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Estados Unidos Estados Unidos · Over the rainbow, Kansas
Críticas de Wild In Love
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Críticas 150
Críticas ordenadas por utilidad
9
13 de enero de 2011
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1996 con una filmografía ya muy sólida a sus espaldas los hermanos Coen se asentarían como dos de los mejores creadores del cine norteamericano contemporáneo con esta espléndida cinta, una disparatada intriga criminal en clave de comedia negra situada en parajes nevados de gran belleza enmarcados dentro de la América profunda.

La historia arranca fuerte con el secuestro ficticio de la esposa de un pobre diablo (W.H. Macy) que este mismo organiza para luego quedarse con el rescate que supuestamente habría de pagar su pudiente suegro para volver a ver a su hija con vida. Pero las cosas no siempre salen como se planean y menos en una película de los Coen cuya vena más sarcástica y fatalista florece en Fargo fluyendo de manera natural. La estupidez humana uno de las características inherentes a todo su cine se apodera en mayor o menor medida de todos los personajes y contra la cadena de despropósitos que estos van generando ha de luchar y mantenerse firme Frances McDormand, la única persona cabal que en ningún momento pierde la calma en su estatus de mujer policía encargada de investigar las muertes que se van sucediendo.

McDormand realiza una actuación muy divertida y resulta hasta tierno verla caminar sobre la nieve, en un estado muy avanzado de embarazo, siguiendo un rastro de cadáveres mientras utiliza el sentido común para descifrar el por que de tanta sangre en un lugar donde como reza el propio cartel del film aparentemente “nunca pasa nada”.

W.H.Macy es por su parte el pelele principal de la función. Ninguneado por su suegro (Harve Presnell) del que depende económicamente quedará a su vez a merced de los dos delincuentes de poca monta a los que contrata para llevar a cabo el secuestro. Grandes papeles también para estos últimos a cargo de Steve Buscemi y Peter Stormare. Los cuatro se verán engullidos por la mala suerte acorde con el destino que se van forjando según sus actos.

Si bien todo funciona, la película no sería sin duda tan recordada si se hubiera rodado en otras localizaciones. La fuerza visual que acompaña al film toca los límites de la poesía cuando el rojo de la sangre se funde sobre la nieve. En este sentido aprovecha mucho mejor las posibilidades que otorgan los escenarios nevados que otras películas con las que Fargo tiene semejanzas como son Un Plan Sencillo y Affliction. Los Coen consiguen con sus imágenes un gran impacto poético trascendiendo el verso que lentamente se desangra a la violencia que en ocasiones inunda la pantalla.

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Wild In Love
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10
2 de mayo de 2009
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
No vamos a mencionar aquí las numerosas e inamovibles virtudes que posee esta estupenda comedia. En estas líneas se hablará única y exclusivamente de Marilyn, icono de la mujer inalcanzable por su belleza. Marilyn, diosa triste entre el cielo y el infierno, alma rota, corazón al galope, puro fuego, instinto animal, oración y carne, laberinto cerrado, acertijo y enigma, latigazo sexual, poesía inacabada. Marilyn, envuelta en terciopelo, con labios de cristal, que cortan y se rompen al besar, muerte en la boca, veneno que siempre vuelve, Marilyn.

Como un ángel que todo lo eclipsa con su mera presencia. Mirad a Marilyn, tocando el ukelele, avergonzada cuando una petaca de whisky se desliza desde su falda hacia el suelo, Marilyn, confesando en el lavabo de un tren su empatía amorosa con los músicos saxofonistas. Marilyn, siempre y solo Marilyn, soñando que se enamora, besando a su príncipe azul, aceptando finalmente su destino. Así era Marilyn hecha fotograma, y entonces aquella quimera podía sentirse y tocarse, tan humana y tan mundana, sólo nuestra, sólo mía, Marilyn.

Algunas veces me enamoré de Marilyn. Se llamaba en realidad Marta, tal vez Tania o Estefanía. Aquellas mujeres que entraron en mi vida como un huracán de hielo y distancia, alterándome el ritmo cardiaco, Marilynes del ayer, caramelos en el cenit de mis sentidos, arco iris difuminados, aullidos a la luna entre vasos vacíos, prisiones sin recuerdos ni olvido, precipicios de deseo, mujeres bellísimas de estulticia y humo, que siguieron su camino sin ni siquiera haberme visto aunque hubiera dado el cielo por un solo corte de sus labios.

Sin embargo yo besé a aquellas mujeres. Y os puedo contar que las amé a todas a ellas, y mi boca no sangraba en esos besos, porque eso son los sueños, pedazos de vida fabricados a medida, Marta, Tania, Estefanía fuera de ellos fuisteis solo una ilusión, pero dentro erais sólo para mi al igual que lo era ella, cuando el cine la mostraba vulnerable, cuando el cristal no cortaba, Marilyn.

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Wild In Love
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10
31 de diciembre de 2009
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Le llaman El Jaibo. Puede que te hayas tropezado con él alguna vez. Bien parecido, delgadez forzada, cigarrillo ajeno, ropa deshilachada, mueca chulesca. Nada especial, salvo por esa mirada, que lleva la calle incrustada en los ojos. Porque eso es El Jaibo: un pedazo de barrio que sufre, una esquina que mercadea, una chabola que agoniza. Calle miserable de hambre y olvido golpeándole desde donde le alcanza la memoria. Supervivencia e instinto marcados a fuego en las venas. Picaresca de pan y navaja, víctima y verdugo, ley del Talión, ojo por diente, vida por ojo.

Pedro, apenas un niño, busca en la amistad de El Jaibo una figura paterna que nunca ha tenido. Puede que conozcas a Pedro. Quiere ser un buen chico. Sin embargo es difícil cuando ni siquiera sabe si su madre va a ofrecerle un poco de comida al regresar a casa. Viene de la calle, a ella no le gusta o tal vez se excuse nuevamente en eso para negarle el amor propio de una madre. Tal vez su hijo le recuerde a demasiadas cosas que quiere olvidar. Lo que no sabe Pedro es que en la calle no existen amigos. Solo la individualidad de la ley del Talión, ojo por diente…

En las vidas de El Jaibo y de Pedro se cruza Julián. Puede que también lo conozcas. Julián ha salido de la calle porque su padre muere cada noche un poco más en ella. Él trabaja de sol a sol mientras el viejo ahoga en alcohol el dinero previamente empapado del sudor de su hijo. Se han contado cosas de Julián, cosas que no son ciertas pero lo suficiente para que sea él quien pague los errores de otros. Justicia de la calle, Ley del Talión, ojo por diente…

Tu y yo tenemos un hogar. Y sólo desde la lejanía de la comodidad podemos mirarlos a ellos. Tal vez algún día odiemos a El Jaibo porque nos ha robado unas monedas, o puede que pretendamos tapar nuestra hipocresía ofreciéndole nuestra limosna a Pedro. O sentiremos lástima de Julián cuando lo veamos arrastrando a su padre entre sollozos. Será solo un momento de duda y malestar y volveremos a nuestra idílica realidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Wild In Love
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8
21 de mayo de 2009
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Kathie Hepburn desemboca en Venecia sólo tiene una cámara de fotos, una botella de bourbon en su mochila de viaje y un rostro pétreo donde se amontonan las heridas del alma. Cuando se va se siente la mujer más dichosa y repleta de aquella ciudad de los canales que nunca olvidará. En su viaje de búsqueda, el amor como verdadero motor de la vida la liberará de si misma aprendiendo la importancia de no negar un beso y la necesidad de mostrarse tal cual en los brazos de un hombre.

Kathie Hepburn, aún estando bellísima, se nos presenta fría, distante, seria y comedida, discreta y gélida. Aparte de que sabemos poco de ella, nos miente y miente a los que la rodean. Esconde su feminidad en vestidos sobrios y sus ojos felinos en hundidas gafas de sol mientras recorre una Venecia fascinante que la empuja al amor a cada paso, Venecia implacable de seductores y truhanes que acechan a la turista en cada una de sus esquinas.

Kathie Hepburn solamente lleva puesta en realidad la coraza de la Cenicienta. Por eso cuando atisba a ver a un príncipe azul no duda en lanzarse a tumba abierta hacia la pasión de un enamoramiento que se torna casi adolescente. La veremos transformarse en una diosa, cambiando los paseos interminables en soledad por sesiones de manicura y peluquería, y sus recatados atuendos por el uso de un vestido propio de una reina de camino a su primer baile.

Como suele suceder en la vida su príncipe azul es sólo un embaucador que esconde múltiples capas bajo la piel. Romperá el sueño de nuestra Cenicienta en más de una ocasión pero ella dará un paso más en su atrevimiento y sinceridad decidiendo que sí, todo es una trampa, pero es una trampa maravillosa. Es entonces cuando Kathie se convierte, más allá de sus sueños fantasiosos, en una mujer.

Nuestras ciudades están llenas de mujeres así. Podemos verlas solitarias en terrazas y bares, calles y paseos, y cuando las miramos notamos una aversión en su rostro. Tienen un aspecto esquivo, entre la negación y la resignación, pareciendo arrastrar dolores de corazón. Pero yo sé que sólo se trata de la coraza de la Cenicienta. Con un guiño al amor que les muestres se abrirán a ti y se trasformarán en lo que siempre han querido ser y no han podido. Y tal vez, algunas de ellas den el último paso, aceptando que las espinas son inevitables en el amor y que ya no quieren ser Cenicientas nunca más, solamente mujeres, porque la vida no es un cuento es sólo vida, esa inigualable sensación que Kathie Hepburn se llevó consigo para siempre cuando desde la ventanilla de un tren le daba su último adiós a los encantos de Venecia.

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8
6 de octubre de 2010
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
He tardado muchos años en acercarme a esta película. Siempre oí hablar de ella y paradójicamente los argumentos por los que me decían que era interesante me echaban para atrás de manera casi irreversible. Me considero una persona abierta, para nada extremista pero por motivos que considero razonables y lógicos sí lo soy (y mucho) con el tema de la pederastia. No diré a viva voz cual es mi postura aunque las personas cercanas a mi la conocen pero probablemente algunos estimen excesivas las medidas que considero habría que tomar para con todo aquel que hace daño de la forma que sea a un niño. Por esta razón y sabiendo que un principio en Happiness se trataba este tema de manera un tanto frívola siempre renegué voluntariamente de visionar este film.

Sin embargo y aún a sabiendas de lo anteriormente expuesto me dispuse a romper la frontera moral que me separaba del cine de Solondz y a pesar de los momentos terribles que se insinúan o se muestran de manera verbal a lo largo del metraje atisbé a esbozar una sonrisa entre aquel desfile de pobres diablos sin rumbo que poblaban la pantalla. Ciertamente toda la película es un catálogo de las miserias humanas, sobre todas aquellas cosas grandes o pequeñas que deseamos tener y de las que depende en mayor o menor medida nuestra felicidad. Con esta premisa teje Solondz un hilo finísimo entre la aceptación y la repudia jugando con el espectador al borde del abismo, siendo este el que decida finalmente si se mantiene el equilibrismo hasta el último minuto o si abandona la función antes de la caída definitiva del telón.

Obviamente la polémica le toca de lleno al papel que interpreta Dylan Baker como el psiquiatría atormentado que termina llevando a cabo sus fantasías pedófilas convirtiendo un film que sin él hubiera sido meramente atrevido en una bomba de relojería que pone a prueba nuestra paciencia una y otra vez. El acierto de Solond se centra en mi opinión en la habilidad que destila al no juzgar a ninguno de sus personajes sean cual sean sus actos y la inadmisibilidad de los mismos, todo ello envuelto en un humor tan al límite que ni siquiera puede denominarse como negro porque va más allá, hasta el punto de que tu propia risa puede llegar a causarte dolor por sentirte cómplice de lo que ves a la par que alivio, al tratarse de vidas que no son la tuya no formando al fin y al cabo parte de ellas.

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Wild In Love
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