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Seychelles Seychelles · Coldwater
Críticas de TPA
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Críticas 57
Críticas ordenadas por utilidad
7
5 de enero de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El anterior trabajo de la directora californiana Kathryn Bigelow, ganador de los Oscars a Mejor película, dirección y guión, entre otros, tenía un grave problema que no pareció trascender entre la Academia ni los círculos de críticos, que la enaltecieron incondicionalmente. En tierra hostil (2008) acusaba, sin embargo, de una alarmante falta de peso dramático, de relevancia en una trama inusualmente ligera, casi anodina, en la que todo se debía al sentido del espectáculo. Su falta de gravedad ante unos hechos tan recientes era algo casi frívolo, fácilmente irritante ya no por su norteamericanísimo punto de vista, sino por el desinterés hacia cualquier víctima, por la desidia hacia lo no espectacular, lo antiestético de una guerra. Bigelow hizo de su film un emblema del prodigio técnico, en total contraste con su oquedad argumental, que tomaba la reciente Guerra de Irak como pretexto para demostrar más fuerza que maña con un espectacular show de pirotecnia cinematográfica.

Con La hora más oscura, la directora demuestra dar un paso de gigante respecto a su anterior trabajo, prescindiendo de esa vacuidad en la que todo parecía una partida de paintball entre amigotes y profundizando mucho más en las interioridades humanas y los intríngulis emocionales sin dejar de lado el conflicto a gran escala. Bigelow explica con hondo poso y claridad el largo proceso desde el 11-S hasta la captura y ejecución del terrorista más célebre de la Historia, Osama Bin Laden, y lo hace, como no podría ser de otra forma, desde una óptica patriótica y oficialista que descarta hipótesis y omite hechos, aunque esta vez sí, otorga a lo que cuenta su correspondiente carga de gravedad. Ya no es sólo un puzzle de petardos y cables rojos sino una guerra, un acto deliberadamente cruel que es de la misma forma replicado. Jessica Chastain canaliza todo eso a la perfección y suma y sigue en su colección de enormes actuaciones –entre sus últimos trabajos están, entre otros, El Árbol de la vida (Terrence Malick, 2011) o Take Shelter (Jeff Nichols, 2011)…– con un papel protagonista cargado de fuerza que enfatiza esa carga dramática y facilita unos matices femeninos que quizás echábamos de menos en The Hurt Locker.

El guion lo vuelve a firmar el escritor y periodista Mark Boal, autor las dos últimas películas de la directora y de la espléndida En el valle de Elah (2007), de Paul Haggis, con la que empezaba un particular doctorado sobre las interioridades del departamento de defensa norte-americano, siempre cercano pero crítico; lo que Clint Eastwood a su país. Y es que de hecho la trama de La hora más oscura es totalmente periodística, un transcurrir que describe sin juzgar y documenta con inevitable subjetividad, pero no simplifica ni banaliza. Bigelow, por otro lado, pone toda la carne en el asador ofreciendo de nuevo un compendio de imágenes bien rodadas, dirección perspicaz, puro nervio y energía para un thriller bélico lleno de grandes escenas, grandilocuencia fundada y, sobretodo, desecho de gratuidades.

[Tupeli.es]
TPA
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7
4 de mayo de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las descripciones históricas requieren siempre un alto grado de compromiso, no sólo con la realidad, sino también con el contexto en el que se llevan a cabo. La narración de un conflicto tiene que ser siempre consecuente y saber contemplar con especial delicadeza todos los elementos que la componen. En este sentido, las guerras son particularmente susceptibles de ser contadas desde la frivolidad, hechos gratamente explotables en lo cinematográfico que se convierten automáticamente en un producto de puro ocio. Sin ir más lejos, la demonización casi irracional que se emplea en muchas películas hacia la Alemania nazi deviene una excusa para reducir conceptos a la mínima expresión, minimizándolo todo al bien y el mal. Grandes nombres del cine han caído en la trampa de la futilidad en lo que a la descripción de conflictos armados se refiere, prescindiendo con mayor o menor intención de la carga de drama real que dicho conflicto ha generado. Hablo de títulos como Malditos Bastardos, La Chaqueta Metálica, con la que Kubrick –a diferencia de su Senderos de Gloria– se deja llevar por la euforia cinematográfica obviando en demasía su responsabilidad como comunicador, o de En tierra hostil, de Kathryn Bigelow, que omite por completo cualquier mensaje o posicionamiento y se beneficia sin pudor de una desgracia que no le es ajena, al igual que lo hiciera Stallone con sus lamentables secuelas de Rambo.

En esta dirección, Ken Loach siempre ha tenido claro su cargo de intermediario entre la realidad y la descripción ociosa, comprometido con los hechos que transmite y dotándoles del correspondiente valor humano, con mayor o menor éxito. Route Irish sigue esta estela al pie de la letra, siendo un thriller de ficción en continuo cortejo con la realidad, en la que el director y su guionista por excelencia se mojan. Esto es, la historia que nos cuentan Loach y Laverty no es de naturaleza contemplativa ni complaciente, sino inquieta e implicada; no rehúye de ser juiciosa ni evita unas denuncias que sin duda incrementan el valor de su conjunto. El argumento nos sitúa en el contexto de la reciente guerra en Iraq y las subyacentes ampollas que de ella van naciendo. Una de estas es la de los contratistas, que acrecientan el conflicto con ejércitos de mercenarios al servicio del dinero, poco más, y entre las que combate el protagonista y su mejor amigo, ambos implicados en un turbulento caso de crímenes de guerra. Con todo, la trama suscita un interés que sin embargo carece en su técnica, poco grácil en el ritmo e impersonal en el estilo, en una conjugación que Loach tiende a combatir con desigual resultado. Si en El viento que agita la cebada o en Mi nombre es Joe las carencias del director pasan desapercibidas, en Route Irish son más evidentes, empequeñeciendo el film e impidiéndole aspirar a grandes cotas.

(Sigue en spoiler SIN SPOILER)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TPA
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6
18 de julio de 2009
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dispuesto a no dejar títere con cabeza, Sacha Baron Cohen vuelve con una... ¿comedia?, que tiene momentos de inevitable carcajada y otros de relleno con la provocación más que con el humor como finalidad.

Conociendo a este actor y sus antecedentes, acudimos a ver este film dispuestos a sentirnos incómodos en algún que otro momento, debido a la facilidad del personaje en herir sensibilidades, así que sólo siendo poco susceptible se puede disfrutar de la película al completo, que simula un documental sobre la vida de Brüno y que tiene un par de sorpresas finales.

Así pues, recomendable para los que les gustaron sus anteriores películas y los cínicos en general, y no recomendable para quienes tengan grandes convicciones, vulnerables a sus palabras y/o acciones.
TPA
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6
15 de agosto de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La histeria se ha apoderado últimamente de las calles de Nueva York, o al menos eso es lo que reflejan varias producciones estadounidenses recientes oriundas de la metrópolis por excelencia, en las que más allá del estrés ciudadano habitual habita una suerte de psicosis colectiva un tanto exagerada que afecta a protagonistas y secundarios, niños y adultos, actores y guionistas. Películas como Un dios salvaje (Roman Polanski, 2011) o Tan fuerte, tan cerca (Stephen Daldry, 2011) lo plasman perfectamente con sus personajes hiperactivos, irascibles y gritones que llevan a la cámara de un lado a otro con el rumbo arbitrario de quien ha perdido el norte. Pues bien, una prueba más de esta tendencia la tenemos en la nueva película de Kenneth Lonergan, Margaret, en la que Anna Paquin es una adolescente en plena efervescencia a la que un hecho traumático cambia la vida.

Sigue la estela este último film de la película de Daldry; el total y precoz desconcierto de un personaje no adulto que se ve absorbido por marañas emocionales se traduce en ambos casos en comportamientos imprevisibles y de la misma forma desconcertantes, y con todo ello innecesariamente sobreexcitados. En el caso de Margaret, adolescente judía de familia adinerada, son sus ansias por arreglar algo de lo que se siente responsable lo que la arrastran por la senda de la inestabilidad sentimental hasta el punto en que todo explota, comienzo de algo llamado madurez. En efecto, Margaret es en realidad una nueva tentativa de Rebelde sin causa, clásica disyuntiva púber sobre el bien y el mal, la incomprensión de los adultos y la soledad, y aunque tiene momentos de gran cine –en especial la escena final–, es en su conjunto excesiva: a la histriónica interpretación de Paquin hay que sumarle un guión inteligente pero poco sutil, y un extenso metraje que llega a las dos horas y media. A su favor cabe mentar el hecho que el montaje final fue adulterado por la productora, por lo que el resultado puede haber perdido cierta fuerza respecto a la versión original de Lonergan.

Sea como sea, Margaret es un interesante film de un interesante director, un nuevo enfoque de una vieja historia tan ambicioso como irregular en la que las luces brillan con fuerza y las sombras nunca acaban de desaparecer.

Lo mejor: los últimos cinco minutos, extraordinarios.

Lo peor: la histeria como reacción por defecto.

[Tupeli.es]
TPA
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7
4 de mayo de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los biopics no se escudan en los matices a la hora de generar afinidades; desde buen principio invitan o no al espectador, sin que este se pierda entre inútiles elucubraciones, «¿Pago la entrada por esta o por aquella?, ¿Invierto cien minutos de mi vida en esa o en la otra?». Si el personaje de Margaret Tatcher no despierta en el espectador ningún interés especial, puede que éste se ahorre el visionado de La dama de hierro, si Pepe Rubianes no le dice nada es posible que decline ver la película de su vida, y si el fundador del FBI no suscita en él más que impasibilidad, tal vez se resista a pagar una entrada para conocer a J. Edgar.

No obstante, en estas películas de vidas de película se halla, a menudo, la contemplación para el retrato y la precisión de la réplica sin que se pierda por el camino una identidad propia, que se refleja, en sus mejores casos, en la sabia mano de los principales elementos que componen la obra. Elenco, dirección, arte, y demás, pueden ser determinantes en la empatía que genere una obra hacia su público potencial. Sofia Coppola lo sabía bien cuando rodaba su María Antonieta (2006), invitando al espectador a deleitarse con su modernísima relectura de una historia por todos conocida, a la que revistió y aplicó un maquillaje con el que evitó cualquier atisbo de impersonalidad. También lo sabía David Fincher con La red social (2010), Olivier Assayas con Carlos (2010), y ahora Clint Eastwood con J. Edgar, un film que suple con suficiente genio el escaso interés que en primera instancia pudiera despertar este personaje, menos conocido que la citada reina francesa o el famoso fundador de Facebook. Eastwood disecciona una mentalidad rígida ablandándola suavemente, sin gestos bruscos, como ya hiciese en Gran Torino (2008), describiendo con habilidad los puntos fuertes, y los débiles, de un personaje que como la Tatcher de Meryl Streep quiere ser de hierro y no puede. DiCaprio le sigue la corriente, también Naomi Watts y Armie Hammer, todos ellos envejecidos y rejuvenecidos cual viajero del tiempo desubicado entre unos flashbacks y flashforwards que, sin embargo, no ensucian la claridad de la trama y permiten a los protagonistas exhibir una inusual gama de registros. Y es que más allá de la demostradísima solvencia de los actores y el director, hay que mencionar la labor de maquillaje, que consigue envejecer a sus principales caracteres de forma suficientemente creíble.

(Sigue en spoiler SIN SPOILER)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TPA
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