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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de gerardops
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Críticas 304
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
6 de octubre de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El protagonista de la última novela del japonés Haruki Murakami titulada “Baila, baila, baila” es un buen escritor que, curiosamente, ya no se dedica a escribir libros. Con rigurosa profesionalidad, se encarga de redactar textos que, aunque son necesarios, a casi nadie le apetece encargarse de ellos. Se trata de artículos para revistas femeninas, reportajes sobre restaurantes para guías de viajes o escritos para publicaciones periódicas, entre otros. El personaje se justifica diciendo que equivale a quitar la nieve después de cada nevada. A ninguna persona le agrada ocuparse de ello pero se debe hacer y él lo hace con gran corrección. Por eso se autodefine como “un quitanieves cultural”, función que, desde el punto de vista artístico, no encaja en la faceta creativa de los profesionales de las letras.
Recurriendo al símil, en la cinematografía de Oliver Stone se pueden diferenciar dos tipos de películas. Por un lado, aquéllas en las que él se implica emocionalmente, con las que logra que se refleje en pantalla no sólo una exquisita pulcritud técnica sino también una especial sensibilidad hacia los temas que trata. En este grupo se inscriben “Platoon”, “Nacido el cuatro de julio” o “J.F.K. Caso abierto”, sin duda sus mejores trabajos, que le han proporcionado al cineasta neoyorkino dos Oscar y ocho nominaciones a la estatuilla de entre tres galardones y once candidaturas a dichos premios. Dicho de otra manera, resulta evidente la vinculación de esos proyectos con su modo de entender la vida y el Séptimo Arte.
Pero, junto a ellos, figuran otras cintas más impersonales en las que, pese a seguir demostrando su habilidad narrativa, la calidad de los guiones y el interés de los personajes descienden notablemente, dando como resultado un producto final más vulgar, aun con una factura técnica y un envoltorio exterior atractivos. Es el caso de “Asesinos natos”, “Alejandro Magno”, “Giro al infierno” o “Wall Street 2”. Mi impresión es que Stone se comporta aquí como ese quitanieves cultural que cumple bien con su cometido pero que ni por asomo se acerca al listón que alcanza cuando se implica como artista, cuando manifiesta esa íntima conexión entre el creador y su obra.
“Salvajes” pertenece indudablemente al segundo grupo. Se trata de un largometraje bien realizado, de innegable calidad visual, con el ritmo exigible al género al que pertenece pero cuyo guion es bastante flojo, hasta el punto de que la historia podría haber sido rodada perfectamente por Robert Rodríguez sin aparente diferencia final. En este sentido, quienes hemos disfrutado y mucho con el mejor Oliver Stone salimos de la sala de proyección con un sabor de boca más bien amargo. Por lo demás, aquellos espectadores aficionados a la acción y a la violencia explícita que acudan al cine sin mayores expectativas podrán entretenerse durante dos horas, sin perjuicio de que ese entretenimiento sea transitorio y se olvide en poco tiempo.
Los actores que integran el reparto desempeñan sus papeles con desigual acierto. La nota negativa recae sobre Salma Hayek -estereotipada hasta la caricatura- y John Travolta –condenado aquí a no poder mostrar sus mejores registros interpretativos-. La positiva corresponde a Benicio del Toro -impecable en su recreación de sanguinario mejicano- y Blake Lively -que, a pesar de ser requerida por su indudable atractivo físico, apunta un prometedor futuro profesional. Del mismo modo que pudo presagiarse el éxito de Angelina Jolie como estrella del celuloide después de verla en “Inocencia interrumpida”, no es difícil aventurar que la joven Lively ocupará un lugar en el firmamento hollywoodiense en esta nueva década.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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5
29 de septiembre de 2012
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Andrew Dominik no es un director corriente. Le gusta dar a sus obras una visión personal y creativa y tal afirmación solo se puede entender como un halago por mi parte, harto como estoy de cineastas que se limitan a repetir y a copiar largometrajes firmados por otros compañeros. Dicho esto, también es cierto que este realizador neozelandés manifiesta cierta tendencia hacia la mística en sus historias que no siempre le sale bien. En su anterior film, “El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford”, puso de manifiesto su capacidad de abordar proyectos interesantes y de conseguir brillantes interpretaciones por parte de sus actores. Sin embargo, la lentitud de la narración y su aureola de trascendencia lastraban, en vez de impulsar, el resultado final.
En “Mátalos suavemente” ha tratado de rodar una película cómica en clave de cine negro que reflejase el universo del crimen organizado de una ciudad norteamericana. Para ello, ha salpicado la proyección con destellos que dejan patente su sello personal, como el uso de la cámara lenta en algunas escenas o el empleo de una pretendida carga poética que, una vez más, no termina de cuajar completamente. El modelo de diálogos y la puesta en escena relativos a la parte humorística de la cinta aspiran a emular a grandes títulos de este subgénero como “Pulp Fiction” de Quentin Tarantino o “Rocknrolla” de Guy Ritchie pero apenas roza cierta similitud, excepto cuando el personaje de Brad Pitt entra en escena. A él le han correspondido las mejores frases y las escenas de mayor interés, de modo que su notable interpretación marca la diferencia y eleva sustancialmente la calidad del conjunto. Pitt posee una habilidad innata y muy efectiva para dar un toque de comicidad a sus personajes, de tal manera que contar con él es siempre un lujo en este tipo de rodajes. Por el contrario, el resto del reparto cae en la ordinariez y en la vulgaridad.
Al inicio de la proyección, se establece una conversación absurda y soez entre dos delincuentes (de los de poca monta, pocas luces y sobrada estupidez) que no resiste la comparación con el brillante cara a cara entre John Travolta y Samuel L. Jackson en la ya citada y genial “Pulp Fiction”. En definitiva, aquí estamos a un nivel inferior. Tal vez no sea malo del todo pero, desde luego, tampoco es bueno. Desde la primera a la última, las andanzas criminales de los protagonistas se acompañan constantemente de discursos de políticos norteamericanos.
La historia se desarrolla durante la campaña electoral de Barack Obama y John McCain, con George Bush hijo todavía en la Casa Blanca. Siempre aparecen un televisor encendido o una radio enchufada a través de las que se emiten mensajes y proclamas de los candidatos, tratando de poner de manifiesto las similitudes entre el mundo del crimen organizado y el de la alta política. En esta utilización de la moraleja, únicamente Brad Pitt logra registros dignos de mención, sobre todo en la escena final en la que Obama se empeña en ensalzar la labor del pueblo y el delincuente afirma con rotundidad que en Norteamérica no existe el “pueblo” sino que solo existen los “negocios”. En ese instante sí se percibe una crítica original y bien combinada con la narración. En resumen, quienes busquen un cine de gangsters al estilo de las cumbres cinematográficas de Coppola o Scorsese, se sentirá decepcionado. Solo aquellos que opten por la ironía y los excesos propios del mejor Tarantino –aun a sabiendas de que no los van a encontrar- podrán pasar un rato entretenido con este film irregular pero con alguna pizca de genialidad.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
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4
22 de septiembre de 2012
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Había alguna necesidad de rodar un remake de “Desafío total”? La respuesta clara y rotunda es no. En 1990, el realizador holandés Paul Verhoeven ya logró resultados notables con la adaptación de este relato de Philip K. Dick, rodando una cinta que, sobre la base de una historia muy original, combinaba con soltura la comedia y la acción, envueltas ambas en un universo, para aquel entonces, futurista. Hay que reconocer que las interpretaciones eran bastante malas pero el lastre se compensaba con las virtudes ya citadas. Incluso el gran maestro Jerry Goldsmith se encargó de componer una emblemática banda sonora cuyo tema principal se popularizó en España gracias a su utilización en las retransmisiones futbolísticas de “Canal +”. La película obtuvo un Oscar de un total de tres nominaciones y se hizo un hueco entre las preferencias de los amantes de la ciencia ficción. Hasta el cineasta Alejandro Amenábar manifestó su admiración por este film y le reconoció ciertas similitudes con su película “Abre los ojos”.
Se puede afirmar que esta nueva versión supera a la original en dos aspectos. El primero se refiere a la recreación visual y a los efectos especiales, obviamente muy superiores, debido a la impresionante evolución de la técnica en las más de dos décadas que separan a ambas producciones. El segundo se centra en la labor de los actores que integran el reparto, sustancialmente mejor que la de sus predecesores. Colin Farrell posee más recursos y registros que Arnold Schwarzennegger para dotar a su personaje de mayor complejidad y credibilidad y también Jessica Biel sale victoriosa de la comparativa con Rachel Ticotin. Sin embargo, en todo lo demás, el largometraje de Wiseman pierde con rotundidad ante el de Verhoeven.
Probablemente acudirán a las salas de proyección dos grupos de espectadores, quienes hayan visto la primera versión y quienes no. A los primeros les resultará muy difícil quitarse de la cabeza las escenas protagonizadas por el ex Gobernador de California, con aquella estética a caballo entre los títulos de serie B y la ciencia ficción más imaginativa. La añoranza y el aire “retro” con la que ese público se enfrenta a este nuevo proyecto de 2012 le provoca cierta predisposición negativa. Desaparecida la intriga, puesto que ya conocen la trama y el desenlace, el metraje no deja de constituir una pura comparación. Y ya se sabe que las comparaciones son odiosas. Es el precio que tienen que pagar sus responsables por no ser originales ni creativos y por aprovecharse del éxito que otros de sus colegas consiguieron en el pasado. Los segundos podrán quedar fascinados única y exclusivamente por la calidad visual de un producto final plagado de persecuciones y cuyos decorados pueden calificarse de meritorios. Su director (cuyo único bagaje está compuesto por un par de entregas de la saga “Underworld” y otra de “Jungla de cristal”) olvida que, para permanecer en la mente de los aficionados, es imprescindible contar con buenos guiones, personajes atrayentes, diálogos inolvidables e intensidad narrativa, algo con lo que cuentan los grandes iconos este género, desde “Blade Runner” a “Alien” o desde “Minority Report” al primer “Matrix” y que en este “Desafío total” brillan por su ausencia.

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@gerardo_perez_s
gerardops
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5
15 de septiembre de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos tenemos un plan pretende ser un thriller y, a ratos, lo consigue. Sin embargo, ni en las escenas de mayor intensidad logra desprenderse de un estilo narrativo excesivamente lento, casi apático que, cual enfermedad contagiosa, termina por extenderse por todo el metraje. Su directora, la debutante Ana Piterbarg, ha hecho una apuesta decidida por apartarse radicalmente de los elementos propios del género cinematográfico que ella misma decidió escoger para rodar su ópera prima. De hecho, la parsimonia como eje central de la filmación y los personajes abúlicos sobre los que pivota la acción no han sido los mejores ingredientes para sacar adelante este proyecto. Un modelo igual de discutible se utilizó en otra película argentina -El aura- pero, en aquella ocasión, su director Fabián Bielinsky sí consiguió compensar de sobra la aparente calma narrativa con un guion impactante y pleno de intriga. Por el contrario, Piterbarg, con la forma de un drama pausado pero con el fondo de la temática criminal, firma un largometraje que transita por tierra de nadie durante demasiados minutos, de tal manera que, cuando la proyección ofrece por fin el ritmo y la fuerza necesarios para dejar en el espectador un buen sabor de boca, el lastre inicial no evita una sensación de cierta indiferencia.
Con ello no quiero decir que la cinta no cuente con algunas bazas destacadas. Las tiene, pero su peso en la balanza no es suficiente para que el título resulte destacable. Aun así, merece la valoración de esos aspectos positivos. El mejor de ellos es su protagonista, el actor Viggo Mortensen, cuya presencia en pantalla trasciende a su mera apariencia física. Se trata sin duda alguna de un excelente intérprete capaz de abordar con soltura los papeles más dispares. Su filmografía abarca desde las aventuras épicas -El señor de los anillos- hasta los dramas más originales y excéntricos -Una historia de violencia, Promesas del este, Un método peligroso-. Bajo las órdenes del director David Cronenberg ha ofrecido sus registros más sobresalientes y sus intervenciones suelen mejorar sustancialmente los títulos en cuyo reparto figura. Todos tenemos un plan no es ninguna excepción, si bien Mortensen no puede hacer más por un personaje que, debido a las exigencias del guion, está contaminado del tono pasivo del conjunto. Sus compañeros, igualmente correctos, asumen roles bastante secundarios. Desgraciadamente, la estupenda actriz Soledad Villamil -que figura en segundo lugar en el cartel promocional- apenas actúa durante diez de los casi ciento veinte minutos que dura el film.
En definitiva, comparada con otras de mayor renombre dentro de la cinematografía sudamericana, nos hallamos claramente ante una película menor. La maestría de Juan José Campanella o la eficacia del ya citado Fabián Bielinsky han dejado el listón muy alto para el resto de los realizadores argentinos. No obstante, y teniendo en cuenta su condición novel, creo que esta joven cineasta tiene ante sí una prometedora carrera profesional. Sus breves destellos de genialidad merecen más oportunidades en el futuro.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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6
7 de septiembre de 2012
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nostalgia suele conseguir que hagamos cosas que solamente con lógica no haríamos. Los mercenarios es un proyecto (ya parece incluso una saga) que nace de la nostalgia de unos actores y de unos espectadores hacia un estilo de cine de hace varias décadas, cuando Arnold Schwarzenegger (que acaba de cumplir los sesenta y cinco años) lucía corpulencia en la gran pantalla, cuando Sylvester Stallone (que acaba de cumplir los sesenta y seis) iba de Rocky a Rambo y tiro porque me toca o cuando Chuck Norris (que ya pasó hace años de los setenta) andaba por las selvas desaparecido en combate y jugando a la guerra. De eso hace ya demasiado tiempo. Por lo tanto, pretender agruparles junto con otros ilustres cincuentones como Bruce Willis, Jean Claude Van Damme o Dolph Lundgren en una muestra de género de acción en la que los tiros, las peleas, la testosterona y las explosiones están presentes casi en cada escena mientras ellos salen indemnes y los malos reciben el merecido castigo solo puede ser producto de una añoranza que les ha nublado la mente.
Porque, con independencia de que conserven su musculatura, la posibilidad de que resulten meras caricaturas de sí mismos haga presumir que, tanto Los Mercenarios como esta secuela, no pretendan ser tomadas en serio sino como parodias encubiertas de un subgénero cinematográfico que triunfó en los ochenta. En tal caso, hasta se podría concluir que la película funciona. Obviamente, el público que acude en masa a las salas de proyección lo hace en gran medida arrastrado por la melancolía de aquellas cinta de hace treinta años por lo que, en cierta medida, se sientan en la butaca entregados de antemano y disfrutan como antaño con los rostros de sus ídolos. La cinta posee una agilidad narrativa aceptable y una correcta intensidad en lo referente a la acción. Además, si se contextualizan la trama y los protagonistas en esa mezcla de parodia y añoranza, incluso se puede compartir con ellos cierta complicidad. Porque este largometraje realmente funciona con quienes disfrutaron con títulos como Depredador, Comando, Acorralado y el sinfín de secuelas y de nuevas versiones que les sucedieron.
En cualquier caso, puestos a hacer “homenajes” a la década de los ochenta, personalmente prefiero ejemplos como el de Super 8, que hace un año revitalizó el cine de aventuras infantil y juvenil propio de aquellos años míticos, con un magnífico Steven Spielberg detrás que, además de volver a captar aquel estilo inolvidable, lo mejoró notablemente rodando un film entretenido, divertido y hasta emotivo.
Así como en la primera entrega el propio Sylvester Stallone asumía la faceta de director, ésta recae ahora en Simon West, realizador bastante casposo que hasta la fecha contaba en su curriculum con cintas precarias del género como Con Air o Tomb Raider. Con esta segunda parte realiza su mejor trabajo por el momento, aunque todavía no le baste para situarse entre los mejores. Confiemos en que todo termine aquí y no terminemos dentro de un lustro viendo Los mercenarios 4 porque, de ser así, más que añoranza y parodia, habrá que tomar prestado a Amélie Nothomb el título de su novela “Estupor y temblores”.

www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
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