Stallone y Schwarzenegger, juntos en un mismo filme; sin dudas, este fue el sueño de todo cinéfilo aficionado al género de la acción. Esta película hace realidad el deseo de una unión de antología. Si bien, la época dorada de ambos es parte del pasado, verlos juntos en un mismo título es un privilegio.
No es primera vez que actúan juntos, ya compartieron créditos en "Los Indestructibles 2" (no contemos la 1, ya que Arnold apenas salió en una escena) y vuelven a unirse en la tercera parte y con seguridad en la cuarta.
Es un filme que cumple con todo lo prometido y no defraudará a los aficionados, quienes verán satisfechas sus expectativas. Es una película que por momentos, recuerda los grandes títulos de estos actores.
Además, cuenta con la presencia de figuras tales como Jim Caviezel, Vincent D'Onofrio y Sam Neill.

Esta película se enmarca dentro del particular género de las plagas asesinas, el que estuvo de moda en los años 1970 y es, en realidad, un subgénero del cine de terror. Si bien el subgénero brindó un notable producto llamado "El Enjambre", de Irwin Allen, la mayoría de estas películas eran, en el mejor de los casos, de regular hacia abajo. Esto no aplica en el filme que nos ocupa, ya que es más decente en comparación a otros de su categoría.
No comparemos este filme con el de Irwin Allen. El filme que nos ocupa está muy lejos de ser un filme recordado o que pueda ser un peliculón. Es claramente un filme de clase B, lo cual no pretende disimularse o esconderse. Tiene ciertos paradigmas clásicos tales como el hecho de que la mayoría de los muertos sean personajes de nula importancia en la trama o bien, personajes desagradables o de connotaciones negativas. Sin embargo es un filme que entretiene y además, no cae en los excesos de truculencia habituales es este género; mientras otros filmes suelen ser muy inverosímiles, este filme posee un argumento coherente o creíble. Su tiempo de duración es justo y preciso.
En resumen, una película que, sin perjuicio de los gustos de cada espectador, deja una sensación positiva.

Últimamente se ha hecho costumbre en Hollywood el sacar secuelas tardías; ya pasó con Top Gun (secuela retrasada en más de 30 años) y ahora con Matrix. Además, también se acostumbra a qué, cuando un producto es exitoso, se le exprime al máximo, aún cuando ya no haya nada que exprimir.
En la tercera entrega se cerraba toda la trama, el "elegido" cumplía su misión y la humanidad despertaba a la verdadera realidad, escapando del control de las máquinas. Más de 10 años después y tal como se hizo con la saga "Pesadilla" (dónde se rodó una 7° entrega, a pesar que en la 6° se puso punto final a la historia) algún genio tuvo la brillante idea de una cuarta parte de "Matrix".
En esta cuarta entrega nos encontramos con que nuevamente la humanidad está sometida a la seudorealidad impuesta por las máquinas. Además, Neo nuevamente vuelve a ser Anderson, ignorando su rol como" el elegido". No obstante, a pesar de lo anterior, el filme tiene interesantes premisas iniciales, las que son mal desarrolladas o simplemente no se desarrollan.
Es lamentable que en este filme no hayan participado Lawrence Fitchburne y Hugo Weaving. El espectador debe conformarse con verlos en algunos flashback hechos con imágenes de la trilogía original. Aunque, por el bien de sus respectivas carreras actorales, hicieron lo correcto en no participar. El nuevo Morpheus es una parodia del original (aunque en si la película entera parece ser parodia), mientras que el agente Smith (aunque bien interpretado) fue claramente introducido con calzador.
En resumen, una 4° parte que nunca debió realizarse; es la clásica entrega que termina empañando o aniquilando lo que fue una buena saga.

A mediados de la década de 1970 el eurowestern vivía sus últimos tiempos de vida. Dado su estado terminal de decadencia, el género ofrecía productos que, en el mejor de los casos, eran de regular hacia abajo. De hecho, poco tiempo antes, Enzo Castellari y Franco Nero habían participado como director y protagonista respectivamente de la horrorosa "Los Locos del Oro Negro". Keoma significó, además de redimir las carreras del director y del actor, que el eurowestern pudiese despedirse con dignidad.
La película en si recuerda la época dorada del western europeo, aquella en la cual el género brindo productos atractivos y en algunos casos, notables; de hecho hubo ciertos productos que no solo dejaron huella en el western, sino que en el cine en general. Además de Nero, también cuenta con otros habituales del género: Woody Strode y William Berger, este último como el padre adoptivo del protagonista. Cómo curiosidad, también el filme cuenta con un toque enigmático y surrealista, representado en la mujer a la que, aparentemente, solo el protagonista puede ver.
Cómo en este mundo no existe perfección, la película también tiene sus puntos bajos. Uno de ellos es el hecho de que Franco Nero intérprete a alguien mitad indígena, es como si Toshiro Mifune o Will Sampson interpretaran a un ciudadano alemán o sueco. Además, el atuendo del protagonista es más acordé a un hippie de los 70 que a un cowboy, solo faltó que utilizara motocicleta en lugar de caballo.

Esta película está enmarcada dentro del zapatawestern, el que es un subgenero del eurowestern ( aunque tal vez deba llamarse subsubgenero). Estos eran westerns ambientados en la revolución mexicana.
Tenemos a Stella Stevens, Telly Savalas, Robert Show, Fernando Rey y Martin Landau. Con semejante elenco es imposible no hacerse grandes expectativas y mientras mas altas, mayor la decepción. Tras un prometedor inicio, sigue un muy mal desarrollo, el que incluye un ritmo cansino, un flashback muy largo y a destiempo, ect. El resultado es un filme decepcionante. Con un buen desarrollo pudo haber sido una buena película.
Entre lo destacable figuran buenas actuaciones, especialmente Martin Landau como el revolucionario traidor; también tenemos a un Telly Savalas que (además de hacer alarde de un envidiable físico) impone su oficio.
Una característica clásica del eurowestern era lo difuso de la frontera entre buenos y malos. En este filme dicha frontera se diluye prácticamente en su totalidad. No hay buenos y malos; aunque también podría decirse que, en cierto modo, todos son malos.