Con el tiempo he desarrollado una especie de habilidad para identificar la porquería de inmediato, y así evitarme perder más tiempo del necesario. En efecto, como norma general, tras cinco minutos de ver una película puedo decidir si merece o no la pena seguir, y tras diez minutos puedo hacer una valoración completa de la susodicha sin miedo a equivocarme. Si esto no es un superpoder que venga Dios y lo vea.

En el caso de esta cosa mis superpoderes detectaron que era una bazofia casi al instante: esos diálogos tan chorras, esos efectos visuales tan 'cochasombrosos', esas actuaciones tan patéticas...
Lo del hawaiano no es sorprendente a estas alturas, y por ello deberían saber que lo mejor por el bien de todos es que no abra la boca; y Carrie-Anne, aunque no ha perdido su atractivo, nunca ha sido un dechado de virtudes interpretativas. Y luego está la chica que lleva la voz cantante en el inicio, Bugs para los amigos, una niña con graves carencias expresivas y de vocalización.

Es cierto que los guionistas han querido dar un tono cómico al asunto, pero para ello, aunque no se exige ser Billy Wilder, hay que tener estilo y saber cómo hacerlo, porque en caso contrario te puede salir el tiro por la culata, que es lo que ocurre aquí.
Soy consciente de que en esta nueva era de la mediocridad y el enchufismo masivo no es recomendable asomar mucho la cabeza si la quieres conservar, pero el problema cuando pones el listón tan bajo es que la media se desploma a la par que el mediocre se viene arriba y ya no trata de esconderse, como puede verse, por ejemplo, ya no solo en este film, sino en la cantidad de incautos que en la sección de críticas loan sin pudor alguno un engendro de tal calibre.

Y no creo que el problema sea la ausencia de la hasta ahora siempre fiel Lilly, la hormonación abusiva que puede deteriorar el delicado equilibrio neuronal, o el ansia por conseguir dinero de forma fácil y rápida (muy lícita, por cierto). No, definitivamente los individuos o individuas o individues o individuis (o vete tú a saber) sometidos a la 'vacunación-por-cojones' han desarrollado un pernicioso efecto secundario no explicado suficientemente por los amos del universo a los numerosos palmeros que todavía pueblan los balcones.

Esta película es un insulto a la inteligencia.

Película muy bien llevada (algo inusual dentro de la saga) hasta el final de la partida de póquer y la posterior desaparición del malvado de la historia, interpretado por el excelente Mikkelsen. Era el momento de terminar, de irse para casa con el regusto de haber realizado un trabajo más que decente. Yo, por ejemplo, le habría subido un par de puntos la calificación.

Pero mira tú que al tonto de turno (siempre hay uno con poder) se le ocurre meter una hora más de metraje, y la peli comienza a ir cuesta abajo y sin frenos, a desarrollar unas situaciones sin sentido que no llevan a ninguna parte, que claramente están de sobra y terminan mermando una obra que, hasta ese momento, podía decirse era el mejor Bond de la historia.

¿Por qué?

Sorprendente película, que cada vez que la veo más me gusta.
Nunca antes había visto una peli de este actor, al que consideraba el típico inútil con mucho músculo y escasas neuronas; pero mira tú que estaba muy confundido, porque para hacer esta joya hay que tener sobre todo bastantes neuronas.

Quizás la culpa de que a Jean-Claude no se le considere como es debido sea de él, o de las circunstancias en las que muchas veces te ves metido en la vida, quien sabe; pero lo que es incuestionable es que un idiota jamás va a reírse de sí mismo y, encima de eso, va a sacar dinero por ello.

Lo mejor es un guion fantástico salpicado de humor inteligente y lleno de matices inesperados, que desarrolla una idea atrayente, y que es interpretado de forma soberbia por el protagonista.

Bond en estado puro: entretenido en ocasiones, soporífero a veces y en la mayoría de los casos prescindible. Aunque hay que reconocer que el Bond del señor Craig ha subido el nivel de una estirpe cinematográfica patética en términos generales, ni por asomo ha superado el umbral de la mediocridad, salvo quizás en una de sus películas, que por supuesto no es ésta.

Lo cierto es que el metraje se les ha ido de las manos, incluyendo algunos episodios que invitan al sueño y que podían haberse suprimido sin afectar lo más mínimo a la trama. De todos ellos, el capítulo cubano es posiblemente el más atrayente, con una Ana de Armas espectacular, ya no solo por la provocadora indumentaria, sino por la atinada caracterización que hace de su personaje.

Espero que los productores recuperen la cordura y no mantengan como heredera a ese adefesio de cuota que han metido con calzador. Y si desean cambiar de sexo al héroe, les recomendaría ir directamente a por un fémina no sospechosa de serlo.

Ya no solo comienza a ser alarmante la deriva del cine, tanto el del año pasado como el del actual, sino también las notas que aparecen en la otrora fiable 'Filmaffinity'. En efecto, cuando una basura de película que objetivamente está por debajo del suficiente, y que la discusión sería si quemarla o no en la hoguera, obtiene una calificación por encima del siete, es que algo está ocurriendo.

Cualquier persona medianamente normal pasa de las calificaciones y opiniones de los llamados 'profesionales', un grupito putrefacto que demuestra película tras película que no tiene ni puñetera idea de lo que habla; y por lo general busca una cierta referencia en páginas como esta para evitar la mierda que tanto abunda últimamente. En mi caso será la última vez que lo haga, porque 'El último duelo' hace agua por todos los lados, y ni de lejos llega a la puntuación que aparece por aquí.

El guion es inconsistente y naufraga estrepitosamente, siendo un fiel reflejo de la sociedad idiotizada actual. Pero claro, luego ves que los autores son destacados miembros de esa sociedad y no te extrañas del resultado. La fotografía digamos que es oscura, muy oscura, como el cerebro de los autores del guion, que perdieron la luz hace mucho tiempo. ¿Y las interpretaciones? Bueno, resulta que los chicos del guion también actúan, y lo hacen además como siempre: de puta pena.

El director Ridley hace tiempo que dejó de hacer cine de calidad para bajar unos cuantos (en realidad bastantes) escalones, por lo que no es sorprendente que aquí tampoco levante cabeza. Pero cuando te reúnes con unos chicos como Matt y Ben (exitosos pero más mediocres que tus diez últimas películas juntas) en esa casita frente a las playas de Malibú, y pergeñáis el penúltimo bodrio que se os ha ocurrido, el resultado es éste.

Imagino que al final tiene que haber de todo, incluso entretenimiento para lelos.