La vecina de al lado

En su día, siendo unos (post) adolescentes pajilleros de peor ralea incluso que el inefable trío protagonista, mis amigos y yo disfrutamos como enanos con esta película. Ni que decir tiene que también nos enamoramos como becerros de Elisha Cuthbert, encarnación de todas y cada una de las fantasías lúbricas de la generación inmediatamente anterior a la revolución de las comunicaciones, cuando el porno era un subgénero en manos de profesionales y acceder a él suponía un proceso algo más complejo que un mero clic, en ocasiones, de hecho, una odisea rayana en el espionaje industrial: quien no haya ido al videoclub de la esquina con gafas de sol y la gorra calada hasta el puente de la nariz no ha tenido infancia.
Puede que “La vecina de al lado” haya perdido un tanto de su frescura de antaño. A fin de cuentas, en las cerca de dos décadas transcurridas desde su estreno, las sociedades occidentales han experimentado una notable evolución en términos de conceptualización de la mujer, de su imagen en los medios al menos. Me explico: hoy resultaría de todo punto imposible rodar una historia como ésta, por muy tonta que se quiera, pues sería crucificada —y me temo que con justicia— en RRSS antes siquiera de hacer el balance de blancos. El bimbo de melena oxigenada y sus amiguitas recauchutadas casi forman parte ya de una prehistoria indescifrable, fósiles de un tiempo pasado que, insisto, como mínimo en cintas comerciales, no va a regresar.
Superado el estupor inicial a que incitan la gruesa cosificación de su protagonista, la horridez indumentaria de los primeros 2000 y un notorio descuido fílmico —ese grano, esos travellings, esa iluminación—, sí cabe reconocerle a “La vecina de al lado” una leve superioridad respecto a la miríada de títulos de similar pelaje —producidos en serie con el molde de “American Pie” (ídem, 1999)— que poblaban las pantallas de entonces. Ello se debe, a mi juicio, a la presencia en su reparto de talentos en ciernes tales que Emile Hirsch, la propia Elisha Cuthbert y el inenarrable Paul Dano. Su trabajo, junto al de un salidísimo Chris Marquette, dotan a la película de un empaque desacostumbrado. Asimismo, en tanto comedieta sin pretensiones, sigue funcionando a las mil maravillas: el desenlace lo coge a uno con una sonrisa boba pintada en el rostro, y antes se han venido sucediendo los estallidos de hilaridad con cadencia igualmente notable.

Bajo mi punto de vista, esta película es una de las que expresa más claramente lo que son los sentimientos de la gente. En este caso concreto, los sentimientos del protagonista, que es capaz de dejarlo todo por amor, como habitualmente se suele decir cuando estas enamorado de verdad (aunque mucha gente no consiga seguir dicha frase al pie de la letra...). Volviendo a la película, me gustaría señalar el acierto que ha tenido el director con el reparto, ya que aunque no se trate de actores extremadamente conocidos, a mi parecer su trabajo es correcto.

Por otra parte, es importe que no pase desaprecibida la banda sonora, ya que es estupenda, con exitosos temas como el mítico UNDER PRESSURE de David Bowie y Queen.

En definitiva, se trata de una de las películas que, personalmente, mas me ha gustado, y recomiendo que la vean al margen de la puntuación o las críticas que se citan en esta página.

Lo Mejor: La preciosa Elisha Cuthbert y Su gran Banda Sonora

Lo Peor: El protagonista es algo soso

Parecía la típica película adolescente, y lo es, pero también tiene sus cosas.
Por ejemplo, a parte de que me ha hecho reír, por lo que le doy la nota de 8, es por el mensaje con el que me he quedado, que es, al ver la película las ganas de hacer cosas y de vivir la vida sin pensar en las cosas que no merecen la pena perder el tiempo, solo os digo, ¡disfrutar!

Intrascendente comedia romántica con un argumento que recuerda en cierto modo a algunas producciones de los 80 (La mujer explosiva y alguna más que me viene a la cabeza de las que ahora mismo no recuerdo los títulos y que mi vagancia y lo intrascendente del asunto tratado me impide indagar en Google), cuyo mayor merito es su ausencia de pretensiones y el ver a la hija de Jack Bauer como porno disneyna actriz.
En el mejor de los casos, si tienes el día tonto puede llegar a arrancarte alguna sonrisa.

La vecina de al lado fue vendida en los trailers como si fuera una comedia macarra con gran contenido adulto, algo que se cumple pero solo en parte.

Luke Greenfield se pone tras las cámaras tras el estrepitoso fracaso de Estoy hecho un animal, que fue su anterior película. Greenfield comienza muy bien, con algún que otro recurso interesante para crear situaciones cómicas, pero va perdiendo fuerza de manera preocupante hasta el punto de convertir lo que vemos en pantalla en un bucle en el que siempre parece estar pasando lo mismo a nivel visual. Puede que Greenfield no sea demasiado original o que su cupo de ideas aceptables termine una vez llegada la media hora de la película, aunque también es posible que ese bajón se deba a un guion que empieza golpeando fuerte, a modo de comedia gamberra y que se va diluyendo como un azucarillo en un vaso de agua hasta convertirse en una pastelada adolescente no muy diferente a la mayoría de producciones de ese género. Banda sonora melosa, escenas a cámara lenta, discursos existenciales y algunos clichés más entran a la película hasta desmontar por completo ese punto que la hacía especial.

Emile Hirsch está correcto y nada más. No hace ningún desastre, pero tampoco aprovecha las posibilidades que le brinda un personaje como el suyo. Elisha Cuthbert es una chica de apariencia más sensual que sexual, como que con ella es mejor intuír que ver. Es por eso que tal vez no pega demasiado con el personaje, aunque a base de esfuerzo consigue llevar el trabajo hasta su terreno y acabarlo con una nota bastante alta. El mejor del reparto, a mi juicio, es Timothy Olyphant, quien disfruta tanto con su personaje que acaba transmitiendo al espectador mucha simpatía hacia a él. Chris Marquette y Paul Dano forman una buena pareja cómica en pantalla, aunque sus personajes están tan vistos que da la sensación de estar metido en un constante déjà vu. Buen trabajo también el de James Remar, aunque no le exige demasiado esfuerzo.

Resumiendo, que es gerundio: La vecina de al lado tenía una buena base para ser algo cercano (nunca igual) a mitos como American Pie, Resacón en las Vegas o Supersalidos, pero al final acaba siendo una película romántica más... aunque con un punto diferente.