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Críticas de Lafuente Estefanía
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Críticas 1,748
Críticas ordenadas por utilidad
7
20 de septiembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que el principio de la cinta descoloca bastante al espectador. El mismo título parece anunciar un misterio que luego no lo es tanto, para seguir con una presentación de las de "miedo". Luego, en la escena inicial, encontramos tan tranquila a la protagonista en la letrina haciendo sus necesidades. La primera en la frente (o en el culo). Hasta allí reclaman sus servicios como curandera a la guapa Maggie Gilkenson (Blanchett). Se trata de una vieja india con fiebre a la que, mientras termina sus evacuaciones, recomienda que le pongan un paño frío en la frente y le recen unos salmos.
De vuelta a su "consulta" se lava las manos y observa detenidamente a su paciente, ojos, oídos, boca ... ¡Ya está!, tiene un diente infectado (el único que le queda) y hay que arrancarlo inmediatamente. Lo normal sería tratar la fiebre y la inflamación antes de intervenir, pero bueno. Le aplica tópicamente pasta de coca, "pero no la trague", saca las tenazas sacamuelas, un tirón y diente fuera. "Hija de puta" le suelta la enferma. "Págueme ahora" le contesta Maggie.
Algunos la consideran algo "bruja", pero la mayoría tiene buena opinión de sus tratamientos y se limitan a tenerla por curandera. Acude también a consultarla un indio maduro de larga cabellera, Jones (Lee), que resulta ser su padre que abandonó a la familia hace muchos años, "Siempre hay algo por ahí y te vas". Mala relación entre padre e hija, aunque esta atiende su dolencia. Se trata ahora de un desgarro muscular en la zona pectoral que le impide respirar, lo resuelve con un emplasto de álamo (seguramente corteza) picado en el mortero. También tiene conocimientos veterinarios a juzgar por el ungüento que les aplica en la cara.
Marchan al día siguiente a los pastos de las vacas el amigo de Maggie y un criado con sus dos hijas, Lilly (Wood) y Dock (Boyd), la primera con su medicina para los "pinchazos". Se hace de noche, no regresan a casa y a primera hora lo hace uno de los caballos. Parte Maggie enseguida y se encuentra con una de las escenas más espeluznantes de la película, en medio de la niebla del bosque aparecen los dos hombres descuartizados, un ternero desollado y Dock vagando como alma en pena. De Lilly ni rastro.
Sigue en zona spoiler.
Película correcta, bien ambientada e interpretada, donde lo más interesante viene dado por la condición de curandera de la protagonista, pues nos muestra con precisión documental sus curaciones, y, sobre todo, por el tono mágico y espiritual que envuelve toda la trama. Así, cuando algunos personajes entran en trance son capaces de dialogar con las aves, comunicarse a través de ellas con los suyos e, incluso, experimentar lo que podemos llamar transposición corpórea de un lugar a otro.
Es posiblemente este tono sobrenatural, misterioso y mágico lo más interesante de la obra que, por otra parte, está lastrada por un metraje excesivo que le comunica un ritmo irregular con momentos en que la atención del espectador decae claramente.
Una película interesante que encajaría en lo que podríamos llamar western mágico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lafuente Estefanía
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9
19 de septiembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Citar el título completo, "La balada de Cable Hogue", para los de la generación que contempló su estreno haciendo el preu es redundante. Todos sabemos de sobra que "La Balada" se refiere a la cinta de Peckimpah, sobre todo después de haber tarareado hasta la saciedad "Butterfly morning, butterfly morning ..."
Ya entonces fue saludada por la crítica con el tópico de ocaso, final, crepúsculo, despedida ... del western. Es posible, la irrupción del motor de explosión sustituyendo al caballo, el automóvil a la diligencia, o el mismo desenlace de la película invitan a ello. Sin embargo nosotros preferimos hablar de la poesía, nostalgia, amor, romanticismo, delicadeza, ternura, perdón, melancolía o del humor de sonrisa que destila la obra a lo largo de sus escenas. Y, por cierto, ¿algo de todo esto no se halla también en buena parte de la obra del mismísimo Charles Chaplin? Rásguense si quieren las vestiduras los seguidores dogmáticos del genio londinense, pero nosotros apreciamos ciertos rasgos del gran maestro del humor en esta obra del gran maestro del western.
La media sonrisa que esboza Cable bajo sus ojos pícaros nos evoca, sin decir una palabra, a muchas de Charlot. ¿No son acaso charlotianos los desprecios, las traiciones y las burlas que recibe Cable de la mayor parte de la sociedad? De sus mismos compañeros de andanzas, del encargado del servicio de diligencias, de los vecinos del pueblo e incluso de los niños que lo siguen como un bicho raro. Todos, todos se ríen abiertamente de él. Curiosamente los únicos apoyos le llegan de una prostituta, de los conductores de la diligencia, de un predicador de bragueta ligera y, para pasmo de todos, del orondo y acaudalado banquero de la localidad.
A diferencia de los demás westerns de Peckinpah, aquí la violencia brilla por su ausencia. En la tradicional escena animalicida del inicio apenas muere de un tiro un lagarto del desierto, y luego tan solo contabilizamos tres muertos. El primero muere por tonto, porque tonto perdido hay que ser para desenfundar el revolver por negarse a pagar 10 centavos por el agua que bebe en medio del desierto (curiosa la tarifa del precio de los tragos de agua establecida por Cable, donde lo mismo paga un hombre que un animal doméstico menor, 10 centavos, mientras caballos y otros cuadrúpedos pagan el doble). El segundo muere por listo, por pasarse de listo y confiar que Cable le iba a aguantar dos traiciones seguidas y el insulto de cobarde. La tercera muerte es la del protagonista, que le sirve para pasar a la historia como el inventor del "accidente de circulación".
Nada que decir de la dirección, guión, diálogos, paisajes desérticos ... Excelentes todos. Mención especial merece la banda sonora con sus bellísimas baladas, y, sobre todo, la interpretación colosal de Cable Hogue (Robars), secundada por la de Hildy (Stevens) y la del simpático predicador mujeriego Joshua Sloan (Warner), que interviene en diálogos agudos como: "Errar es humano, perdonar es divino" o "-¡Soy hombre de Dios! -Pues a punto ha estado de reunirse con Él".
En fin, entre las cintas del Oeste que guardamos en nuestra grabadora para ver con tranquilidad en solitario, hay alguna que sabemos gusta al resto de la familia que no es forofa del western. Pues bien, cuando queremos ver algo todos juntos "La Balada" nunca falla. Gusta a toda la casa.
Lafuente Estefanía
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5
6 de septiembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eso, salud, dinero y amor, aunque sea ordenados como en el título de la cinta cuya contemplación resulta bastante pasable. Y lo sería más si el galán protagonista, nada menos que el célebre detective Silver Ward Hogan (Mahoney) cuyas aventuras contaban los tebeos que leían los niños de su época, no fuera vestido como un pincel con sus presillas y remaches plateados. Y ya, puestos a pedir, si consiguiera andar con un poco de naturalidad y sin tanto contoneo de caderas. Del doblaje tan malo no decimos nada.
En lo positivo la actuación de los secundarios, excelente por lo dramático la del matrimonio entre el ex convicto y la muchacha ¿tísica? que vive en una cabaña continuamente azotada por el viento y cuyo frasco de jarabe se ha terminado, o la interminable y entrañable amistad entre los dos viejos mineros que viven en el fuerte abandonado. Además de alguna que otra frase feliz: "¿Conoce a alguien llamado Judas? -Solo al de la Biblia". ¡Olé!
Lafuente Estefanía
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2
5 de septiembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lento, lentísimo es el ritmo de esta cinta. Los malos westerns latinos de los 70 copian lo menos bueno de los de Sergio Leone. Por supuesto sin su sentido del ritmo ni su amenidad. Pésimo guión, mal desarrollado y con "diálogos" muy pobres. Suerte que hay pocos. Peleas y tiroteos con muy poco sentido, revólveres que disparan más de 20 balas sin recargarlos, un muestrario completo de espuelas, interpretación acartonada y forzada, el veterinario Dr. Hopkins ofrece sus servicios en un cartel. Por lo menos la música alterna piezas de jazz con otras del pop de los años 70.
También siguen la moda de esos años las melenas, bigotes y patillas de los intérpretes. Algo muy frecuente en el western de todas las épocas esto de seguir las modas de la época del rodaje, cosa que no llevamos muy bien los espectadores que en su momento lucimos looks parecidos.
Sin embargo lo que resulta inaceptable es que a última hora aparezca en escena una "india" que parece el ligue hippie de un verano ibicenco. Con su minifalda cortada a tiras y la cinta rodeándole la frente parece decir "Haz el amor y no la guerra".
Lafuente Estefanía
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2
3 de septiembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tentados hemos estado de titular esta reseña como "La odisea de la pastelería" o como "Pioneros de la mermelada", por la cantidad de azúcar y de miel gastada en la elaboración de esta cinta. Ambientada en la misma época que "El último mohicano", cuando las luchas entre franceses e ingleses que abren paso a la independencia de las primeras colonias, nada tiene que ver con la misma. Eso sí, nos advierten que está basada en hechos reales. Verdad será.
Se trata de unos colonos alemanes de rubios rizos, bondadosa bondad ... "¡Te quiero mamá!", que se instalan en las tierras que pertenecieron a los indios delaware ahora bajo la "protección" de unos británicos suficientes y de torpísima torpeza. Y ocurre lo que tiene que ocurrir, que los indios arrasan los pequeños ranchos raptando a mujeres y niños.
Después de diez años de aculturación, cuando ya empieza a haber algunos discretos ligues interraciales, ¡zas!, se escapan varios con la chica protagonista que ya es medio india pero añora su familia. Sale inmediatamente en su persecución el indio malo, su casi cuñado, que mata a su hermano durante la misma. Para que veamos que también entre los indios estaba Caín y Abel.
Ahora viene lo bueno, nos decimos nosotros recordando "Centauros del desierto", y los intransigentes colonos no querrán saber nada de estos desarrapados que visten y viven como auténticos indios. Nada de eso. Después de un buen baño y ropas limpias, vuelve el rubio resplandeciente a sus cabellos y se encuentran con su familia como si nunca la hubieran abandonado. Nuestro gozo en un pozo, nada que ver con el famoso síndrome de la obra fordiana. Aparte de esto, en lo sanitario destacamos alusiones a la peligrosidad de la viruela que diezmó las poblaciones indias y la extracción de alguna bala por parte del cirujano del fuerte.
Película no apta para diabéticos.
Lafuente Estefanía
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