Ya es la tercera, sí, y vuelven dispuestos a desplumar al ricachón de turno, en este caso un despiadado Al Pacino acompañado de una sorprendentemente sensual Ellen Barkin. Clooney, Pitt y compañía vuelven a juntar fuerzas y, capitaneados por Soderbergh, vuelven a llevarse unos milloncejos frescos tanto en la pantalla como fuera de ella, sin necesidad de despeinarse mucho.
Si ha habido una saga rentable y cómoda para sus artífices, ésa ha sido la de Ocean. La primera fue en serio, y salió una película muy buena y bastante entretenida, pero en las otras dos, hechas en plan reunión de amigos, Clooney y sus compinches se lo pasan de puta madre, pero el espectador se queda fuera de la historia y nunca llega a disfrutarla. Sobre todo en esta tercera parte, muy ocupada en rizar el rizo, y queriendo ser tan sofisticada que aburre mucho, sobre todo en su primera hora. Luego se anima un poco, pero no hasta el punto de que despierte de mi sopor.
Soderbergh vuelve a firmar un producto elegante y dinámico, se reúne con su grupo de amiguetes y así consigue financiación para otros proyectos más personales (seguro que con ésta pagó buena parte del Che). Pero la pena es que se limita a repetir una fórmula que ya no sorprende a nadie, y su película pierde en frescura y humor. Las actuaciones son planas, a veces cayendo en la autoparodia, no sé si intencionada o no. Los momentos verdaderamente divertidos se pueden contar con los dedos de la mano.
En fin, no quiero que haya una Ocean's Fourteen. La de Ocean es una saga que no debería haberlo sido nunca.