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Críticas de pablo garcia del pino
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Críticas 47
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
10
8 de diciembre de 2007
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Utilización esplendorosa del mejor Cinemascope por el genial Anthony Mann. La trama conlleva aires de tragedia griega. Pero posee un ritmo desasosegante, que no decae ni por un momento. La más pura esencia del mejor western es sometida a un rigor casi inhumano. Es tortuosa y delirante. Tres protagonistas excepcionales, carne exquisita del film: James Stewart arrastra su carga de amargura con absoluta esplendidez. Donald Crisp, gigantesco como padre vengativo, entona su requiem personal por todos aquellos latifundistas americanos a los que devorara el cáncer de sus ambiciones. Arthur Kennedy se enfrenta a todo y a todos, se desdobla continuamente, y, como nos tenía acostumbrados, se marca él solito un desenlace con suspense, dado su dualismo malévolo y bien dosificado. Su enfrentamiento dialogístico con Crisp es un "morceaux de bravure" inolvidable. Al menos para mí. Y es que Kennedy, ¡qué actorazo!, sabía como nadie poner cara de santo inocente al principio, y acabar luego siendo un villano áspero e implacable. No es sólo un western arrebatador. Es aún mejor. Y el Cinemascope, como ya dije, ¡de muerte!...
pablo garcia del pino
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9
8 de diciembre de 2007
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi obra preferida de Carson McCullers. Leída y releída sin cansarme jamás de ella. Simon Callow logra, por momentos, ese clímax único que poseían aquellos polvorientos pueblos del profundo sur Norteamericano. Vanessa Redgrave está sublime. Es la auténtica Mrs. Amelia "marimacho" parida por el indiscutible genio de Ms. Carson. Keith Carradine, pintoresco y bonachón enamorado al principio, despechado luego, se permite, a su regreso, ese desmán que conllevan todas las venganzas soñadas. Su cinismo burlón, atractivo y cruel (como pocas veces se ha visto en la pantalla) no ha lugar para augurios felices. La autodestrucción de Ms. Amelia al enfrentarse a él en el Café Triste se pone en marcha. Todos los actos que precedieran la existencia despótica de su lesbianismo controvertido y oscuro, son sometidas a esa nueva medida que impone la masculinidad de ambos cónyuges. Cork Hubbert como el primo Lymon es todo un descubrimiento. La mascarada que acompañan los actos de este enano sombrío y lobuno inciden en una tremebunda traca final. La imagen espectral de Vanessa Redgrave desde el ventanal entreabierto del ya polvoriento Café Triste, resquebrajado sobre sus propios cimientos de odio y esperanza, es el más desgarrador silencio de la soledad propalada a los cuatro vientos de aquella América profunda que parecía muerta para todo lo humano. Así nos lo contó Carson McCullers. Y Vanessa Redgrave, antológica, al recrear ese pozo de oscuridad, hipocresía, y, finalmente, encubierta ternura, en que se sumiera Miss Amelia, nos ofrece la respuesta a ese gran interrogante de la existencia: "¿No es el hombre el mayor enemigo de sí mismo?"... El film es casi un incunable. De atmósfera algo ampulosa y titubeante, pero de especial curiosidad. En manos de John Huston podría haber sido una auténtica gloria. Atención a la música del estupendo Richard Robbins, que compuso todas las bandas sonoras de James Ivory. Os recordará a "Lo que queda del día".
pablo garcia del pino
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10
19 de noviembre de 2007
30 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bertolucci y Paul Bowles (críptico para el cine). Primer factor esencial : una paisajística inconmensurable ilustrativa del Marruecos profundo. Personajes atrapados por las efusiones irresistibles de una naturaleza tan atractiva en substancia, como hostil en el medio. John Malkovich (la intuída relacion carnal con su pareja parece relegada a desconocidas vivencias anteriores) vivirá los furtivos y arriesgados encuentros sensuales que ofrecer podía la prostitución en aquel mundo árabe de primeros del siglo XX. Hay un inesperado ataque nocturno contra Malkovich tras su encuentro sexual. Las apetencias carnales desafían cualquier escala de valores de los individuos. Los genitales de Malkovich en primer plano, testimonio del deseo absoluto. Y una esposa que juega con su propio equilibro sexual. Insisto en que llegar a entender a Bowles es un auténtico reto. Es mejor, como hace Bertolucci, cerrar un tanto los ojos a sus fantasmas, y recrearse en ese universo grandioso: un flamante bing-bang de culturas: la americana —intelectual y pija—, y la árabe —primitiva, humilde, más auténtica- El deslumbrante road-movie de los protagonistas es un audaz ejercicio. La belleza de esos paisajes únicos también apabullan. Desde el Lawrence de Arabia de Lean, jamás la paisajística anaranjada del desierto había sido fotografiada con tanta magnificencia. Y cuando a Debra Winger, tras la muerte de su marido (el genial Malkovich te pone un nudo en la garganta) se le cierra la ventana de la noche, se autoinmolará, humillándose sexualmente, como un testimonio tardío de ese Amor al que incomprensiblemente renunció. Todo es ambiguo. Pero los tú a tú son agradecibles y líricos. Las mentiras y los deseos que recorren el film te atrapan sin remedio. Conmocionados por las estúpidas actitudes de sus protagonistas, no vemos ningún Shangri-La en el que todo pueda ser felicidad. A mí este Cielo Protector me sigue pareciendo un film inclasificablemente magnífico. Maestro y duro, brillante y glorioso. ¡Será tan eterno como esa ciudad de El Gaa en la que Malkovich, arropado por los tradicionales Akeula Drums y Tubas, acentuadores del horror que se avecina, nota con una convicción contagiosa los primeros síntomas de la enfermedad que lo llevará a la más tremebunda de las muertes! Noches agónicas azotadas por la arena, los gritos de Malkovich, las frustraciones de la Winger, su busca desesperada del remedio, se dosifican tan sabiamente, que acabamos por dar las gracias, pese al horror del momento, a Bertolucci por el calor que rezuman sus grandísimos intérpretes. Y, ya ves tú, yo me vuelvo algo masoca, pues quiero saborearla sin prisas, y quisiera que no acabara. ¡¡Malkovich al podium de los más grandes!! ¡¡Bertolucci, que ni te cuento!! ... deliro hasta limites extremos por "El Cielo Protector". Creo que la he visto ya unas treinta veces. Y la reivindico de arriba a abajo. A Mr. Bowles no le gustó, pero tiene cameos. ... ¡Todos los votos serían pocos para ella! ...
pablo garcia del pino
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10
19 de noviembre de 2007
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los últimos grandes enfrentamientos cinematográficos de todos los tiempos: Charlton Heston y Rex Harrison. Miguel Ángel y Julio II enzarzados en una pugna de propósitos chantajeadores, extorsionistas, y casi casi amorales. Entre un Papa arbitrario y guerrero, y un genio descarado y desgarrador, se cuela este drama de altura, de altura artística, se entiende, puesto que la batalla campal que arman ambos con tres pares de..., nos arrastra, ¡nada más y nada menos!, que hasta el fresco gigantesco de la Capilla Sixtina. Hechos históricos paralelos, la concepción de la mayor obra de arte mural de la historia, y las causas perdidas de un Papa que coronó su reinado con guerras fratricidas y alguna que otra masacre hitleriana. Pero Heston es mastodóntico, el Miguel Ángel soñado. Y Harrison el más sutil e inolvidable de los capitostes que recorriera aquella curia Romana, a caballo entre el lujo de los Medici y el genio del Renacimiento. Carol Reed sigue paso a paso cada movimiento de los dos gigantes. La experiencia de la Sixtina es atroz. Parece un ajuste de cuentas con la historia del arte. Pero destila belleza por todos los poros. Una maravillosa música de Alex North complementa su monumentalidad. TIENE TODOS LOS ALICIENTES DEL HISTERISMO ARTÍSTICO. SI ME LA HUBIESE PERDIDO, ME REMORDERÍA LA CONCIENCIA.
pablo garcia del pino
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10
19 de noviembre de 2007
31 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alfred Hitchcock engrana un suspense sin pretensiones excesivas. Conocemos al criminal desde el principio. Un secreto de confesión convierte en principal sospechoso a un joven sacerdote. Anne Baxter, que pese a su belleza, al fulgor de sus miradas, y a su mágica expresividad cuando el idioma de Shakespeare fluye de su exquisita boca, no fue plato de gusto para el intrigante Hicthcock, nos desvela su amor por el cura entre secuencias de inolvidable romanticismo... Montgomery Clift hechiza con su mirada. Sus actos carecen de aspavientos, no hay terror en sus ojos, sino un misticismo que abarca todos los matices del amor. En la escena cumbre, tras el juicio, frente a una multitud que lo acusa, Monty Clift ¡divino! ¡Es un film imprescindible!... ¡¡Jamás perdonaremos a la Academia de Hollywood que le negara un Oscar, más que merecido, al gran Monty!! Y en cuanto a las injusticias con Hitchcock ¡mejor no hablar!
pablo garcia del pino
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