“Juegos secretos” nos propone una fábula (a lo que ayuda el narrador en off) que utiliza a la sociedad media americana para mostrarnos el lado “oscuro” que se esconde bajo el discreto encanto de la hipocresía, como ya se pudo ver en “American Beauty”. Por las calles, piscinas, parques y demás lugares comunes de la urbanización creada por Field confluyen una serie de personajes aparentemente felices, que debajo de sus máscaras sufren el tráfico incesable de frustraciones y anhelos. “Juegos secretos” es el retrato de una sociedad enferma de hipermetropía.

Sin embargo, la fábula lo es solo a medias, en la forma y presentación, pero no en la posición que toma el autor. Field opta por ponernos las cartas encima de la mesa y dejar que nosotros mismos tomemos partido en un sentido u otro. De mientras, se ocupa de regalarnos un cuento, muy bien filmado, con varios planos inteligentes y muy elaborados, utilizando recursos visuales que, si bien algunos pueden estar trillados, no dejan de ser efectivos.

Hay tres puntos fuertes y destacables en “Juegos secretos. Primero, el espléndido reparto que da fuerza y en ocasiones llevan el peso de la película donde me es difícil destacar a alguien porque todos están geniales, desde los principales a los secundarios. Segundo, la fantástica fotografía de Antonio Calvache que hace de esta película una sucesión de imágenes bellamente recreadas. Y por último el guión de Todd Field basado en la novela de Tom Perrotta, perfecto de principio a fin, inteligente, incisivo sin llegar a ser crudo y con un desenlace magnífico en el que todos sus personajes encuentran su peculiar redención o sentido que tanto habían estado buscando.