Dignísima película de terror.
Simple, sin pretensiones, pero eficaz y entretenida, como solían ser las películas de cine de género de los ochenta: desenfadadas.
Efectos especiales muy decentes para una producción que avergüenza a todas las chapuzas que da el terror de grandes presupuestos de la actualidad. Y encima, contada de manera que todos los detalles acaban aportando algo y encajando por alguna razón.
Como alguien ya escribió por aquí, merece un buen vistazo.

Tan sólo quería recomendar el documental "General Idi Amin Dada: un autoretrato" de Barbet Schroeder. Fundamental para conocer la dimensión del dictador ugandés en los últimos coletazos de su régimen; Amin intentó convertirlo en una propaganda personal y Schroeder, intentó denunciar al personaje. Al final, el director francés tuvo que plegarse a los megalómanos designios de Amin: como ciertas escenas no fueron de su agrado, secuestró a varios ciudadanos franceses en un hotel y amenazó con matarlos si no se alteraba a su gusto el resultado final.
Algunos de esos fragmentos han sido rescatados en los créditos de esta película, cuyo único interés es un Forest Whitaker sencillmente descomunal.
P.D: El visionado del filme debería complementarse necesariamente con la necrológica que escrbe Ryszard Kapuscinki sobre el dictador, y que salion, en 2003, en El País.

"Justino, un asesino de la tercera edad" podría haber sido una buena película al estilo Azcona. Tiene una buena premisa, y desde luego empieza bien, pero sus mimbres no son sólidos. Los actores recitan (sí, no interpretan) fatal, aunque sea parte de la broma y la caricatura; la película se va haciendo delirante, hasta alcanzar vetas de sonrojo de puro mala. El blanco y negro es una elección técnica interesante, que confiere potencia a ciertas imágenes y escenas.
Desde luego, hay buenas ideas y ocurrencias tras el filme. Pero el problema fundamental es que es demasiado casposo en su humorismo, que parece desfasado y rancio. No dudo de que La Cuadrilla intentó hacer algo a lo Berlanga, pero sólo se le acercaron en el uso del blanco y negro.

La primera temporada de esta magnífica serie creada por Neil Cross (publicado en España por Valdemar) está muy alejada del concepto de lo políticamente correcto: durante seis episodios bien construidos, el policía John Luther mantendrá una relación de lo más ambigua, aunque francamente honesta, con la psicótica Alice Morgan. Buenas, en algunos casos magníficas, interpretaciones, guiones muy ágiles y diálogos tan acerados como una navaja, son algunos de los puntos fuertes de una serie que The Wire, Lost o demás NBCeadas ha eclipsado. Injustamente.
La segunda temporada, de 4 episodios, es convencionalmente divertida. Pero queda muy lejos del arriesgado planteamiento de la primera. Y lo que es peor, se nota que es una verdadera imposición debida a los seguros buenos resultados de audiencia, pues no sólo se crea una unidad de asesinos en serie, que eso siempre vende más y mejor (y que suele ser sinónimo a estas alturas de falta de imaginación o de imaginación desaforada, entendida como defecto, y no como virtud), sino que se mantienen a los personajes más carismáticos (Martin Schenk) de la primera temporada y se incluyen otros, seguramente por "cupos" (la insoportable detective Gray).
En todo caso, muy notable.

Tras verla, he incorporado a mi lenguaje un nuevo sinónimo de truño cayendo en un váter: "Splice". Impactante por lo monstruosa que es; increíble por lo depravada.