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Críticas de Juanjo Iglesias
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Críticas 94
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
21 de octubre de 2011
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Habiendo pasado unos días desde su estreno en Sitges con unos resultados en cuanto a crítica y público que entiendo muy satisfactorios para su director y productores, he llegado a la conclusión de que Jaume Balagueró se ha convertido en uno de esos cineastas que hagan lo que hagan van a recibir el aplauso incondicional de espectadores y críticos, lo que me lleva a la única conclusión de que tanto Balagueró como “Mientras Duermes”, están siendo presurosamente sobrevalorados.

No merece la pena discutir si es su mejor película ya que la comparativa nos llevaría a pensar instintivamente en la saga “REC” y el registro en este caso es completamente distinto. Si “REC” nos sumergía en una narración frenética de terror con trazas realistas, mezclado con cine de zombis, “Mientras Duermes” es un thriller de intriga que se acerca al terror en momentos muy concretos y de forma muy sutil, no llegando nunca a buscar el susto o el miedo, en el espectador. Su intención es el suspense. El tempo, la narración, los espacios y los ambientes nos podrían hacer pensar en el tan nombrado en estos días Roman Polanski, pero creo que con una concepción cercana a su cine, Balagueró no ha logrado ni acercarse al maestro, quedándose en un largometraje de los que anhelamos los que amamos el cine de género, debido a su escasez y más en nuestro país, pero muy lejos de esos ambientes sobrecargados, tétricos y lúgubres que necesitaría una trama como la que se nos plantea.

El mayor problema de esta cinta no es ni mucho menos la dirección, por descontado el reparto, que es de lo mejorcito en la actualidad ibérica, sino un débil y resquebrajado guión que hace de la labor del director catalán una misión imposible a la hora de crear las añoradas tensiones e intrigas. Lo que pretende ser un ejercicio de estilo, una creación de ambientes y un análisis de las motivaciones de los personajes, se convierte en una primera mitad de película sencillamente aburrida. Con la pretendida idea de crear suspense y sobre todo de marcar un tempo narrativo adecuado, cosa que el director logra sin duda alguna, lo que veo en la pantalla no me aterra, ni me pone de los nervios; logra lo que pretende, que es advertirme de que algo se cocina a fuego lento en esa portería, pero no me seduce en esa primera parte que debería estar destinada a crear una inquietud exasperante. Formalmente es correctísima, pero narrativamente es del todo floja, en buena medida por acercarse en exceso a tópicos casi infantiles, pero sobre todo por un deseo que difícilmente puede ser disimulado de vincularse al mainstream.

-sigue sin spoiler-
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Juanjo Iglesias
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7
1 de octubre de 2011
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los últimos años el cine de terror noruego, se está abriendo paso internacionalmente con propuestas cargadas de personalidad y ciertamente alejadas del mainstream. Películas como “Hidden” (Skjult, 2009), o la saga “Cold Prey” (Fritt vilt, 2006, 2008 y 2010) han ido presentando propuestas divertidas, terroríficas y representativas de la cultura propia de su país.

En el caso que nos ocupa, André Ovredal da el paso definitivo al celuloide, tras más de doscientos trabajos en publicidad y un thriller realizado en su época de estudiante titulado “Future Murder” (2000). Escribe y dirige esta historia, modernizando con un estilo "found footage", ese folclore tradicional y creando así un híbrido altamente cautivador y merecidamente original. El largometraje formará parte de la Competición Oficial de la inminente cuadragésimo cuarta edición del Festival Internacional de Cinema Fantástic de Catalunya.

Con ese formato de falso documental, se nos presenta la historia mediante rótulos y narrador para introducirnos en la narración de cómo un grupo de jóvenes aficionados al vídeo y la televisión desentraman una conspiración gubernamental para ocultar a la población la existencia de los Trols, con el fin de evitar el pánico generalizado y de cómo trabaja el cazador de Trols, principal baluarte y defensor de este secreto.

El género de Falso Documental ya va mostrando síntomas de cansancio, pero en esta curiosa sorpresa que es “Trollgejeren”, toma un formato que conceptualmente va un poco más lejos de lo habitual, porque se enfrenta a un problema importante: la facilidad de que un planteamiento como este caiga en una vulgaridad que le acerque al guiñol o al cine para adolescentes. Este riesgo de pérdida de credibilidad lo suple con una excelente dirección de arte que entrega una ambientación bella y realista de poderosos, salvajes y fríos escenarios y unos efectos especiales que desempeñan su mayor virtud en el diseño de unos Trols muy verosímiles. La diferencia a favor de esta cinta es que la dificultad es mayor, debido a tratarse del folclore de su país lo que hace presuponer un mayor reto y una necesidad de adaptación al modelo para representar a tan evocadores colosos. La trayectoria como publicista del director del film queda patente en algunos fotogramas dedicados a excelentes paisajes blancos, donde inmensos Trols campan a sus anchas, para dejarnos bellos lienzos netamente escandinavos.

sigue sin spoiler
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Juanjo Iglesias
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7
20 de septiembre de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía mucho tiempo que mi placer por el cine de Miike me llevaba a preguntarme si sería capaz de acercarse al clasicismo más académico y ser capaz de no defraudarme. Por fin ha llegado ese momento. “Jûsan-nin no shikaku”, titulada en España como “13 Asesinos”, lo ha logrado y ha sido capaz de restaurar un género como el de los samuráis, del que Kurosawa y Kobayashi fueran padres y mentores intelectuales.

Con este re-make de la película homónima que Eichi Kudo realizara en 1963, el camaleónico director nacido en Yao, se consagra a una bella mezcla de ese clasicismo que veíamos en “Los siete samuráis”, “Yojimbo” o “Kagemusha”, sólo por citar tres de las más de diez que me pasaban por la mente mientras la veía y su despiadada habilidad para narrar cinematográficamente toda actividad incisivamente sanguinolenta.

Creo que da un repaso a la época clásica japonesa, por supuesto a Kurosawa y Kobayashi, pero hay decorados que remiten con agudeza al cine de Mizoguchi y escenas relacionadas con el juego, que me recuerdan de forma quizá subjetiva a Ozu, pero su visionado me hace pensar en una especie de collage, del maravilloso cine clásico japonés.

Estructuralmente dividida en tres partes, comienza presentándonos a los personajes con una escena premonitoria de lo que será su próximo estreno, mi esperadísimo re-make de Seppuku de Masaki Kobayashi. Con el uso de un necesario narrador, suple la ausencia de metraje necesaria para llegar al gran público y nos sitúa el relato en los últimos días de la era de los samuráis, en el año 1844, cuando el oficial Sir Doi contacta con el samurái Shinzaemon Shimada para tratar de acabar con el sanguinario Lord Naritsugu, recientemente ascendido al poder.

En las dos primeras partes, mientras presenta a los personajes y plantea su aventura, desde la admirable y particular honestidad del bushido, Miike deja por completo aislado su habitual estilo vanguardista, absurdo o como quiera el crítico pertinente catalogarlo, para emular con maestría la expresividad narrativa y visual clásica de Kurosawa, cuyo eco se ve rezumar en la cinta por los cuatro costados. Con similitudes fehacientes con “Los siete samuráis”, nos presenta a ese grupo de personajes en pos de la justicia y lo hace con claras intenciones de revivir a los personajes de Takashi Shimura y Toshiro Mifune, en el clásico de 1954, idea nada despreciable, pero a la que le falta una hora de celuloide dedicada a explorar y profundizar en los personajes si se hubiera deseado cerrar una revisión honesta y concienzuda de los clásicos, que a su vez le habría hecho perder la mitad de su público.

(sigue sin spoiler)
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Juanjo Iglesias
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2
12 de septiembre de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de ver esta cinta y sólo se me ocurre pensar de quién será hijo este tal Neil Mackay. ¿Del productor?, ¿Del dueño de los estudios?, ¿Del inventor del Nasdaq, al que su hijo espetaba: "Papá quiero estudiar cine", "Papá, paga a los profesores para que me aprueben la asignatura de guión?". El caso es que ha sido la hora y media más perdida de mi vida.

Todo huele a "Cine Amarillo" desde la portada, donde un tal Bryan Larkin luce palmito, bazoca en mano, yo creo que siendo ideada con la mala intención de que algún despistado le confunda con Nick Nolte.

Estamos ante una chapuza monumental que si debe considerarse de algún género supongo que sería el de acción, con un esquema narrativo de slasher basura, que si por lo menos se hubiera concebido como slasher, podríamos decir que sería un slasher absurdísimo, pero ni siquiera nos regala una escena violenta en condiciones. De acuerdo, se llama "Battleground", y hay siete u ocho "personajes", y uso comillas, porque no los puedo considerar siquiera personajes, ya que no son más que actores sujetando escopetas, así que podría decir que no engaña, pero si te digo que esta idea podría haberla ideado un niño de siete años, tampoco te engaño.

Hablo de un esquema de slasher mugriento por ser suave, porque nos coloca a seis, descerebrados que no se sabe de donde han salido, en un frondoso bosque, para verlos morir
uno a uno contra un descerebrado mayor, pero más fuerte, como si de un Halloween de veteranos de la guerra de Vietnam se tratara. El guión tiene la excusa basura perfecta para montar una trama: un montón de dólares que van de mano en mano, los tipos duros de los que hablo y una rubia con personalidad a raudales, que me sirve para dejar escrita esta ironía. La imaginación de Mackay, se lleva por delante a Henry Miller y a Joseph Conrad. (Otra ironía).

La fotografía y la dirección serían apropiadas si los directores de cine fueran churreros y las películas churros y porras. Todo es correctísimo, tan correcto que la estaba viendo mientras pensaba... pues no está tan mal hecha. La iluminación crea cierto ambiente y la cámara enfatiza con su movimiento las reacciones de patio de colegio de sus personajes, así que podría pensar que si a este tipo le dan un buen guión, podría hacer una película comercial, de esas absurdas que recaudan unos milloncitos, pero por favor busquenle un guionista. De la dirección de fotografía, y aquí está la trampa, se encarga Jeffrey Kimball, en cuyo currículum aparecen diez o doce películas, entre ellas "Una historia del Bronx", como "Music-Supervisor", así que supongo que el que tuvo retuvo y ese es el extraño atractivo que me ha llevado a acabar tan ignominiosa cinta.

(sin spoiler)
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Juanjo Iglesias
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7
22 de agosto de 2011
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es muy poco el cine de calidad que nos llega desde un país como Nueva Zelanda, aún teniendo un embajador de lujo como el propio Peter Jackson. El caso de Brad Mcgann, es especialmente dramático por habernos dejado el 02/05/2007, poco después de habérsele diagnosticado un cáncer.

Allá por 2004 rodaría esta pequeña joya del cine independiente, que destila sensaciones de belleza e intranquilidad a partes iguales y que nos narra ese viaje interior hacia lo más inescrutable de nosotros mismos. Fue premiada con el Fipresci en Toronto ese año y ha quedado en la historia del cine indie, como vestigio de lo que podría haber sido una gran carrera en el séptimo arte.

Basándose en la novela homónima del prolífico Maurice Gee, nos narra cómo tras la muerte de su padre, el renombrado fotógrafo Paul Prior regresa desde Europa a su recóndito pueblo Neozelandés, diecisiete años después de marcharse, para encontrar ese pasado del que resulta imposible desprenderse.

La estructura narrativa parte de un drama familiar cargado de búsquedas personales de la verdad propia, con una sensibilidad palpable y patente en cada mirada y en cada frase de unos personajes genuinos y hermosos, interpretados con una responsabilidad dramática que me produce una empatía e identificación considerables. Parte de la clave de esta veracidad y credibilidad, viene dada por un guión redondo y unos personajes llenos de matices, pero todo se reafirma con la brillante relación dramática de sus dos personajes principales: Matthew Macfadyen en el papel de Paul Prior y la fulgurante Emily Barclay. La relación entre los dos y sus paralelos viajes existenciales para encontrarse a sí mismos es el arma dramática que hace de la cinta un pequeño tesoro.

El otro punto de vista narrativo interesante es cómo partiendo de ese drama, el director va recargando la historia con cierto oscurantismo y con una sensación de suspense in-crescendo, para terminar convirtiéndose en un thriller policial solvente en su clímax, y relajarse hasta un final que aunque rompa la estructura narrativa posible, devuelve al espectador a la situación natural, la de las emociones tristes y bellas.

El uso de elipsis y flashbacks de forma coherente no hace más que incrementar una riqueza en sus formas que ya tiene en sus contenidos.

La fotografía de Stuart Dryburgh cumple su papel, pero no aporta absolutamente nada, salvo el tratamiento de la luz en ciertas escenas interiores con un estilo de iluminación de zonas, capaz de crear los ambientes más favorables.

(sigue sin spoiler)
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Juanjo Iglesias
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