El personaje de Lorne Malvo parece poseer los dones de la invisibilidad y omnipotencia, capaz de cometer decenas de asesinatos a plena luz del día sin ser reconocido por nadie, algo poco creíble cuando la acción se desarrolla en 2006 y en el país más avanzado del mundo, con cámaras por doquier y testigos a cascoporro. Esto es especialmente manifiesto cuando saca a un hombre de un inmueble de oficinas arrastrándolo por la corbata, o cuando comete la masacre en el edificio del sindicato. Tuve la misma sensación que cuando, años ha, vi Alien: el "malo" es invulnerable y da igual lo que hagan o piensen sus contrincantes. Ni la policía local, ni el FBI, ni los otros matones van a ser capaces de hacer sombra al personaje de Billy Bob Thornton, no al menos hasta el último capítulo. Por otro lado, esa omnipotencia también se expresa en la asombrosa capacidad de ejercer profesiones tan diversas como dentista o sacerdote. En ningún momento se explica semejante polivalencia.

Los agentes de la ley son demasiado ineptos, comenzando por el jefe de policía y siguiendo por el resto de la plantilla. El peso de la persecución recae en la agente Molly, desde el principio la única que realmente está detrás de la pista correcta, aunque nunca llega a avanzar lo suficiente, haciendo que la muerte final de Malvo parezca más consecuencia de sus propios errores (los de Malvo) que de los aciertos de la policía. En este surrealista cuadro hay que añadir los dos torpes agentes del FBI que desde el primer momento llevan escrito en la frente "Vamos a morir", y los dos matones que envían los mafiosos y que se revelan tan incompetentes como los maderos. Realmente hay pocos personajes que den la sensación de tener el temple suficiente para plantar cara a Lorne: la mentada Molly, su padre Lou y, solo a ratos, Gus Grimly.

Algunos personajes están muy caricaturizados. La esposa de Lester está pidiendo desde el minuto 2 que la maten (durante un minuto fue soportable), y Sam Hess, el primer asesinado, tiene el mismo comportamiento que el macarra que perseguía a Marty McFly en la primera de Regreso al futuro. Es una conducta comprensible en una comedia, no tanto en una serie dramática si no es para hacer al personaje odioso desde el primer momento, cosa que consiguen. No hablemos ya de los dos hijos, de la esposa o del entrenador personal, el más idiota de toda la serie.

Tampoco queda claro qué pasa con el personaje de Oliver Platt, ni la proveniencia del maletín lleno de dinero que encuentra en 1986. ¿Y por qué Lester se vuelve tan cabrón? ¿Por qué acaba involucrando a su hermano y enviándolo al talego? No parece que éste le hiciera nada para merecer semejante suerte.

En definitiva, muchas incongruencias, al menos para quien escribe. Si las obvias puedes disfrutar de todo lo demás, que es muy bueno, y si no lo haces bajarás Fargo del pedestal y la pondrás en un rincón muy lucido, pero no en lo alto del podio.

Ya sabemos que en ciencia ficción hay que otorgar cierto margen a la inventiva de los autores, pero de ahí a tragar con todo hay un mundo. Los protagonistas llegan a un planeta al que descienden sin ningún tipo de casco o máscara que les proteja: "¿patógenos?" -deben pensar- "ningún problema". Después de esto, lo de acariciar plantas autóctonas parece lo más lógico, claro que sí; aunque lo más epatante fue ver a uno de los protagonistas echándose un pitillo ("¿pero qué estoy viendo?" -pensé).

Ignorando estos temas, ya huele que cada vez que una nave desciende en un planeta le pase algo: siempre hay algún condensador, circuito o aparatejo que se "changa" y obliga al piloto a salir, lo cual pone las cosas de cara a los bichejos malotes. Sigue la historia y las incoherencias se van sucediendo: los aliens ahora se desarrollan a toda virola, sin respetar ninguna de las fases que se expusieron en las primeras partes, y además lo hacen adoptando diversas formas, con lo cual ya no sabes si toca alien antropomorfo, alien-perro, mini-alien o cualquier otra variedad.

¿Seguimos? Aquellos ingenieros que en Prometheus parecían representantes de una avanzadísima civilización aquí viven en cabañas y visten capas que parecen mantas, como en la Edad Media, y además habitan todos la misma ciudad, aniquilada en un plisplas por el malvado androide David tirándoles encima una colla de aliens rabiosos.

Y, sin querer ser demasiado pesado, dos puntos que ya me parecen demenciales. Uno es el papelón que hace la Dra. Shaw, en Prometheus la única de toda la banda en salvarse, llevándose la cabeza del androide cabroncete David. Pues con esos antecedentes, por los cortos que precedieron a la "peli" sabemos que no tuvo mejor idea que reconstruirlo, solo para que éste se la cargue vilmente en el lapso entre ambas peliculas; así que todo su sufrimiento en Prometheus se revela inútil. El segundo punto es la pelea final: los supervivientes suben a la nave y despegan, pero un alienito salta y se pega al casco, y con una cabeza asombrosamente rocosa (algo que se repite varias veces en el film) rompe el cristal de la cabina de mandos. ¿Cómo resolverlo? Pues claro, sacando a la protagonista sujeta por un arnés al casco para cargarse al bicho a balazos de metralleta galáctica, todo ello mientras la nave se bambolea más que flan en barco en noche de tormenta.

En definitiva, película absurda en envoltorio brillante. Seguimos a la espera de que alguien vuelva a tomarse en serio esta saga.