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Argentina Argentina · Colastiné
Críticas de Adela Hache
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Críticas 42
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
19 de junio de 2012
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas fórmulas de comedias tienen como eje una dupla de pícaros en apuros y éste es el caso de “Fuera de juego”, una película con producción hispano-argentina que tiene como protagonistas a los carismáticos actores Diego Peretti y Fernando Tejero. Un representante de cada país para una historia que empieza en Buenos Aires y continúa en España. Estos movimientos geográficos del argumento están plenamente justificados en que la trama muestra como telón de fondo al suculento mundo del fútbol como pasión y también como negocio.

Un manager de futbolistas aficionados, llamado Javi (Fernando Tejero) sueña en su país con descubrir algún crack que le permita el salto hacia las fabulosas ganancias que circulan alrededor del fútbol de primera. Mientras, completa sus ingresos con eventos deportivos infantiles desde una modesta empresa familiar, atendida a medias en común con su poca agraciada prima. Paralelamente, en Argentina, un médico ginecólogo que detesta al fútbol (Diego Peretti), deviene en improvisado representante de una promesa del deporte, encarnada por Chino Darín (el hijo de Ricardo, quien también hace un pequeño papel). Las peripecias cómicas parten de que este médico argentino que no conoce el paño futbolero deberá aliarse con el pequeño empresario español para poder abrirse paso en una actividad que mueve tanto dinero como adrenalina en una pirámide faunística despiadada que va desde estos pícaros pececillos iniciales hasta los más feroces tiburones en la cima.

Aunque hay esporádicas apariciones de futbolistas profesionales como Martín Palermo o Iker Casillas, queda claro que “Fuera de juego” no es una película de fútbol sino sobre su periferia, repleta de buscavidas y peces gordos. Una película que habla de una pasión que se distorsiona cuando se transforma en una obsesión que lleva a descuidar a la familia y a confundir amor con interés. Su argumento funciona como contraste tragicómico con todo lo que brilla en el universo exitoso del deporte favorito atiborrado de vivillos intermediarios sin reparos éticos elementales con tal de quedarse con la parte del león.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Adela Hache
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8
14 de mayo de 2012
38 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Habitar la piel de otro es una experiencia común para los artistas y particularmente para los imitadores, aunque en este último caso están más atados a un personaje que a veces puede devorarlos y alejarlos de su propia realidad. Esta situación, llevada al extremo, es la que plantea la historia de Carlos Gutiérrez, quien de día trabaja como obrero en una ruidosa fábrica de electrodomésticos y de noche imita a Elvis Presley en fiestas familiares, bares y bingos del conurbano porteño.
Entrado en años y peso, es una versión de la figura decadente del ídolo en su última etapa, pero la voz y la entrega física de cada interpretación son conmocionantes.
En el plano familiar es un solitario, con la madre en un geriátrico, una ex mujer y una pequeña hija distantes. Salvo por su arte, este Carlos es un hombre ausente que vive fuera del tiempo y de sí mismo. Porque para él la musica es no un paliativo, sino la única forma posible de felicidad y realización. Creerse Elvis es una obsesión que lleva adelante con convicción: solamente escucha o mira conciertos del inmortal monarca roquero, su hija se llama Lisa Marie y a su ex mujer la llama Priscilla.

"El ultimo Elvis” es una película con muchos atractivos donde brilla cada detalle. Se advierte un estilo en la excelente fotografía, la iluminación y sus matices, el diseño de vestuario, el sonido, el clima logrado con decorados, atmósferas visuales y auditivas.
Es notable el registro de una ciudad que -como su personaje- parece atemporal. Salvo el protagonismo del celular podría decirse que la película sucede en torno a los años setenta.
En la primera parte, la historia se asoma al mundo de los que no son ellos sino por otros. Se introduce en el universo de los imitadores musicales y recorre con solapado humor ese mundo bizarro de imitadores donde rondan, como filtradas por un espejo deformante, imágenes de estrellas musicales.
El director recurre muy poco a los diálogos, prefiriendo la fuerza de sus imágenes. Privilegia la intensidad del relato antes que un montaje vertiginoso, buscando planos-secuencia como el de apertura, donde se presenta al personaje.
La madurez de la película es sorprendente para tratarse de una ópera prima: contada con maestría, despliega un infrecuente lujo narrativo como soporte de una historia al mismo tiempo sencilla y compleja, simple pero enorme, que transita entre lo excelente y lo patético hasta afirmarse en un terreno más humano que manipulador.
“El último Elvis” -como sólo se da en pocos casos- también permite involucrar a distintos tipos de público, frívolo o intelectual; puede verse en Buenos Aires o en cualquier parte del mundo sin perder interés. Nadie queda afuera de este viaje interno y externo de un hombre gris con un don excepcional: este último Elvis, olvidado y postergado que alcanza una dimensión heroica con su costado quijotesco que arremete contra la chatura del mundo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Adela Hache
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7
8 de febrero de 2012
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escrita, dirigida y protagonizada por George Clooney, la película pone su eje en las intrigas que pululan desde el centro de una campaña electoral para alcanzar la presidencia en EE.UU.; aunque queda muy claro que las resonancias son universales y atemporales. Precisamente, el título original alude a los Idus de Marzo de la antigua Roma, que a partir del asesinato de Julio César se convirtieron en una emblemática alusión a las traiciones en política para llegar al objetivo.

Con intensidad vertiginosa, se cuenta una historia figurada, situada en un tiempo presente con elementos clásicos y conocidos pero suficientes como para desnudar el rostro miserable del camino hacia el poder, siendo imposible no relacionar la trama con la más candente actualidad.

La película expone la hiperactiva trama de asesores en torno a dos candidatos presidenciales antagónicos: uno demócrata, Morris (interpretado por Clooney) y otro por el partido republicano.

Resulta interesante, aunque en todo momento se manejen nombres ficticios, el hecho de que los brillantes discursos, las apariciones televisivas del gobernador que encarna Clooney, recuerdan sobremanera a la campaña del actual presidente norteamericano.

El film expone una descripción realista de debilidades vergonzantes, aunque sin apelar al maniqueísmo entre víctimas o verdugos. Todo es negro y parejo, con humor ausente, aunque el film destila una de sus derivaciones más sombrías: el cinismo irónico.

La película tiene una perspectiva crítica, satírica y despiadada pero el modo en que tanto demócratas como republicanos son expuestos en todas sus debilidades y bajezas evita cualquier enfoque interesadamente partidista. Como pocas, la película no deja un solo personaje con el que tener empatía ni compasión: es cínicamente nihilista. Cada conversación, cada silencio, cada gesto, componen un mundo falso, otros rostros debajo de las máscaras.

Con sus puntos de giro y sus tres actos, la narración es totalmente clásica y muy ágil, prefiriendo las elipsis en honor a la brevedad antes que detalles. Tiene un cuidado tratamiento cromático que acentúa las sombras y acerca la película a la estética del policial duro.

Aunque el film no posee la capacidad de denuncia que se presupone para un actor comprometido con varias causas políticas y humanitarias como Clooney, igualmente adquiere la estatura de una fábula moral sostenida con la solidez de las actuaciones con secuencias de un carácter narrativo brutal, en las que no se dice ni una sola palabra: pequeñas escenas que engrandecen la trama.
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Adela Hache
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6
9 de enero de 2012
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que se olvidan a los cinco minutos de abandonarlas y hay otras que nos dejan pensando, porque tocaron algo que forma parte de nuestra vida en sociedad. Es el caso de "Terapias alternativas", el segundo filme del joven director argentino Rodolfo Durán, que presenta una historia que no deja indiferente.

El protagonista es un psiquiatra de mediana edad, que arrastra su escepticismo por la vida pública y privada, ejerciendo como profesional de la salud mental, tanto en su casa como en un hospital estatal. Una rutina desganada gobierna su existencia y se traduce en actitudes indiferentes y mecánicas; se mueve en un entorno solitario, entre cajas de comida comprada, colillas de cigarrillos y latas de cerveza.
Pero su vida dará un giro radical, cuando su ex mujer le deja provisoriamente al hijo de ambos a su cuidado y -casi simultáneamente- un joven paciente intenta suicidarse. Ambos terminarán modificando su visión de la vida, orientando su mirada desencantada hacia un nuevo horizonte.

Sostenida en la solidez de un buen guión y actuaciones meritorias, sin personajes machietados, la película acompaña la evolución de su protagonista con una forma de narrar lineal, aunque detrás de la aparente sencillez de esta historia agridulce pueda leerse entre líneas un país poco dispuesto a la solidaridad, proclive a la irresponsabilidad y al "dejar hacer".
Existe una relevante constelación de personajes descartados y descartables, -principales y secundarios- como Paco, el aspirante a suicida, desarraigado en Buenos Aires, que sin embargo tiene mucho para aportar a los demás; o como Anita, una paciente anciana que no puede realizar un tratamiento oncológico, porque su expediente se ha perdido en los laberintos de la burocracia. Situaciones y personajes que remiten al siempre vigente lado poético y filosófico de la locura, que lleva a preguntarnos por la salud de los enfermos y los enfermos con salud.
Filmada con pasión y bajo presupuesto, "Terapias alternativas" es una demostración de que es posible hacer cine más allá de los moldes unificadores que aspiran prioritariamente al éxito de taquilla.
Adela Hache
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6
13 de diciembre de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucha agua ha pasado bajo los puentes desde aquel gato afrancesado del cuento tradicional recopilado por Perrault en el siglo XVII hasta el españolísimo gato interpretado por Antonio Banderas. En el medio estuvo en 2004 la saga de Shrek 2, donde éste era apenas un personaje secundario pero de carisma arrollador.
Ahora le llegó la hora de la película propia, donde la picardía del protagonista se sostiene en la expresividad de la mirada y la particularidad de la voz.
En la autopresentacion inicial, de cara al público, el héroe gatuno confiesa ser un forajido a pesar suyo: su cabeza tiene precio pero él quiere limpiar su nombre, saldar una deuda de honor que refiere a su pasado, ligado a un par de amigos que no resultaron tales y le hicieron pagar los platos rotos de ambiciosas aventuras malogradas. Esta dupla de no fiar, está formada por el especulador huevo Hampty Dumpty y una seductora gata (doblada por Salma Hayek). Ambos personajes reaparecen en el presente, para reincidir en una propuesta de hacerse ricos a partir de temerarias aventuras. En este caso, deberán ir en busca de unos frijoles mágicos que remiten a su vez a otro cuento popular.
Luego de una natural desconfianza, debido a los antecedentes de sus antiguos conocidos, todos se lanzarán a encontrar esos frijoles prodigiosos que han ido a parar a las peligrosas manos de Jack y Jill, una temible pareja de forajidos. La búsqueda desencadenará otras aventuras, persecuciones y sorpresas en el estrafalario guión, a medio camino entre el western y la trama de fábula tomada de los relatos tradicionales y también de otras películas recientes como “Rango” (la escena de la taberna) y “Piratas del Caribe 4” (el reencuentro entre Katy Patitas Suaves y el Gato es igual al de la pareja interpretada por Deep y Penélope Cruz).
El Gato se roba literalmente la película, a tal punto que no se percibe contrapeso alguno en el resto de las criaturas del relato. El villano con el que este tipo de historia debería contar, brilla por su ausencia (lo más cerca en este sentido es la siniestra pareja de Jack and Jill, a la que finalmente les descubren su veta cómica, tal vez porque -ante todo- nos encontramos con una trama intencionalmente simplificada para el público más pequeño, donde se busca subrayar la humanidad del Gato de expresiva mirada e inolvidable voz, que resalta valores como el coraje y la astucia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Adela Hache
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