Sabía que tarde o temprano llegaría este momento, el momento en que pasaría del 9 dado a una película rodada con una maestría inabarcable al 10 que supone confirmar -o confirmarme- que Buscando a Nemo es mucho más que muy buena, es una obra maestra imperecedera para la que no importan los años que servidor tenga: siempre estará ahí, alojada en la memoria y en el corazón, acurrucada entre los recuerdos y los sentimientos más profundos y sinceros que jamás he sentido al visionar un trocito de celuloide de hora y media, en el que no podrían ocurrir más cosas y con menos acierto. Es el Olimpo animado, único y, para hacerlo aún más excepcional, no por todos reconocido. Lo que yo, por ejemplo, entiendo por una película de 10, ni más ni menos. Aquella que pasa a formar parte de uno y sus vivencias. Aquella que, con todo el orgullo del mundo, uno se presta a recomendar allá donde va y en cuanto tiene ocasión, aunque no siempre se acierte. Y eso es lo mejor de todo, sentirte sabedor de un secreto no por todos compartido y no por ello menos especial, sino al contrario.

Ya escribí una crítica en su día, pero me quedó demasiado artificiosa, pues las sensaciones tenían que ser reavivadas al tiempo que las palabras tomaban forma (hacía un tiempo que había visto la cinta). Hoy, sin embargo, me doy cuenta de que cuanto quisiera decir de ella se quedaría corto, por lo que el resultado volvería a ser insuficiente e insatisfactorio... no deja de tener su gracia, la verdad. La consecuencia de esto es que esta segunda versión de mi crítica pecará de algo parecido: de falta de entidad útil para el que no comparta lo que yo siento. Mis disculpas por adelantado.

Sólo diré que el océano jamás me pareció más bello. Que el ser humano jamás se me antojó más ciego. Que la conjunción de risas y lágrimas jamás supo mejor. Que jamás me he sentido más unido a unos monigotes digitalizados ni me han resultado mejor definidos. Que hoy el mundo parece un lugar más mágico. Y que ahora sé a ciencia cierta que, no importa si cuento con 13, 20 u 80 años, esta película es y será, para mí, maravillosa. Esto es cine, amigos, sentir cada bache y logro de la aventura como algo propio. Lo sé, volveré a verla.

-"Le prometí que no le pasaría nada" -"¿A quién se le ocurre prometer eso?"

-"¿Sabes qué hay que hacer cuando huye la suerte?" -"Sigue nadando........"

No cuela, Miike. No te la compro. Tu audición es una mierda, y si no, al menos, sí muy decepcionante. Cosas de japoneses, que tienen siempre buenas y originales ideas que acaban en nada. Y es que no se puede vender thriller psicológico si la atmósfera no está conseguida o directamente hay que inventarla. No se puede empatizar con nadie si aquí todos tienen pinta de darle a las drogas duras y llevar unos días sin chutarse (sus estados nerviosos, vegetales o festivos dependiendo del momento los delatan, por hinchados)... puto asco de actores, Dios mío. Y sí, reconocemos que la fetichista de la portada tiene su aquel, que da aún más asco que ninguno, primero por su vocecilla de ultratumba en la versión original, siempre monocorde, como si piaran pajaritos: "pipipipipipi, es que no se puede confiar en los hombres, pipipipipi, yo sólo quiero que me quieras, pipipipipipi, hasta el infinito y a mí sola"... y mientras el otro pelele asintiendo con cara de gilipollas. Claro, luego al pajarito le da por cacarear, tal que así: "kiri kiri", pero llega tarde y para, únicamente, hacer el ridículo, ¿con qué propósito? Que le pregunten a Miike, que yo de locos aburridos no entiendo. Y a tomar por culo ellos.

PD. Y todo obviando que, salvo diferencias culturales abismales, la premisa es una tontada.

Mi relación con Burton empieza a irse de madre. No hay manera, no lo soporto. No tolero ni un engaño más. A tomar por culo él y sus estéticas rompedoras pero sin fondo. Paso...

Bien, vi la película sin grandes esperanzas ni expectativas: sabía lo que me iba a encontrar, y lo que es peor, sabía que no me iba a gustar. Entonces, ¿por qué? -dirán los incondicionales. Pues mira, porque me gusta tener base para criticar las cosas, y porque, oye, es que al final la curiosidad siempre me vence. Debo estar mal programado de fábrica.

Entrando al tema, no he leído la novela, pero tengo en mente hacerlo; he visto la versión animada, sí, pero no creo que eso suponga nada. De modo que mi único punto de vista a la hora de afrontar el filme sería el considerarlo un medio de entretenimiento, comparaciones descartadas.

¿Qué ocurre? Pues que a mí esta Alicia y sus avatares me importan, por decirlo suavemente, una real mierda. No ayuda que el elenco de secundarios, que debieran dar algo de vidilla al cotarro, sea totalmente prescindible; no ayuda el guión casposo típico de la filmografía burtoniana; no ayudan las supuestas batallitas que lejos de entretener dan algo de vergüenza; no ayuda el infantilismo del que gusta siempre el director, y, por supuesto, no ayuda el comprobar, una vez más, que este mundo supuestamente apasionante no es sino un bonito decorado sin nada interesante que contar.

Así, ni ritmo, ni emoción, ni locura, ni nada de nada. O lo que es lo mismo: me aburro. ¡Que me corten la cabeza!

No tengo ni idea de por qué vi esta película, supongo que porque la mayoría de veces tira más la malsana curiosidad que la aburrida lógica. El caso es que le tenía yo mucho asco a esta directora habiendo visto exclusivamente su aclamada y vapuleada, según el espectador, "Lost in translation". Me pareció un poquito trepa y pretenciosa ella (lo que hacen los prejuicios, oye). Así, cierto día se me ocurrió probar con su primer trabajo, el cual, debo reconocer aun así, me inspiraba unas ligeras buenas vibraciones (¿tendría la fama menos subida a la cabeza?). Hasta ayer pospuse el comprobarlo.

Ciertamente, "Las vírgenes suicidas" es una película algo irregular, de tono tirando a indefinido entre la fábula dramática y la comedia negra (yo me reí a gusto unas cuantas veces), pero me convenció, qué coño. La atmósfera que consigue crear su directora, tan peculiar, tan ensoñadora (aunque le falte algo de lírica), tan absorbente con tan escaso empleo de recursos me parece muy honesta y virtuosa en su simpleza, diríase cercana dentro de su notable extravagancia. Puede que sea de recibo el acusarle, como se le acusa, buscar constantemente la bonita estampa, a lo "anuncio de compresas" he leído por ahí, pero poco importa si uno consigue desprenderse de su yo más cuestionador y se deja seducir por esta historia atípica que, finalmente, podrá pecar de algo vacua, podría ser, mas que aquí hay cine es innegable. Ingenuo, liviano y desnudo (o de dudosa moraleja), pero cine. Y rodado con mucha clase.

PD. Kirsten Dunst adorable, claro. Como si eso no lo notara uno nada más verla.

El recientemente fallecido Sidney Lumet -en paz descanse- se especializó, al parecer y según llevo leyendo, en historias pequeñas en apariencia a las que dotaba, con la ayuda de un buen guión -"rara avis", oiga-, de un toque de lo más particular, en el sentido de que lo narrado no se amoldaba por completo a los patrones cinematográficos más convencionales. Ahí tenemos, en este caso, la elección de un artículo periodístico como motor de toda la historia, y el optar por narrar ésta sin cambiar en ningún momento de escenario, factor que ya le reportara excelentes resultados en Doce hombres sin piedad, por poner un ejemplo. Pero hay más, pues no es sólo en la escenografía donde se nota la particularidad de este atraco que, a la postre, acaba resultando secundario, dando paso a un perfecto análisis de personajes y situaciones que descuadran al espectador, malacostumbrado a robos impecables que son el culmen de lo "cool". Es en el propio guión, como digo, donde uno se percata del verdadero valor de lo que está viendo, pues ya desde el arranque de la cinta se presiente esa rareza, a caballo entre la parodia* y el realismo más patético (por creíble y efectivo) que lidera, como tantos otros ya han comentado, un inconmesurable Pacino, genial en su caracterización de ese atracador que se lleva a las masas de calle, y con ellas al mismo patio de butacas.

Así pues, excelente ritmo y planificación de escenas para un producto cuyo poder de sugestión sólo es entendible una vez se experimenta. Cojonuda película, señor Lumet. Allá donde estés.