“Venganza 3” es la menos venganza de las tres. Mientras que su argumento puede ser comestible cerrando el círculo de la subtrama de la primera (el matrimonio de Lenore) y su guión un poco mejor que el de su predecesora (por lo menos ya no es tan paródica), el punto de inflexión en la película ya nada tiene que ver con el personaje de Bryan Mills y tanto la cinematografía (pésima dirección) y el ritmo, como el propio Liam Neeson están más risibles que nunca (y ese cambio de reparto de Xander Berkeley por Dougray Scott le resta mucho peso al conjunto). Parece más carne de DVD. No importa si de verdad es el final de trilogía, ya nada puede arreglarse. Por lo menos podremos vengarnos de esta mala calidad con esa buena (y única) primera entrega.

“Venganza 2” es una parodia. Directamente. No se toma en serio a si misma para nada. Pese a su esfuerzo visible por apilar escenas de acción y explosiones en su recta final ni siquiera eso está bien rodado. No es sólo una de las peores secuelas jamás contempladas, puede ser la peor película de acción vista en muchísimo tiempo.

Su argumento es sencillo pero efectivo, su ritmo de los mejores jamás vistos en una película, la dirección y planificación imponen y Liam Neeson está sorprendentemente genial como héroe de acción vengativo. Esas son las principales bazas de “Venganza”. Y con ello, es una película de acción que funciona a la perfección. Es de esas apuestas en las que no confiarías de buenas a primeras y que, de la nada, salen a reafirmar con honores el género y el entretenimiento de calidad (casi nada).

“300” no será la reina de los grandes argumentos, pero sí un cómic en movimiento muy disfrutable y eficaz. Su sangre y su sexo se mueven acordes con los personajes y sus cruentas batallas. Es un goce estético a la vez que un entretenimiento digno. No es una gran película, pero sí un entretenimiento muy decente y un grandioso espectáculo visual y sonoro.

"Los amos de Brooklyn" nos devuelve al Fuqua atractivamente sucio de "Training Day" pero sin la misma garra. Los tacos continuos y las tramas policiales se han convertido en cliché o en trucos previsibles y forzados del relato. Aún así, el entretenimiento es compulsivo, las actuaciones competentes y los momentos de shock (muertes) consiguen abrir la boca varias veces. Todo ello conforma un merecido cumplido.