una obsesión personal por demostrar que la Verdad no existe, que el Bien y el Mal son conceptos engañosos, que los malos pueden ser buenos y los buenos malos.

En "Medianoche..." toca convencernos de que en una sociedad pueblerina y conservadora también hay homosexualidad y prostitución masculina, que la línea entre el crimen y la legítima defensa es difusa, que un hombre puede tener irresistible atractivo femenino, que una vulgar bruja de magia negra puede tener sabias respuestas existenciales, etc.

Eastwood es un apóstol de la postmodernidad empeñado en hacer de lo probable una verdad categórica, convirtiendo cada película suya es una homilía sobre la moral relativista.

Una lástima que alguien con tantísimo talento cinematográfico lo haya sacrificado al servicio del relativismo autófago, porque si la Verdad no existe tampoco es cierto que no exista.

Típica película de artes marciales pero que te hace pasar un buen rato al ser biográfica, estar realizada con alto presupuesto y bien ambientada en un momento histórico.

Defiende buenos valores como la familia, la patria, la amistad, la humildad, el desprendimiento, el honor, etc, además de encarnar su protagonista cuáles son los ingredientes del liderazgo.

Un cuento con soberbias fotografía, interpretaciones, exteriores, etc, ensombrecidas por un críptico y enrevesado guión sobre algo tan sencillo como el miedo a la muerte, la futilidad de los recuerdos y el positivo papel de la religión.

Los incomprensibles diálogos y escenas entre vivos, muertos y ángeles cabrean no sin razón al común espectador. Una película exclusivamente para amantes del arte por el arte y lo enigmático.

Una abuela rusa que visita a su nieto en una guerra cualquiera en un lugar de calor sofocante (presumiblemente Chechenia) es el genial pretexto de Sokurov para mostrarnos un retrato insólito de los conflictos bélicos. Es una película de guerra sin tiros, de odio sin sangre, de amor sin sexo y de sexo sin desnudos, porque la tesis de Sokurov es que estas cosas no ocurrirían en un mundo de mujeres y que la brutalidad es básicamente masculina.

También están hábilmente insertados en los diálogos otras cuestiones vitales o de gran actualidad como la fuerza de los vínculos familiares, los daños que está sufriendo la familia en la sociedad posmoderna tales como la desconfianza en la institución matrimonial que ha traído el divorcismo y el abandono de los ancianos, la desculturización de las nuevas generaciones y, de forma recurrente a lo largo de la película, la indestructibilidad del Bien en las peores condiciones.