Aparajito (El invencible)

Excelente film del maestro indio Satyajit Ray, un hombre que cosechaba mucho éxito en el exterior de su país natal, India, pero que en casa no era, en absoluto, admirado.
La razón es que su cine y sus historias, reales como la vida misma, no se parecía nada a lo que se suele hacer normalmente allí, esto es, las películas épicas, con muchas canciones, bailes e historias de amor romanticonas. El cine de Satyajit Ray habla de seres humanos normales, que luchan diariamente contra la pobreza, contra la incultura, que tratan de encontrar un mundo mejor, un futuro más esperanzador.
Un cine lírico y duro a la vez, donde la muerte y la tristez cotidiana luchan contra las ansias de vivir, en este caso, contra las esperanzas y sueños de Apu, ese niño primero, adolescente después, que trata de buscar su identidad a través de la cultura, queriendo dejar de lado a lo ya antiguo, al campo, al pueblo, aunque ello acabe con la salud de su querida madre.
Film que se desgusta como un manjar lleno de sensibilidad y buen gusto, aunque se necesite de un poco de paciencia, sobre todo en su primera media hora, muy lenta y que parece no saber hacia dónde irá. Pero poco a poco se torna interesante, hasta llegar a ser algo exquisito.
Soberbio empleo de la elipsis (el viaje en tren), estupendo montaje y adecuado empleo de la escasa música.
Buena fotogfafía en blanco y negro y unas o esmeradas interpretaciones, sobre todo de la actriz que encarna a la madre del protagonista. Con su sola mirada nos transmite perfectamente su pena interior, su soledad.
Una excelente cinta.

http://filmsencajatonta.blogspot.com.es/2006/07/aparajito-invencible-el-india-1957.html

Llora el sítar de R. Shankar mientras el argumento desgrana al mismo ritmo un llanto de pobreza, de desvalimiento, y de indefensión.
Realismo alimentado de la vida y de la muerte.
Cuando la aventura del saber se convierte en una odisea personal lo baladí queda al descubierto.
En nuestro mundo tenemos casi todo al alcance de la mano y para descubrir la primavera basta con abrir los ojos durante el mes de marzo.
Pero, a menudo, preferimos permanecer en la ceguera.

S. Ray lo sabe y esgrime su mensaje con habilidad en la pantalla.
Los tropos son su arma.
Son figuras de dicción en forma de escenas llenas de crudeza y con un punto de escepticismo.

La cámara también lo sabe y por eso se emplaza donde debe.
Y su movimiento es sabio.

Y seguimos en la vida de Apu.
Aquí, ya es un adolescente y se habrá mudado con sus padres a una ciudad donde su padre ejercerá de sacerdote.
Continúa su vida, sus sueños por estudiar y conseguir labrarse un futuro mejor que el de sus padres.
Y Ray continúa embrujándonos. Ray continúa haciendo que la vida de esa familia y su entorno, sea para nosotros fuente de asombro, inquietud, compasión y admiración.
A estas alturas, ya hemos hecho nuestras sus aventuras y sólo nos resta seguir en sus vidas que nos llenan de emoción y asombro.
! Cuánta superficialidad y cuánta energía inútil derrochamos en nuestras vidas!. Si han llegado hasta aquí, estoy seguro que ya están enganchados a esta trilogía y no la pueden soltar.
Sigan disfrutando. Lo mejor ( para mí), está por llegar.

Segunda entrega de la conocida como "La trilogía de Apu" por el nombre de su protagonista basada en parte en las novelas del bengalí Bibhutibhushan Bannerjee y en las propias experiencias biográficas de director. Aunque no es imprescindible si es más que recomendable visionar la primera parte "Pather Panchali" -una obra maestra- para poner en contexto la trilogía como lo que es, un todo sobre la vida humana. "Los films de Apu son al cine lo que Proust es a la literatura, obras más ricas y universales que la mayoría de las películas producidas en todos los tiempos". (Gran historia ilustrada del Cine).

En estos tiempos vertiginosos de inmediatez absoluta, la depurada sencillez y calma con la que Satyajit Ray nos hace contemplar la vida, trasciende culturas y geografías para centrarse en aquello que nos es común a todos. La adolescencia de Apu con su búsqueda del conocimiento, el descubrimiento sobre la responsabilidad y sus dudas es universal, al igual que el amor y los miedos de la madre -maravillosa Karuna Bannerjee- . Ambos constituyen un ejemplo de sinécdoque, como el que estudia Apu, una parte por el todo del ciclo de la vida que se sucede ante nuestros ojos con una destilación narrativa apabullante un mimo en el encuadre y la fotografía acompañados de la siempre sugerente música de Ravi Shankar.

cineziete.wordpress.com  

Hace como 24 años estuve en India. Fui con un amigo, de mochileros, y estuvimos tres semanas. Nos dio tiempo para conocer un poco diversas partes de aquel país.

Yo fui con una imagen idealizada de esa cultura: Una espiritualidad que lo respiraba todo, una esencia que conservaba lo más profundo y trascendente del ser humano, una cultura animada por una sabiduría ancestral. Y lo que me encontré fue otra cosa: Miseria a raudales, charlatanes espirituales, enclaustramiento de las mujeres, suciedad y aglomeraciones constantes. Pero también sentí, mayormente, un país anclado en una cultura antigua, todavía no infectada por las nuevas tendencias de la modernidad; esto me hizo percibir algo humano, especial, original, que apenas es ya visible en nuestras sociedades occidentales; y que todavía existía porque la nueva modernidad no había avanzado deprisa en tal vasto país.

Ver “Aparajito” me conectó con las sensaciones que me produjo aquel viaje. Hay una belleza que emana de un país que es todo caos, todo espontaneidad, todo bullicio, todo “de hace 200 años”. Un país que destila una substancia procedente de algo muy hondo y seminal, algo indescriptible y a la vez perceptible. A la vez, la podredumbre, el amasijo de muchedumbres, el sinsentido de un orden que derrama desequilibrio y putrefacción.

“Apajarito” es honesta en lo que muestra. El presente y futuro nebuloso de una familia de clase baja está presente en cada fotograma. El contrapunto, un espíritu animoso, un deseo de alcanzar metas, la alegría de los pequeños logros.

Entiendo el planteamiento de Ray. Su lentitud es, en momentos, pesadez y falta de brío. El reflejo de lo real está logrado, aunque se reitera en el uso de la misma “condimentación”. En la primera parte de la trilogía, la exuberante naturaleza te llenaba de una luz especial. En esta segunda parte, la mugre de la ciudad sólo la salva el abundante populacho que deambula de aquí para allá.

Entiendo a quienes emociona esta tripleta de Ray, pero yo no he experimentado tanta excelencia. Los méritos técnicos cinematográficos son excelentes, el guion tiene un buen cuerpo vital, más no me llega eso que se supone te ha de insuflar tanto entusiasmo. Compruebo el buen hacer del hindú, y lo aplaudo, pero no me sumo a las desaforadas alabanzas.

Es buen cine, pero no me atrae como para echármelo a menudo en el plato. No sé explicarme de otra manera. Un 7,6 porque quizás un “bueno” no le haga justicia.