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Críticas de lourdes lulu lou
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Críticas 1,501
Críticas ordenadas por utilidad
6
1 de agosto de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amante sin labios que besar, enamorado sin cuerpo que amar, oídos que se recrean con el goce de su voz, ojos que miran pero no poseen pues el permiso requerido se perdió por el fatigoso camino, ¡hay acaso muerte más lenta y dolorosa!
Por suerte es lo que esperas, por fortuna proporciona lo que anhelas, ese romance de época que empieza donde quiere terminar, para dar mil vueltas de recreo ocioso que rellena con talento y soltura y, mientras tanto, a confundir, divertir, padecer, entretener al personal con esa fascinación por el drama, amor por la pasión, apetencia por los tropiezos, dolor por el desatinado corazón, ansia por esa conjunción ardiente, urgente esperanza de resolución final que compense tanta espera y arregle tal desbarajuste.
Porque es la esencia de la historia, el espíritu de su ser, ese alargar lo máximo posible, con precipitado caos incluido y errores como condimento que no fallan, para esa deseada mezcolanza que se resiste a lo que más solicita, que se controla ante su mayor atracción, que incrédula observa el paso del tiempo y los acontecimientos con el triste asombro de equivocarse una y otra vez.
Felicidad, ¿dónde quedas que tan lejos estás?, ¿no alcanzo a cogerte a pesar de mi honda necesidad? Tan cerca tan prohibida, puedo sentirte pero no tocarte, verte pero no tenerte, rocambolesco juego de sentimientos y emociones combinado con armonía delicada y sutil, esmerada formalidad de innegable deleite más una preciosa fotografía que habla por si misma, de forma que sigues la ruta marcada, escrita por el novelista de la obra, también adivinable y conocida si eres admirador y devoto de este género, y te dejas llevar por el dificultoso amor de estos dos silenciosos enamorados, valientes en sus decisiones laborales/afónicos y tímidos en su privacidad que a nadie, ni a ellos mismos, engañan.
Tiene la consistencia suficiente para atrapar, la fuerza debida para encandilar, el encanto justo para degustarla con placer y agrado de saber dónde irá a pesar de los tortuosos y enrevesados giros que se empeña en dar; Matthias Schoenaerts como merecido héroe, sufridor, fiel y honorable, claro merecedor de más suerte, Carey Mulligan como bella y confusa dama, objeto de deseo que no sabe cómo manejar sus propios arrebatos e instintos, más una corte de gratos secundarios para formalizar ese estupendo retrato de tiempo añejo donde lo no dicho era más importante que lo impetuosamente expresado, donde las miradas ruborizaban y un sólo roce carnal, leve toque mano con brazo, piel temblorosa con agitada respiración era un delirio de tormento, fascinante, penetrante e inolvidable por el cual vivir esperando o morir olvidando.
Matthias Schoenaerts ofrece esta nueva adaptación, leal y correcta, sólida y acorde a la obra de quien nace y existe, robustez espléndida en la plasmación del momento, en la configuración del escenario, en la seducción del entorno, ajustada química entre los intérpretes, sugerente y expresiva ella/firme y potente él, un guión lleno de orgullo y misericordia, afán y celos, desdén y fortaleza, sensaciones varias que no necesitan de mucho esfuerzo para presentarse y establecer camino, lujuria sentida tímidamente/evocada con más gracia que viene a sugerir, por lo bajito, que ¡menos contención y más provocación! pues el relato adquiere más temperatura al ser absorbido por tu expectante cuerpo y pasar a la fantasiosa imaginación que lo degusta, repasa y desmenuza hasta secarlo, que lo digerido por tus sentidos que observan poca agitación temblorosa para tanta implícita insinuación.
Vibra con moderación, retumba con templanza, no acaba de explosionar todas sus fervorosas armas, relato para provocar y encender al corazón, alterar y frustrar al alma, atosigar y preocupar a la razón que sólo logra realizarlo a medias, pues tu aprobación ante lo visto está lejos del suculento ardor que tus carnes solicitan presenciar, justa, armónica, bonita y decorosa, retrato sobrio y mesurado que pasa por cada uno de los puntos con eficacia y seguridad pero se olvida de infringir intensidad y vigor a tanta suavidad y corrección.
"Soy demasiado independiente para ti"; te equivocas, no lo eres, muestra coherente que no sobresale dentro del amplio abanico de hermanas similares, apetecible se digiere con comodidad y complacencia, lo cual no quita se eche de menos algo más de arrebato, sufrimiento y voltaje, inyectar más energía y ardor a su placidez y finura; acomodarse sí, está bien y se aprueba pero necesito experimentar la tormenta, su lluvia y catastróficas o conformes consecuencias con mayor devoción y éxtasis, vivir y absorber el proyectil de apertura, el granizo de entretiempo y la traca que anticipa su final con mayor ímpetu y desasosiego.
"Así la ardiente pasión, que en abrasado volcán convertía al corazón, se trueca en tibia ceniza al pie de los altares y, arroyo que se desliza es lo que torrente fue. Ceniza que da calma al amante corazón, por eso el dulce sosiego de los felices esposos, es la ceniza del fuego de sus pechos amorosos; evidencia de gran amor/vacilación respecto la pasión, la dicha perseguida se revela y desafía como se espera pero sin la magnitud y fuerza que se imaginaba, parece que, desde el principio, la ardiente pasión fue tibia ceniza, siempre arroyo/nunca torrente, de modo que la erupción del volcán nunca fue de violento magma, nunca fue de auténtica lava.

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lourdes lulu lou
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4
19 de junio de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las buenas intenciones caen en saco roto si no hay suculencia en el plato y su contenido tiene estilo y porte pero poco que llevarse a la boca; después de degustar, ingerir y consumir no queda otra que admitir un sincero y evidente ¡me quedo con hambre!
¿Qué tenemos aquí? Una madre desesperada por salvar a su hijo, por proporcionarle la cura milagrosa que todos le niegan, un chaval inocente que paga las consecuencias de un hermano enfermo, que padece en sustancia y carne, en ilusión y desengaño las decisiones que se llevan a cabo pensando en el pequeño pero donde olvidan consuntarle, devastadora obsesión materna incomprensible para un inofensivo niño, sufrimiento para ambas partes más un inesperado descubrimiento personal que transformará la estructura, realidad y rumbo de toda la familia.
Combinación alterna de dos tiempos, pasado recordatorio de cómo fueron los hechos/presente de búsqueda sobre cómo están las cosas, pretérito doloroso no superado/actualidad esquiva llena de cuentas pendientes, cuidar de los demás mientras olvidas hacerlo de los tuyos, remordimientos de culpa manifiesta que marcarán de por vida y nunca permitirán descansar al corazón herido y su espíritu malogrado.
Creencias, dolor, desesperación y ruina anímica, vender tu alma por promesa incumplida congelada en el tiempo, verdad o fraude, oportunistas o auténticos, verosímil o falso, seguir viviendo con las decisiones tomadas y las nunca realizadas que la vida se encarga de decidir por ambos, película de sentimientos que no emociona, inquieta ni enternece en demasía, turismo por la vida y experiencia de esta madre e hijo que no turba ni conmociona como debería, metáfora del existir, perdonar y seguir adelante escasa y pobre, una grave insuficiencia que se alimenta de cognición pretenciosa que decora con escenas espaciosas, de precipicio aflictivo pero cuya lentitud y parsimonia crean desapego de mirada que está pendiente de su andadura pero donde, el resto de los sentidos, hace tiempo que se han inhibido y retraído, imperdonable avería que impide tristemente su disfrute.
Estamos ante el problema de siempre, contar y sentir no son lo mismo, narrar y palpitar no siempre van unidos, menos aún cogidos de la mano, alcanzar uno/perder al segundo es quedarse a medias, insatisfecho, poder describirla y apreciarla son cosas distintas que debería ir unidas si se busca la completitud de la película, su tenencia y apreciación plena pero no es así, la bienvenida íntegra y serena es sólo para la primera y, por mucha voluntad, empeño y esmero que aporten sus protagonistas en su trabajo -abismal la siempre bella Jennifer Connelly, Cillian Murphy sereno, ardiente e introspectivo quien cuenta con los únicos cinco minutos de atrape, explosión y gusto emotivo-, el abrazo es tenue, la acogida distante, el contacto frío y remoto, piezas que conforman un recorrido más muerto que vivo, con excesiva oscuridad que invita a la pérdida sensorial y desinterés del raciocinio y, poca luz que provoque o incite el despertar ávido de unas sensaciones poco motivadas, mínimamente integradas, escasamente cautivadas.
Pretensión poética de andadura artística sobre la reconciliación con el mundo y uno mismo, delirio afligido que halla sosiego y calma, que Claudia Llosa lleva a cabo con confusión y torpeza, nulidad efectiva pues si quieres que el público absorba en imágenes, lo que tiene tanto fondo y fuerza en escrito, debes nutrirlo de consistencia, carisma y potencia, no agua intuida que se diluye y evapora en un aire marchito que cubre toda la estancia, viaje poco estimulante que te deja a las puertas de vivir lo pretendido.
Con silencios que no se respiran ni absorben el alma, sólo permiten observar la delicadeza de un traje que se mueve con suavidad y delicadeza pero, que según tiempos, desfallece en su inoportuno hilvanado para sentenciar, un nunca deseado, ¡no apetece tanto!
Cargante y dilatada etiqueta que no halla equilibrio con su público; percibir, experimentar, padecer..., habilidades que no han sabido desarrollarse.
"No llores, vuela", vuela a lo más alto porque tanto misticismo ¡me está matando!, y aunque el vuelo hermoso y fantástico del halcón hace lo que puede, ¡no da para tanto!

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lourdes lulu lou
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5
12 de junio de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué agradable cuando subes al coche, pones la llave en el contacto y, al girarla, suena ese fantástico ruido de un motor que no falla; pones la primera, bajas la ventanilla, enciendes la radio y a disfrutar de un paseo agradable, coordinado, sin imprevistos y de conducción relajada y segura.
Porque es Disney, porque es una historia real, porque es familiar, dulce, bonita y encantadora, todo como se desea, se espera y debe ser; llegada a un sitio nuevo, totalmente diferente y de gran choque cultural donde adaptarse será todo un reto y, en el cual, "donde fueres haz lo que vieres" es norma de confianza y estabilidad para andar y sobrevivir a tan variada contrariedad, época de contratiempos, malentendido y problemas con otros de cercanía, amistad y cordialidad, añadimos escenas tensas y tantas otras entrañables, dudas y reveses con firmeza y orgullo de triunfo, valentía osada y coraje instintivo que no desfallece y que marca la ruta de este eficaz y consabido destino, como se desea, espera y debe ser.
Lindeza para la mirada, suavidad para el oído, calidez para el espíritu, sensibilidad para el corazón, poco trabajo para el pensamiento, sencillez de andadura para un entrenador blanco, un sensible y maduro Kevin Costner -quien se gana tu aprecio y respeto por el espléndido trabajo realizado-, que se siente como en casa entre veloces mexicanos a los que sabe sacar su ánimo, ilusión y esperanza de ser algo más que recolectores de campo.
La región más pobre de California, McFarland, puesta en los anales de la historia para ser recordada por su esfuerzo y recompensa de batir todos los récords cuando nadie tenía ninguno puestos en ellos, todo un "dream come true", el hermoso cuento de la gallina de los huevos de oro, aquí gallo comandante que se levanta al alba, acude al campo, regresa al colegio, vuelve al trabajo, no pierde ningún entrenamiento, ayuda en casa y aún le quedan fuerzas para ganar la carrera, héroes que ni Hércules, ni Sansón, ni Dávila, jóvenes con oportunidad única, nunca ofrecida, que se abren camino y gana su merecido puesto, corredores de enorme espíritu, integridad pura y honestidad serena que resisten, superan y vuelven a la batalla pues, sin otra opción, sólo queda correr, correr y volver a correr hasta ser primeros, porque..."cuando corremos somos dueños de la tierra, la tierra es nuestra, hablamos el idioma de las aves, ya no somos inmigrantes..., cuando corremos nuestros espíritus vuelan, hablamos con los dioses, cuando corremos nosotros somos dioses".
Alegría general, bienestar en conjunto, esencia estimada para una loable y auténtica historia, de constancia y mérito, que deja huella por su feliz y bello final que, aunque sea de cuento de la fábrica de sueños que la patrocina, se corona y encumbra al ser veraz como la vida misma, como las dificultadas y beneficios que todos los participantes de este carrera de fondo consiguieron al creer en ellos mismos y en el equipo.
No es la mejor en su estilo, tampoco se sale del marco establecido, género de superación, autoestima y empuje cuando nadie apuesta por ti, nadie espera nada de ti, fábula ejemplar para alentar corazones, levantar el ánimo y venerar esas contadas ocasiones en las que, David realmente vence a Goliat, y la altura de la montaña se hace pequeña dada la maestría, resistencia y vigor de quienes ascienden por ella.
Prototipo estandar que ofrece lo convenido, ilustra lo determinado y que, más que pensar en el gusto y apetencia del espectador, está dirigida a dejar constancia, hacer justicia y rememorar para siempre, por arte y gracia del Séptimo Arte, a orgullosos dignatarios de su honorable apellido, destreza de crianza, unidad y fervor por quién se es, dónde se nace y a qué familia se pertenece.
La posible debilidad y simpleza del argumento y su correspondiente guión son cosa aparte que se perdona, olvida y coloca en segundo plano pues lo importante es observar, admirar y celebrar las emociones de estos enérgicos y vibrantes chavales que ilustraron a sus padres, pueblo y a ellos mismos que se puede si se quiere, trabaja y cree en ello.
Entretiene con honestidad y cumple con su propósito, sin enamorar completamente ni desbordar sentimentalmente obtiene tu simpatía y logra alguna pequeña emoción que se cuela y entrega sin disgusto y con comedido placer, disfruta de la parte exitosa/disculpa la otra, no es difícil y hacerlo es muy satisfactorio, cómodo y grato.
Recreo de bienestar medio.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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4
27 de mayo de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Mal de amores, estar tan afectado por el amor que no se puede actuar normal...,ahora que lo sabes, puedes enamorarte y ¡no volverte loco!", sólo que esta película ni te enamora, ni te vuelve loco ¡ni te afecta en lo más mínimo!
Para quien ha visto todas las temporadas de "Friends", es difícil olvidarse del carismático Joey Tribbiani, por muy canoso que aparezca, se cambie el nombre, el traje e intente dar consistencia y seriedad, porte y estima a su personaje, papeles exitosos que se convierten en un lastre complicado de manejar cuando intentas avanzar, seguir camino y cambiar de role y carácter; aquí, un nuevo intento de tener vida más alla de la querida e inolvidable familia de amigos -que, durante tanto tiempo, nos hizo pasar ratos increíbles, ocurrentes y chistosos- que sigue sin cuajar, encontrar hueco, destino ni funcionar.
Y es que, seguir viendo a un cuarentón, comportarse como un veinteañero no ayuda, no facilita la labor ni el cambio -y, digo esa edad, por enmarcarlo en la universidad pero, perfectamente podían ser las correrías y desventuras de un chaval de instituto-, perseguir y enamorarse, hacer locuras y payasadas, hallar a cenicienta, poner cara de lelo embobado ante su presencia, suspirar y delirar en su ausencia, imaginar el paraíso en su compañía, el infierno si le abandona, perder la cabeza -también el estilo-, deambular como psicópata gracioso que no hace gracia ni se la espera, pretendido lunático cautivador sin chispa ni encanto más ese amigo leal y siempre presente, que en su cordura le guía, aconseja y es la voz en off que narra toda su caótica andadura, amén de la actriz guapa elegida como parte de la comitiva, es conformar un cuadro muchas veces visto, anodino, que resulta un poco patético a estas alturas, telar que no aporta novedad, ni se desmarca de su tradicional recorrido, en demasía saciado, más de lo mismo con el incesante y perpetuo rostro de Matt LeBlanc -que hay que promocionarle, ¡de nuevo!- en primer plano, ocupando espacio -no calidad-, para que luzca sus caricaturas conocidas, muecas eternas y tonterías consabidas donde, no se anda muy lejos de lo ¡ya acostumbrado en el pasado!
Frustrante no poder avanzar como actor, poco estímulo para quien ya le ha contemplado por dichos andares, residuo interpretativo, de un pasado más glorioso, cordial/no divertido que por condescendencia te lleva a no recriminar lo que, a todas luces, es nimio material, recuerdo entrañable de un pretérito adorado que lleva a ser comprensivo y no aplicar la severa vara de medir que aplicarías a otro ¡sin dudar! aunque, sinceramente, es una comedia pobre, exigua, de escasa sustancia sin apenas esencia o espíritu que disfrutar, modelo prototipo para jóvenes actores que se inician en la profesión que, en manos de un veterano, es síntoma de que anda perdido, falto de opciones y que debe cogerse a lo oferido para que su nombre ruede y ¡se sigan acordando de él!
Como espectador no vas a reír, ni llorar ni sentir emoción legítima, anulada cualquier posibilidad de carcajada, lágrima o exaltación expóntanea que te despierte de tu modorra, sólo alguna sonrisa ingenua provocada por tu afectiva complacencia hacia el carisma dulce y bonachón que envuelve todo el teatro pero cuya visión, ausente de humor y coqueteo, supone omisión de personalidad y carencia de identidad propia, limitada en su alcance, corta en sus perspectivas, sin inspiración ni creatividad en su argumento, diálogos poco agudos, sin garbo ni donaire para el oído y una mirada que intenta motivarse pero no encuentra material ni escenas para ello, simplemente cambia el compañero de apartamento de Manhattan, Nueva York, por tierno y encandilado director de colegio, ponle unos años más -no la sabiduría que acompaña a la edad- y obtendrás las recordadas torpezas de antaño, sin tanta exageración que ¡ya no somos jóvenes!, excursión sin mucho aliciente, ni ingenio y una narración endeble, sin mérito visual pero tolerada por su fácil y ligero consumo que, al no demandar gran esfuerzo, tampoco te recompensa con gran beneficio neto.
Cuestionable disfrute de buenas intenciones que no pretende otra cosa que pasar el rato, entretener tibiamente y presentar la modestia como navegación, tárifa low cost de actuaciones correctas y sencilla dirección sólo que, tan loable propósito no está reñido con el don de la inteligencia y la imaginación, con una capitán que sea algo más que una caricatura de bufón sin corona cuya marca identificativa es la indiferencia pues, teniendo en cuenta que la eliges por su presunta diversión y amorío, lo obtenido es bebida pastelosa, sin acicate ni sabor, que puede digerirse sin problema, pues no es tortura o, pasar de ella y ¡declararse abstemia!
Como ver al joven que vendía hamburguesas en McDonald's, ahora madurito, repartiendo pizzas, te cae bien, es encantador y molón pero ¡un poco triste!, ¿no?, si..., ¡hasta Georgie Dann dejó de sacar la canción del verano por considerarse mayor!
El público y los protagonistas merecen una comedia romántica de mayor peso, lustre, consistencia y dedicación, no una levedad y superficialidad propia de aprendiz recién llegado al cargo..., toda una novatada de principiantes para ellos y para ti y, honestamente, ¡ya no estamos para eso!

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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5
8 de mayo de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"¿Qué le dejo yo a mi hija?" Tres fantásticos amigos que la querrán toda su vida, como si fuera su propia hija.
La fuerza de la amistad, en los malos momentos, como motor de arranque y base de un argumento que se mueve entre el dolor presente y el recuerdo de un pasado más halagüeño, la pérdida de ese hermano querido que causa tristeza y añoranza y que es obligación moral y leal hacia la promesa hecha, cuidar de una niña a la que hay que transmitirle la pasión por el fútbol, el amor por los colores del equipo, ese delirio y adrenalina que reúne a los colegas, domingo tras domingo, en una deliciosa rutina de viaje, compra de entradas y disfrute del maravilloso y cálido ambiente de los papeles en el viento, suspendidos en el aire, cuando salen los jugadores al campo y la emoción del espectáculo está por empezar, esa sabiduría de cháchara incesante, conversación intrascendente de quienes son expertos entrenadores del deporte del pie, encubierto, que llena las horas, refuerza los vínculos y es exquisitez de vida por levantarse cada mañana a la espera de ese día.
Legar la herencia entusiasta del patriarca desaparecido a su descendencia y asegurar su bienestar económico -por inversión desacertada del susodicho que se lo juega todo a una carta mal jugada- es el cuerpo de un guión flojo, débil, de buenas intenciones pero escaso que aborda el sentimentalismo y la desesperación de quien engaña, miente, traiciona y hace lo que haga falta por cumplir su palabra y donde, la presencia del deporte rey, es mera excusa y anécdota en la que apenas se incide, ligereza y modestia como adjetivos principales de un equipaje que opta por la suavidad para escapar de lo complicado, simplicidad que no ahoga, sencillez que no asfixia pero, a la vez, impiden profundizar en un relato que pasa por encima de las cosas serias, que relega el tormento a un lado para centrarse en entretener y divertir a la audiencia, habilidad en la que tampoco acierta con consistencia pues sólo ofrece gotas superfluas, pinceladas nimias de un humor, presunta comedia, ausente en la mayoría del trayecto trazado.
Trama que realza el lema "Todos para uno, uno para todos", sin límites, ni disculpas y hasta el final, pase lo que pase, sólo brevemente se disgrega y surgen discrepancias, en el sólido equipo A, para crear una escasa tensión y rebeldía que, prontamente, se resuelve siendo lo que sustenta y mantiene al filme el arte y talento de sus intérpretes -Peretti, Rago y Echarri- , un armonioso trío que con su sincera y cómoda actuación se ganan la atención del público ya que, por mucho que se les aprecie y coja cariño, la levedad es estandarte que define su contenido y sustancia, andadura sin muchos contratiempos ni excesiva motivación, honradez que no eleva, en demasía, su voltaje.
Una comandancia de los miembros de la orquesta que disimula carencias de la obra representada y de quien lleva la batuta en la dirección, sabor medio que no alcanza grandes cuotas pero evita el pasteleo, no solicita gran interés ni gran esmero en su observación y seguida, atención gratuita que se entrega sin peaje, que va y viene sin problemas según alicientes para obtener una media prototipo -están bien, puede verse, gusta sin esfuerzo- que agrada según ocasiones aunque, sin grandes alteraciones ni enormes sentimientos.
Poca estela de ínfima huella para el acostumbrado encanto y delicia que se desprende, en general, al visionar el sugerente cine argentino, neutralidad que no logra caldear pero tampoco hace huir al personal, da para pasar un tiempo agradable de tenue compás y emociones al dente, sin excesiva cocción, agilidad en las formas y simpatía fácil de entregar, carácter moderado de suavidad grata para la importante misión que se ha de llevar a cabo pues ¿hay crimen mayor que tu hijo sea del Racing siendo tú del Independiente?, ¿desprecio mayor al legado paterno que ser aficionado del Boca y tu prole del River, ser merengue y tu hijo amado colchonero o, pero aún, culé convencido?
¡Un poquito de por favor!, que hay detalles que maltrechan al corazón e imperdonables amores que duelen en el alma.
Hay que asegurar la aficionada herencia no sea que se pierda o mancille al caer en errónea esencia o, el colmo del despropósito, la desgana e inapetencia hagan acto de presencia en un espíritu que ignora y olvida el valor de sus raíces ya que ¿qué opción es más desastre total?, ¿qué no le guste el fútbol o sea del eterno rival?

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