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Críticas de travis braddock
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Críticas 152
Críticas ordenadas por utilidad
7
16 de octubre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marte, el llamado planeta rojo, ha causado siempre una gran fascinación en nuestro mundo y no son pocos los relatos literarios y cinematográficos (incluso musicales) que han hecho hipótesis sobre cómo sería la vida en aquel lugar, sus habitantes y los peligros que podrían suponer para la raza humana. La ciencia parece haber demostrado que en Marte no hay seres de color verde con antenas y trompetillas (los marcianos de las versiones más chuscas) y que en el mejor de los casos pueden ser microorganismos originados en el agua que pueda existir. La novela “El marciano” del estadounidense Andy Weir, autopublicada en 2011 y que ha logrado convertirse en un fenómeno de ventas, es la base en la que se ha inspirado el guión de Drew Goddard (‘La cabaña en el bosque’), en el que la amenaza es la propia supervivencia del cuerpo humano, sin seres extraños pululando alrededor. De esta manera, el astronauta Mark Watney se convierte, a su pesar, en el primer marciano confirmado y en ese planeta deberá seguir con su vida mientras trata de comunicarse con la Tierra, esperando un rescate.

Ridley Scott ha bregado en el género de la ciencia-ficción con monstruos y androides y, en ‘Marte: The Martian’, lo hace simplemente con el hombre enfrentado a su insignificancia en el cosmos y usando los atributos que lo hacen humano para sobrevivir. El sentido del humor ante el drama de verse solo en un planeta lejano y sus conocimientos de botánica serán sus armas para no dejarse llevar por la pulsión de muerte que a cualquiera le vendría en una situación similar. El enfoque recuerda al que usó Robert Zemeckis en ‘Náufrago’ y mientras Scott nos retrata la soledad del astronauta y cómo va improvisando remedios con los artilugios que tiene a su alcance (hablando a las cámaras de la estación espacial aunque sea para sí mismo, por no perder la cordura), la peripecia se hace de lo más entretenida. Sin embargo, pasado ese primer tercio, en el que no echamos en falta a nadie más, Watney consigue contactar con la Tierra y comienza el revuelo en la NASA para ver los modos de rescatar al hombre al que se creía muerto. Entran en escena una serie de personajes que discuten sobre los modos de comunicarse y de rescatar a Watney y la trama pierde fuelle con el protagonismo desviado a nuestro mundo.

Por ahí aparecen altos mandatarios debatiendo sobre si merece la pena gastarse una gran cantidad de dinero y arriesgar otras vidas humanas en el rescate de un solo hombre y, cuando la noticia se hace global, la NASA recibe la inesperada ayuda de otras personas e incluso de otras potencias mundiales. Todo este buenismo cogido un poco con alfileres, los golpes humorísticos (dentro de la agencia espacial norteamericana resulta difícil encontrar un mapa de Marte) y las clases de “física y astronáutica para dummies” para explicar fácilmente lo que está sucediendo (entendible por ser una película dirigida al gran público, pero poco creíble entre científicos de la NASA), hacen que la trama empiece a chirriar y salga a la luz lo peor de su director, al que a veces se le van de la mano los recursos para hacer más comerciales sus cintas. Afortunadamente, recupera el buen pulso para el tramo final y nos brinda un clímax que está a la altura de lo planteado inicialmente y que deja con buen sabor de boca. Su habitual pericia visual sale a relucir con una puesta en escena planteada a la vieja usanza, sin abusar de efectos digitales para hacernos sentir en ese Marte ubicado en las arenas cobrizas del desierto jordano de Wadi Rum, habitual en producciones espaciales, donde el director ya ambientó algunas escenas de ‘Prometheus’ y donde David Lean rodó buena parte de ‘Lawrence de Arabia’.

En ‘Marte: The Martian’ Scott cuenta con un reparto plagado de rostros conocidos, como Jessica Chastain, Jeff Daniels, Sean Bean, Chiwetel Ejiofor o Kristen Wiig (en un registro más serio de lo que suele ser habitual, dejando los chistes para otros personajes), que cumplen con lo que se espera de ellos. Aunque el que destaca es un Matt Damon que está estupendo como ese Robinson Crusoe del espacio que busca soluciones a sus problemas mientras escucha canciones de los 70 y los 80. Se da la circunstancia de que, tras ‘Salvar al soldado Ryan’ e ‘Interstellar’ es la tercera vez que debe ser rescatado en la ficción, algo que ya ha dado lugar a algunas bromas por Internet.

La película es una buena muestra de cómo se puede hacer cine comercial sin hacer de menos al espectador, más cercana al espíritu lúdico de ‘Gravity’ que al de ‘Interstellar’ (cuyas pretensiones no fueron suficientes para acercarla ni de lejos a la trascendencia de ‘2001: Una odisea del espacio’). No es una película que hará cambiar de opinión a los que piensen que lo bueno de Ridley Scott terminó con ‘Blade Runner’, pero nos hace pasar un buen rato a los que acudimos a la cita con el realizador británico a sabiendas de que mantiene el toque y que de vez en cuando sigue acertando.
travis braddock
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7
20 de marzo de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘Pride’ es el segundo largometraje de Matthew Warchus, británico curtido especialmente como director teatral tras un discreto debut en el cine con ‘Círculo de engaños’, a finales de los 90. Para este trabajo lleva a la pantalla un guion del actor Stephen Beresford inspirado en hechos reales, los que unieron de una forma llamativa a mineros y homosexuales en la reivindicación de sus derechos y sus protestas contras las políticas conservadoras de Margaret Thatcher. En los primeros años 80 no eran pocos los que consideraban a los homosexuales una plaga perniciosa y los llamaban “pervertidos”, mientras que los mineros empezaban a ser objeto de la reconversión industrial que llevaría al cierre de un buen número de pozos que habían dado trabajo a generaciones enteras en pueblos de todo el país.

Ambos colectivos tenían cosas por las que quejarse pero no estaban muy próximos en un principio, pues muchos de los mineros no dejaban de ser hombres de la vieja escuela a los que los homosexuales les parecían unos personajes a evitar, motivo de la reticencia de éstos a apoyar a los que los miraban con malos ojos. Sin embargo, la película nos habla del inicio de un grupo de gays y lesbianas que rompen esas barreras de lejanía mutua al comprender que, por diferentes que sean sus integrantes, la unión hace la fuerza ante las injusticias. Tras varias tentativas rechazadas de que algún grupo de mineros acepte las donaciones recogidas, la asociación de gays y lesbianas recibe el visto bueno de una pequeña comunidad galesa a la que se desplazarán para conocer de primera mano la situación. Y no será la única cosa que conocerán, pues si ya era difícil ser homosexual en el Londres de 1984, serán testigos de lo que supone serlo en un pueblecito galés donde algunos les miran como a gente venida de otro mundo. Aunque, a pesar de las diferencias iniciales, el entendimiento irá surgiendo de forma natural.

‘Pride’ nos recuerda en todo momento que estamos ante una película de cine social, pero buenrollista, de modo que los momentos dramáticos no son demasiado dramáticos y son suavizados por otros más cómicos. La cinta se inscribe en la línea de otras como ‘Full Monty’ o ‘Billy Elliot’, más accesibles para el gran público al limar las aristas en los temas más espinosos. Si otros quizá hubieran pintado la experiencia de ser gay en un pequeño pueblo como una experiencia compleja, en ‘Pride’, tras los recelos iniciales de la mayoría, no tarda en dejarse a una sola familia compuesta por una mujer y sus dos hijos como los únicos malos de la función. Y mientras tanto, el resto empieza a apreciar a los visitantes por traer cosas allí nunca vistas, como hombres dispuestos a bailar (véase la estupenda escena protagonizada por un desatado Dominic West).

Además de la lucha de mineros y homosexuales, la película desliza aspectos como el surgimiento del SIDA como enfermedad masiva en la comunidad gay o la lucha particular de un muchacho que debe desafiar a las prohibiciones paternas ante su curiosidad sobre ese mundillo al que otros califican como “pervertido” y en el que él se siente como uno más. Todo ello tratado con cierto trazo grueso y de forma que suena a ya vista, perdiendo parte de la efectividad del mensaje. No obstante, como es norma en estas producciones británicas, las actuaciones están a la altura de las circunstancias y en ‘Pride’ hay una buena conjunción entre los actores jóvenes y otros más veteranos, como Dominic West, Paddy Considine, Imelda Staunton o Bill Nighy.

‘Pride’ es una película entretenida y agradable de ver, bien sazonada con conocidas canciones ochenteras y que permite hacernos una idea de cómo hay ciertas cosas que nunca cambian y de cómo 30 años después siguen de plena actualidad problemas como los que plantea la cinta en las políticas conservadoras hacia homosexuales y trabajadores. Políticas que fomentan las actitudes individualistas del “sálvese quién pueda”, para favorecer sus intereses y ante las que se puede contraponer la fuerza de la unión. Esa es la idea de un filme que recoge esos postulados de la representación social tan “british” sin perder el toque comercial para llegar a las grandes audiencias, que lo cortés no quita lo valiente.
travis braddock
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7
26 de enero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cinta es el debut en la gran pantalla del francés afincado en Gran Bretaña Yann Demange, curtido en series como ‘Dead Set’ o ‘Top Boy’ y responde a los cánones del mejor cine de aquellas islas, de un cine que no se anda con remilgos ni con visiones idealizadas en sus personajes y va al grano. Porque a los pocos minutos de metraje, tras un inicio en el que vemos los entrenamientos de un grupo de soldados, un batallón es conducido a Belfast para vigilar que no haya incidentes durante unos registros en el barrio unionista en busca de terroristas. Sus superiores les dicen que no será necesario ir muy protegidos ni usar la violencia, pero lo que estos soldados desconocen es que un uniforme del ejército no es bien recibido en esos lares y tras una llamada a la acción por parte de las mujeres, que usan las tapas de los cubos de basura para alertar a la gente, esos soldados se verán cercados y la violencia no tardará en surgir.

A partir de ahí, tras quedarse aislado del resto y solo ante el peligro, Gary tratará de salvar su vida. Para ello contará con la ayuda de gente que intenta vivir como puede en medio del conflicto sin meterse con nadie y también tendrá que evitar el contacto contra aquellos exaltados con ganas de sangre que saben que hay un soldado británico en su barrio. El director plantea la historia como un western en el que un forastero acaba en un pueblo rodeado de gente amigable y otra más hostil. Un western lejos de desérticas llanuras, ubicado en un entorno lluvioso y gris, en el que el “saloon” es un pub y las cabañas son casas de ladrillo de dos alturas en las que uno se puede encontrar cualquier cosa. Y en medio de todo ello una serie de intereses encontrados, entre aquellos que defienden la violencia contra todo lo que suene a inglés y entre aquellos que prefieren la protesta pacífica, sin olvidar a oficiales del ejército británico que tratan a sus hombres como peones para una serie de intereses poco honestos.

‘71’ es un filme muy solvente y bien interpretado, con mención especial para su protagonista, el joven Jack O’ Connell, que encadena otro papel marcado por la resistencia ante las dificultades tras su participación en el ‘Invencible’ de Angelina Jolie. Por su parte, Yann Demange rueda con gran realismo y buen pulso una historia que evidencia que se puede hablar del pasado más reciente sin adscribirse necesariamente al cine político, poniendo al espectador en la situación de desorientación del protagonista y ofreciendo un relato de supervivencia que da una idea sobre un conflicto que convirtió en zona de guerra y dividió en dos partes a ciudades como Belfast. Ciudades rotas por diferencias políticas y religiosas, con muros que remitieron a otros muros nacidos tras la Segunda Guerra Mundial y que remiten a otros muros aún existentes en conflictos aún duraderos, en una espiral que muestra la historia del ser humano como una historia marcada por las guerras.
travis braddock
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7
29 de octubre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es inevitable que venga a la cabeza “Mad Men” cuando uno ve “Masters of Sex”, pues cambia el mundo de la publicidad por el de un estudio sobre sexualidad pero se mantienen algunas características. La acción se desarrolla en una época similar (aquí empieza a finales de los 50 y principios de los 60, por ello la estética es muy parecida) y se mantienen las reflexiones sobre el papel de los hombres y las mujeres en aquellos tiempos. De unos hombres al cargo de la sociedad, que no sabían o no les interesaba lo que les sucedía las mujeres y de cómo las mujeres eran educadas para ser buenas esposas y madres y aquellas que no encajaban en el molde lo pasaban bastante mal.

El doctor Masters es un hombre de una psicología bastante compleja y está casado con una mujer de catálogo, rubia, guapa y hacendosa, de las que nunca dicen una palabra más alta que otra y que parecen no reaccionar a ninguno de los problemas que las acechan, incluida la lejanía emocional de su marido. La que se sale de lo común es Virginia Johnson, mujer divorciada, con dos hijos a su cargo y a la que no le asusta participar en un estudio sobre sexualidad ni teme ser considerada una libertina por hacerlo. Una pionera en un momento en el que esas cuestiones eran cosas de las que era mejor no hablar por considerarlas sucias e inmorales y que acabará atrayendo vivamente la atención de Masters. Así, ambos explorarán las características del sexo en hombres y mujeres, la excitación, el orgasmo, las disfunciones y demás respuestas corporales, llegando a conclusiones que hoy son el pan nuestro de cada día y que entonces eran prácticamente desconocidas. Todo ello mientras entre ambos se va construyendo una atracción que ninguno podrá negar, aunque a veces se disfrace de celo profesional.

Todo el reparto cumple adecuadamente con su labor, destacando especialmente una Lizzy Caplan que hasta ahora se había tenido que conformar con pequeños papeles en películas y series y que encuentra la oportunidad de lucir su potencial como esa Virginia Johnson adelantada a su tiempo. Con sencillez y sin grandes alardes, Caplan compone un personaje que acaba siendo el motor de la serie, el impulsor de las acciones de Masters y del interés de las tramas. Ella es la gran mujer tras un Masters (bien encarnado por Michael Sheen, especializado en dar vida a personajes reales, como ya hiciera con Tony Blair en “The Queen”, el periodista David Frost en “Frost contra Nixon” y el entrenador de fútbol Brian Clough en “The damned united”, aunque aquí el parecido físico con el Masters real es nulo) que responde al modelo clásico masculino de ser bastante cerrado y enigmático respecto a sus sentimientos y del que iremos descubriendo detalles poco a poco, en una suerte de inversión de papeles en la que el doctor se convertirá también en objeto de estudio.

Si algo se le puede reprochar a “Masters of Sex” es que recuerda a “Mad Men” y en la comparación sale perdiendo, porque la serie de los publicistas de la avenida Madison es una obra maestra y una memorable exploración de la psicología humana. No obstante, esta serie sobre las peripecias de Masters y Johnson tiene un indudable interés y puede resultar más accesible para aquellos a los que “Mad Men” les parezca demasiado existencialista. Si el primer capítulo consigue llamar su atención seguro que seguirán adelante con ella.
travis braddock
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7
25 de agosto de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jon Favreau es uno de esos actores de los que la gran mayoría desconoce su nombre pero que posiblemente conozca cuando ve su cara, tras verle en papeles secundarios en un montón de películas en las que casi siempre le ha tocado ser el amigo graciosete del protagonista. Así lo ha hecho en cintas como "Very bad things", "Daredevil", "Separados", "Cuando menos te lo esperas" o "Todo incluido". Pero ha sido la dirección lo que le ha hecho convertirse en un nombre popular en la industria de Hollywood, pues tras escribir "Swingers", que coprotagonizó con su amigo Vince Vaughn, ha dirigido filmes como "Elf", "Zathura" y sobre todo, las dos primeras partes de "Iron Man", todo un éxito a nivel mundial y donde se reservaba el papel de asistente del Tony Stark que tan bien ha encarnado Robert Downey Jr. Su penúltima película, "Cowboys & Aliens" fue sin embargo un fracaso y ahora ha querido volver a un cine más modesto, alejado de los efectos especiales en "Chef".

Cuando uno ve la película no puede dejar de pensar en la historia del propio Favreau, pues el chef que encarna tras unos orígenes humildes consigue la fama y es un tropiezo con un crítico por seguir las instrucciones de los jefes lo le lleva a replantearse su modo de vida y la necesidad de volver a los inicios montando un pequeño camión de comidas. De este modo, el filme se hace preguntas sobre el papel de los críticos (en este caso gastronómicos) y su capacidad para hundir carreras con sus comentarios negativos, que hacen daño a una serie de gente que ha tratado de hacer su trabajo. Al mismo tiempo se establece que al público puede gustarle algo que no es lo más exquisito a los ojos del paladar más exigente, pues el restaurante marcha bien con el menú habitual y es por ello que el dueño no quiere que el chef cambie nada del menú. Toda una metáfora que muy bien podría ser aplicable al cine de Hollywood de hoy día, que no hace mucho caso de las ideas originales, acomodado en sagas y secuelas a sabiendas de que es lo que más suele funcionar entre el gran público, más allá de las malas críticas que pueda haber. Porque al fin y al cabo una mala crítica no es más que un arañazo que se cura pronto cuando la película recauda cientos de millones de dólares a nivel mundial, por eso la mejor protesta contra las películas más ramplonas es no verlas, no hay argumento más poderoso contra una gran producción que una taquilla pobre.

Pero más allá de todo ello, "Chef" no deja de ser una cinta de tono amable sobre un hombre que ha perdido un poco el norte y que quiere recuperar sus esencias dejando de lado su cocina de diseño y metiéndose en una camioneta a preparar comidas por varios puntos de Estados Unidos al tiempo que busca estrechar lazos con su hijo, al que ha dejado un poco de lado por su trabajo. Nada nuevo bajo el Sol, pero la mayoría de las veces no se trata de lo original que pueda ser el argumento, sino del enfoque que se le dé. Así, Favreau consigue darle el tono adecuado y construye una fábula sencilla y agradable de digerir, como varios de los platos que prepara durante el metraje (esta es una de esas películas que hay que ver después de haber comido o con una buena provisión de víveres porque es de las que despiertan el apetito). Una historia tradicional en la que se pone también de relevancia la importancia de las nuevas formas de comunicación, con la influencia que generan en nosotros las redes sociales y los portales de vídeos en "streaming". Es el hijo del protagonista el que con sus 10 años descubre al padre todo lo que se cuece en Twitter y la importancia del boca a boca en esos soportes para conseguir más popularidad, aparte del peligro de aparecer en un vídeo en el que el protagonista sale poco favorecido y que se convierte en viral.

Favreau sabe que con actores de cierto renombre la cosa entra mejor y por ello se rodea de un reparto con muchas caras conocidas, algunas en papeles muy breves, como es el caso de Dustin Hoffman y Robert Downey Jr. y Scarlett Johansson, conocidos del actor/director de las películas de Iron Man. De este modo es el propio Favreau, John Leguizamo y Sofia Vergara los que tienen más tiempo en pantalla en una historia muy americana (los protagonistas recorren el país de costa a costa, con paradas en Nueva Orleans y Texas) con mucha influencia latina, pues el protagonista vuelve a Miami para recuperar las sensaciones de sus inicios y los colombianos Leguizamo y Vergara interpretan a dos personajes de origen latino (cubanos en este caso), aparte de varias canciones en español sazonando la historia.
travis braddock
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