La ceremonia

No, no es una muy buena película; al menos no como la recordaba. Las actuaciones son muy desiguales; Huppert hace el ridículo en su papel, no convence para nada, mientras que Bonnaire lo hace mucho mejor, una mezcla de estupidez, frialdad, resentimiento y un poco de astucia. Hay una buena escena de suspenso cuando Sophie (Bonnaire) es descubierta en la cocina por Melinda (Ledoyen)...hasta ahí la película iba bien, luego entra en un declive penoso, casi vergonzoso por la rapidez y superficialidad con la que se tratan el clímax y el desenlace.
Parece que el buen Chabrol se hubiese dedicado aquí a ilustrar una novela. Él siempre narra bien las cosas, pero aquí falta suspenso (sólo en muy contadas escenas) y la evolución de las protagonistas malvadas está apenas esbozado. Un thriller muy predecible y con pocas novedades. (5/10)

El otro día vi El Carnicero, también de Chabrol, y me quedé muy impresionado, me encantó. Así que me puse a ver esta película impulsado por el buen sabor de boca que me habia dejado aquella. Y me ha gustado, para que lo vamos a negar, pero algo o bastante menos que El Carnicero. A esta historia sobre los secretos de una peculiar empleada de hogar y su amistad con otra chica, no menos rara, a través de la cual se van retroalimentando sus respectivas psicopatías, le falta verosililitud y sutileza, sobre todo en el impactante final. Por lo demás, es un película que se sigue con interés y una progresiva tensión, y que también puede interpretarse en clave de lucha de clases.

Dentro de la medianía del cine reciente del jeroglífico y bien discutible Chabrol (a quien cabe aplicar aquello de que siempre hace la misma película -algo directamente aplicable a maestros como Buñuel o Allen) es "La ceremonia" para mí un caso curioso: ha sido su obra reciente más admirada y bajo mi punto de vista es la peor. En su típico refrito de todo tipo (aquí desde la "Repulsión" polanskiana hasta Buñuel pasando por Hitchcock) crea Chabrol una película aburrida, plana y hueca que resulta del todo previsible y fallida en su análisis de los personajes y de la burguesía campestre, dónde la mil veces repetida mezcla de asesinato, crítica y cotidianiedad (aquí salpicada por una obvia ambigüedad sexual muy de Polanski) resulta de una frialdad y de un subrayado impropio de un autor tan maduro y experto como él, hasta provocar el hastío. A Chabrol le fallan las fuerzas, creo, y su vitalidad creativa es más aparente que real o tangible.

En fin, tras la grata sorpresa de Una Mujer Infiel me he venido arriba, me he abierto el pecho y me he despojado de la huevera, he bajado la guardia y subido la porcelana, iluso de mí, y Chabola ha reprimido mi euforia con una película respetable, defendible, pero sin el magnetismo de ese retrato de la perversidad que tan bien, aparentemente, definió el cine de este hombre.

Porque Chabola tiene voz, estilo y actitud, qué duda cabe. Algunos espíritus rectilíneos le acusan de hacer siempre la misma película, el rapapolvo que suelen endosar algunos humoristas a Woody Allen, y la verdad es que esta ceremonia maneja ingredientes muy parecidos a los de Una Mujer Infiel. Chabola se siente como Kun en el área radiografiando las altas esferas burguesas y su oquedad moral, emocional, y aquí se centra en los entresijos de una familia acomodada que contrata a una criada.

El punto de partida es prometedor, pero por desgracia el desarrollo carece de la fuerza, de la capacidad de evocación y del cariz maquiavélico de la que dicen ser su obra maestra, y en ocasiones la función se estanca, se dispersa, cabría decir que hasta se idiotiza, y sólo parece sustentada por el buen hacer y la química de Huppert y Bonnaire, una especie de versión bolchevique y desquiciada de Thelma y Louise.

Por fortuna, y cuando incluso el panorama se dibujaba sombrío en mi cubil y mis pantuflas reivindicaban su condición de proyectiles, Chabola aparca a Buñuel, porque el dios maño y su faceta más vitriólica parecen planear por la obra de este hombre, se calza la careta del Haneke más desalmado y cuaja un final lleno de ira y cólera, aunque un matiz que obviamente no desvelaré, y que me parece innecesario y ortopédico, sugiere una concesión, un perdón, una sacarina.

Eso sí, morí con las pantuflas puestas.

Con las pelis de Claude Chabrol sabes que va a venir algo turbio, inquietante, aunque no sabes qué. Pasa lo mismo en "La mujer infiel". Hay tensión. Pero es la forma de filmar, de contarnos lo que pasa, lo que hace de Chabrol un gran director.

Acaba la peli y se te quedan escenas grabadas en la memoria que luego resurgen y te hacen pensar. A mí es el director de todos los de la Nouvelle Vague que más me gusta por encima, por supuesto, del sobre valorado Jean-Luc Godard.

He de decir de todas maneras que la peli se hace un pelín larga, si tengo que ponerle algún pero. Y lo que más me gusta es el final, cómo la acaba. Me encanta los planos finales y ese audio ya con la peli terminada.