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Estados Unidos Estados Unidos · New York
Críticas de Lucien
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Críticas 178
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
3 de agosto de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En "As boas maneiras" los directores Marco Dutra y Juliana Rojas nos proponen un cuestionamiento del orden social. Nos llevan a preguntarnos qué son esas "buenas maneras" socialmente aceptadas, a través de la mirada desde lo otro: lo otro racial, sexual y preternatural, en este caso.

Esta problematización del orden social aparece a partir de sus personajes y la situación preternatural que da trabazón a la historia. De un lado tenemos a Ana, joven blanca de clase alta, marginalizada por su familia por mantener un embarazo indeseado. De otro, a Clara, enfermera afro-brasileña, que trata de sobrevivir en un régimen que apenas si disimula su clasismo y racismo. Entre ellas no solo surge una relación homosexual que, por desobedecer el hetero-patriarcado, ya supone una aceptación de la otredad, sino que desemboca en una fábula aún más turbia de licantropía. Tomando estos elementos podemos decir que el film es una plasmación de la subversión y del desacato a un orden social que no por aceptado deja de ser más pernicioso.

Visto en lo que entiendo es el proyecto autorial de la cinta, la obra tiene una premisa fascinante. Sin embargo, precisamente por lo prometedor de su proyecto, "As boas maneiras" me parece en último término una obra aún más fallida. Las buenas maneras de las que hacen gala los directores (valga el juego de palabras) hacen aún más molesto el fracaso final del film.

Sin desvelar mucho, el problema es que la película es en el fondo dos películas débilmente conjugadas. En una primera mitad la cinta se enfoca en la relación (jerárquica, sexual, problemática) entre las dos protagonistas. En dicho tramo, la historia apunta maneras estéticas y de crítica social: aquí la pulsión erótica echa un puente en un orden social que conspicuamente acepta la clase y la raza como abismos humanos. Esta sección tiene tanta sutileza, tanto calado (y en ello mucho tiene que ver la magnífica interpretación de Isabél Zuaa), que uno no puede sino lamentar su súbita discontinuidad.

En su segunda sección, la película lleva nuestra atención hacia otra dimensión crítica del orden social: cómo vivir con un niño-lobo en un mundo como el nuestro. No niego que sea interesante ver el tema en dos dimensiones distintas, pero echo en falta la sutileza y la dimensión crítica que había en la primera parte. La cinta se vuelve ahora un estudio mucho más estereotípico de la diferencia: ¿puede una madre proteger a su hijo, cuando este viene marcado por una otredad radical? La película se centra ahora en la posibilidad de normalizar una maternidad en un contexto de licantropía. La cinta se vuelve un homenaje al cine B y a cierta forma de musical posmoderno que distrae de lo que parecía ser su meollo, del conflicto que le daba energía y fuerza.

La eliminación gratuita de uno de los personajes principales del comienzo hace que la historia se resienta gravemente. Con su desaparición, raza y clase desaparecen como temas centrales, y el film se vuelve tan desorientado como tedioso. Varios hilos que prometían ulterior desarrollo y complicación se ven abandonados como si fueran distracciones (red-herring) de una novela de detectives, sin más sentido que el de desorientar al espectador y llevarle a ningún lado.

El vagabundeo narrativo final lastima tremendamente una historia con potencial. Su final consuma la caída de la historia con una conclusión que casi da vergüenza ajena.

En resumidas cuentas, "As boas maneiras" termina pasando de puntillas por los temas sociales que conferían gravedad a su historia y, al hacerlo, termina traicionándose a sí misma. Hay cintas que merecen un 5 por su falta de calidad; otras, como "As boas maneiras", merecen esa nota por traicionar las premisas de calidad que auguraban una obra notable. Lástima.
Lucien
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6
14 de junio de 2017
111 de 158 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Wonder Woman" llega a nuestras salas después de un toma y daca en el seno de la crítica oficial, con varapalos desmedidos y desmedidos elogios. Y uno comprende tanto el entusiasmo como la decepción, porque la película da alimento a ambas posiciones.

Lo extraño de la propuesta de Patty Jenkins es que es extrañamente exitosa en apartados que yo no esperaba (una capacidad para transmitir un impacto emocional a través de las relaciones entre los personajes) e inesperadamente fallida donde precisamente esperaba un mayor oficio (su dimensión heroica y de acción).

Entra uno en la sala y se encuentra realmente conmovido por el comienzo de la cinta con una representación cautivadora de Diana niña. Jenkins sabe mostrar nuevas dimensiones en las relaciones entre mujeres (lo que los finos llaman relaciones homosociales) y lo hace salvándose del tópico y la representación plana. Además es capaz de plasmar mujeres fuertes que siguen siendo mujeres e incluso lo hace meritoriamente a través de un elenco racialmente diverso.

Las interacciones de Diana con Steve y con Etta son otro de los aspectos mejor conseguidos ya que permiten una mirada lúcida de la posición de la mujer en la sociedad moderna, tanto desde el punto de vista institucional como desde el punto de vista sexual y lo lleva a cabo desde la ingenuidad de una protagonista que no conoce más allá de su propio universo y que resulta por ello divertido y concienciador. Estas escenas son sencillamente cautivadoras y permiten una denuncia suave e inteligente de las formas cotidianas de represión de la mujer: desde las limitadoras formas de vestir a las restricciones para hablar en espacios públicos. Chris Pine y Lucy Davis ayudan a que la limitación actoral de Gadot pase desapercibida.

Resulta lastimoso que hasta aquí lleguen los méritos de la cinta. Cuando la película decide meterse en el calzador del género de superhéroes es donde patina. Hay un continuo "hit and miss", donde conviven la eficiencia física de Gadot con la torpeza del CGI (los efectos visuales) y una vergonzosa recaída en el exceso. Imagino que habrá quien compre esas dilatadas luchas absolutamente inverosímiles. A mí me producía vergüenza ajena: pelo al viento, luz deslumbrante, tanques volando. Cuando la épica resulta en comedia es que tenemos un problema.

Da la impresión de que Jenkins quería hacer una película y la presión de la fórmula (de las productoras) la llevó a hacer otra. Entre pinto y valdemoro, "Wonder Woman" se queda como una exploración interesante de nuevas formas de la feminidad (y de la masculinidad) que termina ahogada por el ruido y mainstream.
Lucien
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6
15 de abril de 2017
32 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primavera de 2017 nos ha venida cargada con nuevas y atractivas series. Entre ellas, qué duda cabe, destaca "13 Reasons Why", producida por Netflix bajo el auspicio de la cantante Selena Gómez. Su acogida en el público ha sido digna de la misma reacción polarizada que recibiera el libro de origen de Jay Asher. En esta reseña haré mención de algunas de estas posiciones al mismo tiempo que emitiré mi veredicto personal.

Del lado positivo, merece la pena mencionar la excelente fotografía y brillante actuación de todos los actores (entre los que brilla con luz propia la joven pareja protagonista Dylan Minnette y Katherine Langford, pero que extiende sobradamente sus méritos en todo el elenco). Son estos dos primeros factores los que atrapan al espectador en una historia que ya conocemos trágica. Nada podría ser menos atractivo que una crónica de suicidio anunciada y, sin embargo, así es. A mi forma de ver, mucho de ello tiene que ver la atención al detalle banal pero significativo que surge en muchos momentos, en especial entre los personajes de Hannah y Clay. Su adolescente torpeza resulta carismática y entrañable. No menos portentosos son los retratos psicológicos que nos dan los actores que interpretan a Justin, Jessica, Tyler y Alex.

También del lado positivo cabe situar otros dos aspectos importantes: una representación natural de la diversidad americana (chicos y chicas de diversas razas, orientaciones sexuales) y una conciencia crítica lúcida sobre el impacto del abuso y las microagresiones en la vida de otros. Ambos factores surgen sin aparente esfuerzo y ejercen un doble y loable servicio social, al mostrarnos con naturalidad un espacio social diverso y al obligarnos a hacer un diagnóstico moral sobre nuestra complicidad en el sufrimiento del prójimo.

Hasta aquí llegan los méritos, pues otros factores entran en contradicción con aquellos, disolviendo el vino en agua.

Un repaso a los sustanciales cambios operados sobre el libro de origen nos permite entender mejor las limitaciones, a mi juicio, de la serie. El primer elemento que salta la vista es la modificación del lapso temporal en que suceden los hechos. Mientras la novela los hechos en un tiempo muy breve (prácticamente una noche), la serie extiende la audición de Clay de las cintas por días y días. He aquí que lo que se gana de un lado se pierde de otro. Mientras que la novela prácticamente aportaba una visión vaga, lejana y afantasmada del fondo social de Hannah en la serie la dilación permite una mejor caracterización de secundarios. El problema radica en que la suspensión de incredulidad necesaria que ya era necesaria para aceptar la premisa argumental de la obra (que una chica grabe una serie de cintas de cassette relatando pormenorizadamente los factores que condujeron hasta su suicidio) llega a hacerse tan inverosímil como realmente frustrante durante 13 largos episodios. No hay modo de visualizar la serie sin que que el espectador se desespere ante una dilación sin verdadera recompensa. La serie hubiera salido mejor parada de haber concentrado los hechos tanto en su estructura temporal como en el número de episodios.

Otro cambio significativo atañe a la caracterización de Hannah que llega a ser verdaderamente antipática en el libro, como no es en la serie. La decisión del autor no era gratuita. Obviamente, Asher nos presenta el retrato de una chica tanto en conflicto consigo misma como en conflicto con los otros. El diseño de su metódica venganza tiene sentido en un personaje moralmente complejo y ambivalente, en muchos casos francamente antipática. Esto mismo no puede ser dicho del personaje en la serie, cuya vulnerabilidad y genuina falta de método contradice el cálculo que presupone la premisa argumental de todo el show.

Más allá de la comparación con la novela surgen otros factores que dejan un sinsabor en espectadores como quien les escribe.

En respuesta al supuesto verismo de la serie, yo discrepo. Como muchos compañeros mencionan en esta plataforma, "13 Reasons Why", aunque ofrece un retrato carismático de los adolescentes, gracias a la labor de sus actores, recae en muchos de los clichés telenovelescos de programas semejantes (¿recuerdan aquel "Al salir de clase"?): las fiestas, la polaridad entre chicos populares y "nerds", etc. La historia se nutre de los cansinos materiales de siempre, las ansiedades juveniles, la inflación sexual y sobredramatizada de conflictos que afortunadamente no forman parte de la experiencia común y que precisan de un oído especialmente empático y perdonador. Es precisamente esa falta de realismo lo que consigna la serie en el rincón de lo retratos olvidables.

Más complicada es la reflexión que nos propone la serie en relación a la violencia sexual y el suicidio. Ambos elementos actúan como cima climática de la serie y son por ello motivo de un enorme debate en la red. Dejando a un lado dimes y diretes morales sobre la posibilidad de que la serie legitime o embellezca el suicidio, juzgo que ambos hechos no están bien encauzados en la serie. La crudeza con que se nos transmite es meramente sensacionalista: se queda corta en crudeza y se queda larga en melodrama. En ese justo medio que ni alienta la náusea ni elide con elegancia su sobrecogedora importancia queda la representación de algunos de los momentos más duros de la serie. La carta de la violación y el suicidio se queda en un recurso más tramposo que honesto, menos denunciatorio que explotador.

Con todo es la insatisfactoria conclusión de la primera temporada lo que más lastima la serie. No era necesario plantar cliffhangers para el futuro. Como espectador esperaba alguna forma de cierre, un broche final para Hannah. Su escamoteo intencional (con visos de una segunda temporada) termina sintiéndose como una estafa.
Lucien
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2
20 de febrero de 2017
2 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La excusa es sencilla. Consiste en remitirse con absoluta fidelidad a la violenta fuente original. En justificar la salida fácil de la sangre gratuita, aunque no exista apoyatura realista que justifique el volar de sesos y el quebrar de tibias y antebrazos.
Como en el circo, como en las plazas de toros, el público estará contento. Confesada o inconfesadamente, la identificación con una justicia hormonal, catártica, frustrada, del ojo por ojo será suficiente.
Nadie se percatará de que el héroe reproduce el ideario de la supremacía blanca (digno de los Bannon que rodean al nuevo presidente americano). Nadie comentará que se pasa voyeurísticamente de puntillas por encima de la violación sexual, del maltrato infantil, o se mencionará, aunque sea de soslayo, que el guión mercadea con la vulnerabilidad real de los desfavorecidos para caja de los mismos de siempre. Pocos comentarán el modo en que se explotan los peores estereotipos del colectivo afroamericano para aplauso de la fantasía blanca y masculinista.
Y esto sucede porque pensar, sentir, desde el sufrimiento de la minoría (de la mujer, del afroamericano) es un lujo. Su explotación ni se siente, puede darse por hecho. No está siquiera presente en el horizonte mental.
Está bien colgar la empatía de la percha más cercana al mirar un cortometraje. Porque la violencia, cuando viene blanca y machista, puede aún sernos completamente indiferentes. Nos parece normal, lógica, legítima (¿no era así la fuente original?, decíamos). Y así nos luce el pelo.
Lucien
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8
14 de enero de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como a ese chicuelo desmañado y encogido al que le van a pegar en el patio del colegio, le salen a uno ganas de defender esta película, modesta, hecha a menudo de trazos torpes. Y se le amontonan a uno motivos para inflarle un ocho a cinta meramente decente. Porque una vez más Colin Firth nos conmueve, casi sin descomponer el rostro. Porque hay que aplaudir cada vez que la poesía se hace espacio en esa gran pantalla tan cubierta de morralla. Porque Thomas Wolfe y Max Perkins son dos pilares para cualquiera que ame la literatura. Porque es un tributo a la dura labor de editor y un canto a una amistad forjada desde y contra las palabras. Porque merecen Wolfe y Perkins un espacio en la memoria. Porque en el mar de elegancia formal de un film sin dentadura aparente, la cinta tiene momentos brillantes: dos hombres se sienten como hermanos contemplando la misma ciudad a la que arribé quién sabe cómo.

Por todo esto... y a pesar de la sobreactuación de Law o la infra-actuación de Kidman. Por todo esto y a pesar de que se trata de un biopic con una estructura formularia, una cinta donde parece que sus guionistas olvidaron dibujar los personajes femeninos. Por todo y a pesar de que sabemos casi a los quince minutos cómo se va a desarrollar el resto de la historia.

Porque no todo van a ser superhéroes, explosiones, cine de arte y ensayo (que también veo cuando llega la oportunidad): también hay historias como estas que nos salvan, como hogueras, en medio de la noche. Historias como la amistad de un escritor hoy bastante olvidado (y con tendencia a desmandarse en palabras) y el editor que dedicó afecto, lápiz colorado y tiempo en hacer sus obras inmortales.
Lucien
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