No me puedo creer que esto ocurra en un país en principio civilizado como el Reino Unido. Pero la directora ha dicho que ha querido hacer un filme sobre “las adopciones forzadas”.
La película va al grano siempre, con una actuación impresionante de Lucia Moniz. Todo está contado con sencillez, sin artificio alguno.
Y, verdad o no, hace tiempo que no veo una injusticia más cruel reflejada en una película.

Desde que vi “El ciudadano ilustre” me pareció que el dúo Duprat-Cohn tenían un talento fuera de lo normal.
Y esta lo confirma. Es una sátira inteligente contra la beatería de lo políticamente correcto, esa idiotez que se ha hecho viral y crónica.
Es una comedia divertida, rodada con gracia. Y los intérpretes. Nunca me han gustado ni Pe Cruz ni Banderas, este excepto en sus primeras películas. Pero aquí están que lo bordan. Un Banderas que, en cierto modo, vuelve a la inmediatez y a la naturalidad de sus primeras actuaciones. Y Penélope, insólita y genial. Sin olvidar a Oscar Martínez, un actor que hace de actor de un modo sorprendente. Y sin olvidar tampoco al veterano José Luis Gómez, con muchas tablas ganadas en el teatro.
Hay algunas escenas gratuitas dentro de lo gratuito que es todo, pero siempre hay afinación.
Gracias al ingenio de los argentinos esta no es la penosa película española que suele darse.
Un 6, 3 me parece muy poco.

Dada la escasa calidad de las películas españolas en los últimos años, cuando hace alguna película León de Aranoa, que tiene mucho oficio, se le saluda casi como obra maestra.
Pero, en mi opinión, no es este el caso. La peli está bien rodada, bien interpretada, no solo por Bardem, también por algunos secundarios. Pero la trama es un tanto artificial, poco natural.
No es una comedia, no hay ni un rastro de humor. Tampoco un drama. Y aunque el guión no es malo, no hay escenas de especial intensidad, con lo que en algunos momentos se hace algo aburrida.
Algunos diálogos también suenan artificiales, como esa insistencia en hablar del principio de incertidumbre de Heisenberg.
En resumen, no veo humanidad, salvo en el personaje de Fortuna (Celso Bugallo), con un impresionante gesto en la última escena.

La tesis de la película es que lo rutinario, a pesar de tener mala prensa, es preferible y tiene un peculiar encanto.De acuerdo, yo a eso yo lo llamo vivir las ráfagas de normalidad.
Pero para contar eso Mitre mete unas escenas, paradójicamente rutinarias, de gore. Y no acaba de encajar, pese al buen trabajo de los actores, en especial de Melvil Poupaud. Y desde luego de Daniel Hendler.
Con todo, se deja ver.

Una película española que se sale de los tópicos habituales, donde no se obedece a lo políticamente correcto. Basada en la vida de Mauricio Aznar, trágica por sí misma, en un ejemplo de cuánto se puede hacer con no demasiados medios.
Pero donde la película brilla de un modo singular es en la parte rodada en Santiago del Estero, Argentina, y esa profundidad de música y baile tradicionales que es la chacarera.
La película está llena de aciertos. Recurre a la elipsis en los momentos más duros. Hay algunos planos secuencia muy bien realizados.
Y el mensaje de fondo, a las estrellas anónimas. A tanta gente común que canta mejor que muchos famosos y sin embargo no serán conocidos.