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España España · Estepona
Críticas de Juan Diego
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Críticas 16
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
10
10 de enero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace muchos, muchos años, en un tórrido y deprimido lugar del sur de los Estados Unidos, de cuyo nombre no me quiero acordar, vivía una niña llamada Scout, con su hermano Jem y su padre Atticus Finch. Por desgracia estos niños vivían sin madre pues esta había fallecido cuando ellos eran muy pequeños. Siendo su padre el encargado de educarlos en los valores de la vida. De vez en cuando Scout, que era la pequeña, le preguntaba a su hermano Jem si su madre había sido bonita y si los había querido mucho, a lo que Jem contestaba afirmativamente. Se pasaban los días de asueto jugando en el jardín pues era época estival y no había clases y a ellos se les unía cada verano Tití, un amigo sureño que no vivía en el mismo pueblo que ellos. Mientras ellos saboreaban las mieles de la inocencia tan comunes en la niñez, su padre, Atticus, trabajaba duro en los juzgados, defendiendo a hombres (puesto que era abogado) que en no reducidos casos no podían pagarle salvo en especie. Se decía de Atticus que era el hombre más valorado por sus conciudadanos, por ser el hombre más íntegro del pueblo y quizás del país, puesto que Atticus defendía con inquebrantable fe a hombres en los cuales él creía ciegamente, fuesen de la condición que fuesen y porque jamás se dejaba llevar por prejuicios o convencionalismos. Todo en la vida de estos tres personajes marchaba con normalidad hasta que un día a Atticus se le ofrece un caso escabroso: defender a un hombre de color acusado de violar y golpear a una mujer blanca. Es entonces cuando sus conciudadanos se empiezan a cuestionar la credibilidad de Atticus al defender a tan execrable canalla (según ellos) y a sus hijos contra los prejuicios raciales.

Es así como empieza una de las diez mejores películas de la historia, sí, lo han leído bien, una de las diez mejores películas de la historia. En la que Harper Lee (la autora del libro, puesto que es una adaptación de su novela homónima) nos sumerge en el profundo, despiadado e injusto sur de la gran depresión, donde los hombres de color son tratados como bestias y solo tienen derecho a callar y a sufrir si no quieren sufrir aún más y donde sus tribunales quebrantan la mayor ley que existe en el derecho universal, aquella que dice que es preferible absolver a diez culpables antes que declarar culpable a un solo inocente. En esta película se desnuda con inquebrantable vigor una de las mayores y más perjudiciales lacras que ha tenido los Estados Unidos: el racismo. Harper Lee nos dice a través de Atticus Finch: “Solo se puede comprender a un hombre calzándote sus zapatos y caminando con ellos”, en reproche a todos esos hombres/bestias incapaces de ver a los hombres de color, como lo que son, sus iguales.

Nota: seguir leyendo, esta crítica no contiene spoiler, es extensa y no cabía en un solo cuadro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juan Diego
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8
6 de enero de 2012
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Huston se moría, sí, pero no se resignaba a morirse sin haber adaptado lo único adaptable que escribió su admirado James Joyce. Y lo hizo; medio muerto, pero lo hizo. Y bendita la hora. John Huston era un rebelde que sentía admiración por el escritor mas rebelde que ha habido a nivel narrativo. Cuentan que cuando era adolescente su madre le dio a leer el Ulises de Joyce y desde entonces siempre sintió admiración por Joyce e Irlanda, país en el cual acabaría nacionalizándose.

Adaptar el relato “Los muertos” es tremendamente complicado porque prácticamente todo el relato es una preparación para su majestuoso y desgarrador final, por lo que el ritmo del relato y del film es muy lento y se le puede acusar de que no sucede nada, y es que efectivamente es así. Tanto en el relato como en el film el valor de la primera parte radica casi exclusivamente en la estética; en el relato, en la bella prosa de Joyce, que aquí utiliza una narración tradicional prescindiendo de su carácter díscolo e innovador, mientras que en el film la belleza radica en la música de piano, en sus decorados, en el vestuario, y en esa luz blanca y mortecina con la que Huston rodea las caras de los actores, cual si ya estuvieran muertos. Esta es una adaptación sorprendentemente fiel, tanto, que parece como si John Huston hubiese dotado de vida a los personajes, no hay nada añadido o recortado, por lo que leer el relato o ver la película resulta casi lo mismo, se nota el profundo respeto que Huston sentía hacia Joyce.

“Los muertos” abarca diversos temas como la religión, el amor, el nacionalismo, el alcoholismo o la hipocresía de los salones burgueses, pero por encima de todo, es un film que nos habla sobre la importancia de nuestros recuerdos y un sencillo homenaje a todas esas personas que han pasado por nuestras vidas y que ya no están con nosotros, sobre las reminiscencias que sus actos dejan en nosotros y de la importancia de trascender a la naturaleza mediante nuestros actos en vida.

A John Huston siempre le costó dotar a sus películas de un carácter romántico, de explotar lo que su amigo James Agee definió como el lado femenino del arte, aunque en esta, su última película, por momentos podemos seguir observando algunas reticencias al respecto, al final, John Huston en los últimos minutos de su carrera y de su vida, deja a un lado todo su cinismo y crueldad para con el espectador y se libera de todos sus pudores, siendo el John Huston mas humano de toda su carrera.

Mientras hollywoood pasaba por la peor década de su historia a Huston no se le ocurre otra cosa que rodar una película de carácter intimista, con un ritmo demasiado lento y con un reparto formado por actores irlandeses (excepto su hija Angélica). Una película demasiado europea o demasiado buena para lo que se hacía en esa época. Una despedida a la altura del genio díscolo e inconformista que fue John Huston. Una magistral adaptación de un magistral relato de un magistral escritor. Magistral.
Juan Diego
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6
6 de enero de 2012
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bonita pero irregular fábula en la que Steven Spielberg, el mejor director de su generación, nos enseña que el amor consiste en hacer feliz a la persona que amamos aunque para ello tengamos que renunciar a formar parte de su vida y que para obtener la libertad primero hay que saber darla.

Esta película cumple a la perfección aquello que dijo el crítico mas influyente de la nouvelle vague, André Bazin, de que toda película incluso las peores, esas con las que nos quedamos dormidos, contienen al menos cinco minutos de pura magia, de auténtico cine.

Aunque por momentos este film es profundamente romántico y esté cargado de buenas intenciones, resulta asombroso que esté dirigido por el maestro Spielberg, pues no se ve su sello por ningún lado (excepto en la aparición de alguna bicicleta), esta película podría estar dirigida por cualquiera de los cientos de directores que existen en Hollywoood y que cuando realizan una película no la dotan de un sello propio, de un carácter personal. El cine de Spielberg es reconocible, nos bastan unos cuantos fotogramas para saber que una película es suya, su bonita fotografía siempre esta presente, algo que en este caso no sucede. Esta parece ser una película desheredada de su autor, sin padre, en la que de vez en cuando pugna por salir un poco de la magia de Spielbreg, que se apaga con demasiada facilidad. Sus bromas, aunque no caen nunca en lo vulgar carecen de chispa, resultan demasiado anodinas. Su argumento es tremendamente predecible y esto puede llega a aburrir. Aun así esta película es interesante porque contiene la última interpretación de ese ángel llamado Audrey Hepburn, y porque, como he dicho anteriormente, aunque irregular, este film contiene algunos minutos de buen cine y no pretende otra cosa que entretener y brindarnos una valiosa moraleja.
Juan Diego
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10
27 de diciembre de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Los amores exóticos acaso...?
Como rosa de Oriente me fascinas:
me deleitan la seda, el oro, el raso.
Gautier adoraba a las princesas chinas.

¡Oh bello amor de mil genuflexiones:
torres de kaolín, pies imposibles,
tasas de té, tortugas y dragones,
y verdes arrozales apacibles!

Ámame en chino, en el sonoro chino
de Li-Tai-Pe. Yo igualaré a los sabios
poetas que interpretan el destino;
madrigalizaré junto a tus labios.

Diré que eres más bella que la Luna:
que el tesoro del cielo es menos rico
que el tesoro que vela la importuna
caricia de marfil de tu abanico.

Me he permitido poner en esta crítica un extracto de un poema de Ruben Darío, porque al fin y al cabo es de poesía de lo que voy a hablar en esta critica; o dicho en otras palabras, del director del cine mas poético que existe en estos momentos. Wong Kar Wai es, por encima de todo, un cineasta estético; un poeta de la imagen que en su delirium tremens pinta imágenes de una belleza inigualable, de una sofisticación exquisita; un Prometeo que en su heroico acto de entregarle a los mortales un poco de vida, roba del paraíso, en lugar del fuego, huríes de ojos rasgados y nívea tez, y convence a las náyades, para que en vez de en ríos y fuentes, jueguen en sus películas y les muestren al mundo su belleza oriental.

Los personajes de las películas de Wong Kar Wai y por supuesto de “Deseando Amar”, son seres profundamente sensibles, inteligentes y de fuerte personalidad, sobre todo las mujeres, que no son simples esculturas exóticas de carne y hueso sino que ocupan un lugar importantísimo en sus obras; no están dibujados psicológicamente, lo importante en ellos son sus sentimientos y no los motivos que los llevan a a actuar de una u otra forma; son, en su mayoría, seres despreocupados de la realidad social o política de su país, para ellos lo único importante son sus vidas. Se encuentran insatisfechos con la vida que llevan, abrumados por la certeza de una existencia gris, pero son conscientes de este hecho y de que deben dar un cambio a sus vidas. Aquí es donde entra el leitmotiv del cine de Wong Kar Wai: el amor. <<¡Oh,es el amor! Tendré que ocultarme o huir.>> exclamaba Borges en uno de sus poemas. Sus personajes intentan encontrar la redención en los poderes del amor. Se entregan a un amor sin limites, que acaba siendo devorado por las dificultades de la situación o por sus propios fantasmas que los hacen abandonar y huir, malogrando así sus vidas y viviendo el resto de sus días en la melancolía de lo que pudo ser y no fue.

Esta es una película deliciosa, mágica, triste, desgarradora, sensual, preciosista, lírica, intimista, y profundamente bella y turbadora en cada una de sus imágenes y melodías que contienen toda la fragancia del perfume de oriente; ergo, este es un cine de sensaciones. En definitiva, una obra maestra insuperable, realizada por un director único, con una sensibilidad e imaginación exquisitas. ESTO SÍ ES POESÍA.
Juan Diego
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10
20 de diciembre de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá sea esta la mayor y mas descarnada diatriba que se ha filmado contra la industria de Hollywood y sus magnates. Una industria que vista desde dentro en esta película, resulta mas broncínea que dorada. Gobernada por hombres tan obsesionados por mejorar la industria a nivel cuantitativo, introduciendo cuantas mejoras sean necesarias para obtener mas beneficios y acabando con directores como D.W. Griffith, apodado “el padre del cine moderno”. En esta cinta Wilder se burla de ellos, tratándolos como descerebrados y desalmados asnos capitalistas. Esta película nos habla de la transición entre el cine mudo y sonoro, de los juguetes rotos que quedaron en el camino, antaño estrellas afamadas y que deben contemplar como el inexorable devenir del paso del tiempo las sepulta junto a un cine que ya no existe, mientras ellas no se resignan a exhalar su último aliento en el anonimato y sueñan con el día en que vuelvan a brillar en el firmamento cinematográfico. Esta es una crónica de vidas desencantadas y sueños frustrados y de los peligros a los que estos sueños pueden conducirnos, haciendo que lleguemos a actuar de manera deplorable.

Absolutamente todo en esta película es perfecto y funciona de manera milimétrica. Su guión, escrito por el propio Wilder, contiene toda la perfección a la que puede aspirar el cine; sus brillantes diálogos, tan pulidos como la prosa de Flaubert, han dejado sentencias cinematográficas tan grandes como las que dejó Shakespeare en la literatura; la maravillosa encarnación del personaje de William Holden, un ser lleno de contradicciones, que mantiene una lucha interna entre su orgullo y su pragmatismo; su ritmo acelerado, arropado por una música por momentos acariciadora o desasosegante, que potencian las emociones del espectador; la maestría con la que Wilder dibuja
la psicología de los personajes principales; la escena del tango, que en unos pocos segundos sintetiza todo un estilo cinematográfico; la titánica interpretación de Gloria Swanson en su papel de artista decadente y el apoteósico final, hacen que quizás sea esta la mejor película de la historia.

Quiero hacer una mención especial a la figura de Gloria Swanson, puesto que toda la película gira en torno a la incapacidad de su personaje para enfrentarse a la realidad, viviendo, cual personaje Dickensiano, enclaustrada en su anacrónico palacio recordando la opulencia de otros días. Gloria Swanson, que a ritmo de tango y pantomima, con gesto exacerbado y teatral, con una actitud que se debate entre indolente y orgullosa altivez y el estado febril de quien lucha constantemente consigo mismo por no hundirse en el hades de su mente atormentada, sus ojos ¡qué ojos! a punto de salirse les de las orbitas, la elocuencia de esa mirada, enajenada y perdida en el espacio infinito de su mente enferma, a punto de estallar en mil pedazos, hacen de esta, junto con la de Bette Davis en “Eva al desnudo”, la interpretación femenina mas memorable que existe en la gran pantalla.
Juan Diego
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