¿Qué película tiene la friolera de cincuenta años y es tan disfrutable como el primer día y de agradable revisitación? Pues con eso creo que lo digo todo pero por si acaso tendremos en cuenta los siguientes detalles: unos gigantes de la interpretación se reunen para representar una de las más épicas historias jamás contada en donde todo se lleva a lo grande (espectacular resulta aún el despliegue de las legiones sobre la llanura), con diálogos memorables como el de:

Antonino: "¿Tienes miedo a la muerte?"
Espartaco: "No más que a la vida."

O el ya legendario "Yo soy Espartaco". Un maestro tras la cámara como era Stanley Kubrick con una realización impecable desde el montaje inicial de los títulos de crédito, las peleas de gladiadores o los paisajes de decorado prácticamente reales y un guión de tres horas que en ningún momento se hace pesado.

Y pese a una historia así de épica aunque no fiel al rigor histórico, esconde tras las cámaras además un montón de sombras: malos rollos entre los actores, descontento de Kubrick ante la realización de una película que le fue prácticamente impuesta al retirar al director anterior y de la que tempo después renegó (pues vaya...), un guionista ninguneado y considerado subversivo por la liga de actividades antiamericanas que se vengó de la producción marginándola en los siempre políticos óscars, etc, etc, etc... todo ello contribuyendo a alimentar la leyenda.

Porque aquí sigue cincuenta años después como el primer día, un icono de su época más que una película, un museo animado del gran cine de ayer y sus estrellas, el legado de Kirk Douglas en casi su mejor interpretación, con una banda sonora de ensueño y pasado y la gloria de toda Roma.

Una producción mayúscula, de las de antes, no hay más calificativo.

"¡Yo no soy un animal!"

Que si, que está muy bien todo eso de que una película dé que pensar y que sea el espectador por si mismo quien saque las conclusiones de lo que le muestran sin que se lo tengan que dar todo masticado, pero vaya, ¿entre poco y mucho no?

No hay argumento. No hay nada más profundo de forma subyacente a mi juicio. Es como contemplar un bodegón. Yo no he visto más que un retrato costumbrista de un pueblo de la Alemania profunda, probablemente bávara, en algún intérvalo de tiempo comprendido entre finales del siglo XIX y principios del XX, y sin embargo parece que todo el mundo ve lo que quiere ver. Yo solo he visto muy mala leche y que Haneke filma de puta madre en blanco y negro, pero también que se marca un coñazo de los buenos.

¿Orígenes del nazismo? ¿Dónde? Yo no los he visto, y si los hay, que me expliquen en que se diferencia esto del más comparable cainismo español que dió pie a una guerra civil, ¿o será que yo también estoy viendo lo que quiero ver?

De corrupción humana haberla hayla por doquier, en cualquier tiempo, lugar y situación, pero las causas del nazismo tienen una explicación mucho más terrenal y factible que la que Haneke nos quiere colar, y poco tiene que ver con la mala leche explícita de su film: el gran malentendido histórico que se dió en llamar Primera Guerra Mundial, a punto de estallar en el tiempo en que se localiza el film y el descontento posterior tiene bastante más que ver sin duda.

La historia de Abel es la historia de un hombre incomprendido y su periplo, más de un autista marginado que de un retrasado mental, en cuyo mundo se encuentra más a gusto con los niños, más afines a su forma de ser, y más tolerantes y comprensivos que el resto de personas, que verán en esa afinidad no una loable virtud, si no una malsana perversión (ver spoiler).

La cinta, con una gran interpretación de John Malkovich en el papel de Abel, es un interesante paseo por la Europa en guerra de la época y un gran documento ilustrativo de la parafarnalia nacionalsocialista, su ascenso, su forma de vida y su declive final. Discreto, sin gran pirotecnia, sobrio como suele ser el cine alemán, más cuando trata estos temas, pero interesante y correcto en su forma y contenido, por lo que no defraudará a los interesados en el tema, in dagando en aspectos poco vistos como el adoctrinamiento en pureza racial, la instrucción militar fanática de la chavalería y la locura desatada en el ocaso de tan enfermizo imperio.

Si bien el periplo de Abel es tan poco verosimil como fantástico, el producto final conforma una interesante propuesta que nos muestra que el nuevo cine alemán, aparte de "El hundimiento", tiene más productos dignos que ofrecernos, como podría ser "Napola", otra producción más próxima al estilo de ésta y prácticamente también desconocida para el gran público.

"Corre Abel, dabai, dabai!"

Entretenida película que explota con acierto el romanticismo de estos caballeros del aire, los primeros pilotos que sobre aviones arcaicos hechos de papel y unos pocos palos volaban enfrentándose en mortales duelos privados en los que la guerra se personificaba y surgían los primeros ases de la aviación, como el barón rojo o los miembros de la escuadrilla Lafayette.

Con dudoso rigor histórico y una acción que tarda en llegar pero que al fin recompensa con creces y pese a no desarrollar todo lo que cabría esperar sus personajes (algunos podrían haber dado bastante más de si) centrándose en el de James Franco para mayor lucimiento, presenta una interesante exposición de los artefactos de la época (aunque ver spoiler).

Quizás se eche de menos algo más de acción, invertida en la correcta historia de Rowlings con Lucienne, la encantadora muchacha francesa, y como siempre, se siente ese cierto pestacillo patriotero subyacente al que ya estamos tan acostumbrados, que le vamos a hacer...

"Looossss soldados de Crisssstoooo... vaaaaan a la gueeeeerraaaa"

No me cabe la menor duda, que ésta y otras perlas por el estilo eran recitadas por los niños alemanes, ingleses o franceses como quién no quiere la cosa antes de que sus no tan mayores descubriesen la dimensión del verdadero horror de la guerra en las trincheras francesas, como duda no me cabe del entusiasmo que esos mismos mayores sintieron antes al estallar la guerra, ¡la Grande, al fin!

En la Navidad de 1914, cuando todo se suponía que debería haber acabado con una victoriosa marcha de los ejércitos prusianos sobre Francia, la realidad fue muy diferente. La estabilización de los frentes y la modernización de los ejércitos y sus armas, dió lugar a un nuevo fenómeno nunca antes visto: la inutilidad de los ataques frontales dió lugar a un nuevo tipo de guerra de posiciones y desgaste en el que los hombres de cada dos bandos se miraban a los ojos desde trincheras separadas por la tierra de nadie.

El desespero de los años venideros aún no había hecho mella en los combatientes, y por eso, a lo largo de todo el frente durante la Navidad de 1914, se sucedieron curiosas escenas en las que hombres que de nada se conocían y ningún motivo tenían en realidad para matarse, firmaron una espontánea tregua. En esos hechos reales se basa la historia de "Feliz Navidad", y como si de un cuento navideño se tratase hace creíble un argumento que en otras circunstancias no lo sería.

Con notables interpretaciones, momentos cómicos que la hacen más entrañable y le quitan hierro al asunto, ciertas escenas con buena fotografía como el salto inicial de las trincheras, y unos personajes interesantes además de humanos, sus únicos fallos sean quizás su a veces evidente carencia de más medios (que hacen que la nieve parezca falsa por ejemplo) o su excesiva linealidad, pecados menos que en absoluto empañan el gran resultado.

"Cuando lleguemos a París me pasaré por su casa si aún me invita a esa copa"