La fuerza del cariño

Da la sensación de que, con La fuerza del cariño, James L. Brooks quiso hacer lo que años después conseguiría con Mejor imposible: ofrecer al público la perfecta comedia romántico-dramática.
No lo consiguió porque es excesivamente larga y porque la trama y los personajes tampoco son nada del otro universo. La verdad es que tantas nominaciones al Oscar se antojan excesivas.
Sin embargo, ese reparto inmaculado hace maravillas, y la elegancia de Brooks como cineasta permite que la cinta sea un drama sólido y recomendable.


Lo mejor: Los actores, especialmente Jack Nicholson, y ese carácter amable.
Lo peor: Es algo larga y la trama tampoco apasiona.

Relaciones entre madre e hija con sus buenos y malos momentos, tierna y emotiva. Te hará llorar. Disfrútala, es una joya del cine.

La película parte de una premisa: en ocasiones, los seres a los que más queremos son tembién los que más odiamos. A partir de ahí se desarrolla una historia emotiva, divertida, tierna y dulce repleta de personajes interesantes magníficamente interpretados que hará que no puedas contener las lágrimas, sobre todo en la recta final. Debra Winger se come la pantalla e incluso parece hija real de McLaine.

Sin duda, un clásico del cine.

Todos tenemos nuestras debilidades (fuimos a ver Algo en Común, y no precisamente por el soso de Zach Braff, ¿no?), y una de ellas es el melodrama que no tira hacia la majestuosidad de Douglas Sirk, sino el que toma recursos de las "screwball comedies" como hace Las Chicas Gilmore y en cierta forma hace este film de James L. Brooks, que cuenta las andanzas y desencuentros -y culebrones sentimentales respectivos- de madre e hija, ambas inteligentes, atractivas y de fuerte personalidad a lo largo de los años, hasta acabar dramáticamente con la muerte de la hija. Afortunadamente, esta trama de novelón barato la lleva Brooks en un tono ligero, casi cómico, en el que personajes tan manidos, prácticamente salidos de un culebrón vespertino, acaban por hacerse adorables a su manera, y saca provecho hasta de personajes que quedarían completamente desplazados de la trama de no saber equilibrar el tono del film -a lo que también ayuda el que esos personajes estén interpretados por Jack Nicholson y John Lithgow: así yo también-. Incluso cuando el filme pasa ya a su parte abiertamente melodramática, se las ingenia para no apabullar del todo gracias a que Debra Winger y Shirley MacLaine han levantado tan bien ese par de personajes en principio tan endebles que no es posible quitarselos de en medio en este último tramo. Así que sin ser una maravilla de película, tiene suficientes elementos de interés -empezando por las interpretaciones; hata Danny de Vito borda su cameo, y sólo cojea un soso Jeff Daniels, cuyo personaje no empatiza con el público ni siquiera al final- y muestra que Brooks tenía cierto talento, lo que confirmó en Al Filo de la Noticia, su siguiente obra y probablemente la mejor. Como ver un maratón de las Gilmore, sí, pero Rory no tiene esa mala hostia...

Película que sorprendió en los Oscar como un acertado drama con elementos de comedia gracias a la actuación de sus principales protagonistas: madre e hija. El film planteado como un duelo entre mujeres separadas por un instinto e protección y modo de ser diferente diverge en el si de sus distintas vidas aunque muy cercanas entre ellas al no desquitarse el único lazo familiar que tienen.

La madre, Aurora (Shirley MacLaine) y su hija, Emma (Debra Winger) parecen condenadas a entenderse. Y aunque la boda con Flap Horton (Jeff Daniels) un maduro profesor de suponga un descalabro para Aurora y mantenerse cerca de su hija solamente por el hilo telefónico, también le abrirá la oportunidad como viuda de volver a retomar una vida anterior condicionada por la protectora educación que le impuso a Emma. Para ello conocerá a su vecino Garrett (Jack Nicholson), un astronauta en tierra y vividor compulsivo. Por cierto, entre los aspirantes a tan afortunada viuda se encuentra Danny DeVito.

El problema de la película no radica en su emocional planteamiento que se filigrana desde principio a fin sino en su molesta insistencia en considerarse como un duelo de actrices (para eso tenemos a la sensacional y posterior “Buenas Noches Madre” (Night Mother, 1986) de Tom Moore con Sissy Spacek y Anne Bancroft), salvando algunas distancias porque ésta última sí que se perpetuaba en el drama puro y duro. La película de Brooks es correcta en su planteamiento pero desvanece sus expectativas generadas por su lineal argumento.