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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de gerardops
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Críticas 304
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
30 de diciembre de 2016
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Comanchería” es una película de difícil catalogación, aunque lo más correcto sería definirla como un western moderno y crepuscular, una desangelada visión de la América profunda. En ese sentido, presenta numerosos puntos en común con títulos como “Fargo”, “No es país para viejos” (ambas de los hermanos Coen) y “Un plan sencillo” de Sam Raimi. Refleja un mundo de delincuencia habitado por perdedores y, en general, por seres a los que les persigue la mala suerte, que desarrollan sus vidas en un ambiente muy asociado a la cultura estadounidense. El principal problema del largometraje reside en el estilo anodino de su narración y en el protagonismo de unos personajes toscos y apáticos que terminan por contagiar a los espectadores su enorme pereza y dejadez. Aunque se trata de una cinta sobre atracos a sucursales bancarias e investigaciones policiales, renuncia de forma voluntaria a las imprescindibles dosis de intriga, intensidad y suspense. El propio relato queda condenado por la desgana que transmiten esos vaqueros con tantos años a sus espaldas y por la monotonía de unas extensas llanuras polvorientas donde sólo resaltan las máquinas perforadoras en busca de petróleo.
Llama la atención que el realizador británico David Mackenzie, pese a su origen escocés, logre plasmar a la perfección el perfil de robusto ganadero tejano, con barba de varios días, sombrero de ala ancha, tabaco de mascar y palillo entre los dientes y cuya idea de la felicidad consiste en tumbarse en una mecedora en el porche de su casa y, desde allí, vislumbrar un horizonte desértico. Aunque algunos de sus anteriores trabajos ya habían resultado premiados -por ejemplo, “Asylum” en 2005 o “Hallan Foe” en 2007, ambos en el Festival de Cine de Berlín- ha sido con “Comanchería” cuando este cineasta ha destacado de forma más patente, habiendo recibido tres nominaciones a los Globos de Oro (película dramática, guion y actor secundario) y siendo elegida una de las diez mejores películas de este año por el prestigioso American Film Institute.
Dos hermanos se han propuesto atracar el mayor número de bancos de la zona en un breve periodo de tiempo, pero no son atracadores profesionales, sino un ex convicto y un padre divorciado con dos hijos. Su objetivo se centra en reunir la suficiente cantidad de dinero para no perder su única propiedad, una granja familiar que el banco les reclama por impago y por la que han luchado toda la vida. Se trata, en definitiva, de pagar con sus propios fondos a la entidad financiera que les amenaza con desahuciarles. Sin embargo, un veterano y casi jubilado Ranger de Texas intentará impedir por todos los medios que se salgan con la suya.
Mackenzie rueda en escenarios nada habituales una cinta coherente y honesta sobre gente común y corriente y, a pesar de no alcanzar el nivel de las citadas muestras de Joel y Ethan Coen, atesora algunas escenas memorables y mantiene cierta aura mística en sus secuencias. La ausencia de acción, unida a la indolencia de los personajes, convierte a “Comanchería” en un proyecto diferente que le hace destacable. Es muy probable que aburra a un tipo de público proclive a la acción frenética, la emoción intensa y las persecuciones plenas de adrenalina pero, en el fondo, no deja de ser una interesante reflexión sobre un mundo que realmente no nos es tan lejano.
Destaca dentro del reparto el actor Jeff Bridges, encasillado de un tiempo a esta parte en papeles de viejo desaseado, fondón y de vuelta de todo -“Valor de ley” y “Corazón rebelde” son buena prueba de ello-, pero que se alzan como su mejor vehículo para certificar unas grandes interpretaciones. Le acompañan unos más que correctos Chris Pine (el Capitán James T. Kirk en la nueva saga de “Star Trek”) y Ben Foster (“El tren de las 3:10”, “Warcraft: el origen”)
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@gerardo_perez_s
gerardops
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3
23 de diciembre de 2016
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Varios factores juegan en contra de la película “Belleza oculta”. Quizás el principal sea el de las altas expectativas generadas por su reparto, plagado de estrellas y de actores notables. A ello se debe añadir una promoción centrada especialmente en la trascendencia, intensidad y emotividad del relato que traslada. Razones, en definitiva, que hacían presagiar el éxito del proyecto. Sin embargo, su tráiler publicitario se había encargado de rebajar las perspectivas, ya que se podía intuir una sensiblería narrativa mal dosificada. Y, en efecto, tras sus escasos noventa minutos de duración, la sensación de decepción resulta incuestionable. Es la demostración de cómo una buena idea originaria termina convirtiéndose en una obra mediocre.
Su director, David Frankel, curtido en el mundo de la televisión, debutó en la pantalla grande con “Miami”, insulsa cinta de tono humorístico protagonizada por Sarah Jessica Parker, Mia Farrow y Antonio Banderas. Sin embargo, su segundo trabajo detrás de las cámaras, “El diablo viste de Prada”, sí obtuvo un destacable éxito de crítica y público. El film destilaba mayores dosis de ingenio y audacia y, además de dos nominaciones a los Oscar, tres a los Globos de Oro y cinco a los BAFTA, recaudó más de trescientos millones de dólares en todo el mundo. Tras esa sonora repercusión, Frankel retomó su clara tendencia hacia lo anodino, rodando “Una pareja de tres”, “El gran año” y -aunque en menor medida- “Si de verdad quieres”, en las que abandonó cualquier viso de riesgo y de creatividad para apostar por la comedia americana más vulgar.
Ahora, en un giro drástico y más bien errático, ha pretendido abordar un drama profundo, reflexivo y con ínfulas filosóficas que, desgraciadamente, evidencia su naturaleza prefabricada. Ni la historia ni los personajes parecen creíbles, y las secuencias más sentimentales resultan forzadas, de tal manera que ese torbellino de emociones del que quiere presumir se revela como un truco fallido.
Un triunfador ejecutivo de Nueva York, cuya vida es plena y feliz, entra en una profunda depresión después de sufrir una tragedia familiar. Como reacción a su amargura, decide mandar cartas, pero no a personas sino a conceptos, como la Muerte, el Tiempo o el Amor. Dadas las circunstancias, sus amigos pondrán en marcha un plan poco convencional para obligarle a afrontar su sufrimiento, sin controlar los efectos que con ello van a provocar.
Algunos momentos de la proyección enternecen y varias de las escenas llegan al corazón. Pero, incluso en esos instantes puntuales, los espectadores son conscientes de la manipulación a la que están siendo sometidos. Más allá de los que acudan a la sala predispuestos a sacar el pañuelo a la más mínima oportunidad, el resto del público no podrá conectar seriamente con ninguno de los perfiles a cargo de su irrepetible reparto de lujo.
El talento de todos y cada uno de los actores que lo integran no admite discusión y sólo cabe rendirse ante él, desde Edward Norton (tres veces nominado al Oscar y uno de los grandes profesionales de su generación) a Kate Winslet (con un Oscar de siete nominaciones y una de las intérpretes más versátiles del panorama actual), pasando por Helen Mirren (dueña de otra estatuilla dorada de entre cuatro candidaturas), Keira Knightley (dos veces aspirante al máximo premio de la Academia de Hollywood y un lujo en todos los sentidos) y el verdadero protagonista de la película, Will Smith (que ha optado igualmente al galardón cinematográfico por excelencia). El mero hecho de haber reunido a tantas figuras del Séptimo Arte es un mérito en sí mismo. Probablemente el único que posea esta “Belleza oculta”.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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7
16 de diciembre de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Spin-off” es un término anglosajón empleado para referirse a un proyecto nacido como extensión de otro anterior. Una especie de idea desgajada de una trama principal que se desarrolla hasta convertirse en una historia paralela y autónoma, aunque vinculada con la originaria. Según esto, “Rogue One” es un “spin-off” de “La guerra de las galaxias”, la legendaria saga que ha ido contándose de forma desordenada. Primero se estrenaron los episodios IV, V y VI (a finales de los setenta y principios de los ochenta). Luego, los I, II, y III (de la última etapa del siglo pasado y comienzos del actual). Más recientemente, en 2015, llegó el VII. Se abre así un nuevo espacio donde se narra lo ocurrido entre las entregas III y IV, pero sin la presencia de los personajes e iconos de la odisea especial más famosa y emblemática de la Historia del Cine. Aun así, es posible disfrutar de la poderosa voz de “Darth Vader” (a cargo de nuevo de James Earl Jones en la versión original) y de alguna figura secundaria -como la del senador Bail Organa, interpretado en su momento por el actor Jimmy Smits). Sin embargo, no se trata de apariciones estelares.
“Rogue One: Una historia de Star Wars” es una correcta película de acción y ciencia ficción, un digno largometraje nacido al amparo de la idea inicial de George Lucas. De hecho, la pérdida de gancho motivada por la ausencia de los protagonistas más populares y por la escasez de magnetismo derivada de la falta de aquella combinación extraña pero efectiva entre aventura, comedia y drama con trascendencia filosófica, se compensa con una dosis más que notable de acción de calidad y de entretenimiento efectivo. No hay duda de que se echan de menos algunas señas de identidad de la saga pero, objetivamente, se trata de un proyecto bien elaborado y cuidadosamente presentado. Tal vez no vaya a figurar entre los mejores títulos del serial, pero tampoco entre los peores.
El Imperio Galáctico ha terminado de construir el arma más poderosa de todas, la “Estrella de la muerte”. Ante ello, un grupo de valientes rebeldes decide llevar a cabo la peligrosa misión de robar los planos de dicha estación antes de que entre en funcionamiento, mientras también se enfrentan al poderoso Lord Sith, más conocido como Darth Vader, discípulo del despiadado Emperador Palpatine.
El director de la cinta es el joven británico Gareth Edwards, que hasta la fecha tan sólo había estrenado “Monsters” (2010) y “Godzilla” (2014), que no reflejaban grandes dotes como cineasta. Sin embargo, ha superado de un modo notable el reto de dar el salto a una de las franquicias más importantes del género. La puesta es escena es impecable y su aureola de cinta emblemática sobre “la fuerza” y “el lado oscuro” no se resiente ni un ápice. Como ya he manifestado seriamente en varias ocasiones, mantengo mi tesis de que este peculiar universo galáctico ofrece la mejor recreación jamás filmada sobre el bien y el mal, esencia que aquí se sigue manteniendo. A aquellos espectadores que no se hayan visto aún atraídos por el imán de esta fábula (a medio camino entre el movimiento “friki” y la ciencia ficción) no se les pondrá la piel de gallina en alguna de sus escenas. Por el contrario, quienes formen parte de su legión de fieles seguidores, disfrutarán con más de dos horas de proyección destinadas a satisfacer sus ávidas pretensiones cinematográficas. Al margen de algún altibajo narrativo, tal vez consecuencia del excesivo metraje, la obra resulta respetuosa con la esencia de sus predecesoras.
Dentro del equipo artístico, resalta la versatilidad de la actriz Felicity Jones, todavía en cartel con “Un monstruo viene a verme” tras el buen sabor de boca dejado en cintas tan dispares como “La teoría del todo” o “Like Crazy”. Le acompañan el mexicano Diego Luna (“Open Range”, “La terminal”, “Mi nombre es Harvey Milk”) y Forest Whitaker (Oscar por “El último rey de Escocia” y cuya larga filmografía contiene títulos tan destacados como la reciente “La llegada”, “El mayordomo”, “La habitación del pánico”, “Smoke” o “Juego de lágrimas”).
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@gerardo_perez_s
gerardops
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7
10 de diciembre de 2016
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca he sido fan de Mel Gibson. Exceptuando sus actuaciones en “El año que vivimos peligrosamente” y “Cuando el río crece”, lo considero un actor limitado, de esos que parece interpretar siempre el mismo papel, sea cual sea el proyecto en el que se involucre. El gran número de títulos en los que abusa de su condición de granuja adorable y alocado (“Maverick”, “Conexión Tequila”, “Dos pájaros a tiro”) o en los que exprime su imagen de rudo y musculado individuo de acción (las sagas de “Mad Max” y de “Arma letal”) no le han favorecido desde el punto de vista artístico, por más que hayan gozado del apoyo popular. Ni siquiera las cinco estatuillas obtenidas por “Braveheart” lograron llamar mi atención. Sin embargo, en su última película como cineasta me ha sorprendido gratamente.
“Hasta el último hombre” es una cinta bélica con un toque reflexivo que, además, se basa en una historia real y, pese a las requeridas alteraciones de los acontecimientos, derivadas de su adaptación a la gran pantalla, ofrece una trama realmente interesante. Durante la Segunda Guerra Mundial, un joven que ha padecido un episodio familiar brutal y desgarrador y que se declara contrario al uso de la violencia, se alista en el Ejército de los Estados Unidos para prestar sus servicios como médico mientras dure el conflicto. Su rechazo a las armas le enfrenta a soldados y a mandos militares e, incluso, se ve sometido a un proceso judicial. Finalmente, consigue su objetivo y es enviado a servir como profesional de la Medicina al frente japonés. A pesar de ser recibido con recelo por todo el batallón durante la salvaje toma de Okinawa, termina demostrando su valor salvando a setenta y cinco heridos y consiguiendo, no sólo convertirse en el primer objetor de conciencia estadounidense en recibir la Medalla de Honor del Congreso, sino obtener finalmente el respeto de sus compañeros y de sus superiores jerárquicos.
Aunque en algunos tramos del metraje se observa cierta tendencia al excesivo fervor patriótico y cierta predisposición a forzar la narración para que el espectador la digiera de un modo más ameno, el nivel de entretenimiento y emoción es destacable. Con dos partes bien diferenciadas (una primera hora centrada en todo lo relacionado al adiestramiento y a las penurias de este atípico soldado por culpa de la incomprensión de su entorno, y una segunda desarrollada ya en el campo de batalla), Gibson alcanza un complicado equilibrio entre el pacifismo y el belicismo, entre la reflexión y la acción, entre el ocio ameno y el discurso reivindicativo. Tan pronto sitúa al público ante una cruda y salvaje recreación de la lucha cuerpo a cuerpo como ante un alegato sobre los derechos constitucionales y el heroísmo. De hecho, me aventuro a afirmar que es su obra más completa y acertada. Sin llegar a codearse con los largometrajes más sobresalientes del género -de los que “Black Hawk derribado” sigue encabezando mi listado particular- constituye una apuesta recomendable e, incluso, emotiva.
En los últimos Hollywood Film Awards su realizador ha obtenido el principal premio de su categoría y en los Critics’ Choice Awards ha optado a los de mejor película, director y actor.
Por lo que se refiere al reparto, el joven e interesante actor Andrew Garfield (“Spiderman “La red social”, “Nunca me abandones”, “Leones por corderos”) realiza una actuación muy correcta y sostiene sobre sus hombros el grueso del film. Le acompañan el hijo del director, Milo Gibson, Hugo Weaving (“Matrix”, “V de Vendetta”) y Rachel Griffiths (“La boda de mi mejor amigo”, “Al encuentro de Mr. Banks”).

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@gerardo_perez_s
gerardops
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8
2 de diciembre de 2016
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El realizador norteamericano Tom Ford es, sin duda, un cineasta atípico que con este último trabajo pretende, además, revisar las reglas del género del thriller. En este sentido, apuesta por una mezcla entre la recuperación de algunos elementos del extraño cine de David Lynch y la utilización del efectivo método de Alfred Hitchcock, uniendo a ambas su sello personal, original e inquietante. No existen demasiados inicios profesionales en el mundo del Séptimo Arte como el de este antaño diseñador de moda tejano, que debutó detrás de las cámaras con la notable cinta “Un hombre soltero”. Su particular recreación del drama de un profesor homosexual supuso para Colin Firth un aluvión de reconocimientos (ganó un BAFTA británico y la Copa Volpi al Mejor Actor en el Festival de Venecia, además de obtener las candidaturas al Oscar, el Globo de Oro, el Premio Independent Spirit y el Screen Actors Guild Award) y encumbró de la noche a la mañana a Ford, que pasó a formar parte del grupo de incipientes artistas con perspectivas interesantes que ofrecer a la industria cinematográfica.
Pero lo verdaderamente fundamental es que se ha superado con su segundo largometraje, “Animales nocturnos” y, por añadidura, en el tan complejo y enrevesado campo de thriller, un género muy esquilmado en el que parecía sumamente difícil ofrecer un título innovador, de calidad y con el suficiente nivel de tensión e intriga. Sin embargo, este creador visionario lo ha logrado, rodando un film muy elaborado en todos sus aspectos. Visualmente resulta sobresaliente, gracias a una fotografía, una utilización de los planos, un montaje y un color que sólo pueden calificarse de geniales. Por lo que se refiere a la acción, engarza una historia truculenta con una puesta en escena que potencia el clímax necesario para ir enganchando al espectador. Y, en cuanto al apartado de la interpretación, su acierto a la hora de dirigir a los actores, unido al magnífico trabajo realizado por estos, elevan el resultado final del proyecto.
Cuenta la historia de una mujer que, tras haber abandonado a su esposo, recibe un paquete que contiene la primera novela de su ex. Se sumerge en la narración, una historia triste y violenta sobre una familia cuya existencia cambia tras un accidente de circulación. El texto la atrapa de tal manera que se da cuenta de que a su vida le falta algo y, desde ese momento, comienza a revivir su pasado y a cuestionarse su futuro.
Se trata de una película moderna en su presentación pero clásica en sus fundamentos, y supera con holgura todas las metas de un buen thriller. Entretiene, sugestiona y aporta un toque artístico que la hace destacar sobre el resto de producciones similares. Por momentos, deslumbra y, en general, evidencia que detrás de las cámaras se halla un artista inconformista y audaz, que se arriesga y que sabe muy bien lo que quiere. En otras palabras, uno de esos perfiles que escasean.
“Animales nocturnos” volvió a conquistar a crítica y público en la última edición del Festival de Venecia, consiguiendo el Gran Premio de Jurado. Su director se ha alzado asimismo con otro reconocimiento a su labor en los recientes Hollywood Film Awards. Se prevé que, a partir de ahora, atesore un gran número de candidaturas en todas las galas de entrega de premios donde se reconocen las mejores producciones del año. Tal vez su atrevimiento casi irreverente resulte excesivo para obtener alguno de los galardones. O tal vez no. En todo caso, se trata de una de las grandes obras de 2016.
Destacan en su elenco dos intérpretes en estado de gracia. La cinco veces nominada a la estatuilla dorada de Hollywood Amy Adams (a la que podemos ver ahora mismo en cartelera en la también muy recomendable “La llegada”) y Jake Gyllenhaal, que tras sus excelentes trabajos en “Zodiac”, “Prisioneros”, “Brothers” y “Nightcrawler” debe dejar de ser considerado una joven promesa para ocupar el puesto de privilegio que le corrresponde. Acompañan a la pareja protagonista los actores Michael Shannon, Laura Linney y Michael Sheen.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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