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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de gerardops
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Críticas 304
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
26 de noviembre de 2016
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
El polifacético cineasta Peter Berg es un especialista del género de acción. Ya sea ejerciendo como actor (“Collateral”, “Copland”), como productor y director (“El único superviviente”, “Battleship”, “La sombra del reino”) o, incluso, como guionista (“Los perdedores”, “Very Bad Things”), ha construido toda su carrera sobre esta concreta modalidad cinematográfica, si bien con desigual fortuna. Aunque nunca ha dirigido un film calificado como sobresaliente, rodó con agilidad el ya citado “La sombra del reino”, alcanzando un aceptable nivel de entretenimiento. Además, siempre va mostrando indicios de su habilidad para la narración de tramas de intriga y tensión, elementos muy necesarios en la esfera de los thrillers. No obstante, ha firmado varios títulos decepcionantes y hasta en sus mejores trabajos se aprecian carencias en el guion y en la construcción de los personajes, lo que le impide ocupar los primeros puestos entre los profesionales de este tipo de cine.
Continuando con su línea habitual, estrena ahora “Marea negra”, cinta basada en unos hechos reales que tuvieron lugar en “Deepwater Horizon”, una plataforma petrolífera situada a sesenta kilómetros de la costa de Louisiana, en pleno Golfo de México, dedicada a la perforación de pozos petrolíferos en el subsuelo marino. El 20 de abril de 2010 un grave incendio en dicha plataforma provocó una explosión que, además de ocasionar su hundimiento, dio lugar a una tragedia que se saldó con la vida de once trabajadores y que causó uno de los desastres medioambientales más graves de la Historia. Un total de cinco millones de barriles de crudo fueron vertidos a las aguas del Océano Atlántico, originando grandes e irrecuperables daños en su ecosistema. Las marismas y el delta del Mississippi, Louisiana, Florida y Cuba resultaron extraordinariamente afectados.
Es justo reconocer a Berg la complejidad de este ambicioso proyecto, para el que recurre a un escenario claustrofóbico en el que dotar de intensidad a las imágenes, dando como resultado un largometraje más que aceptable. Aunque su inicio parezca corriente y poco esperanzador, lo cierto es que evoluciona positivamente en cuanto al aspecto narrativo. La notable utilización de la técnica se pone al servicio de los espectadores y les somete con éxito a un estado de ansiedad, garantizándoles el entretenimiento durante buena parte del metraje. Se trataría de una modalidad del antaño popular “cine de catástrofes” al que se ha querido despojar del toque demagógico y tramposo de aquellas superproducciones para dotarlo de mayor rigor. En cierto modo, aúna la difícil tarea de reflejar el aspecto aventurero de la trama con el reconocimiento de la valía de unos hombres sometidos a una experiencia agónica.
Es verdad que muchos de sus méritos juegan también en su contra. Así, son numerosas las escenas proyectadas en la gran pantalla que dejan al público sin comprender en su totalidad lo que sucede. A veces, le coloca sobre una montaña rusa en la que sólo es posible dejarse llevar. Tal vorágine de acontecimientos impide un tratamiento correcto de los personajes que, si bien es un objetivo un tanto complicado para este género, Wolfgang Petersen sí logró en “La tormenta perfecta”. Además, puede que una temática tan particular no acabe de despertar el interés de los aficionados más proclives a un cine de catástrofes desenfadado, edulcorado y al servicio de los efectos especiales. Con todo, el conjunto es más que digno y sobresale por encima de otros recientes títulos de temática similar, como “San Andrés” o “En el ojo de la tormenta”.
Al frente del reparto figura Mark Wahlberg, un actor capaz de ofrecer buenas interpretaciones si cuenta detrás con una dirección adecuada -como ya demostraron David O. Russell en “The Fighter” y Martin Scorsese en “Infiltrados”-. Aquí desempeña una correcta actuación. Está acompañado por el tándem familiar que forman Kurt Russell y Kate Hudson y por el siempre interesante (aunque últimamente desaprovechado) John Malkovich.
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@gerardo_perez_
gerardops
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8
18 de noviembre de 2016
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los amantes del Séptimo Arte deben retener en su memoria el nombre de Denis Villeneuve, un cineasta canadiense que está logrando aunar el minoritario, experimental y muy personal cine de autor con otros géneros más indicados, en principio, para producciones reiterativas e impersonales. Su particular forma de filmar las historias (intensa pero, al mismo tiempo, alejada de modas y convencionalismos) le está abriendo un hueco destacado entre las preferencias de los aficionados. En apenas seis años, cinco de sus largometrajes han sorprendido por su originalidad y por una combinación casi perfecta entre el drama y la intriga, dotando a su trabajo de una verosimilitud normalmente ausente en la mayoría de las cintas de suspense o thriller. Pese a su envergadura y a su realización al amparo de grandes productoras, se aproxima al denominado “cine independiente” en atención a su libertad creativa y a su innegable dosis de imaginación.
“Incendies” fue nominada al Oscar y al BAFTA en la categoría de mejor film de habla no inglesa. “Prisioneros”, película potente, ruda y con impactantes interpretaciones, también optó a la estatuilla dorada a la mejor fotografía y le ayudó a sonar con fuerza dentro de la gran industria norteamericana. Con “Enemy” dio otra vuelta de tuerca a su universo paranoico y complejo, y con “Sicario” evidenció su dominio como narrador de relatos de obligada visión.
Ahora estrena “La llegada”, intimista y reflexivo film de ciencia ficción que refleja a las claras la labor creativa de su realizador. Villeneuve deslumbra con una puesta en escena hipnótica y atrayente que envuelve un interesante guion y que otorga a los personajes el protagonismo que merecen. Su nueva propuesta, tan dramática y sentida como de costumbre, supone una renovación de las reglas propias de los títulos ambientados en el espacio extraterrestre. Es como si gran parte del influjo de Stanley Kubrick y Terrence Malick hubiera poseído a este director de Quebec a la hora de rodar una obra densa, en ocasiones lenta, pero con un contenido y una carga poética impensables hasta hace poco tiempo.
Si en 2014 “Interstellar” de Christopher Nolan rescató a la ciencia ficción cinematográfica de un letargo de décadas, “La llegada” continúa con acierto ese mismo tránsito por caminos apenas explorados. No obstante, es posible que no agrade a un público más acostumbrado a las habituales batallas galácticas y más proclive a la acción desmedida. En este caso, la carga filosófica y científica que impregna todo el metraje puede resultarles indigesta. Para mí, sin embargo, ha supuesto una notable experiencia digna de ser alabada. Además, sin necesidad de recurrir a un presupuesto desorbitado (su inversión de cincuenta millones de dólares es muy inferior a la de la mayoría de proyectos de la misma temática), ha sido capaz de conjugar una sustancial carga visual con un indiscutible peso intelectual. Punto y aparte merece la valoración del elenco de actores.
La actriz Amy Adams, que ya ha optado cinco veces al Oscar por sus interpretaciones en “Junebug”, “La duda”, The Fighter”, “The Master” y “La gran estafa americana”, está absolutamente sensacional y afronta con argumentos su sexta nominación. Encarna a un personaje que, sin duda, marcará su carrera profesional. Le acompañan el solvente Jeremy Renner (también aspirante en dos ocasiones al preciado galardón por “Ciudad de ladrones” y “En tierra hostil”) y el ya ganador por su papel en “El último rey de Escocia” Forest Whitaker.
Una impecable trayectoria avalada por excelentes trabajos me anima a dar a Denis Villeneuve un voto de confianza que espero no ver frustrado por culpa de su próximo proyecto. Se trata de la continuación de la mítica “Blade Runner”, que llevará por título “Blade Runner 2049” y que sospecho que pueda constituir un auténtico sacrilegio. Habrá que esperar para comprobarlo.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
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3
11 de noviembre de 2016
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por alguna extraña razón, Tom Cruise, tras un prometedor inicio profesional en el Séptimo Arte, hace tiempo que ha dejado de interesarse por el cine. Aparcada su trayectoria como intérprete notable y sus apariciones en títulos significativos, se ha centrado en producciones mediocres o en sagas alargadas de modo artificial. Muchos le colgaron desde el principio la etiqueta de guapo sin mayores recursos, pero durante un par de décadas demostró que dicha apreciación era injusta. Personalmente, defendí su calidad y solvencia en títulos como “El color del dinero” de Martin Scorsese, “Rain Man” de Barry Levinson, “Nacido el cuatro de julio” de Oliver Stone, “Algunos hombres buenos” de Rob Reiner, “Magnolia” de Paul Thomas Anderson, “Minority Report” de Steven Spielberg o “Collateral” de Michael Mann. Detrás de sus sobresalientes actuaciones existía potencial y quedaba margen de sobra para desarrollar una carrera firme y solvente. Sin embargo, su empecinamiento por encasillarse en el cine de acción, unido a la sucesión de proyectos fallidos y a la mala costumbre de encadenar segundas y terceras partes de personajes ya agotados, han terminado por esquilmar a un intérprete que podía haber dado mucho más de sí.
Sus recientes intervenciones en largometrajes como “Noche y día”, “Oblivion”, “Jack Reacher” y las últimas de “Misión imposible”, han evidenciado un declive que, por desgracia, continuará en sus posteriores proyectos: la segunda entrega de “Top Gun” y la sexta de las aventuras del agente Ethan Hunt. No se trata sólo de que haya dado la espalda al drama -un género que le reportó los elogios de la crítica y el público- sino que, en esa obsesión por perpetuarse como héroe de acción, no ha sabido escoger ni los mejores guiones ni los mejores cineastas.
“Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás” es una cinta fallida protagonizada por un personaje acartonado, basada en una historia poco creíble y traducida a imágenes por medio de una narración sin brío. La pretensión de emular a un James Bond sin smoking ni arrogancia no resulta eficaz. Además de prescindir de la flema británica y de los martinis mezclados (no agitados), también deja por el camino grandes dosis de intensidad y ritmo en las secuencias llamadas a mantener al público en vilo. Así, durante todo el metraje se demuestra a las claras que los propósitos del relato quedan a medias.
Una oficial del Ejército, al mando de una antigua unidad militar en la que había servido Jack Reacher, es falsamente acusada de traición. Reacher, para limpiar sus nombres y salvar sus vidas, tendrá que sacarla de prisión y descubrir la verdad que se esconde tras una conspiración gubernamental. En esa huida descubrirá, además, un secreto del pasado que cambiará su vida. Sin aportar nada nuevo, original o llamativo, la película avanza a trompicones y sin un rumbo claro. El deseo de entretener no queda satisfecho y el espectador termina saliendo de la sala de proyección con un doble mal sabor de boca. El primero, por constatar lo mal que está envejeciendo Cruise. El segundo, por padecer su nuevo intento fallido de alzarse como referencia del género de acción. El actor neoyorkino necesita urgentemente embarcarse en un proyecto digno que sea algo más que un correcalles sin sentido y ponerse en manos de un cineasta cualificado capaz de sacarle jugo.
Completan el reparto Cobie Smulders -a la que hemos visto en diversos films de la factoría Marvel, como “Los vengadores”, “Capitán América: El soldado de invierno” y “Vengadores: la era del Ultrón”-, Aldis Hodge (“Straight Outta Compton”, “La jungla: Un buen día para morir”) y la joven Danika Yarosh (participante de la serie televisiva “Shameless”).
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@gerardo_perez_s
gerardops
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7
6 de noviembre de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora que proliferan las películas basadas en superhéroes provenientes del mundo de cómic, se agradece visionar un proyecto cinematográfico protagonizado por un héroe de verdad, una persona normal y corriente cuya profesionalidad y templanza le aupó de forma inesperada a las portadas y los titulares informativos de todo el mundo. Por eso, “Sully” supone un ejemplo excepcional dentro de las carteleras. Presenta la recreación de unos hechos reales ocurridos el 15 de enero de 2009, cuando un piloto comercial realizó el aterrizaje de emergencia de un Airbus A320 en las heladas aguas del río Hudson. Se vio obligado a adoptar una medida tan drástica para evitar una catástrofe segura, salvando de ese modo la vida de los 155 seres humanos (entre pasaje y tripulación) que viajaban a bordo de la nave. Después de esta asombrosa hazaña sin precedentes, se convirtió en el centro de atención de los medios de comunicación y en la diana de la curiosidad popular. Sin embargo, la investigación posterior de su actuación afectó muy negativamente a su reputación y a su carrera.
Sobre esta base, el veterano Clint Eastwood construye una narración solvente y realista de estos llamativos acontecimientos, si bien la principal intención del audaz cineasta es incidir en los aspectos personales de la trama dramática. El motor del film gira sobre la convulsión que supone para alguien anónimo que lleva una existencia normalizada pasar a convertirse, primero en una figura aclamada internacionalmente y, poco tiempo después, ver cuestionada su condición de salvador de decenas de seres humanos.
La película cuenta con un ritmo pausado y se asienta sobre los personajes y los vaivenes que les azotan. Por ello, es posible que algunos espectadores que acudan a las salas de proyección en busca de uno de esos largometrajes de acción propios de la filmografía de Eastwood, con ritmo intenso y secuencias emblemáticas, puedan sentirse decepcionados.
Con ochenta y seis años cumplidos, este maestro de la dirección y la interpretación es uno de los referentes de la cinematografía norteamericana actual y también uno de los más prolíficos, en ocasiones con más de un estreno anual. A partir de la década de los noventa filma sus mejores títulos, que le han reportado cuatro Oscars de entre once nominaciones, convirtiéndole así en una de las figuras más sobresalientes y respetadas de la industria de Hollywood. Pese a haberse especializado en el pasado en papeles de tipos rudos y hasta violentos, lo cierto es que han sido sus interpretaciones más sensibles y dramáticas las que le han situado a un nivel difícil de alcanzar. Largometrajes como “Sin perdón”, “Million Dollar Baby”, “Mystic River”, “Los puentes de Madison” o “Más allá de la vida” constituyen una muestra de su extraordinaria capacidad para transmitir al público experiencias originales, profundas y hábilmente narradas.
En mi opinión, “Sully” no forma parte de sus mejores creaciones. El tono narrativo de buena parte del metraje resulta lento, descriptivo y centrado en exceso en demostrar que sus protagonistas son gente corriente. No obstante, contiene méritos suficientes para pasar por la taquilla, ya que se trata de una cinta honesta que reflexiona sobre lo real y lo tangible de nuestro día a día, y sobre la fragilidad de ese hilo sobre el que caminamos tratando de mantener el equilibrio.
Tom Hanks lleva a cabo una interpretación hábil y eficaz, sobre la que reside en buena medida el éxito final. Es un actor versátil, capaz de brillar tanto en la comedia como en el drama, como avalan dos estatuillas doradas y cinco nominaciones al galardón más emblemático del Séptimo Arte. Forma parte de ese reducido elenco de intérpretes que conecta maravillosamente con el ciudadano medio, por lo que su elección para este papel es todo un acierto. Le acompañan en el elenco Aaron Eckhart (“El caballero oscuro”, “Gracias por fumar”, “Sin reservas”) y Laura Linney (compañera de Eastwood en “Mystic River” y “Poder absoluto”)

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@gerardo_perez_s
gerardops
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5
28 de octubre de 2016
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existen personas que siempre se ríen al oír el mismo chiste. Muchas otras nos emocionamos al escuchar con asiduidad idéntica canción. Yo, sin ir más lejos, soy capaz de visionar cientos de veces (no es una exageración) algunas secuencias de películas y disfrutarlas igual que en su estreno. Parece, pues, que somos animales de costumbres. Sin embargo, también puede producirse el efecto contrario. Ante su reiteración, algunas bromas dejan de tener gracia, ciertas melodías terminan por resultar cansinas y determinadas cintas no resisten el paso del tiempo, de modo que, cuando nos topamos con ellas, echamos mano del mando a distancia para cambiar con urgencia de canal.
El género de terror es uno de los más proclives a repetir fórmulas para provocar el susto de los espectadores. James Wan (realizador de “Saw”, “Insidious” y las dos entregas de “Expediente Warren”) afirma que “nos gusta ir al cine a pasar miedo” y quizá tenga razón. Pero, por lo que a mí respecta, me ocurre con esta concreta modalidad cinematográfica como con esa categoría de chistes que, oídos habitualmente, ya no provocan el efecto inicial. Para captar mi interés deben ofrecerme una propuesta novedosa. Cuando persisten en recurrir a efectos manidos y a viejos trucos ya exprimidos en el pasado, me condenan al cansancio más absoluto.
En el año 2014 el director Stiles White presentó su film “Ouija”, que no fue, ni mucho menos, el primero que utilizaba la célebre tabla de contacto con los espíritus de los difuntos para aterrorizar al público. De hecho, son decenas los títulos centrados en dicha temática. Ahora llega a nuestras pantallas su supuesta segunda parte, “Ouija: El origen del mal”, que, por supuesto, incide sobre el mismo tema y que es recomendable para aquellas personas que ansían revivir la anterior experiencia de nuevo. A buen seguro no recriminarán la reiteración de la fórmula, puesto que lo que buscan precisamente es padecer los sobresaltos derivados de esa curiosa pieza que las almas de ultratumba desplazan sobre el esotérico tablero.
En esta ocasión es Mike Flanagan, director y editor de largometrajes como “Absentia”, “Oculus: el espejo del mal” o “Hush”, quien se coloca tras la cámara y hay que reconocer que el resultado que logra es muy superior al de su antecesor de hace dos años. Demuestra mayor grado de audacia e ingenio y la filmación es de superior calidad. El problema, en mi opinión, radica en ser otro de esos productos centrados en la repetición de un patrón tan idéntico que se torna incapaz de producir el mismo efecto de antaño. Aun así, insisto en que constituye una propuesta muy acertada para ese segmento de público empeñado en la recurrencia de temas y de planteamientos. No sólo es la mejor obra de Flanagan para la pantalla grande sino que sorprende su notable avance en comparación al origen de una saga que, sin duda, acogerá más entregas de cara al futuro. Los más de cien millones de dólares recaudados por su predecesora (tras una inversión de apenas cinco), unidos a las notables previsiones económicas de esta, auguran que habrá ouija para rato.
El equipo artístico está compuesto por actores desconocidos o ya olvidados. Destaca entre ellos Henry Thomas, el protagonista infantil de la inolvidable “E.T. El extraterrestre” de Steven Spielberg, pero gran parte de sus compañeros son desconocidos para el público. Pese a esta circunstancia, tanto Annalise Basso como Elizabeth Reaser (vista en la saga “Crepúsculo”) y la jovencísima Lulu Wilson llevan a cabo una correcta labor interpretativa que se ajusta a las exigencias de sus respectivos papeles.

www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
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