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Críticas de Juanjo Iglesias
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Críticas 94
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
11 de febrero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Un cuento chino” es una película sobre personas, sobre la nobleza de algunas personas y sobre el dolor que cargan. Sobre esas personas que llevan dolor siempre en su maleta, vayan a donde vayan, desde hace tanto tiempo que ya no recuerdan cuando empezó. Es una comedia noble e inteligente que recordaré durante años.

Sebastián Borensztein se mueve con absoluta libertad por la comedia absurda, la comedia blanca, el drama, el romance y el cine social, no dando jamás ningún tipo de tregua a la sensiblería, a la politización de sus circunstancias, o la condescendencia con su público. Ha rodado un largometraje capaz de hacer expresar la sonrisa más espontanea y veraz a cualquier espectador, mientras él, como narrador cinematográfico le respeta y se gana su respeto como creador.

El guión del propio Borensztein, nos plantea un personaje ceñudo, adusto, solitario y arisco, que debido a un dramático episodio en su vida decide vivir como un asceta, sin ningún tipo de contacto social, salvo el puramente comercial, pero manteniendo una serie de valores pletóricos de honestidad, sinceridad y libertad dignos de una extraordinaria belleza. El estudio profundo del personaje, sus manías y su desolador carácter hablan a las mil maravillas de Borensztein como escritor. Todos los diálogos aportan algo a la historia, ya sean gags, explicaciones de personajes, o diálogos determinados a emocionar al espectador. Todos logran su cometido y el guión huye despavorido de cualquier idea parecida al “Mcguffin”. Nada es gratuito.

La mezcla de nobleza infinita y mal humor, el tono jocoso del chino en una situación de lo más dramática y una bellísima historia de desamor, son las habilidosas armas de esta encantadora comedia.

Este personaje que rebosa humanidad por los cuatro costados y que recuerda ineludiblemente al Jack Nicholson de “Mejor Imposible” (James L. Brooks, 1997) tiene al mejor aliado posible. Y cuando digo el mejor, digo el mejor, Ricardo Darín. Lo de este actor es ya, cosa de locos. Su habilidad para encarnar a cualquier tipo de personaje y llevarlo a los límites es un auténtico escándalo. Desde su Esteban Espinosa en el Thriller “El Aura”, su Nicolás en el esplendoroso drama “La educación de las hadas”, sus roces con el policíaco en “El secreto de sus ojos” de Campanella o el cine social de “Carancho”, hasta la comedia blanca, social y dramática de la cinta en ciernes, este señor borda lo que le eches. Como trabaja la profundidad del personaje, como aborda con maravillosa meticulosidad cada pasillo del alma de este Roberto y como logra esa credibilidad aplastante, me hacen pensar en él, como en la referencia actual del cine hispanoamericano. Me emociona sin tapujos ni barreras, me hace reír y me produce una sensación de nostalgia tremenda.

Una película repleta de honestidad, que pudiendo caer con facilidad en la sensiblería mantiene su casta desde la más sencilla y humilde admiración por la inteligencia.
Juanjo Iglesias
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5
4 de febrero de 2012
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
A día de hoy, Spielberg se ha convertido en un director anticuado. Su cine efectista y purista en las formas se descubre poco emocionante y privado de personalidad. Quizá el seguir una fórmula que funcionaba espléndida en los años 80, le coloca en el desalentador Olimpo de las viejas glorias. No he sentido el menor interés por el cine de este director desde "Indiana Jones" y "E.T." y por el momento no tengo intención de cambiar de idea, ya que “War Horse” es de nuevo una película mediocre, acomodada y pensada como producto para masas, con una artesanía, eso sí en sus formas, fastuosa y detallista hasta los límites más remotos.

Esa magnificencia y minuciosidad técnica es la única baza del director y con este tema cumple a la perfección. Los decorados, la fotografía, esos planos largos espectaculares y la música apoyan todo esto de forma pretendidamente fascinante. La formula Spielberg en todo su apogeo. Formula que insisto ha perdido por completo su lugar.

Juega con lo cómico y lo dramático, a veces con buen resultado y a veces aparentando una parodia de cine infantil. A ratos se presenta pletórica de belleza y a veces tengo la impresión de que el caballo o el pato se van a poner a hablar, y me siento como si estuviera viendo “Shrek”.

Esta irregularidad dramática y narrativa comienza a vislumbrarse a los diez minutos de película, tras un comienzo espectacular que apunta hacia un portentoso drama, pero se diluye irremediablemente con rapidez. El aroma clásico del comienzo, emula esas historias sencillas e inolvidables del viejo Hollywood. Historias sobre las cosas importantes de la vida, el amor, el trabajo, la familia o la amistad. En ese sentido me llegó a recordar, por los sentimientos que produce a la mítica y maravillosa "&#147;Que verde era mi valle”. Sencillez que el director utiliza sabiamente para dominar las emociones del espectador. Habría podido ser una buena película de haber seguido esos senderos.

Pero no es así. Utilizando un recurso precioso, que ya utilizara Hitchcock en “Psycho”, que es el de mutar la historia, cambiando repentinamente de protagonista, la historia se pierde en el más absoluto sin sentido, convirtiéndose en un drama bélico que transforma lo que sería una buena ambientación en su esencia y motor, hecho que coloca lo narrativo en un lugar secundario, para lucimiento personal del director.

En ciertas escenas busca un significado poético que no consigue, anulando por completo el sonido ambiente y utilizando únicamente imágenes y música. Otras escenas presumen de una sorprendente violencia que reincide en una terrible condescendencia hacia el espectador, que me habla de un Spielberg que considero se encuentra en un momento en el que su enardecido orgullo subestima la inteligencia del espectador.

(sin spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juanjo Iglesias
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6
14 de enero de 2012
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Moneyball, rompiendo las reglas.” (“Moneyball”, 2011), que se estrenará en nuestro país el próximo 3 de Febrero, llega con la vitola cine comercial netamente yanki en una mano y una ingente cantidad de premios y nominaciones en festivales de prestigio en la otra. Con un Brad Pitt que como en todas las ocasiones es un reclamo perfecto para llenar las salas y un Bennett Miller que hasta la fecha ha sido injustamente sobrevalorado con su poco convincente biografía de Truman Capote.

Billy Beane, (Pitt) director general del equipo de béisbol de Oakland, con uno de los presupuestos más bajos de la liga, busca sin descanso romper el sistema que enmarca el campeonato, donde siempre vencen los equipos con mayor poder económico. Su meta, alcanzar los playoffs con un sistema de trabajo de captación de jugadores revolucionario, basado en las estadísticas.

El resultado es un largometraje yanqui para yanquis. El guión de Sorkin y Zaillian, basado en la novela de Michael Lewis, nos plantea una vez más, algo que hemos visto hasta la saciedad en el cine norteamericano, que ve a su país como “La tierra de las Libertades”, el lugar donde cualquiera puede triunfar sea cual sea su origen. Ahí queda eso…

Que la protagonicen Brad Pitt y Jonah Hill y que el argumento se nutra de la liga de beisbol, no hacen más que reforzar esta idea.

Podemos plantearnos el visionado de “Moneyball” desde dos puntos de vista. Sin prejuicios, o con ellos.

Si lo hacemos sin ellos, disfrutaremos de una aventura deportiva moderna, donde el protagonista luchará por lograr su sueño de romper el orden preestablecido de la liga de beisbol y soñaremos con extrapolarlo a cualquier otro ámbito de la vida. Pero aún sin prejuicios, la peli enmarca todo su contenido en sus dos personajes principales, dos personajes sin profundidad alguna. El de Pitt es un directivo del equipo de Oakland, supuestamente rebelde, con esa meta de encumbrar a un equipo menor y llevarlo al éxito. El de Jonah Hill, es ese típico personaje con una inteligencia muy por encima de la media, que recuerda al protagonista de “La Red Social” (“The Social Network”, 2010) de Fincher, que de tan inteligente que es, se dedica a trabajar con pasión y efectividad, para que el directivo Billy Beane logre sus metas y suculentos contratos como “Manager General”. El ámbito moral en un guión ya visto mil veces, es algo que no les interesa a sus guionistas. Es un tipo de cine donde todo es apariencia y espectacularidad, donde todo se supone épico y juiciosamente moral, pero en el fondo los personajes carecen de cualquier matiz de sensibilidad, ética o amor por las cosas que hacen o representan.
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Juanjo Iglesias
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5
3 de enero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El año 2008 se presentó como un periodo muy productivo para el cine de terror australiano. Películas como “Lake Mungo” o “Dying Breed”, se presentaban en las salas acompañando a la que ahora nos ocupa, “Acolytes”.

La historia se teje con dos muchachos llenos de secretos, una especie de psicópata para nada al uso, una joven que sirve de elemento principal para mantener una pretendida tensión sexual y el cadáver de otra joven que bien me pudo recordar a la mítica Laura Palmer.

Lo que en principio y sobre el guión podría vislumbrarse como una tópica historia de thriller de terror, acaba convirtiéndose en un ejercicio de estilo genuino y personal, donde se advierten multitud de influencias interesantes pero donde John Hewitt consigue estilar un muy particular y mezquino universo.

El sombrío, lejano y solitario ambiente forestal sirve para enviar un mensaje de acritud hacia el espectador y los personajes, conformando así su estilo macabro, soñador y en su esencia bastante lyncheano. La intimidad, la soledad de los bosques, el paraje solitario que ofrece el barrio residencial donde ocurren los hechos, sirve como perfecta ambientación para cometer las atrocidades interiores mas deshonestas e impuras.

Este largo quedaría definido como un típico y tópico largo de terror, en sus propuestas narrativas, realizado con ese estilo tan personal del autor, que bebe de muy diversas fuentes. Esa fusión entre tensión sostenida y golpes de terror típicos, con su golpe sonoro sincronizado, provocados a modo de relámpagos, por su celeridad y efectividad definen a esta curiosa obra. El resultado final está muy lejos de ser espectacular, pero deja un montón de detalles y buenas intenciones por parte de Jon Hewitt. A las características básicas de un thriller de terror, el autor añade un tono detectivesco, que resulta efectivo y entretenido aunque queda en cierto modo empañado, por esos personajes adolescentes. Si el guión hubiera planteado personajes adultos con algo más de profundidad y análisis de caracteres, la apuesta habría sido realmente apetecible.

Tiene referencias a Mad Max y a la tradición de cine de terror australiano en especial gracias a un deportivo negro, que en algunas escenas consigue producir cierta incomodidad y también a “Largo fin de semana” por ese especial logro dotar a la naturaleza de entidad y alma y de conseguir dejar la sensación de que acecha a los protagonistas como si tuviera voluntad. Pero las influencias no se quedan ahí. Al tratarse de la primera cinta profesional del director, destaca el interés que ha tenido a la hora de reflejar los estilos de directores que admira. Se perciben a parte influencias, como digo de David Lynch, sobre todo de “Twin Peaks” de “Psicosis” de Hitchcock, y en esa tradición australiana del “Patrick” de Richard Franklyn. Todas estas influencias son buenas para la cinta, aunque por momentos, alejen la atención del espectador fuera de la propia narración.
(sigue sin spoiler)
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Juanjo Iglesias
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8
27 de diciembre de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Drive” es sin duda una de las películas del año. La propuesta es sin duda lo más deseable que presenta la cartelera para este cambio de año. Es un largometraje endiabladamente moderno construido sobre los mimbres del mejor cine clásico.

Este conductor solitario es propio de una aventura de cine negro. La soledad y la tristeza que desprende a cada escena el personaje de Gosling son un reflejo, de los personajes clásicos del género. Rebeldes, ácratas y románticos personajes que se desenvuelven con firmeza en horridos trabajos, en una sociedad tétrica y sombría. El desamor y el romanticismo más trágico de ese mundo opresivo, combaten en cruentas batallas íntimas y personales contra la esperanza y el amor. La cinta adquiere su sentido escarbando sobre la superficie. Se advierte como una metáfora de los tiempos que vivimos, que son por otro lado de lo más pertinente, para que el género negro, campe a sus anchas por las salas. Los dobles sentidos y la búsqueda de la esencia de los personajes, y en definitiva de las personas, es lo que busca la novela de James Sallis, en la que está basado el largometraje. Lo importante no es lo que nos cuenta, si no lo que hay detrás de lo que nos cuenta.

El guión tiene más valor por lo que calla, que por lo que dice. Los diálogos hacen algo realmente difícil, que es transmitir con el silencio, porque el silencio es música y palabra. Esta escasez de diálogos y las miradas que intercambian los personajes protagonistas, son el alma de la historia, creando empatía y credibilidad hacia el espectador y dando veracidad a esa frase que dice que “una mirada vale más que mil palabras”. Todo esto necesita grandes intérpretes y precisamente Ryan Gosling, es sin duda uno de los actores con más futuro del cine occidental actual. En este tema es fundamental la música de Cliff Martínez, que unida a todo lo que transmiten los actores sólo con sus miradas, conforman ese poema sucio, gris y metropolitano.

El trabajo actoral es dramáticamente espectacular. El trabajo de Cranston, Brooks y Mulligan es formidable. Pero no haría justicia en esta crítica si no me explayara sobre la interpretación del magnífico Ryan Gosling. Observando esa mirada perdida sobre un volante empuñado con guantes de cuero, aparecen por mi memoria intérpretes que cinéfilamente adoro y que han representado como nadie la soledad y los más adustos personajes, como Anthony Perkins o Robert de Niro. Porque aunque la película homenajee en cierta forma a esa obra maestra llamada “Taxi Driver” , donde los planos del taller son milimétricamente inspiradores de aquella estación de taxis, y las ralentizaciones de planos evoquen irremediablemente a aquel maravilloso taxi, por las sucias calles de Nueva York, el personaje necesita un rostro, un gesto, una mirada y un alma, que condensen todo aquello que el director quiere contar.
(sigue sin spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juanjo Iglesias
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