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España España · Barcelona
Críticas de Cinezin
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Críticas 52
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
16 de septiembre de 2021
9 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuatro años después de que la productora Legendary Pictures y Brian Herbert, el hijo del autor de la célebre novela, decidiesen que, el canadiense Denis Villeneuve, consagrado tras su etapa nacional (Incendies, Enemy) y hollywoodiense (Prisioneros, Sicario, Arrival y Blade Runner 2049), era el elegido para adaptar el libro de Frank Herbert de 1965, se estrena la ya conocida como «Dune de Villeneuve», una obra cinematográfica titánica y una experiencia única e inolvidable. Si la adaptación de David Lynch en 1984 ya deslumbró por sus escenarios, fotografía, vestuario y efectos especiales, esta versión de 2021 propone un nuevo viaje extraordinario que merece ser vivido en una sala de cine. Además, como indica su inicio, es la primera parte de un universo que convertirá su visionado en toda una vivencia única para su audiencia (confirmada ya una segunda parte y, quizás, una tercera, y una precuela en formato serie).

De este modo, la Dune de Villeneuve es un proyecto de dimensiones estratosféricas que, más allá de adaptar la novela, busca la perfección en sus imágenes y ambientación, apoyándose en un aparato técnico inmejorable y en consonancia con las imágenes que Herbert ideó. No obstante, es en su parte más teórica en la cual no destaca, puesto que el guion firmado por el mismo Villeneuve, Jon Spaihts (Prometheus, Passengers, Doctor Strange) y Eric Roth (Forrest Gump, El Curioso Caso de Benjamin Button) tiene algún elemento cuestionable e inverosímil (el giro argumental principal o la parte final, por ejemplo), y no es profundo sino, más bien, básico y simple. Además, un gran reto para este proyecto era el ritmo y, en esta ocasión, su primera media hora se puede hacer eterna, así como su metraje de 155 minutos. Aun así, a medida que avanza el metraje, la historia está suficientemente bien entremezclada con la acción como para no aburrir en exceso (al contrario que la aburrida Blade Runner 2049).

Así pues, Denis Villeneuve y su equipo cumplen con su arriesgado cometido de adaptar la novela de Herbert (no es un ‘remake’ de la versión de Lynch), realizando un trabajo sublime, a la altura de Stanley Kubrick en 1968 con 2001: odisea en el espacio, George Lucas en 1977 con Star Wars IV, Peter Jackson en 2001 con El Señor de los Anillos o James Cameron en 2009 con Avatar. Dune podrá aburrir o no y podrá gustar más o menos, pero es irreprochable la calidad y experiencia cinematográfica que presenta. En opinión personal, entré y me dejé llevar, gozando de cada momento y suceso, hasta que, al terminar, no me hubiera importado que se alargase una hora más.

Lo bueno: su capacidad para ser inolvidable y sus imágenes.
Lo malo: Timothée Chalamet, elementos del guion y la banda sonora taladradora de Zimmer.

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Cinezin
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5
10 de septiembre de 2021
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amantes incondicionales del clásico eterno de Charles Perrault, no os acerquéis a esta reinterpretación. Tampoco aquellas personas que os molesten u os parecen insultantes los cambios radicales en los clásicos. La Cenicienta, dirigida por Kay Cannon (#SexPact) y basada en una reactualización de James Corden, no tiene nada que ver con la de 1950. Aquella se limitaba a cumplir con los rasgos típicos de la época, en los cuales necesitaba un hombre para vivir y con el que estar, aparte de ir bien vestida y ser delicada, rubia y delgada. Aquí, la cantante cubano-estadounidense Camila Cabello rompe con todos los estereotipos para representar a una Cenicienta (o Ella) luchadora, con aspiraciones y objetivos en la vida, como el de crear su propio negocio, y sin desvivirse por tener pareja.

En pocas palabras, esta Cenicienta rompe con lo viejo y rancio, y se adapta a las nuevas tendencias actuales que forman la sociedad del momento. Por ejemplo, la hada madrina aquí es el icono de moda, Billy Porter; la malvada madrastra, interpretada por la cantante de Frozen, Idina Menzel, no es la simple antagonista, sino que profundizan en sus aspiraciones y sentimientos. Las hermanastras tampoco están demonizadas. Además, el príncipe encantador es capaz de renunciar a su legado por amor y que su padre, el rey (Pierce Brosnan), lo acepte. Aun así, no solo se producen cambios en los personajes sino, también, en la música. La banda sonora, basada en canciones, contiene versiones de Janet Jackson, Ed Sheeran, Queen, Madonna, Earth, Wind & Fire, The White Stripes, Jennifer López, entre otros. Una combinación de versiones de temas del siglo pasado con otros actuales para acompañar esta reactualización y dirigirla a las "nuevas generaciones", Generación Z o Tik-Tok. 

Sin embargo, el gran problema de esta Cenicienta es su insulsa ejecución. Ni los movimientos de cámara y los números musicales sorprenden, los decorados son demasiado falsos y cartón-piedra, y el resultado final es la de un musical totalmente prescindible y convencional. Si no fuera por el radical cambio en la adaptación del clásico de Perrault y los mensajes y códigos actuales que refleja, Cenicienta de Kay Cannon pasaría totalmente desapercibido. Es una lástima que sea así, puesto que la normalización y visibilización de según qué temas actuales es necesaria. Pero debería ir acompañado de una buena ejecución.
Cinezin
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7
2 de septiembre de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Son Sparks los nuevos Queen? Tal vez no, pero han sido comparados en múltiples ocasiones por ser un grupo de rock operístico que destacan por sus originales y esperpénticos números musicales. Vivir un concierto suyo es todo un espectáculo y toda una experiencia. Tal y como es Annette. Inicialmente concebida como un album musical, el grupo decidió reconvertir la historia de Annette en una película, escogiendo al director francés Leos Carax después de conocerlo en la también atípica Holy Motors. Y, el resultado final es una rareza en mayúsculas, desconcertantemente estimulante y musicalmente apabullante, como si de un concierto de Sparks se tratara.

Ninguna sinopsis o argumento que se escriba sobre la película hará justicia a la experiencia que han creado Sparks, Carax y el actor Adam Driver (Historia de un Matrimonio, La Suerte de los Logan, Silencio, Paterson) ahora como productor y protagonista. De manera reduccionista podríamos escribir que Annette consiste en una historia de amor tóxico (recuerda a Perdida o Malcom & Marie), de futuros exitosos (recuerda a La La Land) y de cómo el éxito corrompe a las personas (recuerda a El Lobo de Wall Street). Asimismo, podría considerarse como una representación y crítica al mundo contemporáneo, a las sociedades actuales en las cuales sobra la hipocresía y las falsedades, y las ansias de prosperar. Sin embargo, cada espectador/a que visualice esta obra tendrá una interpretación. Annette, en este sentido, es única y especial.

Aun así, no es para todos los públicos ni para cualquier mente. Requiere un esfuerzo abismal entrar en ella y en su psicología. No deja indiferente, pero puede llegar a agotar hasta el punto de rozar la pedantería extrema. El estilo de Carax y Sparks para explicar esta historia de amor a su particular manera puede no gustar e incluso aborrecer. Por suerte, su conjunto contiene elementos que perturban, estimulan, desconciertan y fascinan, convirtiéndola en una experiencia única y mágica (¿veremos algo igual este 2021?). Al final, por suerte o por desgracia, Baby Annette pasará a la historia de la década y difícilmente volveremos a ver igual a Adam Driver en una película. Marion Cotillard (Aliados) realiza un excelente trabajo pero, desgraciadamente, queda eclipsada por el resto del conjunto de la obra de Carax el cual consagra su estilo como director.

Lo bueno: su conjunto exterior (escenarios, fotografía, actuaciones, música, decorados, vestuario). Y el número final.
Lo malo: su perturbador interior al cual es difícil acceder y empatizar, y su largo metraje.

Nota: 7/10

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Cinezin
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8
31 de agosto de 2021
4 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Candyman es una obra cinematográfica que trasciende al terror, que lo transmuta regurgitándolo con los componentes sociopolíticos para convertirlo en un vehículo comunicacional de sentires y denuncias: la raza negra oprimida por la brutalidad policial y sus actos perversos dan sentido a un hombre de piel oscura con garfio por mano llamado Candyman, que desata el dolor de innumerables víctimas de raza negra. Sin embargo, para la directora Nia DaCosta su personaje comprende distintas pieles, con resortes multifacéticos, pero no duda en afirmar que Candyman debe entenderse igualmente como monstruo y villano, aunque su propósito sea deconstruirlo y responder la pregunta: ¿Cómo llegó allí y de qué es producto?

El filme, que transita con paso firme sin apenas cojear, reúne en el arte y en su artista el ritual de la seducción y la atracción del mal. Abdul-Mateen, quien hace las veces de protagonista, es un pintor que, sugestionado por el mito que espolea la tradición de Candyman, da rienda suelta a su creación, propiciando con el título de su obra: “Dí mi nombre” el advenimiento de, en apariencia, el rostro del mal. La galería de arte donde expone su obra, que constituye por sí misma un cuadro de falsedades e imposturas que sitúan en mal lugar a la industria, ofrece al anochecer, cuando todo el mundo ha abandonado el recinto, la primera afilada sonrisa de nuestro personaje, tiñendo la escena de rojo-sangre, cumpliendo satisfecho con el deber de su invocación.

En realidad, lo que DaCosta construye es una alegoría terroríficamente bella. Si miras al espejo y pronuncias cinco veces su nombre, Candyman no tardará en aparecer en el reflejo, lo que sin duda constituye un interesante juego: Candyman es la oscura refracción de una sociedad donde el terror confluye en todas partes a lo largo de la geografía americana, manifestándose en ámbitos diversos como el policial, el legal o el jurídico. Un terror, que, dicho sea de paso, se ejecuta unas veces de forma explícita a los ojos del espectador, y en otras, sintiéndolo de forma calmosa y fría, sin música, en lontananza.

En definitiva, Candyman no es un muestrario de asesinatos gratuito injustificado. Demuestra, más bien, que los monstruos no surgen del vacío, sino que existen causas y consecuencias. El largometraje acaba constatando, en la postrera y única escena que acaba resultando sobrecogedora, que el rostro de Candyman no es en realidad, el rostro del terror, son otros.

Lo bueno: El terror como pretexto de ambiciones de crítica social .

Lo malo: en contadas ocasiones logra llegar el terror al paroxismo. Carece de impacto.

Nota: 8/10

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7
14 de agosto de 2021
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las directoras de cine más importantes del momento y, concretamente, del cine de autor es Agnieszka Holland. Desde Polonia hasta Estados Unidos, pasando por Alemania, Francia, Reino Unido y, ahora, República Checa, Holland lleva más de 40 años explicando historias sobre Europa. Una de sus especialidades son las microhistorias como vehículo para explicar grandes controversias históricas. En 2019 fue de las primeras en explicar el Holodomor, la gran hambruna Ucraniana, en Mr. Jones. Ahora, expone la compleja situación de Checoslovaquia durante tres décadas.

A partir de la historia de un célebre herbolario que sanó, mediante el uso de plantas medicinales y métodos naturales, y con tan solo comprobar un bote de orina del paciente, Agnieszka Holland pone en el foco multitud de cuestiones interesantes. Primero, y algo impostado en el metraje general, un romance homosexual en unos años en que era delito. Segundo, la situación de la medicina en una época en la cual se amputaba antes de tratar y, precisamente, en un momento en que la medicina natural estaba muy presente. Tercero, y más relevante, la evolución del contexto histórico durante los años 30', 40' y 50', tratando, desde un principio, a ricos y pobres hasta labrarse una fama que lo llevó a atender a Martin Bormann, secretario de Adolf Hitler, y a salvar al presidente checoslovaco, Antonín Zápotocký.

Sin lugar a dudas, Charlatán es una película con contenido. No es una película para pasar la tarde. De hecho, al visualizarla requiere atención, puesto que los debates psicológicos y existenciales del personaje están muy bien construidos y representados. La labor del guionista Marek Epstein, la fotografía de Martín Strba y la dirección clásica y precisa de Agnieszka Holland convierten a Charlatán en un drama muy interesante y acertado. Quizás, el drama romántico, como ya se ha comentado, es un elemento algo impostado que alarga innecesariamente el metraje, el cual ya está suficientemente extendido (118 minutos). Aun así, el espectador atraído por las microhistorias que invitan a la reflexión, sobre todo históricas, no puede perderse este film elegantemente presentado.

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