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Críticas de Argoderse
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Críticas 254
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
11 de diciembre de 2020
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muccino es el responsable de películas como 7 almas o En busca de la felicidad, obras en las que la emoción y el sentimentalismo están muy presentes. Con Gli anni più belli (título original) no podía ser de otra manera, y el cineasta italiano sabe tocar muy bien esa tecla, jugando con una nostalgia, que a quien más quien menos le ha atrapado en algún momento de la vida.

Es en ese punto, el del anhelo, cuando la película de Muccino te pesca. Caes en su red y te dejas llevar, merced a unos personajes deliciosos y muy bien interpretados por todo el elenco. El director romano sabe llevar en todo momento el desarrollo de sus protagonistas, haciéndoles vivir situaciones verosímiles, y con las que el espectador siempre va a empatizar. En cualquier momento de tu vida has sido uno de ellos. Y si encima transcurre por las calles de Roma, imposible no rendirte ante todo esto.

A ti, a mi, a todos, nos ha engullido el amor, los sueños de un trabajo ideal, pero también la decepción por un amigo, que dejó de ser el que era para convertirse en alguien a rechazar. Y así, los primeros años de adolescencia y juventud que retrata la película de Muccino, a mi me convencen. Es más, me encantan. Pero a medida que los cuatro amigos van madurando, y se ve la intención del realizador italiano, de hacer un paralelismo con la nueva generación que viene empujando, pierde la fuerza del principio. Me desengancho.

También, porque trata de abarcar más de lo necesario, desde el punto de vista histórico, lo que entorpece un poco más la evolución del argumento. Lo que no es óbice para que una vez terminada, salgas con una sonrisa de oreja a oreja del cine. Y sí, también te seques una lágrima, porque de repente te ha invadido el recuerdo de aquel primer beso o la primera juerga que compartiste con tus amigos, hoy padres agobiados por las facturas.

Que es fácil ganar con esos ingredientes es evidente. Pero también supone un riesgo de caer en clichés que aquí, afortunadamente, no se da. Con lo que Nuestros mejores años es una buena apuesta para reencontrarse con los cines en un año que ya toca a su fin.

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Argoderse
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8
8 de diciembre de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su undécimo trabajo hasta la fecha, Fincher dirige el guion escrito por su difunto padre, Jack Fincher, allá por finales de los noventa. Y tiene guasa la cosa, pues no podría ser de más actualidad, la trama que desarrolla en poco más de dos horas. Manipulación electoral, 'fake news', cines y estudios con la soga al cuello por una crisis económica...Vamos, los eternos dilemas del ser humano en general, y de Estados Unidos en particular.

Tenemos en la coctelera cine, política y periodismo. Y quien tiene que agitarla es David Fincher. Ya está prácticamente todo dicho. La prueba son los diálogos que transforman estos ingredientes en un todo, teniendo uno de los mejores momentos cuando los hermanos Mankiewicz escoltan a Louis B. Mayer (Arliss Howard, el eterno recluta 'Cowboy'), por los pasillos de la Metro, y éste aborda la magia del cine en un plano secuencia brutal. Rodada en blanco y negro, con el audio, imagen y vestuario de la época, ese minuto es arte sin paliativos.

Como también la interpretación que pone encima de la mesa un Gary Oldman, al que cualquier apelativo se le hace pequeño. ¡Pedazo de actor! La mejor elección posible para dar vida a ese Herman que, como todo genio, es autodestructivo.

Me gusta este Fincher, que con la técnica rinde homenaje a una época fundamental del celuloide, tal y como hoy lo conocemos. Pero me disgusta cuando deja a un lado la parte creativa, lo que se llama cine dentro del cine, para meterse en la manipulación y el control político de los estudios. Una herramienta de persuasión. Digo que me desagrada, porque ya estoy un poco saturado de ver estas cortinas de corrupción últimamente.

Ahí pierde parte de la magia que sí se daba en RKO 281, más floja en todo lo demás. Aunque esta ya lo hacía hace veinte años, me apetecía más volver a entrar en cómo se gestó Ciudadano Kane, desde el punto de vista de los Fincher (que siempre tiene algo mordaz que decir, ya lo sé) que si Randolph Hearst y Louis B. Mayer eran un par de cabrones, capaces de adulterar unas elecciones a favor de los republicanos (tiene gracia que hoy sea al revés).

Como ese pucherazo en Estados Unidos es un secreto a voces (ya lo enseñaba Scorsese en Gangs of New York), me hubiese valido una pincelada, algo más superficial en este punto. Como sí hace, por ejemplo, con el nacimiento sindical en Hollywood o las consecuencias de la Gran Depresión, que apenas se aborda, pero siempre está ahí latente.

Aún así, Mank es otra demostración más del genio que lleva dentro David Fincher, y que desgraciadamente no vemos muy asiduamente, pues su última película databa de 2014 (Perdida). Es verdad que nos deleitó con Mindhunter, pero solo habrá -por ahora- dos temporadas. Y siendo Zodiac una de mis películas de culto, necesito siempre más de este hombre.

A pesar de ello, reconozco que la espera ha merecido la pena. Aplaudo ese apartado técnico de antaño, depurado con la tecnología de hoy. Evoca al cine clásico de siempre y eso lo hacen muy pocos, Fincher entre ellos. Salvando esa reiteración política, Mank es una muy buena noticia para acabar con este 2020. Y una obra a batir en la temporada de premios del año que viene.

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8
2 de diciembre de 2020
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nadie le regaló nada. Todo lo ganó a base de esfuerzo, constancia, sapiencia, dedicación, decisión y también, cierto sufrimiento. Valores que transmutan los siglos y sirven de ejemplo para generaciones de mujeres y hombres. Vamos, que era impepinable llevar al cine la maravillosa historia de una persona sin igual. Y así ha sido con Madame Curie, dirigida por Marjane Satrapi, responsable de la emocionante Persépolis, cuyo modelo didáctico impregna la poco más de hora y media que dura la película.

Una espléndida Rosamund Pike es la encargada de devolver a la vida a la genio científica. La inglesa es de esas actrices desconocidas para el gran público. A alguien le dices: ¿conoces a Rosamund Pike? Y te contesta, seguro, que no. Cuando le traes a la mente trabajos suyos, como Orgullo y prejuicio, El mundo según Barney, An Education, Bienvenidos al fin del mundo, Jack Reacher, Perdida, Un reino unido o 7 días en Entebbe; entonces sí, ya cae en la cuenta de quien es.

Pasa lo mismo con Curie. "Esa no era la de la radiactividad". Y mucho más que eso, como decía al principio. Un símbolo de libertad, de superación, evolución y desarrollo humanos. Eso fue Madame Curie, y eso transmite en la pantalla Rosamund Pike.

Trasladar todo ese basto conocimiento científico al cine es muy complicado. Corres el riesgo de perderte entre tanta fórmula matemática. Sobre todo, si no eres de ciencias puras, como es mi caso. Eso aquí no ocurre, gracias a la pasión que le imprime Marjane Satrapi al otro lado de la cámara y Jack Thorne en un guion sin fisuras.

La cineasta franco-iraní sabe moverse entre lo didáctico y el entretenimiento, llevando por el buen camino a un reparto talentoso, que trae a la vida personajes fascinantes de la humanidad. Combina muy

Porque si Rosamund Pike está perfecta como Marie Sklodowska, no le anda a la zaga su compañero Sam Riley, en el papel de Pierre Curie, y que ya estaba genial en, donde daba vida al bueno y malogrado Ian Curtis, líder de Joy Division. La radioactividad, bien entendida, es una metáfora de lo que ambos intérpretes crean en pantalla.

Por supuesto que Madame Curie tiene un mensaje. Está claro y es necesario. Ya lo decía más arriba. Este leitmotiv pulula a lo largo de la película, y como las partículas radioactivas, penetra en ti sin que te des cuentas. Lo harás luego, acabada la obra. Y será para bien, no como lo que padeció la humanidad a lo largo del siglo XX.

Porque la película de Satrapi pone sobre la mesa, también, las dos posibilidades de la energía nuclear: sus propiedades curativas y a la vez devastadoras. Ahí está su impronta en el campo de la medicina, contra el cáncer; pero también Hiroshima, Nagasaki y Chernobyl. Ahora bien, si algún pero tengo que ponerle a esta película, son esos saltos espacio temporales. Lo veo una perogrullada.

Aún así, no eclipsa a todo lo anterior. E incluso hay tiempo para deleitarse, una vez más, con la impecable Anya Taylor-Joy, que tiene su cuota de poder en este trabajo. La guinda a una notable producción.

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8
11 de noviembre de 2020
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El año que dejamos de jugar es el testimonio de una generación a la que le robaron su infancia. Es verdad que muchos perdieron algo cuando Hitler se hizo con el poder en Alemania. Ahí están los libros de historia. Pero a menudo estos se olvidan de los niños y niñas, obligados a ser adultos de la noche a la mañana. La época de la vida más inocente, hurtada por el odio degenerado de un puñado de bestias.

Es ahí donde radica el fuerte de esta película. Cierto es, que se trata de la adaptación de una autobiografía, con lo que el camino hacia el éxito está labrado casi en su totalidad. Es difícil errar, cuando la historia per se tiene todos los alicientes para triunfar.

Si acaso su hándicap está en pertenecer a una temática, que tan bueno títulos ha dado al séptimo arte, pero que parece trillada. Puede dar la sensación al espectador de estar ante "una más del horror nazi". Y nada más lejos de la realidad. La obra de Link tiene su propia idiosincrasia y los mimbres suficientes para atraparte. Es más necesaria que nunca, en estos tiempos convulsos que estamos atravesando otra vez. Sirve para recordar de dónde venimos y hacia donde nos estamos aproximado nuevamente, de forma muy peligrosa. Si olvidas tus raíces, atente a la esclavitud.

Y es que mostrar tanto dolor a través de Riva Krymalowski, la joven protagonista de esta película, marca la diferencia. Está perfecta, como esa pequeña que no sabe qué está ocurriendo y por qué su vida se ha ido por el sumidero de la sinrazón. De hecho protagoniza uno de los momentos más duros que recuerdo presenciar en la gran pantalla, con Justus von Dohnanyi.

Afortunadamente ella no está sola. Viene muy bien acompañada por un elenco donde destaca Oliver Masucci, al que reconoceréis sin duda por la serie Dark, y que casualmente dio vida a Adolf Hitler, en la sátira Ha vuelto. Masucci encarna al periodista y crítico teatral, que en Berlín gozaba de fama por la calidad de sus obras. Una popularidad arrasada por los nazis.

Soporta ese peso junto a una gran Carla Juri. Dos artistas caídos en desgracia, a los que Caroline Link trata con mimo. Despojada igualmente de su pasión, hay algo que los nacionalsocialistas no pueden robar, y eso son las ganas de vivir a toda costa; de sobreponerse a todos los golpes; de caer y levantarse. Un orgullo que llevan con dignidad e inculcan a sus hijos.

Por eso Als Hitler das rosa Kaninchen stahl (su título original) va evolucionando del dolor a la sanación. Cuesta creer, en un periodo de la historia tan brutal, pero la aceptación y la comprensión de la situación les acaba llegando a sus personajes. Una metáfora para nosotros, los del siglo XXI, que pensamos que se nos acaba el mundo. Y es que por muy jodida que esté la cosa, el sol seguirá saliendo. También en el cine y esas salas que ahora nos necesitan. El trabajo de Link es la excusa perfecta para seguir yendo o, en otros casos, reencontrarse con la butaca.

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El viaje más largo
Documental
España2020
7.0
289
Documental
10
7 de noviembre de 2020
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera vuelta al mundo tuvo sello español. En 1520, el portugués Fernando de Magallanes, bajo bandera de la España de Carlos V, capitanéo la expedición con otros 239 marinos, que trataba de hallar una nueva ruta comercial por mar con las islas de las especias. Su periplo sirvió, entre otras cosas, para cambiar por completo el mapa cartográfico del mundo conocido hasta el momento, y demostrar sin quererlo, que la Tierra era redonda.

Esa epopeya se recoge ahora en el excelente documental El viaje más largo, de Manuel H. Martín, en una especie de homenaje a aquellos hombres de hace 500 años. Intrépidos marinos, generales y reyes que arriesgaban sus vidas en pro de la evolución humana. Por supuesto había intereses personales. En tanto que individuos, buscaban su riqueza propia, pero sus aventuras sirvieron para impulsar el desarrollo económico, social o científico, y marcar el devenir del mundo que hoy conocemos.

Un hecho similar, el viaje de Magallanes, que el director asimila a la llegada del hombre a la Luna y su intento por conquistar el espacio. Ese espíritu de conquista, el honor y el orgullo, de hecho, están muy presentes en este trabajo, de apenas hora y veinte de duración, que cuenta con testimonios de historiadores, militares, científicos e incluso astronautas, que aportan su conocimiento a los cuadernos de bitácora, que los tripulantes de la expedición dejaron para la posteridad.

En este sentido supone un gran acierto apoyar el relato en imágenes animadas en 2-D. Y por supuesto, la inconfundible y potente voz de Jordi Boixaderas, actor de doblaje de entre otros: Russell Crowe, que le imprime al documental mayor calidad si cabe.

Interesante cómo se analiza el comportamiento humano en momentos de alta presión, como los que retrata El viaje más largo. Los intentos de motín, las dudas de unos marineros llevados al límite o los egos de los capitanes, como Juan de Cartagena y el propio Magallanes, son examinados por los expertos de los que se rodea el director español. Muy bien asimilado a ese otro viaje que cambió la historia de la humanidad, como fue el de la conquista del espacio exterior. Bien hiladas, insisto, las imágenes de archivo con las animadas del portugués , Elcano y toda la expedición. Funcionan sin fisura.

De paso, el documental rompe con esa leyenda negra, que algunos tratan de atribuir a esta época de descubrimientos terrestres, marítimos y de nuevas civilizaciones. Con mucha sutileza, el trabajo de Martin tira por la borda esas teorías de matanzas y crueldad, con las que se tratan de desprestigiar esta y otras epopeyas.

¿Hubo violencia? Por supuesto. Ese aspecto, como el del conocimiento hasta la extenuación, es innato también al hombre. Pero es el último recurso de estos emprendedores y unos nativos, que movidos también por la curiosidad, entablan relación con los recién llegados. De hecho así se construyen civilizaciones y me encanta como se trata este aspecto.

La combinación perfecta de imagen y sonido, lo qué cuenta y como lo cuenta hacen, a mi juicio, que esta obra tenga que estar en cualquier aula de historia y ciencia social, y si me apuran, economía. Un documental para enseñar a todos los alumnos y que por lo pronto llegará a Filmin este 8 de noviembre. Es un buen comienzo, pero como la expedición de Magallanes y Elcano, espero que vaya más allá.

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