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España España · Barcelona
Críticas de reporter
Críticas 629
Críticas ordenadas por utilidad
6
30 de septiembre de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se abre el telón y el público queda maravillado. Ante ellos ha aparecido un palacio veneciano renacentista. Todo reluce; todo incita a abrir la boca hasta que la mandíbula quede desencajada y toque el suelo. Las escalinatas de mármol, los adornos de oro, la madera tallada por los mejores maestros, el delicado terciopelo... todo el espacio del escenario ha sido llenado con detalles exquisitos, y salta a la vista que alguien ha pensado hasta en el más mínimo detalle. El resultado es impecable; brillante. La historia cobra vida en todo su esplendor, y parece que estemos a unos pocos pasos de empaparnos de ella. Siglos de distancia comprimidos en la estrecha distancia que separa el patio de butacas del escenario.

Ante tanta incredulidad, un espectador babeante y con los ojos como platos se levanta con los brazos extendidos. Atraviesa sin previo aviso el pasillo central y sube con determinación los cuatro escalones para poner los pies en los tablones que pocos minutos más tarde aguantarán el peso de los actores. ¿Es real lo que está viendo? Sus sentidos le dicen que sí, pero su instinto opina todo lo contrario. Tanta belleza; tanta perfección debe encerrar algún tipo de trampa. Y así es. El intrépido espectador, cuando ya empieza a creérselo todo, se apoya en una de las paredes del palacio veneciano... y todo se esfuma. Un leve crujido desata una avalancha de plástico y papel que se abalanza sobre nuestro protagonista. No hay heridos en esta historia, si acaso el orgullo de un público que se siente estafado, y que se ha ido de paseo... a alguna parte.

En alguna parte de un desierto irrumpe el estruendoso rugido de un deportivo de alta cilindrada. Su conductor es un famoso actor de Hollywood cuyo brazo escayolado no le impide seguir viviendo la vida a tope. Por la mañana, conducción temeraria, al mediodía, una pequeña juerga con los colegas (entre los que se encuentra Chris ''Party-Boy'' Pontius), por la tarde una rueda de prensa y por la noche un espectáculo picante para acostarse con una sonrisa picarona en la cara. Todo esto amenizado, obviamente, por un ejército infinito de mujeres despampanantes. ¿Salen de una fábrica? ¿Brotan del suelo? A quién le importa, el caso es que están allá, y siempre dispuestas a dedicarle al héroe de la función una sonrisa en vistas a terminar acostándose con él.

Y ahora, que levante la mano quien no quisiera esta vida. ¿Nadie? Gracias. Hagan la misma prueba después de ver 'Somewhere', última obra de una de las niñas mimadas de la industria; hija-de... Francis. Sofia se fue el año pasado de Venecia con el preciado León de Oro en el bolsillo. Sospechas a parte concerniendo el vínculo afectivo entre el Presidente del Jurado y la premiada (la antigua relación sentimental con Quentin Tarantino sigue coleando, al menos para los más malpensados),
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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5
13 de mayo de 2010
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la sociedad de la información, en la que todo parece ir a la velocidad de la luz, la obsesión por mirar hacia delante y por estar mejor conectado con el resto del mundo quizás nos ha hecho olvidar a gente mucho más próxima que por edad, parece no tener cabida en nuestra burbuja ultra-moderna. Pero pasamos por alto que todo lo que hoy parece haber quedado desfasado ha jugado un papel clave a la hora de definir nuestro actual status. Es decir, a este mundo “arcaico” del que renegamos; al que le hemos dado la espalda, tendríamos que agradecerle el estar donde estamos ahora... pero en vez de esto lo ignoramos, librándolo a su total destrucción.

En este sentido, la metáfora del pueblo dejado de la mano de Dios comido literalmente por la construcción de una autopista es tan obvia como elocuente y efectiva. Sirve al mismo tiempo para construir el clásico discurso de “televisión pública”. Esto es, los toques de atención que de vez en cuando sin darnos cuenta pedimos a gritos para tomar conciencia de la realidad que nos rodea. Nos situamos entonces en el conflictivo territorio fronterizo entre lo poco atractivo, por el ya comentado olvido al que hemos condenado a ciertas temáticas, y lo necesario, por el compromiso social que destila la propuesta en términos generales.

Así pues, no hay que caer en el error inducido por algún cartel promocional, o por el propio título de la cinta, que podría remitirnos a ‘Nunca es tarde para enamorarse’, aquella cinta relativamente reciente en la que unos creciditos Dustin Hoffman y Emma Thompson descubrían que las dulces mieles del amor no tienen fecha de caducidad. Ciertamente el personaje encarnado por Txema Blasco va a pasar por esta etapa acaramelada, pero ‘Siempre hay tiempo’ intenta ir más allá, contando su guión un abanico bastante amplio de frentes que vienen a reflejar diversas problemáticas de calado social: el choque entre el mundo rural y el urbano; lo antiguo y lo moderno, la desconexión intergeneracional, las tensiones familiares, el bullying...

Es a causa de esta ambición que el primer largometraje de Ana Rosa Diego acaba ligeramente estancado. Y es que ni es la primera vez ni tampoco la última en la que una película cae en la trampa de querer hablarnos de demasiadas cosas. Se agradece el intento de ponernos al día de casi todas las incidencias de la sección de sucesos, pero como viene siendo habitual, eso al mismo tiempo conlleva no ahondar satisfactoriamente en ningún tema... e incluso resolver alguna que otra situación de forma peligrosamente superficial, como sucede con el caso de acoso escolar. La troupe de súper-abuelitos, ataviada con el uniforme de gala, acude al rescate del nieto en apuros y pone en su sitio a la pandilla de matones. ¿Manera simpática de sacarse de encima el estorbo? Sí, y también algo frívola.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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5
15 de febrero de 2010
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hombre lobo, ese monstruo que tantas alegrías -y sustos- le dio antaño a la industria cinematográfica, parecía no obstante hallarse en un estado de profunda hibernación con respecto al gran boom que están conociendo actualmente las películas del género fantástico. En una época en la que zombis, vampiros, alienígenas, brujas, fantasmas y demás seres espeluznantes se reparten la amplísima parte de los ingresos en taquilla, había una criatura que hasta ahora, joint ventures vampirescas aparte, no estaba invitada a la fiesta. Pero después de numerosos retrasos (¿se habrá esperado quizás a que las ñoñerías chupa-sangre de Stephenie Meyer recordaran al público más impresionable que el exceso de bello también puede ser atractivo?), he aquí por fin un remake que por las tendencias ya comentadas, pedía a gritos ser (re)hecho.

“El hombre es un lobo para el hombre.” Literalmente. Reinterpretando a lo bestia los cimientos de la filosofía, hay que respetar la leyenda licántropa por dos razones. La primera, su completa implantación en el imaginario colectivo... ¿quién a estas alturas no sabe que las balas de plata son la mejor manera de torpedear el temor a la luna llena y las mordeduras? La segunda, el que una maldición folklórica hable de forma tan ilustrativa y aterradora sobre la dualidad del ser humano. Del clásico conflicto entre el hombre y la bestia, se derivan a través de las diversas revisiones del mito, otras tensiones como el racionalismo contra la superstición, lo conocido contra lo desconocido, lo cercano contra lo extranjero...

Este carácter dicotómico acaba apoderándose también del último trabajo de Joe Johnston -claro exponente de director “mercenario”-, convirtiéndose el filme en una emulación al personaje al que rinde tributo. En la cara amable encontramos los incontables guiños tanto al clásico fundacional de George Waggner (la advertencia de los peligros de la luna de otoño, el campamento gitano, la tienda de antigüedades, el bastón con la inconfundible empuñadura...) como a la caída en el olvido ‘El lobo humano’ de Stuart Walker (sí, aunque cueste de creer, había vida antes de Bela Lugosi). A rescatar también los tímidos signos distintivos, que en momentos como el del manicomio sirven no sólo para desmarcarse de los antecedentes temáticos, sino también para recordarnos eventualmente que los efectos especiales de la vieja escuela y los tensos dramas familiares han sido remplazados respectivamente por la fiebre digitalizadora y los placeres enfermizos del torture porn y el gore light. Bienvenido al siglo XXI, Sr. Talbot.
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reporter
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8
21 de mayo de 2005
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es indudable que la Pixar está en estado de gracia. Y si alguien no se lo cree, no tiene más que mirar su último largometraje: 'Los increíbles'. Prodigiosa, fantástica y maravillosa serían quizás los calificativos que más se acercarían a la hora de definir el nuevo film de Brad Bird (autor de la mas que interesante 'El Gigante de hierro'). En efecto, en lo que se refiere a la animación, 'Los increíbles' es sencillamente impecable, lo que hace que se logren bellísimas situaciones y escenas realmente impresionantes (las de acción son de lo mejorcito que he visto en años). En cuanto al guión, es evidente que no tiene la "chispa" característica de 'Shrek', pero igualmente consigue -y con mucha facilidad- hacer reír tanto a los más jóvenes como a los más adultos. Hablando del guión, estén muy atentos a los -exquisitos- cameos de sagas del calibre de Superman, Batman, James Bond o Star Wars, a parte de algunas excelentes reflexiones sobre el mundo d los superhéroes (el dialogo entre Mr. Increíble y Frozono sobre los discursos innecesarios d los villanos, no tiene desperdicio). Se podría decir del ultimo film de la Pixar que es un brillante homenaje a los héroes con los q hemos ido creciendo: a los héroes d toda la vida. Es en definitiva, un bellísimo canto en contra de la mediocridad. Esto es cine...
reporter
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4
28 de octubre de 2011
14 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la facultad de derecho, en repetidas ocasiones dio pie al debate la ópera prima de Stacy Title: 'La última cena'. Se trataba de una alocada y gamberra cinta en la que un grupo de progres con delirios de grandes inquisidores se reunían cada semana para invitar a cenar a una persona de ideología conservadora. Cuanto más troglodita (desde el punto de vista de los protagonistas, claro) mejor. El objetivo era que a lo largo de la velada el comensal dejara constancia de sus pensamientos más retrógrados para así proceder a... su posterior asesinato. De esto se trataba, de justificar un acto atroz del que todos eran conscientes (aunque algunos disfrutaban con su ejecución). ¿Podía salir moralmente impune el crimen más grave de todos?

Aparentemente sí, ya que con la muerte perpetuada se impedía un mal mayor. Se impedía que el desgraciado que ya estaba criando malvas pudiera implantar, con sus posturas sobre el aborto, el ejército, la homosexualidad o el nacionalismo, un presunto reinado del terror en un futuro hipotético. Como en aquel grupo había quien no acababa de verle el sentido al asunto, el cabecilla dio con un ejemplo, tan trillado como ilustrativo, que dio por zanjado el asunto. El planteamiento venía a situarnos en la Viena de principios del siglo XX. Suponiendo que alguien se cruzara con un joven de diecisiete años aspirante a pintor llamado Adolf Hitler, y sabiendo las monstruosidades que iba a perpetuar en los años venideros, ¿lo más sensato no sería dar muerte a ese aparentemente inofensivo adolescente?

Después de una exposición con argumentos tan irrefutables (y algo demagogos, también hay que decirlo), el consenso reinó en el grupo, que ahora sí, se mostró decidido a librar al mundo de futuros Führers. La premisa estaba obviamente pasadísima de rosca, pero desembocaba en una recomendable comedia negra que a la vez reflexionaba sobre la posible legitimidad de ciertos crímenes... y sobre la importancia de actuar a tiempo. Este último punto nos lleva a una filosofía pedagógica que desgraciadamente está cayendo en desuso. Se trata de la doctrina del ''cachete a tiempo'', aquella en la se echa mano -nunca mejor dicho- de medidas drásticas, no por placer, que conste, sino para evitar males mayores; para que el chaval de turno no se desmadre y luego no se tengan que lamentar males mayores.

Pero claro, vivimos en unos tiempos oscuros, en los que la burbuja de la sobreprotección con la que se cubre a los mocosos ha creado una generación de pequeños monstruitos despóticos, reyes absolutistas de sus hogares, herederos por derecho del universo entero, y que saben perfectamente que pueden tirar de la cuerda de la paciencia con total impunidad, pues ésta jamás de los jamases va a ceder.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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